"Todavía hay quien cuenta conmigo. Amigos míos o mejor compañeros. Necesitan, quieren lo mismo que yo quiero y me quieren a mí igual que yo me quiero."
De ahora en adelante (Jaime Gil de Biedma) (Barcelona, 1929-1990)
En el exterior, el cielo de la Cerdanya [1] dibujaba una increíble noche de invierno, demostrando que pocos cielos existen tan plagados de estrellas. En el interior, la luz del hogar iluminaba el ritual del diálogo, cuando de pronto sonó el teléfono y una voz amiga me informa del fatal desenlace.
El Dr. Rotés ha muerto y mi subconsciente me impulsa a escribir algo sobre ti o sobre tu obra. Me lo pensé dos veces porque has tenido discípulos que te conocen mejor que yo. Colegas que podrían haber escrito este artículo de forma más edificante e ilustrativa, pero seguramente menos humana y sentida. La sorpresa ha sido grande por lo inesperado, ya que, aparentemente, aparte de tu marcapasos y de tu artrosis de cadera, te mantenías en forma. Incluso, dos días antes de tu muerte asistías al último estreno cinematográfico.
Con las líneas que siguen quiero rendir homenaje a la figura de mi Maestro, en mayúsculas, glosando a modo de último adiós algunos aspectos de tu personalidad.
De pronto me acordé de aquella gélida mañana de un mes de enero barcelonés cuando, recién finalizada mi residencia de medicina interna, pisaba por primera vez el Servicio de Reumatología del Hospital Clínic de Barcelona. Me presenté ante Lilí Pedersen (e.p.d.), tu secretaria danesa. ¿La recuerdas? Nada más verme, me soltó: "Tú debes ser el Duró, el residente de medicina que quiere hacer `reuma´", y añadió con un tono imperativo: "Acompáñame, muñeco, que te presentaré al `señorito´" [2].
Tras las presentaciones de rigor en la puerta de tu minúsculo despacho, me senté. Tu mesa era un auténtico caos, un ejemplar atrasado de Arthritis asomaba por debajo de una montaña de papeles a cuál más desordenado. Un cenicero medio roto rebosaba docenas de colillas. Estabas subrayando un artículo del último número del Seminars cuando me miraste, tras tus gruesas gafas de concha, con tu eterna sonrisa-picardía y me preguntaste por qué quería ser reumatólogo. Tras una conversación distendida, mis argumentos te convencieron y de inmediato me aceptaste en la que jocosamente llamabas la "cofradía" [3].
Como reumatólogo que tuvo la suerte de formarse a tu lado, destacaría los siguientes rasgos de tu personalidad.
ROTÉS CLINICO
Como clínico, el Dr. Rotés era insuperable. El ejercicio de la reumatología constituía para él una auténtica pasión. Sin despreciar el tratamiento, se sentía atraído por el diagnóstico. Para ello solicitaba la elaboración de una historia clínica minuciosa y una exploración física detallada. Para llegar al diagnóstico, no solía seguir las clásicas etapas sindrómica, fisiopatológica y etiológica, sino que con el virtuosismo del artista, y por mecanismos quizá intuitivos, alcanzaba la meta del acierto.
¿A qué se debía esta capacidad clínica del Dr. Rotés? En mi opinión intervenían 3 cualidades que quisiera destacar para ejemplo de los reumatólogos que no tuvieron la fortuna de trabajar a su lado:
1. En los casos difíciles, jamás confiaba del todo en la anamnesis recogida por otros, ya que consideraba fundamental en el ejercicio clínico saber sentarse con simpatía al lado del enfermo y proceder al reinterrogatorio tantas veces como fuera necesario. Recuerdo haberle oído: "En reumatología el 90% de los enfermos se diagnostican por la clínica, el 10% restante no se diagnostican". Hacía suya, la frase de Marañón, uno de los 4 grandes de la medicina española, junto con Pedro-Pons, Jímenez-Díaz y Farreras-Valentí, cuando afirmaba que el aparato que más había hecho progresar a la medicina era la silla. Es decir, sentarse al lado del enfermo para realizar la anamnesis.
2. Se ha comentado con frecuencia, y además es cierto, una faceta clínica del Dr. Rotés que constituía, sin ninguna duda, una de las bases más firmes de sus aciertos diagnósticos: era un virtuoso de la semiología, hoy demasiado olvidada por los médicos jóvenes. ¡Cuántas veces nos admiró con el modo de explorar una columna vertebral! ¡Qué pocas, pero que precisas maniobras semiológicas requería para llegar al diagnóstico! Sus métodos de exploración eran por lo demás originales. La maniobra que empleaba para diferenciar un dolor lumbar de un dolor sacroilíaco se me antoja superior a algunas de las clásicas maniobras sacroilíacas. Pero el virtuosismo semiológico, que con frecuencia desprecian los jóvenes residentes, excesivamente impresionados por la moderna tecnología, no le era innato. Lo había adquirido a base de una gran constancia en los primeros años de su formación al lado del Prof. Pedro-Pons y de su maestro, y padre de la reumatología europea, Jacques Forestier en el Hospital Reina Hortensia en Aix-les-Bains (Francia). Toda su experiencia quedó plasmada en un libro clásico de la reumatología española, Semiología de los reumatismos, texto de lectura obligada para todo reumatólogo que se precie ¡40 años después de publicado!
3. Su elaboración diagnóstica estaba presidida por una exquisita capacidad de valoración, de aceptar lo fundamental y rechazar lo superfluo, de separar el grano de la paja, es decir, por ese seny de los catalanes, algo más que sentido común, prudencia, equilibrio, etc., tan justamente reconocido.
ROTÉS MAESTRO
El Dr. Rotés ha sido la figura más destacada de la reumatología española de todos los tiempos. Su magisterio se prolongó con entusiasmo y constancia a lo largo de muchos años. No sólo en su servicio, sino en las reuniones de la Sociedad Catalana de Reumatología y en los congresos de la Sociedad Española de Reumatología. Creó escuela, y los reumatólogos formados en ella nos caracterizamos por una impronta indiscutible: la metódica y sistemática exploración que realizamos a todos nuestros pacientes.
Decía Pedro-Pons en su discurso de ingreso en la Real Academia de Medicina que, para que un profesor pueda considerarse un maestro, no basta haber dictado muchas lecciones magistrales, sino que tiene necesariamente que formar escuela: "Cuando llega a formarse, con tiempo y tesón, un núcleo importante de colaboradores, entonces se ha logrado formar escuela y el profesor se convierte en maestro". Maestro no es un título universitario; puede serlo quien está fuera de la universidad y se puede negar a bastantes que integran la actual y endogámica universidad española. El Dr. Rotés nunca tuvo ninguna titularidad universitaria, pero el calificativo de maestro puede aplicársele con toda justicia. Su escuela ha alcanzado el grado de las de mayor significación en la reumatología española. Como anécdota que ilustra su magisterio, no olvidaré jamás una noche en Atenas. La ciudad marmórea, que en ocasiones simula una gigantesca columna de hormigón armado, compatible con la estética del NO-DO franquista, fue escenario en el escondido encanto del barrio de la "Plaka" [4] de una inesperada lección de reumatología. Tras cenar en una taberna típica, se levantó y ante la sorpresa de los allí presentes y el estupor de los transeúntes nos explicó en plena calle los distintos tipos de cojera. ¡Lección inolvidable!
El Dr. Rotés tenía un gran carisma como maestro, poseía una capacidad pedagógica increíble y una inquietud constante en el estudio del enfermo. Como todos los grandes maestros, eran habituales sus comentarios sobre la última película que había visto, el libro que estaba leyendo o incluso, faltaría más, los resultados de nuestro querido Barça.
ROTÉS INVESTIGADOR
El Dr. Rotés supo limitarse al campo de la clínica, sin pretender ocuparse de problemas básicos que pudieran exceder de su área. Pero, a pesar de todo, su obra está impregnada de aportaciones originales: nuevos signos y maniobras clínicas, nuevos términos descriptivos y esquemas didácticos originales. No era muy partidario de las revisiones bibliográficas y exigía que se escribiera basándose en una experiencia propia. Sin pretender citar una lista exhaustiva de sus trabajos, deseo destacar sus aportaciones a la brucelosis. Su artículo "Manifestaciones osteoarticulares de la brucelosis", su tesis doctoral publicada en 1957, sigue siendo de lectura obligada para todo aquel estudioso del tema, así como la descripción, junto con su maestro Forestier, de la hiperostosis anquilosante vertebral senil, cuando observó que los sindesmofitos de supuestos espondilíticos eran mucho más groseros y los presentaban pacientes de edad avanzada. Su monografía sobre el síndrome psicógeno del aparato locomotor es, a mi entender, la forma más clínica de abordar el problema, puesto que cualquiera que sea la etiqueta con que nos marcan al enfermo los pacientes con reumatismo psicógeno siguen siendo los mismos. Su campo ha sido invadido por la fibromialgia, término que suena bien y es aceptado por los enfermos. Sin embargo, no puedo silenciar mi escepticismo sobre este síndrome psicógeno sofisticado que se diagnostica apretando una serie de puntos. Se necesita ser muy poco clínico para su diagnóstico, y si nos empeñamos los podemos inducir en casi todos.
Otro aspecto que quisiera comentar es su aportación en el campo de la laxitud articular. Su descripción en el primer Congreso de la Sociedad Española de Reumatología, celebrado en Málaga en 1956, pasó totalmente desapercibida. Diez años más tarde, autores británicos redescubrieron el síndrome por él descrito y desde entonces entró a formar parte con derecho propio en los textos de reumatología. Su finura clínica le permitió observar que estos pacientes aquejaban una serie de manifestaciones clínicas por las que consultaban al reumatólogo. Suya es también la observación del cierto grado de tensión nerviosa que pudimos corroborar en nuestra tesis doctoral y confirmar en trabajos posteriores.
ROTÉS PERSONA
Como persona, conocí curiosamente la faceta humana del Dr. Rotés en Sevilla, un mes de mayo de 1977, en una reunión conjunta hispano-francesa de reumatología. Finalizada la habitual cena de clausura, parte de su "cofradía", con el Dr. Arlet, compañero de correrías en París durante su estancia en el servicio del Prof. De Sèze, nos dirigimos al inigualable barrio de Santa Cruz. Allí, entre el olor a jazmín y un trasfondo de guitarra, nos dedicamos a arrancar de los muros los carteles de la extinta UCD. La Giralda sonreía y nos guiñaba el ojo en la cálida noche sevillana. De madrugada, cruzamos el puente de Triana, mientras el Guadalquivir dormía en brazos de una luna redonda, como una moneda escoltada por un manto de estrellas. El "cachondeo" acabó muy tarde y, obviamente, a la mañana siguiente no asistimos a las primeras sesiones. Me sorprendió su actitud liberal, bohemia e ilustrada. Pero lo que estimo más del Dr. Rotés es su excepcional inteligencia. ¡Cuántas veces, tras escuchar atentamente a varios especialistas en alguna materia nueva, le vimos realizar una breve exposición sintética que superaba con creces a la de sus informadores!
Dentro de esa inmensa carpa que durante tantos años ha sido la reumatología española, el Dr. Rotés fue martillo de la ortodoxia y látigo de oportunistas. Su voz en los congresos y reuniones científicas sonaba como un bote atado al rabo de un perro. Fue, en definitiva, de los pocos reumatólogos despiertos mientras la España reumatológica dormía la siesta.
Estoy convencido de que, donde quiera que estés, posiblemente en el infierno --tú querías ir allí, ¿recuerdas? "Estaré más calentito", afirmabas socarronamente, quizá recordando lo que decía Maquiavelo: "Al cielo van los mendigos, los monjes y los apóstoles, y al infierno los Papas, los reyes y las putas"--, obligarás al mismísimo Satanás a que todos los miércoles se lea el Arthritis en la sesión de "lecturas" [5], pero sólo la segunda parte, la primera es inmunología y la "inmunologia nois es un pou sense fons" [6].
Como decía uno de sus primeros discípulos, nuestro admirado Dr. Del Olmo (e.p.d.), hemos tenido muchos profesores, pero sólo un maestro.
¡Hasta siempre "señorito", eras único!
[1] Bucólica comarca catalana situada entre Francia y Andorra que cuenta con 15 pistas de esquí en un radio de 50 km con dos de los mejores campos de golf de todo el Estado.
[2] Nombre familiar con el que era conocido el Dr. Rotés entre sus más íntimos allegados.
[3] Nombre con el que el Dr. Rotés denominaba a su servicio.
[4] Antiguo barrio otomano, situado al sur de la plaza Sintagma, la zona más atractiva y colorista de Atenas. Sus laberínticas calles están llenas de tabernas y restaurantes.
[5] Nombre con el que el Dr. Rotés denominaba a las sesiones bibliográficas.
[6] "La inmunología, chicos, es un pozo sin fondo."