The prevalence of inflammatory bowel disease (IBD) continues to rise around the globe. Although the percentage of pediatric IBD patients seems to be increasing, rates are surprisingly heterogeneous among different populations. Although the pathogenesis of IBD is believed to be multifactorial, a genetic predisposition may be especially relevant in pediatric-onset IBD. Phenotypic characteristics can also be significantly different when comparing pediatric and adult-onset IBD. Patients that develop the disease at a younger age usually present with more extensive and more aggressive disease and develop complications faster when compared to those that develop it during adulthood. Children with IBD are found to have frequent mood disorders and have a higher risk of developing socio-economic hardship, failing to meet development milestones. Therefore, IBD management should always involve a multidisciplinary team that is not limited to medical providers. Most institutions do not have an established transition protocol and lack the resources and training for transition care. Although there is no consensus on an optimal timing to transition the patient's care to an adult team, it is usually accepted they should be eligible for adult care when most of the key transition points have been met. Management strategies should be tailored to each patient's developmental level and environment. A successful transition can improve the long-term outcomes such as sustained remission, medication adherence, mental health and social and academic performance, while decreasing healthcare utilization. Every institution that manages pediatric IBD patients should have a well-established transition protocol in order to make sure to maintain continuity of care.
La prevalencia de la enfermedad inflamatoria intestinal (EII) sigue incrementándose alrededor del mundo. Aunque el porcentaje de pacientes pediátricos con EII parece estar aumentando, las tasas son sorprendentemente heterogéneas entre diferentes poblaciones. Si bien, la patogénesis de la EII es multifactorial, una predisposición genética puede ser especialmente relevante en la EII de inicio precoz. Las características fenotípicas también pueden ser significativamente diferentes cuando se compara la EII pediátrica y adulta. Los pacientes que desarrollan la enfermedad a una edad más temprana generalmente presentan una enfermedad más extensa y de mayor agresividad e incluso pueden desarrollar complicaciones en forma precoz en comparación con aquellos que la desarrollan durante la edad adulta. Se ha descubierto que los niños con EII tienen trastornos del estado de ánimo frecuentes y tienen un mayor riesgo de desarrollar dificultades socioeconómicas y no alcanzar los hitos en el desarrollo. Por lo tanto, el manejo de la EII siempre debe involucrar a un equipo multidisciplinario que no se limite a los médicos. La mayoría de las instituciones no tienen un protocolo de transición establecido y carecen de los recursos y la capacitación para la atención de transición. Aunque no hay consenso sobre el momento óptimo para la transición de la atención del paciente a un equipo de adultos, generalmente se acepta que deben ser elegibles para la atención de adultos cuando se hayan cumplido la mayoría de los puntos clave de transición. Las estrategias de manejo deben adaptarse al nivel de desarrollo y entorno de cada paciente. Una transición exitosa puede mejorar los resultados a largo plazo, como la remisión sostenida, la adherencia a los medicamentos, la salud mental y el desempeño social y académico, al tiempo que disminuye la utilización de la atención médica. Cada institución que maneja pacientes pediátricos con EII debe tener un protocolo de transición bien establecido para asegurarse de mantener la continuidad de la atención.