Varios autores (Daneels 2008, De Montmollin 1995, 1997, Fox 1991, Santley et al. 1991) han discutido diferentes aspectos inherentes al juego de pelota mesoamericano que podrían indicar una “politización” del juego, es decir, que además de las tradicionales connotaciones ideológicas, éticas o simplemente de práctica cotidiana del juego en sí mismo, el juego de pelota funcionó, de manera variada, como elemento de competencia y de cohesión social. ¿Cuáles son los contextos sociales en donde esperaríamos encontrar una “politización” del juego de pelota? ¿Cuáles son las características de un juego de pelota “politizado”?. El siguiente artículo pretende abordar estas preguntas usando información arqueológica proveniente de la región de Palenque, en donde en los últimos 18 años el Proyecto Regional Palenque ha llevado a cabo el mapeo y excavaciones en sitios menores así como el estudio del patrón de asentamientos regional. En este estudio regional de larga duración hemos podido comprobar la alta homogeneidad arquitectónica (volumen constructivo, tamaño de la can-cha central, altura de montículos, etc.), su relación con otros elementos arquitectónicos (plazas centrales, estructuras tipo palacio) y un patrón regular en la distribución de 12 sitios con canchas de juego de pelota espaciados a distancias de 8km en promedio).
Several authors (Daneels 2008; De Montmollin 1995, 1997, Fox 1991, Santley et al. 1991) have discussed different aspects in the practice of the Mesoamerican ballgame that might indicate a “politicization” of the game, in addition to the traditional ideological, ethical or simply quotidian connotations of the game itself. According to these researchers, the ballgame might simultaneously have worked, as an instrument for competition and social cohesion. What are the social contexts where we would expect to find a “politicization” of the ball game? What are the characteristics of this politicized ball court? The following article aims to address these questions using the archaeological information available for the Palenque region, where in the past 18 years the Palenque Regional Project has conducted mapping and excavations at smaller sites and a regional settlement pattern study. During this long-term project, it was possible to ascertain the homogeneity of the architectural compounds in terms of size and layout (central plazas, palaces, ball-courts) and spacing, with 12 sites with ball-courts at 8km intervals.
En trabajos anteriores (Liendo y López 2006) comentamos sobre varios elementos en la evidencia arqueológica disponible para la región de Palenque, Chiapas, que nos sugería una clara asociación entre la práctica del juego de pelota y las posibles funciones políticas del mismo. Esta evidencia podría señalar, incluso, la posibilidad de que la distribución de canchas de juego de pelota sea un reflejo directo de la naturaleza descentralizada y competitiva de la organización política de la región de Palenque (De Montmollin 1997; Fox 1991; Santley et al. 1991; Taladoire y Colsenet 1991).
Varios autores (De Montmollin 1995, 1997; Fox 1991; Santley et al. 1991) son de la idea de que es precisamente en este tipo de contextos políticamente fragmentados y altamente competitivos, que esperaríamos encontrar una “politización” del Juego de Pelota, ya que la existencia de un número mayor de canchas indicaría un número mayor de facciones (grupos de élite) capaces de construirlas compitiendo entre sí por posiciones de prestigio y estatus en un paisaje político dinámico y complejo. Siguiendo esta línea de razonamiento, los juegos de pelota junto a los complejos palaciegos, plazas públicas y arquitectura cívico-ceremonial conformaron espacios de participación colectiva y cotidiana. En particular, el juego de pelota formó parte de una “estrategia” político-simbólica en donde las élites gobernantes pusieron en práctica los papeles asociados con su posición, transmitiendo y, en su caso, revalidando las fuentes reconocidas de su poder (Daneels 2008). Por lo tanto, quisiéramos resaltar en la presente contribución el potencial que el análisis de los espacios arquitectónicos de carácter “público”, así como las canchas de juego de pelota, puede aportar al estudio de la organización política desde una perspectiva arqueológica. Pensamos en la caracterización de “lo político” como “representación” como una forma de acción, más que un tipo especial de comunicación, como una estrategia social más que una expresión particular acerca de la operación del mundo (Bell 1992, Humphrey y Laidlaw 1994, Turner 1967, Bradley 2005), hace posible una consideración más directa de los tipos particulares de contextos en los cuales la actividad política en sociedades antiguas se llevó a cabo.
Consideramos al juego de pelota como un “espacio público”, es decir, aquellas áreas no domésticas que pueden ser reconocidas en el ambiente construido, donde se congrega la población para efectuar reuniones colectivas. En este caso, el juego de pelota, junto a otro tipo de “reuniones” de carácter colectivo (intercambios comerciales, banquetes, juegos, representaciones escénicas), posee un carácter más mundano que “sagrado” (procesiones, rituales, consagraciones, sacrificios, ofrendas). La importancia política del juego de pelota, pensamos, radica en el hecho de estar culturalmente definido y poseer al menos tres rasgos en común:
- 1.
Es un identificador social, en el sentido de que permite la creación de una cierta identidad social compartida (Anderson 1991).
- 2.
Es un lugar relacional, en donde es posible un contacto social más extendido, y las diferencias entre clases, edad, y género pueden ser diluidas por medio de la participación en actividades colectivas que conforman una identidad común (Turner 1967, Van Gennep 1960).
- 3.
Es un marcador histórico, ya que conecta varias generaciones y momentos dentro de una historia compartida (Lowe 2000: 238).
Por otro lado, ¿cómo podríamos establecer esta relación entre juego de pelota y aspectos de organización política prehispánica? En el presente trabajo exploraremos cinco aspectos que pensamos pudieran ser relevantes en relación con los juegos de pelota y su asociación con aspectos políticos:
- a.
su densidad en la región.
- b.
el número de juegos de pelota por asentamiento.
- c.
su ubicación espacial (en relación con la distribución de centros cívico ceremoniales).
- d.
tamaño, forma, orientación y distribución.
- e.
tipo de juego de pelota y su distribución.
Para comenzar, la diferencia en la densidad de juegos de pelota en una región determinada puede ser el resultado de dos factores políticos interesantes. En primer lugar, como resultado de la importancia local que el juego de pelota tenga como “herramienta” política dentro del escenario de competencia entre facciones opuestas (es decir, un número mayor de juegos de pelota si la rivalidad entre facciones es mayor). En segundo lugar, como producto del grado de segmentación política de la clase dirigente local (más juegos de pelota en contextos más fragmentados políticamente) (De Montmollin 1997: 30)
Por otro lado, la comparación del número de juegos de pelota encontrados en sitios particulares en una región determinada puede arrojar resultados interesantes en relación con el grado de centralización política existente. Siguiendo esta lógica, esperaríamos que un centro con más de un juego de pelota reflejaría descentralización política debido, entre otras cosas, a la existencia de un mayor número de facciones en competencia asociados a un número mayor de canchas, mientras que un centro con un solo juego de pelota reflejaría un régimen político más centralizado.
Con relación a la distribución general de juegos de pelota podemos esperar varios escenarios posibles. Por un lado, es posible que los juegos de pelota mayores y más elaborados se encuentren ubicados en los asentamientos de mayor jerarquía, lo cual indicaría el papel central de éstos en la organización política regional. Es también probable que juegos de pelota similares se encuentren distribuidos en sitios de diferente jerarquía, lo cual indicaría una menor o total ausencia de estratificación de los juegos de pelota en la región.
Podemos también esperar una total ausencia de concordancia entre distribución de juegos de pelota y la jerarquía de asentamientos regional en donde algunos o todos los juegos de pelota se encuentran alejados de centros políticos importantes, indicando su importancia periférica. Es también posible encontrar un patrón regular en la distribución de juegos de pelota a nivel regional como producto de la operación de factores económicos, políticos o ideológicos.
A partir de la información recopilada en los últimos años por varios proyectos llevados a cabo en la región de Palenque, discutiremos a continuación algunos aspectos formales, localización, influencia, y distribución de los juegos de pelota, así como su relación con las características de la organización política de Palenque hacia finales del período Clásico Tardío (720-840 dC).
La organización territorial del señorío de Palenque: la distribución de canchas de Juegos de pelotaUno de los aspectos importantes en relación con la organización política maya prehispánica tiene que ver con la discusión de aquellos factores que determinan la concentración de poder, autoridad y actividades especiales en sólo ciertos lugares o individuos y la discusión de las estrategias disponibles para la implementación de agendas políticas particulares.
Existen dos enfoques para el estudio de la centralización de poder político en el área maya: uno enfocado al análisis de los lugares en donde se concentra dicho poder; y otro en relación con los individuos sujetos a dicho control político. Por lo general, la arqueología maya ha prestado mayor atención al primer enfoque. La tendencia actual en los estudios mayas parece favorecer alguna variante del modelo “real-ritual” al caracterizar la forma de organización política de los centros mayas prehispánicos de las Tierras Bajas (McAnany 1995, Fox 1991, De Montmollin 1989, Chase y Chase 1996). Dentro de esta forma de ver a la organización política maya prehispánica, la posición central de un centro importante en cada región no estaría determinada por su ubicación privilegiada en cuanto a la producción y distribución de bienes de consumo o suntuarios, ni su ubicación en la cúspide de una clara jerarquía administrativa, sino que ésta sería resultado de la fuerza gravitatoria ejercida por estos centros sobre una población más dispersa, a manera de nodos de actividad política, ideológica y ritual dentro de una región particular.
En nuestro caso particular, pensamos que las “cortes” (y su contraparte material: el complejo palaciego) jugaron un papel central en la articulación del complejo mosaico de redes de influencia, prestigio y alianzas que debieron conformar el “paisaje” político en las Tierras Bajas Noroccidentales (Inomata y Houston 2001). Creemos adecuado seguir la definición de David Webster (2001: 146) en este sentido aseverando que los complejos palaciegos en Palenque y en sitios importantes de la región podrían ser concebidos como “conjuntos habitacionales dominantes a nivel político, social, económico e ideológico dentro de un ámbito mayor de asentamientos con el cual se encuentran social y administrativamente bien integrados” (traducción del autor).
En nuestra tipología, los sitios rango II (Santa Isabel, Xupá, El Lacandón, La Cascada, San Juan Chancalaíto, Reforma de Ocampo, La Providencia, Lindavista, El Retiro, y por supuesto, Chinikihá) presentan elementos arquitectónicos que permiten suponer (futuras investigaciones en el área deberán abordar este problema) la existencia de complejos palaciegos equivalentes en términos funcionales al complejo palaciego de Palenque.
La forma y extensión de los diferentes complejos palaciegos del área maya y dentro del área de estudio en específico difieren considerablemente entre sí, sin embargo, constituyen una parte integral en el diseño y, sin lugar a dudas, parte fundamental en la organización interna de los sitios. Existen, como cabría de esperarse, diferencias significativas en el diseño y distribución de los componentes arquitectónicos dentro de cada uno de ellos.
El complejo Palaciego de Palenque integra la parte central del sitio con el “Palacio” como centro (figura 2). Lo componen varios templos, un juego de pelota, edificios y plazas con funciones cívico-ceremoniales. El espacio construido dentro de este complejo divide en tres amplios sectores (Plaza Oeste, Plaza Norte y Juego de Pelota) un área de 8.5 ha que constituye el espacio abierto más amplio de la ciudad. No existen grandes barreras arquitectónicas dentro de este espacio, pero la construcción en diferentes planos de las plazas y la existencia de grandes escalinatas inducen la circulación hacia el sur al conjunto de pirámides-templo compuesto por el Templo de las Inscripciones, Templo XII, Templo y Templo de la Calavera, todos ellos monumentos funerarios de la dinastía gobernante; y al norte hacia la Plaza del Grupo Norte y la fachada norte del Palacio.
Es también altamente significativo que el esquema arquitectónico general de este complejo corresponda de forma muy clara a lo que varios autores (Ashmore 1981) han señalado como un patrón repetitivo de asociaciones arquitectónicas con un alto contenido simbólico en el cual el norte se asocia con una esfera celestial y sobrenatural y el sur con la región de los muertos. Al centro, mediando entre el norte y el sur, el plano terrestre ejemplificado por el juego de pelota y el palacio. Este orden arquitectónico “materializa” una visión del mundo en la cual el gobernante se encuentra ubicado al centro de su comunidad y del cosmos. Un orden que, sin duda, refuerza la posición central del gobernante en una estricta jerarquía de relaciones sociales basadas en obligaciones mutuas.
La existencia de complejos palaciegos en el área maya ha sido propuesta para una gran número de centros cívico-ceremoniales (Webster 2001, Martin 2001). Estos complejos parecen constituir una parte integral en el diseño y, sin lugar a dudas, parte fundamental en la organización interna de los mismos. Existen, como cabría de esperarse, diferencias significativas en el diseño y distribución de los componentes arquitectónicos dentro de cada uno de ellos. En el caso de Palenque, el núcleo de edificios que lo compone está orientado a grandes plazas con una evidente orientación pública. Al contrario de lo que ocurre en otros centros, este complejo no presenta elementos arquitectónicos que lo segreguen del resto de la ciudad. La propuesta de que el complejo palaciego de Palenque funcionara como punto de reunión de un número grande de individuos se refuerza por el hecho de la existencia de un eje de circulación en dirección este-oeste que lo integra con el resto de la ciudad. El conjunto palaciego, visto de esta manera, es el nodo que integra a los 56 conjuntos habitacionales que componen el paisaje urbano de Palenque.
Otro de los aspectos interesantes de la configuración de este complejo en Palenque es la aparente separación de su área habitacional. El grupo Otolúm y sus espacios ceremoniales: el Grupo de la Cruz y la Acrópolis Sur, muy probablemente fue el conjunto habitacional del linaje gobernante de Palenque. El volumen constructivo, las dimensiones de los espacios abiertos, la calidad de sus monumentos, así como la importancia de los textos e imágenes representados en sus edificios son de una escala mayor a la encontrada en cualquier otro grupo de la ciudad. Los textos e imágenes presentes contienen información sobre acontecimientos trascendentales en la vida de los gobernantes, y sobre todo son los vehículos a través de los cuales se despliegan los atributos innegables de su condición de líderes. Al contrario de lo que sucede en otros centros del área maya, el conjunto residencial de la familia gobernante no forma parte del complejo palaciego de la ciudad, aunque indudablemente fuera una extensión natural de dicho complejo, su localización segregada indica una variante local de un patrón pan-maya.
Mi impresión, al igual que lo señalado para el caso de Copán (Webster 2001: 158), es que la desproporcionada concentración de población en Palenque y las características de su complejo palaciego indican la importancia central que la institución real tuvo en la configuración y desarrollo de la organización político territorial palencana. El complejo palaciego (o mejor dicho, “el lugar de residencia del gobernante”) funcionó como una poderosa fuente de atracción, ejerciendo una influencia decisiva en la ubicación de los segmentos de élite de la región en un área comparativamente pequeña, como es el núcleo urbano de Palenque (200 hectáreas).
Este fenómeno de “atracción” en torno a núcleos con presencia cívico-ceremonial es un fenómeno que se repite a diferentes escalas en el patrón de asentamientos regional, indicando un arreglo más heterárquico que jerárquico de la estructura política de Palenque.
De entrada, la distribución de los 640 asentamientos registrados en la región parece responder a un patrón aleatorio, pero cuando tomamos en consideración aquellos sitios que presentan componentes cívico-ceremoniales con juego de pelota, obtenemos un escenario diferente. Nueve sitios con estas características se encuentran distribuidos en un patrón regular, ubicados 8km en promedio uno de otro. En nuestra región, el juego de pelota parece haber tenido una importancia crucial por su asociación con otras prácticas sociales y políticas vitales para la integración y reproducción del sistema de asentamientos general (Liendo y López 2006). Su distribución regular sugiere la existencia de una lógica que dictara su ubicación en ciertos lugares y no en otros. En cada uno de los lugares donde un Juego de Pelota está presente, éste invariablemente está asociado a componentes cívico ceremoniales que, a diferente escala, reproducen el formato de un complejo palaciego. El mismo fenómeno de concentración de población alrededor del complejo palaciego en Palenque puede ser observado dentro del microcosmos político que forman estos “complejos palaciego rurales” y las comunidades en sus respectivas áreas de influencia.
Existen razones económicas que conducen a la formación de un patrón como el que acabamos de describir: coordinación de actividades productivas, agrícolas o de intercambio, o bien por la participación en actividades rituales o ceremonias públicas aunque también puede obedecer a factores políticos o sociales como el mantenimiento de redes de parentesco, el intercambio de individuos o de información, etcétera. Este patrón de relaciones cotidianas y frecuentes promueve el establecimiento de unidades residenciales contiguas que tienden a la formación de conjuntos discretos reconocibles arqueológicamente a nivel regional.
De manera general e hipotética podríamos definir a las comunidades que conforman el registro arqueológico de Palenque como los lugares en donde este amplio espectro de relaciones sociales se concentra través de la interacción cotidiana entre sus individuos.
Tres aspectos de esta interacción son fundamentales en estudios posteriores en nuestra área de estudio: la intensidad de dicha interacción (es decir, la diferencia en la nucleación de población observable alrededor del conjunto palaciego de Palenque y la observable alrededor de los conjuntos palaciego rurales); o el tipo de interacción (político, económico o social); o bien, la distribución de dicha interacción.
La distribución de juegos de pelota en la región de palenqueComo mencionábamos a comienzos del texto, en la región de Palenque los juegos de pelota son un elemento arquitectónico distintivo en sitios con arquitectura más elaborada y, por lo tanto, con implicaciones sociopolíticas de gran importancia. Un elemento significativo de la presencia inequívoca de canchas de juego de pelota en sitios con elementos “cívico-ceremoniales”, es decir, están siempre presentes en los sitios con mayor elaboración y volumen constructivo. En su forma arquitectónica más simple y observable, los juegos de pelota en las Tierras Bajas Noroccidentales consisten de dos montículos paralelos de planta rectangular cuyas dimensiones generalmente van de los 15 a los 30m de largo, con alturas entre los 2 y 5m, delimitando el espacio de la cancha propiamente. La forma de las canchas varía desde aquellos casos en que una o dos plataformas situadas de forma transversal la delimitan en alguno o ambos de sus extremos, o con una banqueta delineando sus límites, hasta aquellos que presentan la característica forma de “I”.
Las canchas casi siempre se orientan longitudinalmente de sur a norte, con la única excepción de San Juan Chancalaíto, presentando desviaciones que oscilan entre los 9 y 12 grados al este del norte en los casos de Palenque, Chinikihá, La Cascada y La Providencia; y de 24 grados aproximadamente en Santa Isabel y Lindavista, u orientados en apariencia perfectamente al norte, como en El Lacandón (Liendo y López Bravo 2006).1
Existen canchas que superan las dimensiones de la de Palenque como en Lindavista, El Lacandón y Chinikihá, los centros con mayor población fuera de Palenque en la región estudiada sin duda, cabeceras provinciales de sus respectivas áreas de influencia.
Las canchas cerradas por plataformas rectangulares que actúan como cabezales en alguno o ambos de sus extremos son las de El Lacandón, Santa Isabel, La Cascada, Cerro Limón, La Providencia y San Juan Chancalaíto; y con muros o “bordos” que delimitan todo el contorno de la misma son las de Lindavista y Chinikihá. Estos elementos en ocasiones se complementan con desniveles o terraplenes, debido a que la cancha se halla, al menos parcialmente, a un nivel más bajo que el del terreno exterior (Flores Esquivel 2011: 41-42).
Los nueve sitios con estas características se encuentran distribuidos en un patrón regular, ubicados cada 8km en promedio unos de otros. Este sólo hecho bastaría para inferir la importancia dentro de la organización política regional de los juegos de pelota, sin embargo, sería mucho más interesante asociar este patrón con otras prácticas sociales y políticas vitales para la integración y reproducción del sistema de asentamientos general. Su distribución regular sugiere la existencia de una lógica que dictara su ubicación en ciertos lugares. En cada uno de los lugares donde un juego de pelota está presente, éste invariablemente está asociado a componentes cívico ceremoniales que, a diferente escala, reproducen el formato de un complejo palaciego. Los 640 “sitios” registrados en nuestra investigación tienden a formar “conglomerados” de asentamientos (N=50) que tienden a concentrarse alrededor de estos 9 sitios cívico-ceremoniales con presencia de juego de pelota. Existe un patrón evidente de “atracción” en torno a núcleos con presencia cívico-ceremonial que se repite a diferentes escalas en el patrón de la región.
Motivos asociados al centro de las canchas en los documentos pictográficos.
Montículos | Vol total | Ancho de la cancha | Tipo | Orientación | |||
---|---|---|---|---|---|---|---|
Largo | Ancho | Altura | |||||
Palenque | 22 | 10.4 | ¿? | 2.7 | II | S-N | |
Santa Isabel | 18.5 | 7.5 | 2.5 | 34.8 | 6.9 | II | S-N |
Xupá | 12.5 | 9 | 2.5 | 2 | 4.0 | S-N | S-N |
El Lacandón | 17.7 | 9.8 | ¿? | ¿? | 3.4 | VII | S-N |
La Cascada | 15 | 7.8 | 2.0 | 234 | 6.0 | I | S-N |
San Juan Chancalaíto | 17 | 3.5 | 2 | 119 | 5.1 | IV | NW-SE |
Reforma de Ocampo | ¿¿ | ¿? | ¿? | ¿? | ¿¿?? | ¿? | N-S |
La Providencia | 23.5 | 8.0 | 2 | 376 | 6.5 | I | N-S |
Lindavista | 24 | 9.2 | 2.5 | 552 | 5.5 | IIII | NE-SW |
Chinikihá | 28.8 | 11.6 | 2.5 | 835 | 10.4 | II-II | NE-SW |
Yaxchilán I | 18 | 14 | 3.7 | II-I | NE-SW | ||
Yaxchilán II | 18 | 5 | II-I | NW-SE | |||
Piedras Negras I | 21.3 | 6.65 | ¿? | ||||
Piedras Negras II | 18.1 | 3.5 | II | ||||
Toniná I | 29.4 | 5.9 | ¿? | ||||
Toniná II | 20 | 7.6 | ¿? |
Ubicada en un punto focal del recinto cívico-ceremonial de Palenque, la cancha del Juego de Pelota ocupa el sector central de un eje Norte-Sur que empieza en el Palacio y termina en el Grupo Norte, mismo que puede interpretarse como un ejemplo de la planeación arquitectónica “estilo Petén” (Ashmore 1991, 1992).
El conjunto fue levantado en un nivel intermedio —probablemente artificial— de la amplia terraza natural que alberga al recinto cívico-ceremonial. Al norte y al este de la cancha se observa una serie de plataformas bajas, levantadas con la intención de separar al conjunto del Grupo Norte. Al sur, las amplias escalinatas que permiten comunicar la plaza lateral este del Palacio probablemente sirvieron como área para sentarse a observar los eventos.
Investigaciones previas en el complejo permitieron establecer que carece de cabezales propiamente dichos, lo que permite identificarlo como perteneciente al Tipo II de los establecidos por Taladoire. Los montículos poseen un parámento interno en talud, mientras que el exterior está formado por tres cuerpos escalonados de paramentos verticales que rematan en anchas molduras (Ruz 1952, 1955). De especial importancia es la ausencia de marcadores o anillos, observándose que la sección central del talud contiene grandes losas de caliza porosa y muy erosionada. Trabajos realizados posteriormente se dedicaron a la excavación de las plataformas que limitan por el norte, localizándose dos escalinatas que descienden desde el conjunto hacia el Grupo Norte, una plataforma de planta rectangular y los restos de un edificio con paredes de piedra cubiertas probablemente por un techo de material perecedero (López 1993).
Con respecto a su cronología, el análisis de los materiales recuperados por Ruz permitió establecer que el conjunto fue originalmente edificado durante el Clásico Temprano (Complejos Motiepa 350-500 y Cascadas 500-600 dC) (Rands 1987, 1989) y experimentó al menos dos modificaciones constructivas durante el Clásico Tardío (López 1993). Sin embargo, los materiales recuperados en 1992 se remontan hasta el Preclásico Tardío, identificable por la presencia de tiestos del tipo Sierra Rojo.
El Juego de Pelota de El LacandónEl sitio arqueológico El Lacandón se localiza a 23km en línea recta al este de Palenque está construido sobre una terraza natural con inclinación hacia el norte y el cauce del río Chacamax, a una distancia de 800 m. El asentamiento ocupa un área de 20 ha, con un patrón altamente disperso. El recinto cívico de la comunidad abarca 4 ha en dos terrazas naturales que, como en Palenque, constituyen el área plana más extensa del sitio. La cancha del juego de pelota ocupa la terraza inferior del sector central. Aunque sus dimensiones, características arquitectónicas (taludes y cuerpos escalonados) y orientación son similares a las de Palenque, se distingue de aquel por ser un conjunto cerrado con cabezales de tamaños diferentes, característico de los juegos de pelota pertenecientes al Tipo VII, así como por la presencia de marcadores. Los ejemplos más conocidos del Tipo VII pueden observarse fuera de la región de Palenque, en sitios como Toniná y Chinkultic (Taladoire y Colsenet 1991: 169).
El conjunto fue edificado probablemente a finales del Preclásico Tardío, a juzgar por la presencia de un plato y un cajete del tipo Altamira Acanalado (Grupo Sierra Rojo), que fueron localizados asociados al marcador central. Por su parte, las plataformas bajas que forman el cabezal norte fueron adicionadas a finales del Clásico Tardío. Fue posible notar en la superficie de la cancha la presencia de los marcadores central y sur, mientras que el marcador norte no fue localizado. Ambos son de piedra caliza, en forma de cono truncado, con una altura de 55 cm y un diámetro superior de 38 centímetros. Bajo el marcador central, a manera de ofrenda, se localizó una orejera de jadeíta. En ningún marcador se observaron restos de inscripciones. Por su parte, bajo el marcador sur se observaron los restos de un cráneo humano.
Comentarios finalesEn la región de Palenque, la distribución de canchas de juego de pelota concuerda con la distribución de los centros mayores dentro de una jerarquía de asentamientos bastante clara; es decir, los juegos de pelota aparecen únicamente en los sitios que se encuentran a la cabeza de la jerarquía regional de asentamientos en asociación con otros elementos arquitectónicos con relevancia política (palacio, plaza central, pirámide), lo cual, creemos, indica su importancia política. Esta situación concuerda con otros ejemplos reportados en el área maya como la cuenca del río Grijalva, y difiere del patrón de la región quiché en donde los juegos de pelota no sólo se encuentran en la capital Utatlán, sino también en colonias fronterizas (De Montmollin 1997: 31).
Por otro lado, la distribución de canchas de juego de pelota en la región estudiada es totalmente regular (aproximadamente cada 8km encontramos invariablemente un sitio mayor con presencia de arquitectura cívico-ceremonial y cancha de juego de pelota). Esta regularidad espacial puede ser interpretada en términos económicos, políticos o ideológicos.
Si pensamos en la importancia económica de este patrón, esta regularidad espacial podría reflejar factores de eficiencia locacional en relación con la circulación de bienes y servicios asociados a este conjunto de elementos arquitectónicos (plaza central, juego de pelota, palacio y pirámide) y por lo tanto, las canchas de juego de pelota podrían ser entendidas como instrumentos de control político que se encuentran regularmente espaciados para proporcionar bienes y servicios a una población distribuida de forma regular en el paisaje.
Por otro lado, y desde una perspectiva que enfatiza el conflicto, este patrón puede ser el resultado de la competencia entre grupos políticos que buscan controlar áreas de influencia independiente, evitando la superposición de zonas de control.
Sin embargo, en términos ideológicos, esta regularidad podría indicar la aplicación de conceptos acerca de un orden sagrado en la estructuración del paisaje.
Pensamos que en sociedades antiguas que carecen de instituciones políticas desarrolladas, como es el caso maya prehispánico, la “política” se apoyaba en los espectáculos, en los cuales el soberano y otros elementos del Estado se hacen visibles, estando constantemente en exhibición (Inomata y Houston 2001: 354).
Los juegos de pelota formaron parte de un conjunto de eventos cíclicos (todos ellos representaciones simbólicas acerca del orden social local el cual se repite cada año en ciertos momentos y en ciertos lugares). Pensamos que los juegos de pelota, al igual que otros eventos ceremoniales, fueron capaces de congregar un gran número de individuos bajo una experiencia colectiva con consecuencias políticas (Anderson 1991, Bailey 1996: 13). Estas consecuencias pueden ser el resultado de la representación misma, o bien, resultado de la extensión de las mismas a otras áreas estratégicas de toma de decisiones que afecten a la comunidad. Por lo mismo, y yendo un poco más allá, es posible que el “poder” en ciertas sociedades antiguas fuese entendido sólo a través de lo que pudiera ser experimentado de manera directa. En este último sentido, y en el contexto particular de nuestra área de estudio, los juegos de pelota fueron arenas en las que diversos grupos sociales aparecen reunidos en una manera altamente estructurada, funcionando como una fuente y símbolo del poder cívico con una larga tradición, y finalmente como representantes estéticos y, por lo tanto, metáforas de la cosmología urbana (Brady y Ashmore 1999, Schele y Freidel 1990).