En este trabajo se realiza una revisión sobre le estado actual de la criocirugía prostática en el tratamiento de los pacientes con cáncer de próstata. Los avances recientes acontecidos en la tecnología crioablativa permiten tratar eficazmente estos pacientes con una menor morbilidad. La utilización de ultrasonografía transrectal de alta resolución permite realizar la crioterapia prostática mediante la colocación percutánea transperineal de múltiples “crioagujas” de pequeño calibre (17-gauge). La extensión de la congelación puede ser controlada con precisión mediante dispositivos térmicos, la destrucción tisular prostática y en vecindad puede ser visualizada en tiempo real y el uso de calentadores uretrales evita el esfacelamiento uretral. Sin embargo, los resultados con los equipos de criocirugía de segunda y tercera generación tienen que ser validados mediante estudios aleatorizados y prospectivos, ya que hasta la actualidad sólo disponemos de datos basados en estudios retrospectivos, que son muy heterogéneos. La capacidad del antígeno prostático específico para predecir la evolución a largo plazo tras la criocirugía en los pacientes con cáncer prostático localizado no es bien conocida puesto que la experiencia con esta modalidad terapéuticas es todavía limitada; aunque parece que un valor de PSA < 0,5 ng/ml a los 6 meses del tratamiento indicaría una alta probabilidad (> 95%) de biopsia negativa post-tratamiento. La criocirugía podría ser útil también en el tratamiento de la recurrencia local en pacientes tratados mediante prostatectomía radical o radioterapia. Debemos tener presente la posibilidad de complicaciones (incontinencia, impotencia, fístula uretrorectal, u obstrucción infravesical). El perfil favorable de efectos adversos y los resultados preliminares oncológicos y funcionales sugieren que la criocirugía tendrá indicación en el tratamiento mínimamente invasivo de pacientes seleccionados con cáncer de próstata.
This article reviews the current status of the prostatic cryosurgery in the management of patients with prostate cancer. Recent advances in cryoablative technology have allowed to treat these patients successfully with decreased morbidity. Using transrectal high-resolution ultrasound imaging, prostate cryotherapy is delivered with multiple ultrathin (17-gauge) cryo-needles, via percutaneous transperineal approach. The extent of freezing can be precisely controlled and monitored with thermic devices, tissue destruction is monitored with real-time visualization of the prostate and surrounding structures, and urethral warming is used to avoid urethral sloughing. However, the results with the second and third-generation cryosurgical equipment will have to be confirmed by means of prospective and randomized trials, because up to now we only have data based on retrospective analyses, which are very heterogeneous. The ability of prostate-specific antigen (PSA) to predict long-term outcome after cryotherapy for localized prostate cancer is not well known because experience with this treatment modality is still limited; however, it seems that a PSA value of 0.5 ng/ml or less after 6 months or longer after cryotherapy would be associated with a high probability (greater than 95%) of negative post-treatment biopsy. Cryosurgery could also be an option of treatment for men with recurrent local disease who have undergone radiotherapy or radical prostatectomy. We have to keep in mind possible complications (incontinence, impotency, urethrorectal fistula or bladder outlet obstruction. The favorable side effect profile and preliminary oncologic and funtional results could suggest that cryosurgery will have a role in the minimally invasive management of selected patients with prostate cancer.
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