Desde la descripción del primer caso de neumonía relacionada con el síndrome respiratorio agudo severo por coronavirus 2 (SARS-CoV-2)1, la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-2019) se ha extendido rápidamente. Afectando hasta el 29 de abril de 2020, un total de 3.018.681 pacientes en todo el mundo, de los cuales 207.973 habían muerto. De ellos, 210.773 pacientes positivos y 23.882 fallecidos correspondían al territorio español2.
Dadas las consecuencias catastróficas relacionadas con la pandemia, los sistemas sanitarios públicos a nivel mundial han tenido que tomar medidas excepcionales para contener la pandemia. Recayendo la mayor parte del peso en las redes de atención primaria, así como en los servicios de urgencias hospitalarias, medicina interna y cuidados intensivos.
Según los primeros informes clínicos provenientes del continente asiático, los síntomas más frecuentes relacionados a la enfermedad eran la fiebre, la tos seca, la disnea, las mialgias, las artralgias, la cefalea, la diarrea, la rinorrea y el dolor de garganta3. Sin embargo, un número cada vez mayor de estudios, sobre todo a nivel europeo, destacan una forma de presentación atípica de la enfermedad que incluye la alteración del olfato (AO) y el gusto (AG)4,5. Manifestaciones que van a ser más frecuentes en pacientes con síntomas leves o moderados de la enfermedad4.
La aparición de la AO en infecciones virales es bien conocida en otorrinolaringología6. Sin embargo, la AO relacionada con la infección por SARS-CoV-2 no se asociará a los típicos cuadros de rinorrea, congestión nasal y/o otros síntomas nasales, y de acuerdo con estudios recientes, la pérdida del olfato podrá afectar de forma subjetiva entre un 23,7 y un 85,6% de los enfermos por COVID-19, siendo el primer síntoma entre un 11,8 y un 73% de los pacientes en las distintas series4,5,7,8. De acuerdo con los estudios más recientes, algunos de ellos aún en fase de publicación, afectara de forma objetiva entre de un 50 y un 70% de los pacientes9. Mientras que la alteración del gusto podrá afectar entre un 35 y un 88%4,7,8,10.
Para explicar el fenómeno a nivel olfatorio, la hipótesis mayormente aceptada consiste en la propagación del virus a través del neuroepitelio de la hendidura olfatoria con la consiguiente invasión del bulbo olfatorio y el sistema nervioso central11. Con respecto a la descripción de estos síntomas con mayor frecuencia en poblaciones europeas, es importante destacar que la expresión de la enzima convertidora de la angiotensina 2 (ECA-2) en la mucosa nasal puede variar sustancialmente entre las poblaciones12, lo que podría explicar la posible menor prevalencia de anosmia en las poblaciones asiáticas afectadas por el COVID-19 en comparación con la población europea13. Con respecto a la AG, recientemente Xu et al. describieron la alta expresión de ECA-2 en las células epiteliales de la cavidad oral14, lo que podría también explicar la entrada del virus a las terminaciones nerviosas gustativas y justificaría estos síntomas.
Por lo tanto, dadas las limitaciones actuales en cuanto a la aplicación de test masivos, a la falta de equipos de protección individual y a la probable recirculación del virus con las consecuentes nuevas olas de infección, la AO y la AG son síntomas que podrían ser útiles en el cribado de estos pacientes, permitiendo un aislamiento precoz, así como la prevención de su potencial diseminación.