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Su empleo ha mejorado de forma espectacular la supervivencia y la calidad de vida de numerosas poblaciones y ha contribuido a su mejor desarrollo y bienestar. Al igual que algunas otras medidas preventivas, o terapéuticas, las vacunas no pueden ser inocuas al 100% y, en ocasiones, presentan efectos adversos. Pero, a diferencia de estas otras, las vacunas se caracterizan por administrarse a millones de personas, en su mayoría sanas, y habitualmente en población infantil, por lo que el grado de seguridad que debemos exigir debe ser extremo. Por otro lado, según las vacunas van logrando su objetivo de acabar con alguna temida enfermedad —siempre presente en la mente de la población—, y antes de poder celebrarlo, se abre el camino hacia el olvido de la enfermedad y la lucha por demostrar su seguridad cuando las reacciones adversas —ya sea asociación causal o temporal— se hacen proporcionalmente más visibles. Las vacunas son, por tanto, víctimas de su propio éxito, pero además arrastran la sombra de la sospecha.</p> Es por ello que las vacunas se someten a unos ensayos clínicos previos a su comercialización, con un número importante de pacientes incluidos, donde se evalúa detenidamente su inmunogenicidad, eficacia y seguridad. Pero como el número de personas vacunadas en estos estudios es relativamente pequeño respecto a la población general, además, —una vez comercializada la vacuna— la farmacovigilancia trabaja de manera exhaustiva recogiendo y documentando efectos adversos y complicaciones vacunales en situaciones habituales de aplicación a millones de receptores. Los datos recogidos por los sistemas deben analizarse de forma cuidadosa y las hipótesis formuladas a partir de ellos nunca podrán contrastarse con nuevos ensayos clínicos controlados por motivos éticos y prácticos, por lo que hay que recurrir a los estudios epidemiológicos y observacionales de cohortes históricas o de casos y controles, siempre que el número de casos sea suficientemente elevado. En caso contrario, se debe recurrir a estudios menos precisos, como la comparación de casos observados/casos esperados y deberán aplicarse los criterios epidemiológicos de causalidad siempre que se encuentren asociaciones estadísticamente significativas en estos estudios. La experiencia de la asociación de ciertas reacciones adversas con las vacunas es vasta y variada, y nos puede enseñar que el análisis crítico y científico, dentro de la objetividad y la tranquilidad, puede conducirnos a confirmar o desmentir las evidencias de una relación entre vacuna y enfermedad y adoptar las medidas más oportunas. La precipitación en el análisis, la presión mediática y social o la falta de rigor científico son los enemigos de una evaluación correcta y objetiva. <p class="elsevierStylePara">Desgraciadamente, la gravedad y la magnitud de determinadas reacciones adversas o complicaciones observadas puede mover a la decisión de suspender la vacunación antes de que la hipótesis sea descartada o confirmada, invocando el denominado "principio de precaución". Este principio nació con la idea de proteger a la población frente a posibles riesgos ambientales o alimentarios, cuando los estudios epidemiológicos observacionales no probaban la presencia de una asociación causa-efecto, pero tampoco su no existencia. Ante la duda, se elimina la hipotética causa (cuando es factible) o se reduce la exposición de la población. La aplicación de estas consideraciones en otras intervenciones como las vacunaciones es más discutible. Las vacunas tienen importantes efectos positivos para la salud de la población, tanto en vacunados, como en no vacunados, por lo que en estos casos se debería tener en cuenta un posible análisis del perfil riesgo-beneficio.</p><p class="elsevierStylePara">Dada la proliferación de grupos que se oponen a la vacunación y la rápida, y fácil, difusión de sus argumentos con los medios disponibles actualmente, se hace más necesario que nunca poder estudiar los casos históricamente más ilustrativos, así como las evidencias científicas actuales disponibles. Este es el objetivo que nos mueve a reunirnos y a promover la elaboración de este documento.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Vacuna frente a la poliomielitis </span></p><p class="elsevierStylePara">Las vacunas frente a la poliomielitis han sido unas de las vacunas utilizadas de forma más amplia en el mundo y su eficacia para prevenir la enfermedad hoy está fuera de toda duda. La primera en estar disponible fue la vacuna inactivada con formol de administración parenteral. Se comenzó a utilizar en 1955 en Estados Unidos y el número de casos disminuyó espectacularmente de los 18.308 comunicados el año anterior a 2.499 casos en 1957<span class="elsevierStyleSup">1</span> (fig. 1).</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig1.jpg" alt="Figura 1 - Incidencia de poliomielitis en Estados Unidos. Período 1941-19712."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 1 - Incidencia de poliomielitis en Estados Unidos. Período 1941-1971<span class="elsevierStyleSup">2</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">Al cabo de poco tiempo apareció la vacuna oral, constituida por 3 serotipos de poliovirus atenuados mediante el paso por una línea celular de riñón de mono, por cuyas características, en aquel momento, presentaba ventajas respecto a la anterior y era la preferida en la mayoría de los países para los extensos programas vacunales que acababan de comenzar. La primera campaña nacional de vacunación frente a la poliomielitis en España se realizó con esta vacuna en el año 1963 y se dirigió a todos los niños entre 2 meses y 7 años de edad. El descenso en el número de casos fue nuevamente espectacular, que pasó de 2.132 casos nuevos notificados en el año 1959, a 193 en 1964 y 70 en 1965 (fig. 2). El último caso autóctono notificado en España tuvo lugar en 1988<span class="elsevierStyleSup">3</span>. </p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig2.jpg" alt="Figura 2 - Incidencia (línea negra) y cobertura de vacunación (barras grises) frente a poliomielitis en España. Período 1931-20003."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 2 - Incidencia (línea negra) y cobertura de vacunación (barras grises) frente a poliomielitis en España. Período 1931-2000<span class="elsevierStyleSup">3</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">La eficacia de esta vacuna estimuló en 1988 la creación de la Iniciativa Global para la Erradicación de la Polio, cuando aún había 125 países con casos endémicos de poliomielitis<span class="elsevierStyleSup">4</span>. </p><p class="elsevierStylePara">Tras 20 años tan sólo cuatro países (Nigeria, India, Pakistán y Afganistán) en el mundo mantienen casos endógenos y se ha interrumpido totalmente la transmisión del poliovirus tipo 2<span class="elsevierStyleSup">5</span>. </p><p class="elsevierStylePara">En el año 2008 se notificaron 1.731 casos de parálisis flácida por poliovirus salvaje en todo el mundo, de los que 913 tuvieron lugar en África y 565 en el sureste asiático<span class="elsevierStyleSup">6</span>. Su increíble efectividad no ha impedido que haya sido protagonista de algunos debates sobre su seguridad.</p><p class="elsevierStylePara">En el año 1955, apenas unas semanas después de la aprobación de la vacuna inactivada y de su comercialización a gran escala, se registraron en Estados Unidos algunos casos de parálisis entre niños vacunados. El hecho de que el tiempo de incubación fuese similar al de la enfermedad natural, y de que la parálisis tuviese lugar en la extremidad inoculada, despertó las alarmas. En la investigación inicial se apreció que los casos entre vacunados se acumulaban entre los receptores de la vacuna de un mismo fabricante (Cutter Laboratories) y en la posterior se comprobó que se asociaban a dos lotes concretos de vacuna cuya inactivación había sido insuficiente<span class="elsevierStyleSup">7</span>. El Servicio de Salud Pública suspendió la vacunación en todo el país, interrumpió las exportaciones, retiró la vacuna Cutter, se inició una exhaustiva investigación, se introdujeron nuevas normas de seguridad y se modificaron distintos pasos en la fabricación<span class="elsevierStyleSup">8</span>. La infección afectó al 10-25% de niños vacunados con los lotes defectuosos, con una incidencia de enfermedad paralítica de 1 por cada 100-600 infectados<span class="elsevierStyleSup">2</span>. En total se produjeron 40.000 casos de polio abortiva (casos leves sin parálisis), 51 casos de poliomielitis paralítica y 5 muertes entre los vacunados y otros 113 casos y 5 muertes entre los contactos de personas vacunadas<span class="elsevierStyleSup">9</span>. En este caso, y a pesar de la extensa cobertura mediática del denominado "Incidente Cutter", la confianza de la población en la vacuna no se vio afectada, y cuando se reinició la vacunación ese mismo año fue muy bien aceptada.</p><p class="elsevierStylePara">Entre los años 1955 y 1963 se fabricaron vacunas frente a la polio inactivadas y atenuadas que se cultivaron en células de riñón de mono contaminadas con el virus simio 40 (SV40). El SV40 se describió en 1960 y se había asociado a algunos tumores en animales, aunque no en humanos<span class="elsevierStyleSup">10</span>. Rápidamente se identificaron los lotes afectados y se retiraron del mercado. Se estudiaron de cerca los casos afectados de forma prospectiva y, por ejemplo, en Dinamarca, tras un seguimiento de 69,5 millones de personas-año, no se encontró un aumento de la incidencia de cáncer entre los vacunados expuestos durante ese período respecto a los no vacunados<span class="elsevierStyleSup">11</span> y tampoco en otra cohorte de 1.127 lactantes seguidos durante 17-19 años<span class="elsevierStyleSup">12</span>. Asimismo, se realizaron estudios de casos y controles que tampoco encontraron diferencias<span class="elsevierStyleSup">13</span>. Todas las evidencias disponibles las estudiaron en el año 1997 los Institutos Nacionales de Salud<span class="elsevierStyleSup">14</span> y en 2002 el Comité de Seguridad de la Inmunización en Estados Unidos<span class="elsevierStyleSup">15</span>, sin encontrar asociación alguna. Ni tan siquiera se halló elevación del riesgo en personas inmunodeprimidas<span class="elsevierStyleSup">16</span>. Recientemente se halló ADN del SV40 en muestras de biopsias procedentes de pacientes con tumores poco habituales (mesoteliomas, osteosarcomas, tumores cerebrales y linfomas no-hodgkinianos), lo que reabrió la hipótesis de su asociación durante los primeros años del siglo XXI. No obstante, el SV40 se halló tanto en células tumorales de pacientes que habían recibido la vacuna contaminada, como en pacientes que nunca fueron vacunados, lo que después de una revisión junto a los estudios epidemiológicos descartó su asociación<span class="elsevierStyleSup">17</span>. En un estudio del año 2006 en el que se tienen en cuenta los nuevos datos disponibles, se afirma que los SV40 aislados en muchas muestras de tumores eran falsos positivos fruto de contaminaciones de plásmidos en el laboratorio; que la positividad de muchos sueros se debió a reactividad cruzada con los poliomavirus humanos BKV y JCV, y que el aumento de incidencia de tumores en los estudios epidemiológicos no se relacionaba con el riesgo de exposición a vacunas contaminadas con el SV40<span class="elsevierStyleSup">17</span>. Actualmente las líneas celulares utilizadas en la producción de la VPO provienen de monos criados en colonias sin SV40 o de líneas celulares continuas (células Vero)<span class="elsevierStyleSup">1</span>. </p><p class="elsevierStylePara">En 1964, poco después de comenzarse a usar la vacuna oral atenuada a gran escala, se describieron casos de parálisis tanto en vacunados, como en contactos estrechos. Se reconoció la asociación de forma excepcional a la vacuna por su estacionalidad, por la asociación temporal y por el aislamiento del virus similar a la cepa vacunal<span class="elsevierStyleSup">18</span>. El riesgo resultaba muy variable de país a país, pero en todos los casos era mayor tras la primera dosis (se ha estimado en 1 caso por cada 2,4 millones de dosis) y disminuía enormemente en dosis posteriores (1 caso por cada 13 millones)<span class="elsevierStyleSup">19</span>. Aún así, el enorme beneficio de la vacuna superaba con creces este riesgo. No obstante, posteriormente en áreas donde el nivel de inmunidad de la población era alto, y la enfermedad había disminuido drásticamente —al modificarse la relación riesgobeneficio, junto a otros factores—, se recomendó la sustitución de su empleo por la vacuna parenteral inactivada de potencia aumentada, cuyo riesgo es prácticamente nulo (por ejemplo, en Estados Unidos ningún caso desde 1997 frente a un riesgo de 1 caso por cada 2,4 millones de dosis con la vacuna atenuada oral en el período de 1980-1994)<span class="elsevierStyleSup">20</span>. En estos países los casos prácticamente han desaparecido; por ejemplo, en Estados Unidos no se ha dado ninguno desde 1997.</p><p class="elsevierStylePara">En el año 1989 se presentaron en Finlandia 27 casos de síndrome de Guillain-Barré (SGB) dentro de las 10 semanas posteriores al inicio de una campaña masiva con VPO para controlar un brote de poliomielitis<span class="elsevierStyleSup">21,22</span>. En 1992 en una revisión del propio Instituto de Medicina de Estados Unidos, se indicó que podía haber una relación causal<span class="elsevierStyleSup">23</span>, por lo que se revisaron los datos y se iniciaron nuevos estudios observacionales en Estados Unidos y Finlandia. Los mismos autores pudieron comprobar que el aumento de riesgo de SGB comenzó antes del inicio de la campaña, que además coincidió simultáneamente con una epidemia de gripe, por lo que se desestimó la posible relación casual<span class="elsevierStyleSup">24</span>.</p><p class="elsevierStylePara">El año 1992 se publicó un artículo en una revista de gran tirada<span class="elsevierStyleSup">25</span>, y posteriormente en el año 1999 un libro que se hizo muy popular, <span class="elsevierStyleItalic">The river</span><span class="elsevierStyleSup">26</span>, en los que se indicaba que el origen de la epidemia de sida había tenido lugar por las vacunas de la polio administradas en el Congo Belga entre los años 1957 y 1960. Los autores argumentaban que esta vacuna se cultivó en células de riñón de chimpancé contaminadas con el virus de la inmunodeficiencia de los simios (VIS), que en las personas vacunadas había mutado a una forma viral muy similar que era el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Pero las premisas de este razonamiento son falsas, ya que el VIS no se encuentra en las células de riñón de mono, además no se empleaban células de chimpancé; ambos virus no están genéticamente muy relacionados, por lo que el desarrollo de una mutación habría conllevado décadas y no años; las envolturas de ambos virus son muy lábiles al pH, por lo que la acidez gástrica hubiese a buen seguro acabado con ellos, y, por último, en los lotes originales utilizados allí en esos años, así como en los utilizados en los ensayos clínicos, no se ha podido hallar rastro del genoma, ni del VIS ni del VIH utilizando sensibles técnicas de PCR-RT<span class="elsevierStyleSup">27,28</span>. El daño que esta teoría ha causado aún es visible en numerosos países de África, como por ejemplo Nigeria, donde en las regiones del norte se suspendió la vacunación durante 1 año (2003-2004) a instancias de los líderes religiosos debido a los falsos rumores sobre la contaminación intencionada de la vacuna con el VIH y con esteroides para esterilizar a la población. Este hecho originó un aumento en el número de casos en el propio país y su extensión a 21 países declarados libres de polio<span class="elsevierStyleSup">4</span>, que aunque se ha logrado controlar parcialmente desde 2006, está representando un esfuerzo importante y está poniendo en peligro la erradicación de la enfermedad<span class="elsevierStyleSup">29</span> (fig. 3). </p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig3.jpg" alt="Figura 3 - Casos de poliomielitis salvaje en 2006 en países con transmisión endémica (en rojo: países en los que nunca se ha interrumpido la transmisión; en naranja: países previamente declarados libres de poliomielitis) y rutas de importación 2002-2006 a nivel mundial (flechas)30."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 3 - Casos de poliomielitis salvaje en 2006 en países con transmisión endémica (en rojo: países en los que nunca se ha interrumpido la transmisión; en naranja: países previamente declarados libres de poliomielitis) y rutas de importación 2002-2006 a nivel mundial (flechas)<span class="elsevierStyleSup">30</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">En 1986 aparecieron en el Reino Unido los primeros casos de la encefalopatía espongiforme bovina (EEB)<span class="elsevierStyleSup">31</span>. La posterior relación epidemiológica de la EEB con la llamada nueva variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (vECJ) a partir del consumo de carne de vacuno supuso una de las grandes crisis de salud pública a finales del siglo xx<span class="elsevierStyleSup">32</span>. Dado que en fases tempranas de la fabricación de la vacuna frente a la polio oral se utiliza suero fetal bovino, se generó un cierto temor. No obstante —como precaución—, se decidió modificar las normas de fabricación para evitar el uso de cualquier derivado bovino originario de países donde se hubiesen dado casos de EEB. A pesar de esto, se pudo descubrir a un fabricante que no modificó sus protocolos de fabricación y utilizó suero bovino procedente del Reino Unido, por lo que se procedió rápidamente a la retirada del mercado de todos los lotes. No se ha descrito ni un solo caso de la vECJ debida a una vacuna, por lo que el riesgo, si existe alguno, se ha definido como "incalculablemente pequeño"<span class="elsevierStyleSup">33</span>.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Puntos clave </span></span></p><p class="elsevierStylePara">— Apenas unas semanas después de la comercialización de la primera vacuna frente a la polio, un problema con la inactivación de dos lotes de uno de los laboratorios fabricantes puso en riesgo el enorme beneficio que trajo posteriormente esta vacuna. Las amplias medidas que se tomaron a propósito del denominado "Incidente Cutter" evitaron que se produjesen casos similares y la confianza de la población no se vio mermada.</p><p class="elsevierStylePara">— El riesgo de poliomielitis paralítica asociada a la vacuna se pudo reconocer desde prácticamente el inicio del empleo de la vacuna atenuada oral. Se pudo comprobar que el beneficio sobrepasaba con creces dicho riesgo y se tomaron medidas para su diagnóstico y manejo tempranos. El riesgo con la vacuna inactivada es prácticamente nulo.</p><p class="elsevierStylePara">— Posteriormente, una asociación no demostrada con el virus simio 40, el síndrome de Guillain-Barré, el virus de la inmunodeficiencia humana o, más recientemente, la variante de la enfermedad de Creutzfeld-Jacob, han mantenido alerta a los expertos ante una eventual asociación que en todos los casos se ha descartado.</p><p class="elsevierStylePara">— La vacuna antipoliomielítica inactivada de administración parenteral ha demostrado ser muy bien tolerada y segura. Con los controles actuales de fabricación no se ha vuelto a producir ningún problema como el denominado "Incidente Cutter".</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Vacuna frente a la tos ferina </span></p><p class="elsevierStylePara">La vacuna difteria, tétanos, tos ferina de células enteras (DTPe) contiene toxoides diftérico y tetánico, así como <span class="elsevierStyleItalic">Bordetella pertussis</span> inactivada, por lo que es conocida como "de células enteras". Antes de la introducción de esta vacuna en 1948, en Estados Unidos se producían hasta 270.000 casos de tos ferina al año y se notifican alrededor de 10.000 fallecimientos<span class="elsevierStyleSup">34</span>. La cifra disminuyó enormemente hasta que en 1976 se declaró el número más bajo de casos hasta la fecha con 1.010 y, desde entonces, ha ido aumentando de nuevo (15.632 casos en el año 2006) probablemente por la mayor afectación de adolescentes y adultos<span class="elsevierStyleSup">35</span> (fig. 4).</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig4.jpg" alt="Figura 4 - Casos de tos ferina declarados en Estados Unidos. Período 1922-200434."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 4 - Casos de tos ferina declarados en Estados Unidos. Período 1922-2004<span class="elsevierStyleSup">34</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">En España la primera campaña de vacunación con DTPe tuvo lugar en la temporada 1964-1965, cuando se administraban 3 dosis, pero no se definió como enfermedad de declaración obligatoria hasta 1982, por lo que no se puede evaluar el impacto de la introducción de vacuna en la morbilidad de la enfermedad en España. No obstante, se pudo constatar una tendencia claramente descendente en la incidencia anual desde el año 1986, con algunos picos epidémicos concordantes con el patrón epidemiológico de otros países<span class="elsevierStyleSup">36</span> (fig. 5). Hoy día aún persiste una importante infradeclaración de casos.</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig5.jpg" alt="Figura 5 - Incidencia anual y cobertura vacunal frente a tos ferina en España. Período 1982-200636."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 5 - Incidencia anual y cobertura vacunal frente a tos ferina en España. Período 1982-2006<span class="elsevierStyleSup">36</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">Se trata de una vacuna que presenta habitualmente efectos adversos, como fiebre e irritabilidad y con menor frecuencia crisis de llanto, convulsiones febriles o el síndrome de hipotonía-hiporespuesta. Los niños suelen recuperarse completamente, pero se trata de reacciones que generan mucha ansiedad entre los padres y que la ha colocado siempre en el punto de mira de los detractores de la vacunación. Desde el año 1996, aproximadamente, se dispone de una vacuna frente a difteria, tétanos y tos ferina acelular (DTPa) que sustituye el componente frente a la tos ferina por otro constituido sólo por varios antígenos y se denomina "acelular". Con ella los efectos adversos han disminuido enormemente pasando en Estados Unidos de 16,8 notificaciones por 100.000 dosis distribuidas con la DTPe en 1991 a 10,5 con la DTPa en 2001 (un descenso del 40%)<span class="elsevierStyleSup">37</span>. En Canadá se estima que las convulsiones febriles disminuyeron un 79% y el síndrome de hipotonía-hiporespuesta, un 67%<span class="elsevierStyleSup">38</span>.</p><p class="elsevierStylePara">En el año 1974 Kulenkampff et al<span class="elsevierStyleSup">39</span> publicaron una serie de 36 niños de los que estaban convencidos que el componente de células enteras frente a la tos ferina de la vacuna DTP les había producido complicaciones neurológicas graves. Se inició entonces una tormenta mediática de amplia cobertura en el Reino Unido, con dramatización de casos individuales, en los que se culpaba a la vacuna y se llegó a crear una Asociación de Padres de Niños Perjudicados por las Vacunas<span class="elsevierStyleSup">40</span>. Los médicos se dividieron por la confusión, a pesar de que el Comité de Vacunas no dejó de recomendar la vacuna. Entre ellos, el más beligerante resultó el profesor Stewart de la Universidad de Glasgow. Conocido por sus argumentos previos en detrimento de los antibióticos y vacunas como falsos responsables del control de muchas enfermedades infecciosas, publicó en <span class="elsevierStyleItalic">The Lancet</span> sus conclusiones sobre el elevado riesgo de esta vacuna en un artículo científico con una serie de 160 casos de encefalopatía<span class="elsevierStyleSup">41</span>, e inició una campaña contra ella que fue más allá del debate científico, con apariciones en numerosos medios de comunicación, incluida la televisión, que tuvieron una gran repercusión entre la población. Como consecuencia de la polémica, la cobertura vacunal frente a la tos ferina disminuyó de un 81 a un 31% en 1977, lo que provocó la reaparición de la enfermedad, al menos 3 epidemias, con miles de casos (102.500 en el año 1979 en el Reino Unido) y hasta 36 muertes de niños<span class="elsevierStyleSup">40</span> (fig. 6). La preocupación por esta posible asociación llevó a la realización de grandes estudios, entre ellos el Estudio Nacional de Encefalopatía Infantil en Gran Bretaña<span class="elsevierStyleSup">42</span>. Se trató de un estudio de casos y controles de dimensión colosal, ya que incluyó a todos los niños de 2-36 meses ingresados en Gran Bretaña con enfermedad neurológica. Se tardó 7 años en obtener los resultados, que se publicaron en 1981 y arrojaron un riesgo de 1 por cada 310.000 dosis (intervalo de confianza [IC] del 95%, 54.000-5.310.000) de tener lesiones neurológicas. El riesgo de presentar una alteración neurológica se estimó en 1 entre 111.000. Los grados de cobertura vacunal tardaron todavía 20 años en recuperarse. En 1991 el Instituto de Medicina de Estados Unidos revisó de nuevo todas las evidencias disponibles y no encontró asociación causal entre la vacuna de la tos ferina y lesiones o enfermedades neurológicas crónicas, ni el síndrome de muerte súbita del lactante, aunque sí parecía haberla para un cuadro de llanto persistente, convulsiones febriles, neuritis periférica y una infrecuente encefalopatía aguda<span class="elsevierStyleSup">43</span>. Posteriormente, en 1994 concluía que no se podía descartar una relación causal entre la DTPe y la disfunción crónica del sistema nervioso en los niños cuya enfermedad neurológica aguda grave tuvo lugar en los 7 días posteriores a la vacunación<span class="elsevierStyleSup">44</span>. Desgraciadamente, la polémica en el Reino Unido arrastró a otros países donde tradicionalmente los grupos antivacunación se mantenían muy activos y que desde hacía tiempo habían fijado su diana en la vacuna frente a la tos ferina.</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig6.jpg" alt="Figura 6 - Casos notificados de enfermedad y muerte por tos ferina en Inglaterra y Gales. Período 1940-199840."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 6 - Casos notificados de enfermedad y muerte por tos ferina en Inglaterra y Gales. Período 1940-1998<span class="elsevierStyleSup">40</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">En febrero de 1975, el Gobierno japonés suspendió la vacunación frente a tos ferina tras la publicidad dada a la muerte —supuestamente relacionada con la vacuna— de 2 niños<span class="elsevierStyleSup">45</span>. Surgió un debate nacional que suscitó un "problema social" y las coberturas vacunales descendieron del 80% en 1974 al 10% en 1976<span class="elsevierStyleSup">46</span>. Como resultado, en 1979 tuvo lugar una epidemia que produjo 13.000 casos de enfermedad y 41 muertes en un solo año<span class="elsevierStyleSup">46</span> (fig. 7). Ese mismo año volvió a recomendarse la vacuna a los mayores de 2 años y se priorizó la investigación de una vacuna acelular.</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig7.jpg" alt="Figura 7 - Incidencia de tos ferina en Japón. Período 1955-199545."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 7 - Incidencia de tos ferina en Japón. Período 1955-1995<span class="elsevierStyleSup">45</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">De forma similar, en Suecia en 1975, un ambiente previo de oposición a la vacuna frente a la tos ferina desde finales de la década de 1960, unido a la detección de casos en niños vacunados —entre otras causas—, generó una pérdida de confianza en la vacuna que finalmente dejó de administrarse en espera de la aparición de otra vacuna más segura<span class="elsevierStyleSup">45</span>. Las coberturas descendieron del 90% en 1974 al 12% en 1979<span class="elsevierStyleSup">47</span>. Entre los años 1980-1983, la incidencia anual en niños entre 0 y 4 años aumentó a 3.370 por 100.000 y en los años posteriores se declararon más de 10.000 casos anuales<span class="elsevierStyleSup">47</span> (fig. 8).</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig8.jpg" alt="Figura 8 - Incidencia de tos ferina en Suecia. Período 1940-199045."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 8 - Incidencia de tos ferina en Suecia. Período 1940-1990<span class="elsevierStyleSup">45</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">Algo más tarde, en torno a 1987, los primeros cambios de la democratización en la extinta Unión Soviética permitieron la manifestación de numerosos grupos antivacunación en un país donde —hasta entonces— la vacunación era obligatoria y se consideraba una prioridad<span class="elsevierStyleSup">45</span>. La rápida difusión de sus argumentos infundió el temor en la población, lo cual, junto a la ampliación de una —ya extensa— lista de contraindicaciones, provocó un descenso de la cobertura vacunal del 30% que llevó a una de las incidencias de tos ferina más altas de los países desarrollados<span class="elsevierStyleSup">45</span> (fig. 9). Por otro lado, al tratarse de una vacuna combinada, también se desencadenó un brote de difteria que comenzó en 1990 y que en 1995 había afectado a más de 15 países del entorno, sobrepasando los 125.000 casos y más de 4.000 muertos<span class="elsevierStyleSup">48</span> y que sólo se pudo controlar gracias a las campañas masivas de vacunación.</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig9.jpg" alt="Figura 9 - Incidencia de tos ferina en la Federación Rusa. Período 1974-199445."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 9 - Incidencia de tos ferina en la Federación Rusa. Período 1974-1994<span class="elsevierStyleSup">45</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">En 1993 en Australia se detectó que, debido a la polémica en el Reino Unido, muchos médicos habían perdido la confianza en la vacuna y preferían administrar la vacuna DT en lugar de la DTP. Esto generó grupos de poblaciones geográficamente distribuidos sin vacunar y se alertó del riesgo elevado de aparición de brotes epidémicos<span class="elsevierStyleSup">49</span>. Un año más tarde, en 1994, se produjo el temido brote y se notificaron más de 5.000 casos en un país donde la incidencia en la década de 1970 era sólo de 1 por 100.000<span class="elsevierStyleSup">45</span> (fig. 10).</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig10.jpg" alt="Figura 10 - Incidencia de tos ferina en Australia. Período 1974-9645."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 10 - Incidencia de tos ferina en Australia. Período 1974-96<span class="elsevierStyleSup">45</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">Recientes evidencias parecen señalar al síndrome de Dravet como el causante de muchos casos de encefalopatía en los que se culpaba a la vacuna DTPa. Este síndrome, también denominado encefalopatía epiléptica mioclónica grave de la infancia (EMGI), cursa con convulsiones febriles generalizadas o hemiclónicas prolongadas que se inician en torno a los 6 meses y que coincide con la administración de la vacuna. Tras un desarrollo neurológico normal a los 2 años, comienza a enlentecerse y a regresar. Su diagnóstico se apoya en la electroencefalografía y en la evidencia de la mutación <span class="elsevierStyleItalic">SCN1A</span> (2q24), gen de la subunidad α1 de un canal neuronal de sodio dependiente de voltaje, que puede ser clave para poder distinguir una de otra<span class="elsevierStyleSup">50</span>. </p><p class="elsevierStylePara">En un estudio reciente se revisó una cohorte de 14 casos diagnosticados de encefalopatía posvacunal y se observó que 12 cumplían criterios clínicos de este síndrome, de los que hasta en 11 se identificó la mencionada mutación<span class="elsevierStyleSup">51</span>. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Puntos clave </span></span></p><p class="elsevierStylePara">— El componente de células enteras en la vacuna frente a la tos ferina se ha asociado a un grado mayor de reactogenicidad que el actual componente acelular. Los infrecuentes efectos adversos de tipo neurológico, aunque en su inmensa mayoría transitorios, generaban gran ansiedad entre padres. </p><p class="elsevierStylePara">— En la década de 1970 numerosas publicaciones asociaron casos de complicaciones neurológicas graves a esta vacuna y estalló una gran polémica que dividió tanto a médicos como a padres. Numerosos gobiernos incluso interrumpieron sus programas vacunales y las coberturas cayeron estrepitosamente, lo que originó varios brotes epidémicos en distintos países. </p><p class="elsevierStylePara">— Los estudios detallados no encontraron asociación con enfermedades neurológicas crónicas ni con el síndrome de muerte súbita del lactante, aunque sí con alteraciones menores (llanto persistente, convulsiones febriles, neuritis periférica o encefalopatía aguda). </p><p class="elsevierStylePara">— Recientemente, mediante estudios genéticos se ha señalado al síndrome de Dravet como la causa de muchas de las encefalopatías que se asociaban a la vacunación, lo que ha puesto de manifiesto la existencia de otros factores por descubrir más allá de la asociación temporal. </p><p class="elsevierStylePara">— La vacuna antitos ferina acelular, la actualmente utilizada en España, es mucho mejor tolerada y menos reactógena que las antiguas vacunas acelulares y no se han descrito efectos secundarios importantes tras su administración.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Vacuna frente a la gripe </span></p><p class="elsevierStylePara">Hay distintos tipos de vacunas frente a la gripe, distintas estrategias vacunales y, además, cada año resulta muy variable la incidencia de gripe, cuyo virus responsable cambia de año a año. Todo esto dificulta aglutinar datos sobre la efectividad de las vacunas.</p><p class="elsevierStylePara">Entre las distintas estrategias vacunales disponibles frente a la gripe, los japoneses prefirieron vacunar a los niños en lugar de a los adultos mayores —como hacen prácticamente la totalidad de los países desarrollados— en el convencimiento de que los niños son los principales diseminadores de la enfermedad. En 1962 comenzaron con programas especiales hasta hacerla obligatoria en 1977, cuando, de los 20 millones de vacunados ese año, 17 eran niños, y se alcanzaron coberturas vacunales en la década de 1980 del 50-85%<span class="elsevierStyleSup">52</span>. Sin embargo, desde 1987 la ley permite a los padres negarse a la vacunación de sus hijos, lo que contribuyó a un descenso de las coberturas y vertió dudas sobre su efectividad que movieron al Gobierno a interrumpir el programa vacunal en 1994<span class="elsevierStyleSup">53</span>. Al analizar de forma retrospectiva el período de 1970-1990, se puede apreciar claramente un descenso en la mortalidad por neumonía y gripe de 10.000-12.000 muertes al año y en la mortalidad por cualquier causa de 37.000-49.000<span class="elsevierStyleSup">54</span>. Estas tendencias en el exceso de mortalidad observadas en Japón apuntan la hipótesis de que las bajas tasas de mortalidad detectadas entre 1962 y 1987 se debieron a la inmunidad de rebaño conferida por la vacunación de la población escolar. Si bien podría explicarse por otros factores, como unas mejores condiciones sociosanitarias, y tampoco deben obviarse posibles sesgos derivados del diseño "ecológico" del estudio (fig. 11).</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig11.jpg" alt="Figura 11 - Exceso de muertes atribuidas a la neumonía y la gripe y dosis de vacuna en Japón (escala en la izquierda y en la derecha, respectivamente. Ambas por 100.000 habitantes). Período 1950-199854."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 11 - Exceso de muertes atribuidas a la neumonía y la gripe y dosis de vacuna en Japón (escala en la izquierda y en la derecha, respectivamente. Ambas por 100.000 habitantes). Período 1950-1998<span class="elsevierStyleSup">54</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">La efectividad de la estrategia vacunal en adultos mayores también se ha podido demostrar. Por ejemplo, en un estudio estadounidense<span class="elsevierStyleSup">55</span> que siguió a 713.872 personas-estación durante 10 años, las hospitalizaciones por neumonía y gripe disminuyeron un 27% (<span class="elsevierStyleItalic">odds ratio</span> [OR] = 0,73; IC del 95%, 0,68-0,77) y la mortalidad un 48% (OR = 0,52, IC del 95%, 0,50-10,55) (fig. 12).</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig12.jpg" alt="Figura 12 - Efectividad de la vacuna frente a la gripe para disminuir las hospitalizaciones (A) y las muertes (B) por neumonía y gripe en Estados Unidos. Período 1990-200055."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 12 - Efectividad de la vacuna frente a la gripe para disminuir las hospitalizaciones (A) y las muertes (B) por neumonía y gripe en Estados Unidos. Período 1990-2000<span class="elsevierStyleSup">55</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">La vacuna inactivada trivalente frente a la gripe es una vacuna muy segura, como demuestra el hecho de que a pesar de ser una de las vacunas más empleadas (en Estados Unidos se distribuyeron más de 747 millones de dosis entre 1990 y 2005), mantiene la menor tasa de incidencia de reacción adversa entre las vacunas disponibles (2,4 notificaciones al Vaccine Adverse Event Reporting System [VAERS] por cada 100.000 dosis)<span class="elsevierStyleSup">56</span>. Reacciones locales, fiebre, mialgia y malestar son las reacciones declaradas de forma más frecuente y suelen darse en los primeros 2 días tras la administración<span class="elsevierStyleSup">56</span>.</p><p class="elsevierStylePara">En enero de 1976 se identificó un brote de varios casos de enfermedad febril respiratoria entre soldados de una base militar de Estados Unidos. En 4 de ellos se aisló una cepa de gripe A H<span class="elsevierStyleInf">1</span>N<span class="elsevierStyleInf">1</span> del cerdo, y uno de los jóvenes soldados murió. Las autoridades sanitarias se alarmaron por la similitud del virus con el causante de la pandemia de 1918, y por su capacidad de transmisión entre humanos, y se publicaron varios artículos en la prensa que alimentaron la preocupación y desestabilizaron la situación, cuando aún no se habían podido tomar decisiones, lo que favoreció la precipitación<span class="elsevierStyleSup">57</span>. Finalmente, el Gobierno de Estados Unidos decidió poner en marcha una campaña de vacunación masiva frente a la gripe ante el temor de la posible emergencia y extensión de la cepa porcina, y teniendo en cuenta su elevada virulencia. En los primeros ensayos clínicos, se observaron considerables efectos adversos, por lo que los laboratorios farmacéuticos solicitaron al Gobierno que asumiera la responsabilidad de las posibles indemnizaciones. En octubre se comenzó la vacunación, mientras la prensa se hacía eco de cualquier reacción adversa, lo que provocó la suspensión en varios estados<span class="elsevierStyleSup">57</span>. A finales de noviembre se comunican los primeros casos de síndrome de Guillain-Barré (SGB) y a mediados de diciembre se decidió suspender el programa vacunal tras ser administrada a 40 millones de americanos (la quinta parte de la población) y notificarse unos 500 casos de SGB con asociación temporal a la administración de la vacuna, de los que, al menos, 25 murieron<span class="elsevierStyleSup">58</span>. El riesgo relativo en las 6-8 semanas posteriores a la vacunación se estableció entre 4,0 y 7,6, lo que suponía algo menos de 10 casos por millón de personas vacunadas<span class="elsevierStyleSup">59</span>. Además, la anunciada y temida pandemia nunca llegó a producirse.</p><p class="elsevierStylePara">Este hecho favoreció que durante los años siguientes se prestara más cuidado a la notificación de los casos de SGB; sin embargo, en los años posteriores no se ha podido demostrar un riesgo alto entre vacunados en Estados Unidos. Tan sólo se pudo determinar un aumento del riesgo en las temporadas 1990-1991 (riesgo relativo [RR] de 3,0; IC del 95%, 1,5-6,3) y la 1993-1994 (RR de 1,7; IC del 95%, 1,0-2,8), lo que sólo suponía 1 caso adicional por cada millón de dosis, pero tras ajustar por edad y sexo no se apreciaba siquiera este ligero aumento de riesgo<span class="elsevierStyleSup">59</span>. En otro estudio en el que se aglutinaron los 382 casos declarados al VAERS en un período de 8 años, se estimó una incidencia similar (0,95 casos por millón de dosis)<span class="elsevierStyleSup">60</span> y se ha calculado que un riesgo 4 veces menor desde el año 1994 a 2003<span class="elsevierStyleSup">61</span>. Recientemente, se han analizado las notificaciones al VAERS desde 1990 a 2005, las reacciones graves suponen un 14% y el SGB fue el más frecuente de ellos, pero la incidencia era sólo de 0,7 por millón de vacunados<span class="elsevierStyleSup">56</span>. En un estudio realizado en Canadá en pacientes que precisaron ingreso hospitalario por SGB, se encontró un escaso mayor riesgo entre los vacunados (1,45; IC del 95%, 1,05-1,99); pero, sin embargo —contrariamente a lo esperable— no se encontraron diferencias significativamente estadísticas entre la incidencia de casos en la población antes y después del inicio de las campañas masivas de vacunación<span class="elsevierStyleSup">62</span>, lo que probablemente indica la asociación del SGB a otros muchos factores aparte de la vacunación (fig. 13).</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig13.jpg" alt="Figura 13 - Número mensual de nuevos ingresos por síndrome de Guillain-Barré en Ontario (Canadá). Período 1991-200462."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 13 - Número mensual de nuevos ingresos por síndrome de Guillain-Barré en Ontario (Canadá). Período 1991-2004<span class="elsevierStyleSup">62</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">En dos estudios publicados en los últimos años a partir de información clínica obtenida de bases de datos de médicos generales en Estados Unidos y el Reino Unido, se llega a conclusiones parecidas. En el primero, Stowe et al<span class="elsevierStyleSup">63</span> no encuentran evidencias de un incremento de riesgo de SGB tras la vacunación antigripal, y estiman la incidencia relativa del SGB en el período de 0-90 días tras la vacunación de 0,76 (IC del 95%, 0,41-1,40); por el contrario la incidencia de SGB a los 90 días de haber presentado una enfermedad gripal fue de 7,35 (IC del 95%, 4,36-12,38). En el segundo, Tam et al<span class="elsevierStyleSup">64</span>, en el Reino Unido, realizaron un estudio de casos y controles anidado donde se evaluó el riesgo de presentar SGB y su relación con infecciones precedentes a partir de la información de la base de datos clínica de atención primaria entre 1991 y 2001. Sus resultados estiman que el riesgo de desarrollar SGB después de tener gripe es 18 veces mayor (OR = 18,6; IC del 95%, 7,5-46) frente al riesgo de desarrollar SGB después de la vacuna antigripal (OR = 0,16; IC del 95%, 0,02-1,25).</p><p class="elsevierStylePara">En el año 2000 se detectaron 46 casos de parálisis de Bell en Suiza durante los 7 meses posteriores a la introducción de una nueva vacuna virosomal inactivada de administración intranasal. El propio fabricante suspendió su distribución y promovió la investigación de la asociación con la vacuna. El estudio de casos y controles puesto en marcha identificó un total de 773 casos de parálisis de Bell en Suiza durante el mismo período, incluyendo algo más de la mitad (412) en el estudio. En total se encontró que 68 pacientes (27,2%) y 8 controles (1,1%) habían recibido la vacuna y se estimó un riesgo ajustado de 84,0 (IC del 95%, 20,1-351,9) que, en los supuestos más conservadores, suponía un riesgo 19 veces mayor que en los controles<span class="elsevierStyleSup">65</span>. En los ensayos previos a su comercialización realizados en 1.218 voluntarios sanos durante 4 temporadas de invierno (1996-1999), no se notificó ningún caso de reacciones adversas graves<span class="elsevierStyleSup">66</span>. Esto suponía un exceso estimado de casos de 13 por 10.000 vacunados. Al igual que ocurrió con las vacunas frente a rotavirus en desarrollo, tras asociarse la vacuna RotaShield<span class="elsevierStyleSup">®</span> a un riesgo mayor de invaginación intestinal, en este caso también el Comité Asesor General de Seguridad Vacunal (GACVS) recomendó que los estudios de cualquier futura vacuna frente a la gripe de administración intranasal deberían incluir a un número lo suficientemente grande de vacunados como para asegurar tener una potencia que permita descartar este riesgo durante un período de seguimiento de, al menos, 3 meses<span class="elsevierStyleSup">66</span>. Años más tarde, en un estudio observacional se descartó que pudiese también haber relación causal con la vacuna inactivada trivalente<span class="elsevierStyleSup">67</span>.</p><p class="elsevierStylePara">En 2004 se notificaron 6 muertes y 4 casos graves de enfermedad en un área de Michigan tras ser vacunados con un mismo lote de vacuna inactivada. Se inició una investigación cuyos resultados publicados en 2009 no muestran un aumento de riesgo de reacciones adversas de este lote con un riesgo relativo comparado con otro lote de 0,9 (IC del 95%, 0,3-3,3)<span class="elsevierStyleSup">68</span>.</p><p class="elsevierStylePara">El 8 de febrero de 2011, el Comité Europeo de Medicamentos de la Agencia de Medicamentos de Uso Humano informó que está estudiando la posible asociación entre la vacuna antigripal inactivada H<span class="elsevierStyleInf">1</span>N<span class="elsevierStyleInf">1</span> (cepa pandémica) y la narcolepsia en niños y adolescentes<span class="elsevierStyleSup">68',68''</span>. Al parecer, desde agosto de 2010, tras el uso masivo de la vacuna pandémica frente al virus H<span class="elsevierStyleInf">1</span>N<span class="elsevierStyleInf">1</span>, se han registrado 162 casos de esta enfermedad en 12 países, tras la administración de la vacuna, en concreto de la vacuna Pandemrix<span class="elsevierStyleSup">®</span> comercializada por los laboratorios GSK, el 70% de ellos en Finlandia y Suecia<span class="elsevierStyleSup">68',68''</span>. En Finlandia se han detectado 60 casos en la población de 4-19 años, de los que 52 habían recibido esta vacuna. Según el Instituto Finlandés Nacional de Salud y Bienestar, el riesgo de desarrollar la enfermedad en los vacunados habría sido 9 veces mayor que en los no vacunados<span class="elsevierStyleSup">68',68''</span>. No se han dado casos en adultos. Todos los niños y adolescentes afectados eran portadores del genotipo DQB1*0602<span class="elsevierStyleSup">68',68''</span>. De hecho, la narcolepsia tiene una elevada carga genética y sólo la presentan las personas con este genotipo<span class="elsevierStyleSup">68'''</span>. El Comité de Expertos en Seguridad de las Vacunas está analizando esta posible asociación, pero, si la asociación se confirma, lo más probable es que la vacunación no sea realmente un factor causal, sino un <span class="elsevierStyleItalic">trigger</span> o estímulo que actuaría sobre una base genética predisponente. El informe definitivo lo emitirá el Comité en agosto de 2012. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Puntos clave </span></span></p><p class="elsevierStylePara">— La vacuna inactivada de la gripe es la vacuna con menor tasa de incidencia de reacción adversa entre las vacunas disponibles. No obstante, tras la puesta en marcha de una campaña de vacunación masiva por temor a la llegada de una gran pandemia en la década de 1970, se comunicaron los primeros casos de síndrome de Guillain-Barré asociados temporalmente a la vacunación. La campaña se suspendió y se estableció un riesgo de menos de 10 casos por millón de personas vacunadas. </p><p class="elsevierStylePara">— Desde entonces se mantiene una estrecha vigilancia sobre esta reacción y se han llevado a cabo numerosos estudios con resultados contradictorios. La incidencia, en caso de existir asociación, se ha establecido en 0,7 por millón de vacunados. </p><p class="elsevierStylePara">— El empleo de una vacuna virosomal inactivada de administración intranasal en Suiza en el año 2000 provocó un riesgo 19 veces mayor de parálisis de Bell entre vacunados que entre no vacunados. La vacuna se retiró y se establecieron recomendaciones para aumentar la potencia de futuros ensayos que permitan descartar este tipo de riesgo.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Vacuna frente a la hepatitis B </span></p><p class="elsevierStylePara">Las primeras vacunas frente a la hepatitis B utilizadas se obtenían mediante filtración de plasma de portadores crónicos de antígeno de superficie de la hepatitis B (HBsAg). Actualmente, la mayoría de los países utiliza una vacuna de ADN recombinado que obtiene HBsAg tras su expresión en levaduras <span class="elsevierStyleItalic">(Saccharomyces cerevisiae)</span> transformadas. El beneficio generado por la vacuna no sólo es visible en términos de reducción de incidencia de casos de hepatitis B aguda, sino también en la disminución de estado de portador y de mortalidad relacionada. La vacuna se comenzó a emplear en 1984 en Taiwán —región de elevada endemia— donde la prevalencia de portadores en menores de 15 años disminuyó del 9,8% en 1984 al 0,7% en 1999, y la incidencia de carcinoma hepatocelular en niños entre 6 y 14 años de 0,7 por 100.000 en el período 1981-1986 a 0,36 por 100.000 entre 1990 y 1994, descendiendo la mortalidad por hepatitis B aguda en los lactantes de forma paralela (de 5,31 a 1,71 por 100.000)<span class="elsevierStyleSup">69</span>. La incidencia de cáncer en los nacidos entre 1974 y 1984 y en los nacidos entre 1984 y 1986 descendió significativamente de 0,52 a 0,13 por 100.000 y fue de 0 en los nacidos entre 1986 y 1987<span class="elsevierStyleSup">70</span> (fig. 14). </p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig14.jpg" alt="Figura 14 - Incidencia de carcinoma hepatocelular en niños de 0-5 años y de 6-14 años de acuerdo al año de nacimiento en Taiwán. Período 1975-198770."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 14 - Incidencia de carcinoma hepatocelular en niños de 0-5 años y de 6-14 años de acuerdo al año de nacimiento en Taiwán. Período 1975-1987<span class="elsevierStyleSup">70</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">Otros ejemplos de la eficacia de la vacuna se pueden encontrar en los descensos de la seroprevalencia de HBsAg en Malasia (del 1,6% en 1997 al 0,3% en 2003 en niños de 7-12 años), en Alaska (del 3,2% antes de la introducción al 0% 10 años después en niños menores de 10 años) o en Gambia (del 10 al 0,6% tras el inicio del programa vacunal). Asimismo, la incidencia de hepatitis B aguda también disminuyó de 4,5 por 100.000 en 1990 a 0 en el período 2002-2004 en Hawai, o de 11 por 100.000 en 1987 a 1,6 por 100.000 en 2006 en Italia. En este último país se ha documentado además un descenso en la incidencia de morbilidad en adolescentes entre 15 y 24 años del 17 por 100.000 en 1990 al 0,5 por 100.000 en el año 2006<span class="elsevierStyleSup">71</span>.</p><p class="elsevierStylePara">En España se comenzó a vacunar a los grupos de riesgo en el año 1982, a los adolescentes entre 1992 y 1996 y a los lactantes desde 1992 a 2002, dependiendo de la comunidad autónoma<span class="elsevierStyleSup">72</span>. Es patente un descenso en la incidencia de hepatitis víricas en conjunto y de hepatitis B desde el año 1994<span class="elsevierStyleSup">73</span> (fig. 15). Dado que no comenzaron a declararse las hepatitis individualmente y por separado hasta 1997, las incidencias se estimaban por los datos del Sistema de Información Microbiológica (SIM). La incidencia de hepatitis B ha seguido disminuyendo considerablemente desde el año 1997 (2,94 por 100.000) y se ha mantenido estable desde el año 2001 con tasas de incidencia en 2006 de 1,83 y en 2007 de 2,10 por 100.000 habitantes<span class="elsevierStyleSup">72</span>.</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig15.jpg" alt="Figura 15 - Casos declarados de hepatitis vírica y casos estimados de hepatitis A y B a partir del Sistema de Información Microbiológica (SIM) en España. Período 1993-9773. "></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 15 - Casos declarados de hepatitis vírica y casos estimados de hepatitis A y B a partir del Sistema de Información Microbiológica (SIM) en España. Período 1993-97<span class="elsevierStyleSup">73</span>. </span></p><p class="elsevierStylePara">La vacuna es una de las más seguras del mercado y sus efectos adversos habitualmente sólo incluyen reacciones locales en el lugar de la inyección y elevación de la temperatura en una frecuencia similar a la que produce el placebo<span class="elsevierStyleSup">20</span>.</p><p class="elsevierStylePara">En 1991, Herroelen et al<span class="elsevierStyleSup">74</span> publicaron en <span class="elsevierStyleItalic">The Lancet</span> los casos de 2 pacientes con evidencia de desmielinización del sistema nervioso central tras 6 semanas de la administración de la vacuna frente a la hepatitis B. Ambos pacientes tenían haplotipos relacionados con la esclerosis múltiple (EM) y uno de ellos, incluso, estaba diagnosticado con anterioridad a la vacuna. Aunque concluyen que no se puede establecer una relación causal, estiman que se podría desencadenar algún mecanismo inmunológico. El Instituto de Medicina de Estados Unidos revisó rápidamente la posible asociación y en 1994 concluyó que no había evidencia científica suficiente para probar o refutar la asociación causal entre la vacuna frente a la hepatitis B y la EM<span class="elsevierStyleSup">23</span>. La vacuna se situó entonces en el punto de mira y en Francia se informó de unos 106 posibles casos de comienzo o reactivación de enfermedades desmielinizantes tras la administración de 60 millones de dosis de vacuna frente a la hepatitis B entre 1989 y 1996<span class="elsevierStyleSup">75</span>. A pesar de que la incidencia era menor que la esperada para la misma población, la prensa y los grupos antivacunación —muy organizados en este país— crearon un ambiente de alarmismo entre la población que se negaba a recibir la vacuna. El Gobierno promovió la realización urgente de estudios epidemiológicos y la Organización Mundial de la Salud (OMS) reunió a los expertos del Comité de Prevención de Hepatitis Víricas para evaluar la posible asociación. Finalmente, el Gobierno francés, muy presionado tras otros escándalos en política sanitaria, el 1 de octubre de 1998 suspendió el programa de vacunación escolar por "no poderse excluir" una relación entre la vacunación y desórdenes neurológicos, pero mantuvo la vacunación sistemática en lactantes y adultos de grupos de riesgo<span class="elsevierStyleSup">76</span>. La decisión se tomó a pesar de que disponían de los datos preliminares de 2 estudios de casos y controles realizados en Francia y en el Reino Unido donde no se encontró una asociación estadísticamente significativa (OR = 1,7; IC del 95%, 0,5-6,3; y OR = 1,4; IC del 95%, 0,8-2,4, respectivamente)<span class="elsevierStyleSup">77,78</span> y de que tan sólo unos días antes los expertos de la OMS habían mantenido una reunión en Ginebra y habían hecho pública su conclusión rechazando cualquier relación causal entre ambas<span class="elsevierStyleSup">76</span>. Las coberturas cayeron drásticamente y aún no se han recuperado a niveles anteriores. Una encuesta poblacional de 2002 reveló que la cobertura global frente a la hepatitis B era del 21,7% y sólo habían completado las 3 dosis el 19,8% de los lactantes, el 23,35% de los niños y el 46,2% de los adolescentes<span class="elsevierStyleSup">79</span>. La decisión de Francia generó un halo de desconfianza hacia las vacunas que traspasó fronteras. Así en 1999 se decidió retrasar la dosis de vacuna de hepatitis B que se administraba a los recién nacidos en Estados Unidos hasta los 2-6 meses<span class="elsevierStyleSup">80</span>.</p><p class="elsevierStylePara">Dada la preocupación existente, se iniciaron más estudios que pudiesen dejar aún más clara la polémica. Entre los años 1998 y 2003 se publicaron 5 estudios de casos y controles y uno de cohortes histórica, y en ninguno de ellos se pudo encontrar aumento del riesgo estadísticamente significativo entre la vacuna y un primer episodio de EM u otras enfermedades desmielinizantes<span class="elsevierStyleSup">78,81-85</span> (tabla 1). Tampoco se encontró incremento del riesgo realizando un análisis agrupado con los resultados de estos estudios. Asimismo, se realizó otro estudio para analizar el riesgo de rebrote en pacientes con EM que tampoco encontró asociación<span class="elsevierStyleSup">86</span>. Por su parte, los comités de expertos, organizaciones e instituciones analizaron las evidencias disponibles, entre las que destacaron la realizada por la OMS<span class="elsevierStyleSup">87</span> y la del Instituto de Medicina de Estados Unidos88, y concluyeron que no hay asociación.</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig16.jpg" alt="Tabla 1 - Estudios observacionales de casos y controles y cohortes históricas que evaluaron la posible asociación entre la vacuna frente a la hepatitis B y un primer episodio de esclerosis múltiple. Período 1998-200389"></img></p><p class="elsevierStylePara">En el año 2004, se reabrió una vez más la polémica a raíz de la publicación en <span class="elsevierStyleItalic">Neurology</span> del estudio de casos y controles de Hernán et al<span class="elsevierStyleSup">90</span>, donde, a partir de una importante base de datos, se concluía que la vacuna se asociaba a un aumento de riesgo de presentar EM. Este estudio goza de algunos puntos fuertes, pero también de numerosos sesgos (principalmente de selección e información) que condicionan los resultados y de problemas para inferirlos a la población general. Estos sesgos se resumen de forma magnífica en el artículo de Salleras et al<span class="elsevierStyleSup">89</span>. Los expertos de la OMS, y otros autores, respondieron al artículo descartando que los resultados muestren asociación ni que justifiquen la modificación de los programas vacunales, con lo que zanjaron en buena medida la cuestión<span class="elsevierStyleSup">91</span>. Hernán et al insistieron en reabrir el debate mediante un cruce de cartas al director en los años 2006 y 2007<span class="elsevierStyleSup">92-94</span>.</p><p class="elsevierStylePara">En el año 2009 la polémica reapareció —como el cuento de nunca acabar— con la publicación en <span class="elsevierStyleItalic">Neurology</span> de otro estudio de casos y controles realizado en Francia en niños menores de 16 años<span class="elsevierStyleSup">95</span>. Los autores no encontraron asociación entre la vacuna y la EM (OR = 0,74; IC del 95%, 0,54-1,02), como tampoco lo hicieron en un estudio previo, pero esta vez realizando un análisis de comparaciones múltiples creen encontrar un riesgo mayor entre la vacunación frente a hepatitis B con una marca comercial concreta y EM (OR = 2,77; IC del 95%, 1,23-6,24). El principal problema ha derivado de la filtración del artículo a la prensa no especializada antes de su aparición en la revista y del consiguiente debate científico, creando una vez más una situación de alarma entre la población francesa y el desconcierto entre los médicos de atención primaria. Los expertos de la OMS han analizado el estudio en profundidad y replicado que no hay evidencias convincentes que soporten esa conclusión y que podría tratarse de un artefacto común en este tipo de análisis<span class="elsevierStyleSup">96</span>. En el Reino Unido, donde sólo se vacuna a los grupos de riesgo, el número de casos de hepatitis B crónica se ha duplicado en sólo 5 años, pasando de 180.000 casos en el año 2002 a 325.000 en 2007. Este cambio se atribuye al reciente aumento en la inmigración<span class="elsevierStyleSup">97</span>.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Puntos clave </span></span></p><p class="elsevierStylePara">— La vacuna frente a la hepatitis B se vio asociada a enfermedades desmielinizantes del sistema nervioso central a principios de la década de 1990. A pesar de la revisión por parte de los expertos del Instituto de Medicina y de la OMS, que no encontraron asociación, el Gobierno francés muy presionado social y mediáticamente decidió suspender su administración en edad escolar. Este hecho condujo a la caída de las coberturas y arrastró a otros países. Ninguno de los estudios posteriores pudo encontrar un aumento del riesgo.</p><p class="elsevierStylePara">— Una década después, en el año 2004, el debate se reabría a propósito de la publicación de un estudio de casos y controles que, aunque se nutre de una importante base de datos, tiene numerosos sesgos que ponen en entredicho sus hallazgos. De nuevo la OMS y numerosos expertos no pudieron encontrar asociación.</p><p class="elsevierStylePara">— Finalmente, en 2009, en un nuevo estudio francés de casos y controles parece encontrarse asociación entre EM y una marca determinada de vacuna, pero sólo en el análisis de comparaciones múltiples sin hallar asociación con el resto. En este caso, el principal problema derivó de la filtración a los medios antes de su publicación, evitando la deseable discusión científica previa y creando un alarmismo inusitado.</p><p class="elsevierStylePara">— La evidencia científica disponible en la actualidad permite descartar la existencia de una asociación causal entre la vacuna de la hepatitis B y la esclerosis múltiple.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Vacuna triple vírica </span></p><p class="elsevierStylePara">La vacuna triple vírica es una vacuna que contiene 3 virus atenuados de sarampión, rubéola y parotiditis. Se desarrolló en 1971, pero no sustituyó a las vacunas con los componentes individuales hasta pasada una década. La eficacia para prevenir estas enfermedades infecciosas y sus complicaciones se ha puesto de manifiesto desde la puesta en marcha de los programas vacunales (fig. 16).</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig17.jpg" alt="Figura 16 - Número de casos de sarampión, rubéola y parotiditis en Estados Unidos. Período 1960-200098."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 16 - Número de casos de sarampión, rubéola y parotiditis en Estados Unidos. Período 1960-2000<span class="elsevierStyleSup">98</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">En España se introdujo la vacunación sistemática en el año 1981 y en 2001 se puso en marcha el Plan para la eliminación del sarampión, aunque para entonces las coberturas vacunales ya eran superiores al 95% y el descenso en el número de casos muy patente<span class="elsevierStyleSup">72</span> (fig. 17).</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig18.jpg" alt="Figura 17 - Incidencia anual por 100.000 habitantes y cobertura vacunal frente a sarampión, rubéola y parotiditis en España. Período 1982-200672."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 17 - Incidencia anual por 100.000 habitantes y cobertura vacunal frente a sarampión, rubéola y parotiditis en España. Período 1982-2006<span class="elsevierStyleSup">72</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">La OMS se propuso el objetivo de erradicar el sarampión gracias al empleo de la vacuna —entre otras medidas—, pero este objetivo ha ido experimentando retrasos de forma sucesiva dadas las dificultades para implantar el Plan en numerosos países. No obstante, en 2008 ha ratificado el compromiso que adquirió el 2005 de disminuir la mortalidad mundial por sarampión del año 2000 al 2010 en un 90%<span class="elsevierStyleSup">99</span>. Hasta el año 2007 el descenso se ha estimado del 74% (de 750.000 muertes a 197.000) teniendo lugar el 90% en menores de 5 años (fig. 18).</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig19.jpg" alt="Figura 18 - Número estimado de muertes por sarampión a nivel mundial. Período 2000-200799."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 18 - Número estimado de muertes por sarampión a nivel mundial. Período 2000-2007<span class="elsevierStyleSup">99</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">Se notifican alrededor de 16,3 reacciones adversas por cada 100.000 dosis de vacuna<span class="elsevierStyleSup">37</span>. Las más frecuentes son dolor, edema e induración en el lugar de administración. También pueden darse fiebre y erupción cutánea que suele tener lugar entre los días 7 y 12 tras la vacunación.</p><p class="elsevierStylePara">En 1998 Wakefield et al<span class="elsevierStyleSup">100</span> publicaron en <span class="elsevierStyleItalic">The Lancet</span> un artículo en el que sugerían una posible relación causal entre la vacuna triple vírica y el autismo. Proponía que la vacuna producía alteraciones intestinales que conducían a un síndrome de malabsorción, que, eventualmente, favorecía la aparición de autismo u otras alteraciones del desarrollo, a partir de una serie de 12 casos en niños de los que 8 padecían autismo. </p><p class="elsevierStylePara">Previamente en 1993 habían encontrado evidencias inmunohistopatológicas de virus del sarampión en tejidos de pacientes con enfermedad de Crohn<span class="elsevierStyleSup">101</span> y en 1995 sugirieron un posible mayor riesgo de enfermedad inflamatoria intestinal en vacunados<span class="elsevierStyleSup">102</span>. El estudio que la asociaba al autismo tenía importantes defectos, como la falta de un grupo control comparativo adecuado, una inconsistente secuencia temporal que apoyase la causalidad y la ausencia de una definición aceptada del síndrome<span class="elsevierStyleSup">103</span>. Por otro lado, las alteraciones histopatológicas del sistema nervioso central en pacientes autistas se han podido mostrar en fases tempranas del desarrollo embriológico; la hiperplasia nodular linfoide intestinal podía constituir una variante de la normalidad propia de la edad infantil, y no se ha podido encontrar antígenos capsulares del virus del sarampión en tejido intestinal en otros estudios<span class="elsevierStyleSup">104</span>. Sus resultados tuvieron una repercusión enorme y suscitaron un debate científico importante. Diez de los 12 firmantes del artículo original se retractaron de la interpretación de sus resultados en la misma revista en 2004<span class="elsevierStyleSup">105</span> y se pudo comprobar que Wakefield tenía un importante conflicto de intereses<span class="elsevierStyleSup">106</span>. Recientemente, una investigación periodística ha revelado que Wakefield, además, pudo manipular los datos del estudio en un intento de favorecer su hipótesis<span class="elsevierStyleSup">107</span>. Desde entonces tan sólo se han publicado 2 estudios que apoyen el mecanismo patogénico propuesto por Wakefield et al<span class="elsevierStyleSup">108,109</span> y, en cambio, se han publicado 25 estudios (el último en el año 2008) que refutan la asociación entre la vacuna y el autismo<span class="elsevierStyleSup">110</span>. Estos estudios se han realizado en distintos países, siguiendo variados diseños (estudios poblacionales, ecológicos, de cohortes, etc.) y cuidando la metodología de forma rigurosa. Organismos e instituciones, como por ejemplo el Instituto de Medicina de Estados Unidos, también han revisado la posible asociación y no han encontrado evidencias que apoyen la asociación a alteraciones del desarrollo neurológico, ni a la enfermedad de Crohn o a la colitis ulcerosa<span class="elsevierStyleSup">98,111</span>.</p><p class="elsevierStylePara">Desgraciadamente, el escándalo provocado por Wakefield et al trascendió más allá de lo científico y se convirtió en uno de los principales temas de salud pública, que acaparó una increíble atención por parte de los medios de comunicación. En un período de 8 meses se publicaron 561 historias, de las cuales el 66% mencionaba la posible asociación, aunque sólo el 25% citaba como fuente el artículo de Wakefield et al<span class="elsevierStyleSup">112</span>. Los resultados provocaron el miedo en la población y un importante descenso de las coberturas vacunales de la triple vírica en el Reino Unido, que pasaron del 92% en 1995-1996 al 80% (el 58% en Londres) en 2003-2006<span class="elsevierStyleSup">112</span>, el nivel más bajo desde que se introdujo el programa vacunal en 1988 (fig. 19). Esto provocó el aumento en el número de casos y varios brotes, así como la primera muerte por sarampión en más de una década<span class="elsevierStyleSup">113</span>. Actualmente, sólo se han conseguido aumentar las coberturas hasta el 85% en 2006-2008<span class="elsevierStyleSup">114</span>, lejos del 94% necesario para intentar lograr el objetivo marcado por la OMS de la erradicación del sarampión.</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig20.jpg" alt="Figura 19 - Cobertura vacunal frente a triple vírica y frente a DTPa/VPI/Hib en niños de 2 años en el Reino Unido. Período 1997-2008114."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 19 - Cobertura vacunal frente a triple vírica y frente a DTPa/VPI/Hib en niños de 2 años en el Reino Unido. Período 1997-2008<span class="elsevierStyleSup">114</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">La polémica también alcanzó otros países donde las coberturas no se han resentido tanto, pero ha conducido a la aparición de brotes de sarampión, principalmente, partiendo de casos importados que han ido aumentando año tras año. Estos brotes están poniendo en serio peligro el objetivo planteado por la OMS de erradicar el sarampión. Por proximidad, los países europeos han sido los primeros en verse afectados y todavía en el año 2008 se declararon 7.821 casos en 31 de estos países, el doble que en el año anterior<span class="elsevierStyleSup">115</span> (fig. 20).</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig21.jpg" alt="Figura 20 - Incidencia geográfica de casos de sarampión en Europa en el año 2008115."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 20 - Incidencia geográfica de casos de sarampión en Europa en el año 2008<span class="elsevierStyleSup">115</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">En España, el año 2006 fue el de máxima incidencia de sarampión (0,83 por 100.000 habitantes) desde que se inició el Plan de eliminación de sarampión<span class="elsevierStyleSup">72</span>. Se produjeron 7 brotes, que aglutinaron el 94% de los casos, y se identificó la fuente de infección en otro país en 5 de ellos y en 11 de los casos aislados<span class="elsevierStyleSup">116 </span>(fig. 21). En el año 2008 volvió a subir la incidencia tras detectarse otros 4 brotes<span class="elsevierStyleSup">117</span>. Esos 2 años se identificó un único período libre de casos, lo que no se apreciaba desde antes del año 2001. También aumentaron los casos de parotiditis durante los años 2006-2007 y se produjo un brote importante de rubéola en el año 2005 que quintuplicó la tasa de incidencia del año anterior. Entre los países no europeos afectados, han destacado Australia, Nueva Zelanda o Estados Unidos donde, por ejemplo en el año 2008 se alcanzó el mayor número de casos desde 1996 y el 89% de ellos eran importados en su mayoría de países europeos<span class="elsevierStyleSup">118</span>.</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig22.jpg" alt="Figura 21 - Casos confirmados y compatibles por semana de inicio y síntomas y tasa de incidencia por 100.000 habitantes en España. Período 2001-2008117."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 21 - Casos confirmados y compatibles por semana de inicio y síntomas y tasa de incidencia por 100.000 habitantes en España. Período 2001-2008<span class="elsevierStyleSup">117</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">En el año 2001, Miller et al<span class="elsevierStyleSup">119</span> publicaron un estudio realizado en el Reino Unido que evaluaba la posible asociación entre la vacuna triple vírica y la púrpura trombocitopénica idiopática (PTI), de la que se habían descrito algunos casos en la bibliografía con anterioridad y cuya plausibilidad biológica había admitido el Instituto de Medicina de Estados Unidos en 1994, apuntando a una posible relación causal. La PTI viene a manifestarse como plaquetopenia y hematomas tras 4-6 semanas de su administración. El estudio encontraba un riesgo relativo de 3,27 y un riesgo atribuible en las primeras 6 semanas de 1 por cada 32.300 dosis<span class="elsevierStyleSup">119</span>. En 2003 se publicó un estudio prospectivo realizado en Canadá desde 1992 a 2001<span class="elsevierStyleSup">120</span>. Se notificaron una media de 6 casos al año, la mayoría en las primeras 6 semanas, y se confirmaba la asociación. Al mes del inicio, el 80,7% de los niños normalizó los recuentos de plaquetas y sólo un 8,2% mantenía la trombocitopenia más allá del tercer mes<span class="elsevierStyleSup">120</span>. En otro estudio de 2003, esta vez en Estados Unidos, el riesgo relativo se estimó algo más alto en 6,3 en las primeras 6 semanas; sin embargo, el riesgo atribuible es sólo de 1 por cada 25.000 dosis (IC del 95%, 21.300-89.400)<span class="elsevierStyleSup">121</span>. No obstante, los casos seguían siendo autolimitados y benignos y se confirmaba la evidencia de que los niños con historia previa de PTI no estaban expuestos a un riesgo mayor de recurrencia tras la vacunación<span class="elsevierStyleSup">119,121</span>. En 2008, otro estudio ha confirmado la asociación y se ha encontrado un riesgo similar a los anteriores entre niños de 12-23 meses, pero superior si sólo se tomaba a niños entre 12 y 15 meses (RR = 7,10 y riesgo atribuible de 1 por cada 40.000 dosis)<span class="elsevierStyleSup">122</span>. Los autores infieren que el 86% de los casos de PTI en niños entre 12 y 15 meses se relaciona con la vacuna. El riesgo entre los niños resultó casi 5 veces mayor que entre las niñas. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Puntos clave </span></span></p><p class="elsevierStylePara">— A finales de la década de 1990, Wakefield et al publicaron un artículo que asociaba la vacuna triple vírica al autismo. El estudio estaba lleno de errores metodológicos, el autor principal tenía importantes conflictos de intereses y 10 de los 12 autores se retractaron de la interpretación de los resultados, pero el daño que ha supuesto a las coberturas vacunales va más allá de la propia triple vírica y las consecuencias, especialmente en el Reino Unido —país origen del estudio—, se siguen pagando hoy.</p><p class="elsevierStylePara">— La evidencia científica disponible en la actualidad permite descartar la existencia de una asociación entre la vacuna triple vírica y el autismo.</p><p class="elsevierStylePara">— Más recientemente, se ha asociado esta vacuna a la aparición de púrpura trombocitopénica idiopática. El Instituto de Medicina de Estados Unidos admitió su plausibilidad biológica. Con varios estudios aún en marcha, parece haber un riesgo 6-7 veces superior en vacunados y un riesgo atribuible de 1 casos por cada 25.000-40.000 dosis. El riesgo parece mayor cuanto menor es el niño (12-15 meses) y entre los varones.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Vacuna frente al rotavirus </span></p><p class="elsevierStylePara">La primera vacuna comercializada frente al rotavirus era una vacuna oral recombinada de virus vivos de mono Rhesus (RotaShield<span class="elsevierStyleSup">®</span>). De acuerdo a los ensayos clínicos, esta vacuna era considerada más reactógena que el placebo, produciendo fiebre, irritabilidad, disminución del apetito y síntomas gastrointestinales (heces sanguinolentas, diarrea, vómitos, dolor abdominal o deshidratación). En la ficha técnica se advertía de la posibilidad de desarrollar invaginación intestinal (el riesgo en los ensayos clínicos se había estimado de 5 por cada 10.054 vacunados, mientras que entre los controles sólo era de 1 entre los 4.633, aunque la diferencia no fue estadísticamente significativa)<span class="elsevierStyleSup">123</span>. La incidencia de invaginación intestinal en el primer año de vida en Estados Unidos se estima en 18-56 casos por 100.000 niños-año<span class="elsevierStyleSup">124</span>.</p><p class="elsevierStylePara">En julio de 1999 el VAERS recogió en Estados Unidos 15 casos de invaginación intestinal desde la aprobación —sólo 8 meses antes— de la vacuna tetravalente RotaShield<span class="elsevierStyleSup">®125</span>. El VAERS había recogido un total de 708 reacciones adversas, que representaban la tasa más alta de todas las vacunas disponibles (156,3 notificaciones por 100.000 dosis)<span class="elsevierStyleSup">37</span>. Dada la gravedad del cuadro de invaginación intestinal (que por otro lado es la principal causa de cirugía abdominal urgente en la infancia), se pusieron en marcha 2 importantes estudios epidemiológicos, uno de casos y controles con datos de varios estados y otro de cohortes, para evaluar adecuadamente el riesgo potencial de la vacuna<span class="elsevierStyleSup">59</span>. El VAERS recibió 107 comunicaciones más de invaginación intestinal en los 6 meses siguientes, la gran mayoría de ellos entre julio y agosto<span class="elsevierStyleSup">20</span>, lo cual muestra hasta qué punto el asunto centró la atención de numerosos médicos.</p><p class="elsevierStylePara">Los resultados preliminares de uno de los centros investigadores del estudio de casos y controles estimó un riesgo relativo de invaginación intestinal de 1,6-1,8 (riesgo atribuible poblacional de 1 caso adicional cada 2.500 a 1 de cada 3.300) que hubiese sido mayor de haberse implementado el programa vacunal completamente<span class="elsevierStyleSup">126</span>. Estos datos fueron suficientes para que en octubre de 1999 el laboratorio fabricante voluntariamente la dejara de distribuir y para que 2 semanas después la Advisory Committee on Immunization Practices suspendiera el uso de la vacuna<span class="elsevierStyleSup">127</span>. Los resultados definitivos del estudio publicados en el año 2001 confirmaron el aumento de riesgo de invaginación intestinal tras la administración de la vacuna RotaShield<span class="elsevierStyleSup">®</span>, aunque era menor de lo inicialmente señalado, estimándose que se produciría un caso de invaginación intestinal atribuible a la vacuna por cada 4.670 a 9.474 niños/as vacunados<span class="elsevierStyleSup">128</span>. El estudio de cohortes calculó el riesgo en 1 caso de invaginación intestinal por cada 11.000 vacunados<span class="elsevierStyleSup">129</span>. El riesgo era máximo (hasta 17-25 veces superior en los vacunados que en los controles) durante los primeros 3-7 días. Cuando se estimó el riesgo en un estudio partiendo del análisis retrospectivo de los ingresos del conjunto de niños menores de 1 año resultó menor (1 caso adicional por cada 32.000 vacunados)<span class="elsevierStyleSup">130</span>. Otros autores encontraron que el riesgo relativo pasadas las 3 semanas inmediatas a la vacunación era de 0,3 (IC del 95%, 0,1-0,5)<span class="elsevierStyleSup">131</span>. Esto significa que existe un efecto protector que compensa el elevado riesgo temporal inicial haciendo que parezca menor<span class="elsevierStyleSup">132</span> (fig. 22).</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig23.jpg" alt="Figura 22 - Tendencia en el tiempo del riesgo de invaginación intestinal tras la administración de la vacuna RotaShield®132. RRV-TV: Vacuna Tetravalente Recombinada anti Rotavirus."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 22 - Tendencia en el tiempo del riesgo de invaginación intestinal tras la administración de la vacuna RotaShield<span class="elsevierStyleSup">®132</span>. RRV-TV: Vacuna Tetravalente Recombinada anti Rotavirus.</span></p><p class="elsevierStylePara">La edad de administración parecía desempeñar un papel importante, ya que el 80% de los casos se produjeron en niños vacunados con más de 3 meses de edad<span class="elsevierStyleSup">133</span>, por lo que el riesgo podía haber sido aún menor si sólo se hubiese vacunado a menores de 2 meses y que su relación riesgo-beneficio podía haber sido favorable<span class="elsevierStyleSup">132</span>. Los autores indicaron que debía tenerse en cuenta que cabía la posibilidad de que también existiese un riesgo de invaginación dependiente de la edad para las dos vacunas que en ese momento se encontraban en desarrollo (Rotateq<span class="elsevierStyleSup">®</span> y Rotarix®). El GACVS de la OMS reevaluó a finales del año 2005 los datos del estudio de casos y controles para aclarar esta posibilidad. Se confirmó la asociación con la invaginación intestinal en niños mayores de 60 días, pero no así un riesgo más bajo en niños menores, por ser el número de muestra escaso y superponerse los intervalos de confianza<span class="elsevierStyleSup">134</span>.</p><p class="elsevierStylePara">La repercusión de los primeros 15 casos descritos en julio de 1999 fue enorme y generó desconcierto entre médicos y padres. Por su parte, las autoridades exigieron a las compañías responsables de las 2 vacunas en desarrollo en aquel momento (Rotarix<span class="elsevierStyleSup">®</span> y Rotateq®) identificar un riesgo de 1 entre 11.000 a 1 entre 32.000 vacunados antes de solicitar su aprobación<span class="elsevierStyleSup">135</span>. Esto casi paraliza su investigación, pero se continuó con ellas gracias a la prioridad de esta infección en materia de salud pública y el interés, y apoyo, mostrado por numerosas instituciones y organizaciones. Además, Rotarix<span class="elsevierStyleSup">®</span> es una vacuna atenuada de una cepa humana y Rotateq<span class="elsevierStyleSup">®</span> es una vacuna pentavalente recombinada humana-bovina y no había evidencias de que ninguna cepa de rotavirus salvaje humano se asociase a un riesgo mayor de invaginación<span class="elsevierStyleSup">135</span>, por lo que no todas las vacunas frente a rotavirus tenían que aumentar el riesgo. Para poder alcanzar la potencia exigida, tuvieron que diseñar unos ensayos clínicos colosales y desconocidos hasta entonces (incluyendo más de 60.000 niños cada una de las vacunas).</p><p class="elsevierStylePara">En el estudio previo a la comercialización de Rotateq<span class="elsevierStyleSup">®</span>, se incluyó a 34.035 que recibieron la vacuna y a 34.003 niños que recibieron placebo, y se recogieron 6 y 5 casos de invaginación intestinal en los 42 días posteriores a la administración, respectivamente (no hubo diferencias estadísticamente significativas). Tras su comercialización se mantiene una estrecha vigilancia. En agosto de 2007, con algo más de 9 millones de dosis distribuidas, el VAERS había recibido un total de 160 notificaciones de invaginación intestinal (ninguna produjo muerte)<span class="elsevierStyleSup">136</span>. De éstas, solo 47 (29%) se produjeron en los primeros 21 días tras la vacunación y 58 (36%) más allá del día 42. De forma idéntica a como ocurrió con la vacuna RotaShield, gran parte de las notificaciones se concentraron en las semanas posteriores a la amplia cobertura mediática que se le dio al hecho de que en febrero de 2007 se añadiese a la ficha técnica la invaginación intestinal como posible reacción adversa. En esta ocasión se notificaron hasta 50 (31%) casos en las 8 semanas posteriores, de los cuales el 74% había ocurrido pasados más de 21 días desde la vacunación<span class="elsevierStyleSup">136</span>. De forma paralela, y quizás más precisa, el Vaccine Safety Datalink (VSD) —que controla casos en los 30 días siguientes a la vacunación en determinados centros y los compara con controles asignados— sólo encontró 3 casos entre vacunados (de un total de 111.521) y 9 entre no vacunados (186.722), estimando un riesgo relativo de 0,84 (IC del 95%, 0,14-3,92). En un estudio que combinó los datos de seguridad de los 8 ensayos clínicos previos a la comercialización de Rotarix<span class="elsevierStyleSup">®</span>, se incluyó a 36.755 niños vacunados y a 34.454 niños con placebo. En total se produjeron 16 casos tras la administración de la vacuna y 22 tras el placebo en una media de 100 días posteriores a la administración, con lo que se estimó un riesgo relativo de 0,69 (IC del 95%, 0,34-1,37) y se concluyó la ausencia de asociación entre la vacuna y la invaginación intestinal<span class="elsevierStyleSup">137</span>.</p><p class="elsevierStylePara">Estas vacunas se están implementando poco a poco en numerosos programas infantiles y sus beneficios directos e indirectos fuera del contexto de los ensayos clínicos están comenzando a conocerse. Por ejemplo, en Australia, aunque ambas vacunas estaban disponibles desde el año 2006, no se introdujeron en el calendario gratuito de vacunación hasta julio de 2007. En este caso, se trató de Rotateq<span class="elsevierStyleSup">®</span> y su beneficio es ya visible a los 18 meses en el área de Queensland con una reducción en los casos notificados en niños menores de 2 años del 53 y del 65% en 2007 y 2008, respectivamente, y un descenso en las determinaciones positivas del 45 y 43%, respectivamente<span class="elsevierStyleSup">138</span> (fig. 23). Además este estudio muestra por primera vez cambios en la epidemiología entre no vacunados (efecto indirecto) con descensos en las notificaciones y determinaciones en todos los grupos de edad.</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig24.jpg" alt="Figura 23 - Resultados de las determinaciones de laboratorio y proporción de casos positivos en Queensland (Australia). Período 2000-2008138."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 23 - Resultados de las determinaciones de laboratorio y proporción de casos positivos en Queensland (Australia). Período 2000-2008<span class="elsevierStyleSup">138</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">En Estados Unidos se comercializó la vacuna Rotateq<span class="elsevierStyleSup">®</span> en febrero de 2006 y Rotarix<span class="elsevierStyleSup">®</span> en abril de 2008, y se estimó una cobertura media del 50% desde el verano de 2007. El estudio de su impacto en un área como Filadelfia, donde se estimó una cobertura a mediados de 2008 del 60%, mostró un descenso del 87% en el período 2007-2008 comparado con el mismo período en 2005-2006<span class="elsevierStyleSup">139</span> (fig. 24). Al igual que en otras partes de Estados Unidos, en este caso se observó que la aparición de los casos se retrasó en comparación con las temporadas anteriores, lo que podría deberse a un descenso en el número de niños susceptibles<span class="elsevierStyleSup">139,140</span>.</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig25.jpg" alt="Figura 24 - Número de casos de rotavirus adquiridos en la comunidad en 4 períodos estacionales en el Hospital Infantil de Filadelfia139."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 24 - Número de casos de rotavirus adquiridos en la comunidad en 4 períodos estacionales en el Hospital Infantil de Filadelfia<span class="elsevierStyleSup">139</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">Recientemente una polémica ha salpicado a la vacuna frente al rotavirus. El 17 de marzo de 2010 un organismo independiente, al emplear un nuevo método diagnóstico, comunicó a la Food and Drug Administration (FDA) que había encontrado restos de ADN de circovirus porcino tipo 1 (PCV-1) en 2 lotes de vacuna Rotarix<span class="elsevierStyleSup">®</span> distribuidos en Estados Unidos. Este hallazgo lo confirmó posteriormente la FDA y el laboratorio fabricante (GlaxoSmithKline) que, incluso, lo han detectado en muestras de etapas tempranas del desarrollo clínico de la vacuna. Tras un análisis inicial, ni la FDA, ni la Agencia Europea del Medicamento (EMA), ni la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) consideraron el hallazgo como una amenaza para la salud pública<span class="elsevierStyleSup">141-143</span>. No obstante, y teniendo en cuenta el equilibrio riesgo-beneficio, la FDA y la mayor parte de las agencias nacionales de la Unión Europea, incluida la AEMPS, recomendaron la suspensión temporal del uso de esta vacuna mientras se investigaba en mayor profundidad al respecto<span class="elsevierStyleSup">142,143</span>. Por su parte, la EMA y la OMS, considerando el bajo riesgo para la salud pública y el enorme beneficio que aporta para la salud la vacuna en los países menos favorecidos, han alertado del hallazgo y han instado a su investigación, pero no han modificado sus recomendaciones respecto al uso de la vacuna<span class="elsevierStyleSup">141,144</span>.</p><p class="elsevierStylePara">Posteriormente, el laboratorio Merck and Co comunicó a la FDA (que lo hizo público el 6 de mayo) que también había encontrado fragmentos de ADN de PCV-1, y del virus relacionado PCV-2, en su vacuna RotaTeq<span class="elsevierStyleSup">®</span>, si bien el número de fragmentos de ADN era menor que en el caso anterior<span class="elsevierStyleSup">145</span>.</p><p class="elsevierStylePara">Estos virus se encuentran habitualmente en ciertas carnes y productos alimentarios de consumo diario, no se multiplican en humanos y no se tiene conocimiento de que produzcan enfermedad en humanos ni animales (el PCV-2 sí podría producir enfermedad en cerdos). Los principales puntos a aclarar en las investigaciones son si podría haber presente también virus intacto y no sólo fragmentos de ADN, por qué se encontraban estos fragmentos en dichos lotes y cuál es la fuente de dicho PCV-1. Para ello se han formado comités de expertos que están revisando exhaustivamente la bibliografía científica y los datos disponibles entre los que se incluyen todos los nuevos resultados de laboratorio que se van generando. En el momento actual no se ha encontrado ADN viral en otras vacunas vivas atenuadas de GSK (Merck and Co se encuentra aún en una fase inicial de estudio) y nada apunta a que pueda representar un problema de salud pública<span class="elsevierStyleSup">145</span>. </p><p class="elsevierStylePara">Mientras se concluye la investigación, el Comité para los Productos Farmacéuticos de Uso en Humanos (CHMP) de la EMA ha confirmado que no considera necesaria por motivos de seguridad la restricción en el uso de Rotarix<span class="elsevierStyleSup">®</span> ni de RotaTeq®. Se esperan nuevos comunicados con más recomendaciones de este Comité en julio de 2010<span class="elsevierStyleSup">146</span> y meses sucesivos.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Puntos clave </span></span></p><p class="elsevierStylePara">— Al poco tiempo de iniciarse la comercialización de la vacuna RotaShield<span class="elsevierStyleSup">®</span>, se notificaron al VAERS varios casos de invaginación intestinal que llamaron poderosamente la atención de la comunidad médica. Los resultados preliminares de los estudios puestos en marcha para valorar una posible asociación vertían un riesgo de 1,6-1,8, por lo que el propio laboratorio decidió su retirada.</p><p class="elsevierStylePara">— Al finalizar el estudio se comprobó que el riesgo no era tan alto como se estimó inicialmente y que, aunque existía durante los 3-5 primeros días, se continuaba de un efecto protector a largo plazo. La edad de administración parecía desempeñar un papel fundamental cuando era superior a 3 meses.</p><p class="elsevierStylePara">— Este hecho condicionó el desarrollo clínico de las vacunas en investigación por aquel entonces (Rotarix<span class="elsevierStyleSup">®</span> y Rotateq®), que tuvieron que aumentar sus tamaños muestrales hasta cifras históricas y limitar las edades de administración para poder descartar el desarrollo de invaginación intestinal.</p><p class="elsevierStylePara">— Estas nuevas vacunas, ya en el mercado, no sólo se están mostrando seguras, sino que también están mostrando beneficios directos e indirectos notables.</p><p class="elsevierStylePara">— Actualmente las principales agencias mundiales están investigando el hallazgo de fragmentos de material genético de un circovirus porcino en las dos vacunas disponibles en el mercado. No se trata de un problema de seguridad, sino de calidad de la fabricación de la vacuna, por lo que no hay ningún riesgo para los niños que hayan recibido vacuna contaminada con dicho virus.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Vacunas combinadas hexavalentes </span></p><p class="elsevierStylePara">Actualmente sólo hay disponible una vacuna hexavalente (DTPa/HepB/VIP/Hib) (Infanrix Hexa<span class="elsevierStyleSup">®</span>) que se aprobó en octubre de 2000 en Europa. Una de las principales ventajas que presentan este tipo de vacunas es el menor número de pinchazos que recibe el lactante, pero también se ha señalado recientemente que son efectivas para cumplimentar más a tiempo el calendario vacunal, disminuir la edad media del vacunado completamente<span class="elsevierStyleSup">147</span> y conseguir una mayor cobertura vacunal<span class="elsevierStyleSup">148</span>. Tanto Infanrix Hexa<span class="elsevierStyleSup">®</span> como Hexavac® (vacuna hexavalente que ya no se comercializa) fueron ampliamente estudiadas para caracterizar la inmunogenicidad, la seguridad y la adaptabilidad a diversos esquemas primarios y de refuerzo cuyos resultados condujeron a su aprobación.</p><p class="elsevierStylePara">La incidencia de reacciones adversas locales y sistémicas después de la administración de las vacunas combinadas hexavalentes eran similares a las que se observan con otras vacunas basadas en la DTPa aprobadas. Tan sólo en un ensayo clínico parecía haber mayor riesgo de fiebre en el grupo de vacunados con Infanrix Hexa<span class="elsevierStyleSup">®</span> que con Infanrix-VPI/Hib<span class="elsevierStyleSup">®</span>, aunque no hubo diferencias en la fiebre superior a 38,5 °C, ni para otros síntomas locales o sistémicos<span class="elsevierStyleSup">149</span>. Este aumento en general se compensa con la ausencia de inyecciones, y por ende de reacciones locales, en otras extremidades. Las reacciones locales eran más frecuentes tras la dosis de recuerdo en el segundo año de vida. Se han distribuido más de 23 millones de dosis en los primeros 8 años desde su aprobación en octubre de 2000. Las reacciones adversas locales fueron, con diferencia, las más frecuentes y se presentaron desde 0,7 (eritema) a 5,9 (fiebre) por cada 100.000 dosis<span class="elsevierStyleSup">150</span>. Hasta el momento, ninguna combinación de vacunas ha provocado un tipo de reacción nueva, no visto antes con sus componentes.</p><p class="elsevierStylePara">En abril de 2003 se comunicaron 5 casos de muerte súbita inesperada (SMS) —de causa desconocida— en las 24 horas siguientes a la vacunación con vacunas hexavalentes en Alemania y Austria. Cuatro de los casos se produjeron en niños en el segundo año de vida tras la dosis de recuerdo de Hexavac<span class="elsevierStyleSup">®</span> y el quinto era un lactante de 4 meses que había recibido la primera dosis con Infanrix Hexa<span class="elsevierStyleSup">®151</span>. Se constituyeron comités de expertos y se realizó un estudio epidemiológico preliminar de carácter retrospectivo que parecía indicar que los casos en Alemania excedían el número de casos esperados (3 casos en más de 700.000 niños vacunados con la dosis de recuerdo de Hexavac<span class="elsevierStyleSup">®</span> entre noviembre de 2000 y junio de 2003)<span class="elsevierStyleSup">152</span>. Por ello, la EMEA decidió emitir una "señal" que, lejos de asumir la relación causal, sólo pretendía levantar una sospecha para instar a realizar numerosos estudios y análisis epidemiológicos que pudieran probar o descartar una relación que hasta entonces era desconocida<span class="elsevierStyleSup">152</span>. Tras las concienzudas evaluaciones, la EMEA declaró públicamente, primero en abril de 2003, y posteriormente en diciembre del mismo año, que no se habían producido cambios en el perfil riesgo/beneficio de estas vacunas, por lo que no cabía realizar modificaciones en sus indicaciones<span class="elsevierStyleSup">152</span>. Asimismo, dejaba claro que no se había podido establecer asociación causal alguna y que, incluso, se reconocían ciertas inevitables limitaciones en las fuentes de datos y métodos empleados para calcular el número esperado de casos en el estudio inicial de Alemania. Dos años después, la EMEA, a petición de Alemania, volvía a revisar los datos disponibles sobre seguridad de Hexavac<span class="elsevierStyleSup">®</span>, y en abril de 2005 publicaron las mismas conclusiones alcanzadas con anterioridad<span class="elsevierStyleSup">153</span>. De forma similar, la OMS a través del GACVS manifestó en enero de 2005 que no existen datos que apoyen una relación causal entre vacunas hexavalentes y muerte súbita inesperada del lactante<span class="elsevierStyleSup">154</span>, y en julio del mismo año, tras analizar los datos de mortalidad infantil de Italia y Alemania, se reafirmó públicamente de nuevo.</p><p class="elsevierStylePara">En un análisis de casos de SMS observados frente a esperados tras la vacunación con Infanrix Hexa<span class="elsevierStyleSup">®</span> basado en una cohorte nacional de nacimientos en Alemania entre 2000 y 2007, se apreció que los casos de SMS ocurridos en los 14 días siguientes a la vacunación era menor del esperado tanto para niños de 1 como de 2 años, mientras que los casos observados en los primeros 5 días tras la vacunación en niños de 2 años eran comparables a los esperados<span class="elsevierStyleSup">150</span>. En la misma línea, en un metaanálisis de 9 estudios de casos y controles realizado para estudiar la posible asociación entre las vacunas DTP y el SMS en menores de 1 año, se encontró un efecto protector de la vacuna entre los vacunados (OR = 0,54; IC del 95%, 0,39-0,76)<span class="elsevierStyleSup">155</span> (figs. 25 y 26).</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig26.jpg" alt="Figura 25 - Vacunación con DTP y riesgo de SMS. Análisis univariante155."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 25 - Vacunación con DTP y riesgo de SMS. Análisis univariante<span class="elsevierStyleSup">155</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig27.jpg" alt="Figura 26 - Vacunación con DTP y riesgo de SMS. Análisis multivariante155."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 26 - Vacunación con DTP y riesgo de SMS. Análisis multivariante<span class="elsevierStyleSup">155</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">Ningún país europeo tomó medidas reguladoras contra estas vacunas respecto a este asunto. En España en noviembre de 2003 se estableció para estas vacunas un principio de precaución, según el cual se acordó no promover su uso y establecer una señal de farmacovigilancia. Se trata de una estrategia que se aplica a la gestión del riesgo en aquellas situaciones donde hay incertidumbre científica sobre los efectos que en la salud o el medio ambiente puede producir una actividad determinada<span class="elsevierStyleSup">104</span>. Finalmente, las autoridades sanitarias retiraron el principio de precaución en julio de 2005<span class="elsevierStyleSup">156</span>. Tras la retirada posterior de comercialización de Hexavac<span class="elsevierStyleSup">®</span> en Europa, actualmente la única vacuna en el mercado (Infanrix-Hexa<span class="elsevierStyleSup">®</span>) se ha implementado en el programa de vacunación de varias comunidades autónomas de España. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Puntos clave </span></span></p><p class="elsevierStylePara">— Las vacunas combinadas hexavalentes se asociaron a la muerte súbita inesperada tras la comunicación de 5 casos en las 24 horas siguientes a su administración en el centro de Europa. La EMEA emitió una "señal" y se iniciaron rápidamente estudios para poder confirmar o descartar su asociación que finalmente no se logró hallar.</p><p class="elsevierStylePara">— A los 2 años, la EMEA volvía a evaluar las evidencias disponibles sobre la seguridad de estas vacunas sin poder encontrar datos que apoyasen una relación causal. Ningún país europeo tomó medidas reguladoras contra las vacunas y en España se levantó el principio de precaución, según el cual se había acordado no promover su uso temporalmente y establecer una señal de farmacovigilancia. Actualmente, la única vacuna hexavalente en el mercado (Infanrix-Hexa<span class="elsevierStyleSup">®</span>) forma parte del calendario vacunal de algunas comunidades autónomas.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Vacuna frente al virus del papiloma humano </span></p><p class="elsevierStylePara">Una de las últimas vacunas en incorporarse a los recursos profilácticos ha sido la vacuna que previene la infección por el virus del papiloma humano (VPH) y de las lesiones precancerosas en el cuello del útero a las que se asocia. Por tanto, cabe esperar que prevenga también el cáncer subsiguiente a ese estadio previo, y se convierta en la segunda vacuna —tras la de la hepatitis B— en prevenir un cáncer. Se dispone de 2 preparados comerciales, pero ambos utilizan en su composición partículas similares al virus (VLP) que no son infecciosas, ya que únicamente tienen la principal proteína de la cápside y no su material genético. Tanto Gardasil<span class="elsevierStyleSup">®</span> (Sanofi Pasteur MSD) como Cervarix<span class="elsevierStyleSup">®</span> (GSK) incluyen los tipos 16 y 18, pero sólo la primera aporta también el 6 y 11, responsables de casos de condilomas acuminados. Otra diferencia entre ellas se encuentra en el adyuvante, siendo en el primer caso una sal de aluminio y en el segundo, el sistema adyuvante AS04 (una mezcla de monofosforil lípido A y sal de aluminio).</p><p class="elsevierStylePara">En España, en febrero de 2007, el Consejo Interterritorial del Ministerio de Sanidad y Consumo acordó la recomendación de su inclusión en los calendarios vacunales, que debía tener lugar, de forma progresiva, antes del año 2010 en las distintas comunidades autónomas. Una de las vacunas (Gardasil<span class="elsevierStyleSup">®</span>) se utilizaba previamente en otros países desde el año 2006. Hasta agosto de 2009 se han distribuido, en todo el mundo, 45 millones de dosis de Gardasil<span class="elsevierStyleSup">®157</span>. Ambas vacunas han mostrado una elevada eficacia para evitar la infección y prevenir las lesiones preneoplásicas, cuyas tasas de incidencia son cada vez menores según pasa el tiempo desde la vacunación (fig. 27)<span class="elsevierStyleSup">158</span>. Aun así, dado el lapso de tiempo necesario para desarrollar las lesiones tumorales, es muy pronto para poder evaluar el impacto real de la vacuna en la incidencia de cáncer de cérvix y en la mortalidad. Además el compromiso ético exigible probablemente sólo permita realizar estimaciones.</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig28.jpg" alt="Figura 27 - Curvas tiempo hasta episodio para CIN2 o superior relacionado con VPH6/11/16/18 para vacunados con Gardasil® y con placebo158."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 27 - Curvas tiempo hasta episodio para CIN2 o superior relacionado con VPH6/11/16/18 para vacunados con Gardasil<span class="elsevierStyleSup">®</span> y con placebo<span class="elsevierStyleSup">158</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">Respecto a las verrugas genitales, ocurre algo parecido; no obstante, en Australia —donde se utiliza la vacuna tetravalente de forma sistemática en mujeres menores de 27 años desde julio de 2007—, unos investigadores ya han evaluado su impacto en una zona de Melbourne. El resultado ha sido un rápido y marcado descenso estadísticamente significativo en la incidencia de verrugas entre las mujeres menores de 28 años, así como entre los varones heterosexuales, lo que, además, indica un posible beneficio indirecto (fig. 28)<span class="elsevierStyleSup">159</span>.</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig29.jpg" alt="Figura 28 - Consultas por verrugas genitales entre mujeres menores de 28 años, mujeres de 28 años o más, varones homosexuales (MSM) y varones heterosexuales (MSW) y consultas por herpes simple (HSV)159."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 28 - Consultas por verrugas genitales entre mujeres menores de 28 años, mujeres de 28 años o más, varones homosexuales (MSM) y varones heterosexuales (MSW) y consultas por herpes simple (HSV)<span class="elsevierStyleSup">159</span>.</span></p><p class="elsevierStylePara">En Estados Unidos hasta junio de 2009 se habían administrado 25 millones de dosis de Gardasil<span class="elsevierStyleSup">®</span> y se notificaron al VAERS (sistema de vigilancia de reacciones adversas a vacunas de carácter pasivo y notificación voluntaria de los Estados Unidos) 14.072 reacciones adversas, de las cuales el 93% de ellas fueron leves o moderadas (reacciones locales, cefalea, náuseas, fiebre y síncope) y sólo el 7% se consideraron graves<span class="elsevierStyleSup">160</span>. En el análisis de las notificaciones registradas hasta diciembre de 2008 publicado por Slade et al<span class="elsevierStyleSup">161</span> en agosto de 2009, se estima una incidencia de 53,9 por 100.000. Las principales reacciones notificadas se resumen en la tabla 2. Dado el carácter pasivo de este registro, no se puede inferir ninguna relación causal entre la vacuna y las reacciones adversas. Entre las notificaciones no graves más frecuentes llamó la atención la presencia del síncope vasovagal, que en el 74% de las notificaciones había ocurrido tras la administración de Gardasil<span class="elsevierStyleSup">®</span> como única vacuna y que aun siendo una reacción leve, podría provocar traumatismos de diversa gravedad si no se toma una precaución tan simple como que la persona vacunada permanezca sentada o tumbada. Entre las 772 (6,2%) notificaciones consideradas graves destacan 32 casos de muerte (4,1%), 39 de fenómenos tromboembólicos venosos (5,0%) y 31 de SGB. Entre las notificaciones de muerte sólo 20 se pudieron verificar mediante registros médicos, de las cuales sólo 4 eran de causa desconocida. El riesgo de muerte calculado no reunía criterios para emitir una señal. Entre las tromboembolias sólo se pudieron evaluar 31 casos, de los cuales 28 tenían previamente factores de riesgo conocidos. Respecto al SGB, se estimó un riesgo relativo de 0,3 por 100.000 personas-año insuficiente también para emitir una señal. Recientemente se han publicado también los resultados de seguridad en grupos de mujeres de mayor edad, hasta los 45 y los 55 años para Gardasil<span class="elsevierStyleSup">®162</span> y Cervarix®163, respectivamente, sin que se encontraran grandes diferencias con los grupos de menor edad, ni con el grupo comparador de placebo. Es destacable que en uno de ellos se encontró un descenso en las notificaciones de efectos adversos, tanto locales como sistémicos, según aumentaba la edad<span class="elsevierStyleSup">163</span>.</p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig30.jpg" alt="Tabla 2 - Reacciones adversas frente a Gardasil® notificadas de forma más frecuente al VAERS de Estados Unidos. Período junio 2006-diciembre 2008161"></img></p><p class="elsevierStylePara">Otro de los países que más tiempo lleva vacunando es Australia, donde en agosto de 2009 se habían administrado ya 5,8 millones de dosis de Gardasil<span class="elsevierStyleSup">®157</span>. Allí se han notificado 1.394 sospechas de reacciones adversas tras la vacunación, la gran mayoría de ellas leves y habituales como las relacionadas con el lugar de inoculación. Un 20% se consideraron episodios "psicógenos" (mareo, ataques de pánico y síncopes). Entre las graves, se notificaron 126 reacciones urticariales y 13 anafilácticas, la incidencia de estas últimas se estimó de 2,5 por millón de dosis<span class="elsevierStyleSup">157</span>. </p><p class="elsevierStylePara">En 2008 se describió un caso de encefalomielitis aguda diseminada (ADEM), en el que los autores indicaban un potencial papel desencadenante de la vacuna frente al VPH<span class="elsevierStyleSup">164</span>. En el año 2009, un artículo describió otro caso, de curso clínico muy agresivo, asociado temporalmente con la vacuna<span class="elsevierStyleSup">165</span> y en otro más se describieron 5 casos con enfermedades desmielinizantes, aunque sólo 2 se iniciaron tras la vacunación<span class="elsevierStyleSup">166</span>. Ninguno de los autores sugiere una relación causal, aunque consideran que se debe descartar que la vacuna pudiese desencadenar o influir en la naturaleza o gravedad de la inflamación del sistema nervioso central y que, pese a que no se deben modificar las actuales recomendaciones, ni siquiera en pacientes con enfermedades neurológicas previas, instan a realizar estudios que aporten datos más significativos en este tipo de pacientes. El sistema de farmacovigilancia de Australia ha calculado que la incidencia de alteraciones desmielinizantes no es mayor de la esperada por el azar<span class="elsevierStyleSup">157</span>. Por su parte, los expertos de la OMS analizaron los resultados de estos estudios y no encontraron evidencias convincentes que apoyasen una asociación entre las enfermedades desmielinizantes y la vacuna frente al VPH<span class="elsevierStyleSup">167</span>. Sería interesante conocer hasta qué punto estos casos de encefalopatía se pueden asociar a otra causa que no sea una vacuna, tal como ya se ha indicado para muchas reacciones neurológicas que se asociaban a la vacuna frente a la tos ferina<span class="elsevierStyleSup">168</span>.</p><p class="elsevierStylePara">Las conclusiones de seguridad en grupos especiales son más difíciles de obtener, por haber menos datos disponibles. No obstante, en mujeres embarazadas —aunque se debe evitar la vacunación— no se han asociado reacciones adversas en aquéllas que fueron vacunadas de forma inadvertida, al igual que ocurre con madres en lactancia (estos datos sólo están disponibles para Gardasil<span class="elsevierStyleSup">®</span>)<span class="elsevierStyleSup">169</span>. Respecto a pacientes inmunodeprimidas tampoco hay datos suficientes para sacar conclusiones; no obstante, en pacientes con infección por el VIH, por ejemplo, donde el beneficio puede ser especialmente grande —debido a su mayor riesgo de enfermedades relacionadas con la infección por el VPH—, no se debe demorar su administración y ni tan siquiera está recomendada la realización de un test frente a VIH previo a la vacunación<span class="elsevierStyleSup">169</span>.</p><p class="elsevierStylePara">En España en febrero de 2009 se produjeron en la Comunidad Valenciana dos casos de "convulsiones" en adolescentes, tras la administración de la segunda dosis a las pocas horas de ser vacunadas, que despertaron un gran interés y seguimiento por parte de los medios de comunicación. Las dos adolescentes vacunadas desarrollaron un cuadro de síncope acompañado de movimientos tonicoclónicos que pueden semejarse a las convulsiones, que requirieron ingreso hospitalario. Estos casos supusieron una crisis en salud pública por su excesivo impacto mediático, y entre otras medidas se adoptó la inmovilización del lote de vacuna como medida de precaución<span class="elsevierStyleSup">170</span> en toda España, y en algunos países donde también se había distribuido el lote implicado. </p><p class="elsevierStylePara">Las dudas en la población sobre su seguridad provocaron un descenso de las coberturas vacunales, en especial la segunda y la tercera dosis en la Comunidad Valenciana<span class="elsevierStyleSup">171</span> (figs. 29A y 29B), y el cambio de estrategia vacunal, pues desde ese momento sólo se está vacunando en centros de salud y no en centros escolares. </p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig31.jpg" alt="Figura 29A - Coberturas vacunales en la Comunidad Valenciana. Cohorte de adolescentes nacidas en el año 1994."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold"> Figura 29A - Coberturas vacunales en la Comunidad Valenciana. Cohorte de adolescentes nacidas en el año 1994.</span></p><p class="elsevierStylePara"><img src="72v12n01-90021044fig32.jpg" alt="Figura 29B - Coberturas vacunales en la Comunidad Valenciana. Cohorte de adolescentes nacidas en el año 1995."></img></p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Figura 29B - Coberturas vacunales en la Comunidad Valenciana. Cohorte de adolescentes nacidas en el año 1995.</span></p><p class="elsevierStylePara">Hasta ese momento se habían distribuido 1.146.000 dosis y el Sistema Español de Farmacovigilancia había registrado 103 notificaciones de sospechas de reacciones adversas asociadas a la vacuna, de las cuales 35 se consideraron graves. Entre ellas se detectaron un total de 5 casos de convulsiones, dos de ellas eran conocidas y consecuencia de un síncope, uno tenía antecedentes de alteraciones neurológicas y los otros 2 eran los casos que por su repercusión mediática despertaron la alarma<span class="elsevierStyleSup">170</span>. Entre otras medidas, la AEMPS formó un Comité de Expertos para examinar todos los casos comunicados y evaluar en mayor profundidad los 2 últimos. Entre las conclusiones alcanzadas respecto a los cuadros clínicos de las adolescentes, se encontraban que las características clínicas y la ausencia de signos eléctricos, de neuroimagen y analíticos indicaban que los episodios paroxísticos no se correspondían con una enfermedad o lesión neurológica, cardiológica o sistémica; que la estrecha asociación temporal puede indicar un papel precipitante, pero en ningún caso hay pruebas que apoyen una relación biológica con la vacuna; que la AEMPS y la EMEA descartan los defectos de calidad del lote administrado, lo cual, a su vez, es coherente con el hecho epidemiológico de que no se hayan detectado ni en España ni en la Unión Europea casos con un patrón clínico similar a los dos casos de Valencia, a pesar de haberse distribuido decenas de miles de dosis del mismo lote, y, finalmente, que los equipos médicos actuaron de forma correcta en todo momento<span class="elsevierStyleSup">172</span>. Estas agencias consideraron que no se ha encontrado ninguna prueba que apoye una relación biológica con la vacuna. Por otro lado, respecto a la evaluación de las vacunas frente al VPH y las notificaciones de convulsiones, concluyen que puede existir asociación entre la vacuna y los síncopes (sin mayor incidencia que otras vacunas que se administran en la adolescencia) y que éstos pueden provocar movimientos musculares que semejan convulsiones. No obstante, no encontraron evidencias científicas de que las vacunas frente al VPH aumenten el riesgo de convulsiones, por lo que, junto a la ausencia de una base biológica, "hace muy improbable que dichos cuadros puedan considerarse como reacciones adversas a ellas" y, por consiguiente, "la relación beneficio-riesgo de las vacunas frente al VPH no ha experimentado variación y sigue siendo favorable"<span class="elsevierStyleSup">172</span>.</p><p class="elsevierStylePara">A consecuencia de un informe de la AEMPS, la EMEA también revisó exhaustivamente los casos de ambas adolescentes y tampoco encontró asociación con la vacunación. Recomendó continuar con la vacunación en los países miembros que la han implementado en sus calendarios y recordó que los beneficios de esta vacuna sobrepasan con creces su riesgo<span class="elsevierStyleSup">173</span>.</p><p class="elsevierStylePara">En abril de 2009 la OMS publicó su posicionamiento respecto a la vacuna frente al VPH, tras revisar todos los aspectos relativos a ella<span class="elsevierStyleSup">167</span>. En materia de reactogenicidad se evaluaron tanto los estudios poscomercialización y los datos de los sistemas de farmacovigilancia, especialmente los de Estados Unidos sobre Gardasil<span class="elsevierStyleSup">®</span>. Los expertos de la OMS no encontraron diferencias con respecto a los ensayos previos a su comercialización ni evidencia alguna de relación de causalidad con efectos adversos sistémicos graves<span class="elsevierStyleSup">167,169</span>. Concluyen que las dos vacunas disponibles tienen un buen perfil de seguridad y se reafirman en el informe previo de su Comité Asesor General de Seguridad en Vacunas de diciembre de 2008 —donde se revisaron exhaustivamente los casos de anafilaxia y de síncope, entre otros—, en el cual recomendaban que las precauciones habituales de cualquier vacuna son suficientes también para las vacunas frente al VPH<span class="elsevierStyleSup">169</span>. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Puntos clave </span></span></p><p class="elsevierStylePara">— Las vacunas frente al virus del papiloma humano se mostraron muy seguras en los ensayos clínicos. Los estudios poscomercialización, con millones de dosis administradas, llamaron la atención sobre la elevada notificación de casos de síncope vasovagal entre las chicas vacunadas, pero no se encontró un riesgo suficientemente alto para emitir señales de farmacovigilancia respecto a efectos adversos graves. </p><p class="elsevierStylePara">— En febrero de 2009 se produjeron 2 casos de convulsiones en adolescentes próximos geográficamente y asociados temporalmente con la administración de la vacuna, y cuyo amplio seguimiento mediático supuso una crisis en salud pública. Finalmente, tras el estudio por los expertos, se descartó que el estatus epiléptico con mioclonías que presentaban las vacunadas tuviera relación biológica con la vacuna. </p><p class="elsevierStylePara">— Los distintos estudios puestos en marcha, no sólo por la AEMPS, sino también por la propia EMEA, con los datos de varios sistemas de farmacovigilancia, no han logrado encontrar asociación entre la vacunación y las convulsiones, aunque sí con los síncopes que en ocasiones pueden asemejarse.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleBold">Glosario </span><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Acontecimiento adverso </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Reacción no deseada que tiene lugar tras administrar una vacuna y que puede guardar o no relación con ella.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Adyuvante </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Sustancia añadida, a veces, a una vacuna para mejorar la respuesta inmunitaria. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Agudo/a </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Cualquier enfermedad que sea grave y de inicio repentino. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Anafilaxia </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Reacción alérgica brusca y grave que produce bajada de la presión arterial con pérdida de conciencia e, incluso, puede llegar a producir la muerte si no se trata a tiempo. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Antigénico </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Capaz de provocar una respuesta inmunitaria o de reaccionar con determinados anticuerpos. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Antígeno </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Molécula de un microorganismo que lo identifica como agente extraño al organismo (distinto a los componentes habituales) estimulando al sistema inmune a atacarlo. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Atenuación </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Proceso por el que se modifica un virus o una bacteria para reducir su capacidad de producir enfermedad sin disminuir su habilidad para inducir respuesta inmunológica. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Bacteria </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Microorganismo compuesto por una única célula, de tamaño menor que una célula humana, pero mayor que un virus, que forma colonias y vive en el medio ambiente, plantas y animales, y que en ocasiones puede producir enfermedades infecciosas. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Brote </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Número anormalmente elevado de casos de enfermedad que se presentan en torno al mismo tiempo y en la misma zona. Las personas van enfermando por contagio de una misma fuente o unos de otros. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Contagioso </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Capaz de transmitir una enfermedad a otras personas. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Contraindicación </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Razón por la que una vacuna no debe administrarse. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Crónico/a </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Enfermedad con frecuentes recaídas o prolongada en el tiempo.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Encefalitis </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Inflamación del cerebro. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Encefalopatía </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Término para describir varias enfermedades que afectan al cerebro, incluida la encefalitis. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Endemia </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Infecciones endémicas son las presentes de forma habitual en la comunidad. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Ensayo clínico </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Estudio experimental para determinar la eficacia y la seguridad de una vacuna en humanos. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Ensayo preclínico </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Pruebas de laboratorio necesarias para probar una vacuna antes de administrarla en humanos en un ensayo clínico. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Epidemia </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Infecciones epidémicas son las que se diseminan rápidamente en una comunidad, ciudad o, incluso, país. Las pequeñas epidemias son llamadas con frecuencia brotes. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Exposición </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Contacto con los microorganismos que producen la enfermedad infecciosa. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Hepatitis </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Inflamación del hígado. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Inactivación </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Proceso por el que mueren virus o bacterias completas mediante sustancias químicas o calor, para poder utilizarlas en algunas vacunas. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Infección </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Se produce cuando un microorganismo invade el organismo, si este es incapaz de luchar contra ella producirá enfermedad. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Inflamación </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Respuesta del sistema inmunitario a la infección, irritación u otra lesión, que suele producir enrojecimiento, calor, hinchazón y dolor en la zona afectada. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Inmune </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Que tiene inmunidad. Lo contrario es susceptible.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Inmunidad </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Protección frente a la enfermedad, aunque se esté expuesto a ella por la habilidad del organismo para resistir o luchar contra ciertas infecciones. Esta protección se puede adquirir de forma natural, tras sufrir la enfermedad o entrar en contacto con el agente causante, o de forma artificial, tras ser vacunado contra ella. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Inmunidad colectiva o de grupo </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Resistencia frente a una infección conseguida al evitar el contacto con el agente cuando un número determinado de personas están vacunadas frente a la infección. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Inmunización </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Proceso de inducción de inmunidad frente a un agente infeccioso mediante la administración de una vacuna. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Inmunodepresión </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Situación en la que el sistema inmunitario está debilitado o no funciona correctamente, bien por una enfermedad o por la administración de un agente farmacológico. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Inmunodepresor </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Que produce inmunodepresión. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Inyección intradérmica </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Inyección en las capas superficiales de la piel. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Inyección intramuscular </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Inyección en el interior del músculo. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Inyección subcutánea </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Inyección en la grasa bajo la piel inmediatamente antes del músculo. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Meningitis </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Inflamación de las membranas que recubren el cerebro o la médula espinal. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Microbio </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Organismo microscópico. Microorganismo. Incluyen bacterias, virus, hongos y células simples de plantas y animales. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Pandemia </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Epidemia que se produce a nivel mundial. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Polivalente </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Vacuna combinada que contiene más de un antígeno protegiendo frente a más de una enfermedad.</p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Portador </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Persona que experimenta una infección, que puede durar años y seguir activa, y transmitirse a otras personas. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Sistema inmunitario </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Conjunto de células y tejidos especializados en proteger al organismo de la infección. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Susceptible </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Vulnerable a una enfermedad. Término contrario a inmune. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Toxina </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Agente producido por bacterias y plantas habitualmente muy dañino para las células. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Toxoide </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Toxinas tratadas químicamente, por calor o irradiación, que pierde su capacidad para producir enfermedad. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Transmisión </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Forma en que una enfermedad infecciosa pasa o se contagia de una persona a otra. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Vacuna </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Producto obtenido de extractos de microorganismos muertos o vivos debilitados para estimular una respuesta inmune que proteja frente a la infección. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Vacunación </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Administración de una vacuna. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Virulencia </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Capacidad para producir enfermedad. </p><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic"><span class="elsevierStyleBold">Virus </span></span></p><p class="elsevierStylePara">Microorganismo de pequeño tamaño, menor que una bacteria, que puede producir infección. Para poder crecer y reproducirse necesitan infectar una célula viva y utilizar su maquinaria. Pueden producir muchas enfermedades, pudiendo mutar, o cambiar, en cada persona infectada, resultando más difícil su tratamiento. </p><hr></hr><p class="elsevierStylePara"><span class="elsevierStyleItalic">Correspondencia: </span>Dr. J.J. Picazo.<br></br> Correo electrónico: <a href="mailto:jpicazo@microb.net" class="elsevierStyleCrossRefs">jpicazo@microb.net</a></p><p class="elsevierStylePara"> *Coordinador.</p>" "pdfFichero" => "72v12n01a90021044pdf001.pdf" "tienePdf" => true "multimedia" => array:32 [ 0 => array:8 [ "identificador" => "fig1" "etiqueta" => "Figura 1" "tipo" => "MULTIMEDIAFIGURA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "copyright" => "Elsevier España" "figura" => array:1 [ 0 => array:4 [ "imagen" => "72v12n01-90021044fig1.jpg" "Alto" => 579 "Ancho" => 975 "Tamanyo" => 66563 ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "- Incidencia de poliomielitis en Estados Unidos. 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Revista Oficial de la Asociación Española de Vacunología (AEV) Vacunas tiene como objetivo contribuir a la difusión de los avances científicos en el campo de las vacunaciones preventivas de aplicación en seres humanos, tanto en el ámbito de la investigación básica como aplicada. Se pone especial énfasis en los aspectos relacionados con la planificación y evaluación (epidemiología de las enfermedades vacunables, desarrollo de programas de vacunaciones, evaluación de la eficacia, efectividad y eficiencia de las vacunaciones). La revista publica, en su versión en español y en inglés, Editoriales, Artículos originales, Artículos especiales, Revisiones, Estrategias y Programas vacunacionales. Hay también apartados sobre recensiones bibliográficas, noticias y congresos relacionados con su temática principal.
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