El desarrollo de la inteligencia emocional (IE) entre los profesionales de la salud es fundamental, porque las emociones tienen una gran influencia en la salud mental de las personas. La atención a los pacientes siempre se va a desarrollar en un contexto de crisis emocional y en su entorno familiar, en tal sentido, el profesional que pueda manejar bien sus emociones podrá transmitir tranquilidad, mejorar su nivel de atención al paciente y preservar su propia salud mental. Asimismo, la capacidad de hacer y recibir críticas constructivas, ayudará a reconstruir las habilidades blandas, logrando destacar ese altruismo, empatía y vocación de servicio que identifican al profesional de la salud del siglo XXI1.
La inteligencia emocional ha contribuido en nuestra supervivencia como especie, gracias a ello, nuestros primeros antepasados pudieron adaptar sus actividades a las exigencias de un entorno cambiante, como resultado desarrollaron la capacidad de percibir los peligros, temerlos y evitarlos, por consiguiente, las emociones tienen un papel fundamental en la vida, nos ayudan a identificar disparadores, actuar rápidamente ante un estímulo, mejorar la memoria, cambiar los niveles de alerta y crear comportamientos que promuevan la atención y la conciencia social de nuestro estado de ánimo, todo esto dependiendo de las capacidades mentales de cada persona2.
La capacidad de comprender las situaciones, en consecuencia, actuar para descubrir la mejor manera de resolver los problemas y llegar a los demás, es fundamental para crear entornos saludables y equipos de alto rendimiento laboral, acrecentando y extendiendo así la productividad institucional. En tal sentido, la inteligencia emocional se ha convertido en uno de los elementos de mayor valoración en la contratación de un servidor o un trabajador. Antes se priorizaban los conocimientos y habilidades desarrolladas en la materia, por ello, la importancia de la gestión de las emociones no era muy relevante, por lo tanto, eran muy frecuentes los conflictos interpersonales y la baja calidad en la atención a los usuarios y los clientes. Hoy, trabajar con servidores y empleados con inteligencia emocional desarrollada, es la clave para el éxito institucional y empresarial3,4.
Durante la pandemia del COVID-19, por ejemplo, los centros de salud enfrentaron diversos desafíos económicos, políticos, sociales o culturales, donde los profesionales de la salud fueron los llamados a actuar de manera inmediata y en primera fila en la atención y el cuidado de los pacientes infectados masivamente por un virus desconocido por la ciencia médica, exponiendo su salud física y mental; por esta razón, muchos de estos profesionales afectados físicamente se han convertido en mártires y otros sobrevivientes aún cargan las secuelas de la enfermedad. También se cuenta con mucha afectación a la salud mental, como de aquellos trabajadores socio sanitarios quienes tuvieron que cargar con el estrés, la depresión y la ansiedad de los pacientes y los familiares5.
Por ello, las políticas gubernamentales y de salud no deben centrarse únicamente en las habilidades duras del profesional, sino también en potenciar sus soft skills, con la finalidad de que sus relaciones interpersonales le permitan una comunicación eficaz y la ayuda mutua para mejorar la resiliencia social. En tal sentido, la sociedad y las instituciones modernas requieren de un liderazgo con una inteligencia emocional bien desarrollada, cuya autoridad no radique en su capacidad para controlar a los demás de modo impositivo, sino en su habilidad para persuadirlos y encauzar la colaboración de todos hacia un propósito en común.
FinanciaciónNo existen fuentes de financiación públicas ni privadas.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.