ALEJANDRO OLIVÉ MARQUÉS
La enseñanza de la reumatología es impartida de 2 formas: en el posgrado y en el pregrado. La enseñanza pregrado está a cargo de la Universidad, ergo del Ministerio de Educación; la enseñanza de posgrado, mediante el sistema MIR, está a cargo del Ministerio de Sanidad. Esta división, aunque criticada en su momento, se ha mostrado muy efectiva para el desarrollo de la medicina en el Estado español y ya no tiene vuelta atrás. Como comenté en un editorial previo, la separación de la enseñanza posgrado de las cátedras y escuelas profesionales fue fundamental1.
Aun faltándole una cierta racionalización, la enseñanza de posgrado ha alcanzado cotas muy elevadas de excelencia y de desarrollo, de tal manera que en España hay más de 40 hospitales docentes, donde el posgrado depende de reumatólogos. No ha sido así con la enseñanza de la reumatología en el pregrado. La situación es dramática, pues en el Estado español hay 2 catedráticos de reumatología, 3 profesores titulares (uno de ellos habilitado para catedrático) y aproximadamente 41 profesores asociados. Estas cifras causan asombro cuando se presentan a otros foros, como la British Society for Rheumatology (BSR) o a los países escandinavos. Mirando a nuestros vecinos, cabe destacar que la reumatología francesa y la portuguesa están mucho más avanzadas y cuentan con un profesorado de posgrado formado por reumatólogos.
La reumatología consta de 4 brazos irrenunciables: colagenopatías, enfermedades óseas metabólicas, artropatías inflamatorias y reumatismos de partes blandas. Este temario está actualmente fragmentado en la mayoría de centros universitarios y lo imparten otros especialistas. La enseñanza de la medicina ha estado tradicionalmente en manos de la medicina interna y la cirugía general, vertiente ortopedia. En mi opinión, ha llegado el momento de un cambio. No tiene ningún sentido que los ortopedas expliquen la osteoporosis y la enfermedad de Paget cuando son enfermedades que los reumatólogos vemos en consulta externa. Es más, tampoco tiene ningún sentido que los colegas de medicina interna expliquen el lupus eritematoso sistémico o la esclerodermia cuando son los reumatólogos –en la mayoría de centros– quienes ven a estos pacientes. Es curioso ver la cara de los estudiantes cuando en consultas externas o en hospitalización observan que quienes les explican académicamente estas enfermedades no son los que ven a estos pacientes. ¡Se quedan perplejos! Es fundamental que la enseñanza de la reumatología la ejerzan reumatólogos. Se dará a luz a un conocimiento tal como las enfermedades reumáticas, se sabrá cohesionar la especialidad, se aumentará su difusión y se incrementará el número de vocaciones reumatológicas.
¿Cómo podemos introducirnos en la Universidad? Las posibilidades son varias (tabla 1). Negociar fue la primera de ellas. Hasta ahora, una vez tenías un currículo académico aceptable (léase tesis y publicaciones suficiente), solicitabas ser profesor asociado y el coordinador o catedrático encargado de la asignatura te miraba y te decía: “Ahora no es el momento”, o quizás: “No hay presupuesto”, entre otros amables comentarios. Ni que decir tiene que pasaban por delante de ti diversos especialistas con más o menos jerarquía, colegas de otra especialidad incluso sin tesis hecha. Esta manera de negociar no es viable en una sociedad avanzada. Se debe negociar buscando un consenso y que ambas partes renuncien de forma recíproca.
Recientemente se cuenta con un organismo objetivo (ANECA, Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación) que habilita a los profesores titulares y catedráticos. Es posible que la era de los tribunales pactados haya llegado a término y sea el momento de que los reumatólogos con un buen currículum vítae se presenten a la habilitación y posteriormente a las plazas convocadas en sus propias universidades. La existencia de este organismo objetivo es una puerta abierta a la esperanza.
Abierta esta vía, objetiva y aparentemente lejana de opacidades, ha llegado el momento de crear currículos académicos robustos. Muchos de nosotros ya hemos llegado tarde, pero con seguridad tenemos en nuestros hospitales reumatólogos jóvenes con ambición académica. Es nuestro deber facilitarles el camino y enseñarles, colocar en ellos la simiente de la investigación clínica o básica y dirigirles en los primeros años creando un potente currículo. De esta forma, cuando se presenten en la habilitación será difícil derrotarlos. Esta estrategia me la comentó el profesor Eliseo Pascual, y es una gran verdad cargada de futuro.
Otra posibilidad es la creación de cátedras mixtas. Me explicaré. Como es sabido, a la Universidad española le falta dinero. Existen colaboraciones entre la industria farmacéutica y eminentes profesores que durante años han tenido las puertas cerradas a la Universidad pública, sea por el tipo de especialidad o por otras razones. Se han creado cátedras mixtas asociadas, y una buena muestra es la cátedra de Medicina Familiar y Comunitaria y la Universidad Autónoma y Novartis. Otro ejemplo allende el estado fue la del Profesor Peter J. Maddison, de la Universidad de Bath (Avon, Reino Unido) y Glaxo. Profundizar en esta idea puede dar frutos, y además la industria siempre apostará por currículos académicos potentes lejos de la política y los intereses grupales. En otras ocasiones son las instituciones paralelas a la reumatología las que crean cátedras. La Arthritis Research Campaign (ARC) es una institución de caridad, muy asentada en la sociedad británica y que recolecta una cantidad ingente de dinero, que después revierte en la reumatología; verbigracia, en los profesores ARC en el Reino Unido. Estas cátedras se creaban fuera del circuito habitual y tenían una gran dotación económica. El Dr. Gabriel Panayi fue durante muchos años “ARC Profesor” entre otros. Sería interesante solicitar información a la BSR o a la ARC para profundizar este tema.
Por último, la creación de nuevas universidades privadas también es otra puerta abierta al futuro. Serán cátedras privadas, con objetivos marcados y rendimientos científicos, hecho al que no está muy acostumbrada la Universidad pública. Queda por determinar cómo será la elección del profesorado.
A pesar de que existen vientos de cambio, tal como dice Joan Culla, “la Universidad no ha sido nunca aquel templo de saber puro y neutro en el que dicen creer algunos bienpensantes ajenos a la institución, ni tampoco ese baluarte, ese laboratorio efervescente del pensamiento crítico. […] La Universidad, en circunstancias normales, es un ámbito de trabajo donde florecen todas las grandezas y las miserias de la naturaleza humana (el compromiso y la envidia, la indolencia y el compañerismo) y un espejo de su entorno social, económico y político”2.
Los mecanismos de entrada en la Universidad deben ser individuales, aunque la creación de un organismo asesor de la SER que explore las posibilidades comentadas y asesore –contando con los actuales profesores– sería una buena herramienta.