La cuenca de México ha tenido un lugar destacado en el estudio de la complejidad social. En ella se encuentran tres de las ciudades más importantes de la historia precolombina —Teotihuacan, Cuicuilco y Tenochtitlan—. lunto con el adyacente valle de Teotihuacan, integra una región del Altiplano central donde se han intentado evaluar algunos de los procesos más relevantes del desarrollo mesoamericano, como el urbanismo, origen del estado y el desarrollo aldeano (v.g. Wolf 1976; Sanders et al., 1979). Desgraciadamente, las sociedades precerámicas que les antecedieron han sido prácticamente ignoradas de las investigaciones sistemáticas, no obstante su importancia para conocer su papel en el desarrollo de la agricultura y los primeros asentamientos permanentes (Acosta 2012).
Es cierto que la cuenca de México cuenta con un número importante de hallazgos de restos precerámicos, pero un gran porcentaje de ellos corresponden al periodo del poblamiento inicial, entre el 10000 y el 8000 a.n.e. (antes de nuestra era) y, a excepción del “hombre de Tepexpan” y los trabajos en Tlapacoya, han sido resultado de hallazgos fortuitos (Acosta 2007). En contraste, los restos precerámicos posteriores al 6000 a.n.e. son muy escasos, aunque mejor conocidos, principalmente por el estudio de Christine Niederberger en la milpa de Zohapilco (Niederberger 1976, emsp 1979, emsp 1987).
Con el fin de reactivar los estudios precerámicos, particularmente el periodo asociado a agricultura temprana, fue que integramos el proyecto denominado “El desarrollo de las sociedades agrarias en la cuenca de México” (PAPIITIG400513-3), el cual tiene como objetivo evaluar el papel que desempeñaron las comunidades de las fases Playa (6000-4500 a.n.e.) y Zohapilco (3500-2200 a.n.e.) en la adopción del patrón de residencia sedentario y el sistema de subsistencia basado en la agricultura que caracteriza las sociedades del “Formativo”. Para ello, se ha planteado una serie de investigaciones en campo y laboratorio con el propósito de evaluar el cambio de un patrón de subsistencia basado en la recolección de recursos silvestres lacustres hacia uno basado en el cultivo de especies domesticadas o en proceso de domesticación, pues éste se ha considerado uno de los cambios fundamentales para el establecimiento de las primeras sociedades “complejas” en Mesoamérica. Aquí se muestran algunos avances preliminares del sitio El Japón, una aldea de finales del periodo Playa (ca. 4200-4000 e.n.e.) en el lago Xochimilco.
Antecedentes de la investigaciónLa cuenca de México ha desempeñado un papel importante en la historia de las investigaciones sobre el periodo precerámico en nuestro país (figura 1). A partir del hallazgo del llamado “hombre de Tepexpan” en 1947 (Terra, 1957), se otorgó un mayor impulso institucional a este tipo de estudios, principalmente tras la creación del ahora extinto Departamento de Prehistoria (García-Barcena 2001). La mayor parte de estas investigaciones se han centrado en el periodo de poblamiento temprano (ca. 12500-9000 a.n.e.),1 con hallazgos de fauna pleistocé-nica y artefactos culturales asociados en Santa Isabel Iztapan I y II (Aveleyra y Maldonado-Koerdell 1953; emsp Aveleyra 1955, 1956), Atepehuacan (Aveleyra, 1967) Chimalhuacán (García 1966, emsp 1973) y posiblemente Tocuila (Arroyo et al. 2001). También son recurrentes los hallazgos de restos humanos fechados entre el Pleistoceno final y el Holoceno temprano, como Peñón, Aztahuacán o Tlapacoya (González et al., 2003), los cuales, a excepción del último, han sido resultado de hallazgos fortuitos.
Cuenca de México. Modelo digital de elevación con la reconstrucción del contorno del lago y ubicación de los principales sitios precerámicos (Modelo realizado con base en el Continuo de Elevaciones Mexicano del INEGI: http://www.inegi.org.mx/geo/contenidos/datosrelieve/continental/descarga.aspx).
En contraste, el periodo Precerámico tardío (ca. 7000-2000 a.n.e.), generalmente asociado a agricultura temprana, ha sido escasamente abordado y, a excepción del trabajo de Niederberger (1976, 1979) en una de las localidades de Tlapacoya, sin proyectos sistemáticos de investigación. De esta manera, los datos sobre agricultura temprana suelen obtenerse de manera indirecta al estudiar la secuencia polínica y sedimentaria de la cuenca lacustre. Sobre este último, los datos de las columnas indican que entre 4000 y 2500 a.n.e. ocurre un periodo de sequía y disminución de los niveles del lago de México, posiblemente vinculado con el periodo conocido como Altitermal; le siguen incrementos en el nivel del lago hacia el 1000 a.n.e. y una abrupta desecación hacia el 850 d.n.e. (hacia fines del Clásico) (Metcalfe et al., 2002: 706).
Aún no sabemos cómo estos cambios continuos del entorno lacustre pudieron afectar a los antiguos cazadores-recolectores, pero es obvio que debieron alterar la predictibilidad de los recursos estacionales vinculados al medio lacustre, particularmente las aves migratorias y, en menor medida, los recursos florísticos y la pesca. En todo caso, a diferencia de otras regiones de México, donde se aprecia que la agricultura cobra una importancia preponderante en la subsistencia de los grupos humanos al menos desde el 4000 a.n.e, con la domesticación y cultivo de cereales como el maíz en regiones semiáridas como Tehuacán y Oaxaca o incluso en áreas tropicales como la costa del golfo de México y El Soconusco, la aparición de especies domesticadas en el registro palinológico de la cuenca de México no se observa sino hasta el 3500 a.n.e., aunque a partir del 2000 a.n.e. se nota un significativo impacto humano en el área, posiblemente vinculado a sistemas agrícolas incipientes (Lozano et al., 1993).
Entre los hallazgos asociados a este periodo Agrícola temprano están los materiales de San Vicente Chicoloapan, al oriente de la cuenca. Este sitio era conocido por sus minas de arena donde se localizaban frecuentemente fósiles del Pleistoceno, y en 1955, al excavar un pozo en las cercanías del poblado, se encontraron restos humanos fuertemente mineralizados, que se enviaron al Museo Nacional. Posteriormente Luis Aveleyra (1967) llevó a cabo excavaciones en el lugar del hallazgo y localizó, a casi tres metros de profundidad, un suelo fósil identificado como equivalente de la formación Totolcingo de época pos-glacial. Asociado a este piso se hallaron restos de hogares, piedras calcinadas, además de diversos artefactos líticos como lascas utilizadas, un fragmento de punta de proyectil y una hoja de obsidiana con los bordes retocados. También se localizaron grandes piedras planas con rasgos de haber sido empleadas como “primitivos metates” (sic) y bolas de piedra empleadas como manos para moler. Se obtuvieron dos fechas por hidratación de obsidiana, de 7 000 y 5 600 años de antigüedad (Romano, 1955: 252).
La vinculación de estos materiales con grupos de una economía mixta de caza-recolección y, posiblemente, agricultura incipiente no sólo está dada por los materiales líticos, pues la columna polínica de la excavación analizada por Mónica Bopp (1961) indica un incremento gradual de gramíneas cultivadas por lo que: es posible que los restos de Chicoloapan y sus materiales asociados representen la primera evidencia segura que se posee, en la cuenca de México, de la fase cultural de transición entre los cazadores del Pleistoceno final y las más antiguas manifestaciones de los pueblos aldeanos, cerámico-agrícolas (Aveleyra, 1967: 35).
Para corroborar el periodo asignado a los materiales de Chicoloapan, recientemente se han fechado los restos óseos de manera directa por acelerador de espectrometría de masas (AMS) y como resultado se obtuvo la datación de 4410±50 AP (no calibrados), lo cual confirma estos materiales como pertenecientes al periodo de agricultura temprana (González et al., 2003: 385).
Pero, sin duda, los estudios más importantes sobre las sociedades preagrarias de la cuenca de México fueron efectuados por Niederberger. Sus estudios han sido fundamentales para voltear la mirada a las sociedades pre y protocerámicas de la cuenca y otorgarles un papel destacado en los antecedentes del sedentarismo y el establecimiento de un patrón de subsistencia basado en la agricultura. Vale recordar que el modelo que prevaleció previo a estos trabajos en la explicación del establecimiento de las primeras aldeas agrícolas de la cuenca fue expuesto por William Sanders y su colegas, quienes llevaron a cabo un ambicioso estudio a largo plazo en la cuenca de México entre 1960 y 1975 y cuyo objetivo era comprender el papel que ésta jugó en la evolución cultural de Mesoamérica (Sanders et al., 1979: 3). Dentro de este proyecto, el encargado de estudiar la región de Chalco-Xochimilco fue Jeffrey Parsons (Parsons et al., 1982).
Estos autores, aunque reconocen una etapa lítica en la cuenca de México, la ignoran para sus estimaciones poblacionales y los mapas definitivos, iniciando sus descripciones y generalizaciones con el periodo que denominan “Horizonte Temprano”, 1500-1150 a.n.e. Consideran que para este momento los asentamientos son pequeños, escasos y carentes de arquitectura pública (caracterizados como aldeas y villas menores en su terminología). Los sitios suelen estar confinados a la planicie lacustre y a las partes bajas del pie de monte, debajo de los 2 300 msnm, a excepción del atípico sitio de Coapexco (Ch-EF-1 y Ch-MF-1), ubicado a unos 2 600 msnm en el paso hacia Morelos (Parsons et al., 1982: 93-97). Lo anterior, aunado a que la mayor parte de la ocupación del “Horizonte Temprano” se localiza al sureste de la cuenca de México, hace pensar a Parsons y sus colegas en un emigration-from-Morelos model el cual proponía: Our present impression, based largely on (still inadequate evidence) [...] is that pre-Early Horizon population in the Valley of México was small, and the process of population growth involved some significant degree of immigration from lower, more agriculturally-favorable áreas in Morelos into a sparsely occupied región only marginally suitable for agricultural exploitation because of the frost problem (Parsons et al., 1982: 366-367).
Niederberger critica este argumento mencionando la debilidad teórica de un modelo difusionista simple que explica el desarrollo de las culturas cerámicas en base a la súbita intervención de factores externos, mecanismos que han sido “explicaciones” recurrentes en la historia de la cuenca de México (Niederberger 1979:131).
Con base en sus propios estudios en la milpa de Zohapilco (Niederberger 1976), la autora plantea un panorama más complejo, donde culturas autóctonas preagrícolas pudieron desarrollar un modo de vida sedentario desde al menos el 6000 a.n.e. (fase Playa: 6000-4500 a.n.e.), probablemente ligado a un periodo de óptimo climático y asociado a un entorno lacustre altamente productivo donde se podían obtener recursos durante prácticamente todo el ciclo anual. Esta propuesta parece coincidir con los datos de Lauro González (1986), quien observa en Tlapacoya un cambio hacia condiciones más húmedas entre 5500 y 2800 a.n.e.; y los de Bradbury (1989), quien sugiere un cambio hacia condiciones más húmedas del Holoceno temprano al medio, a partir del 5000 a.n.e. (figura 2).
Posteriormente, durante la fase Zohapilco (3000-2200 a.n.e.), tras un periodo de abandono del sitio, aumento en el vulcanismo y transgresión lacustre, Nieder-berger (1979: 138) observa un empobrecimiento biótico asociado a un cambio en los hábitos alimenticios y la subsistencia. En este periodo hay un aumento en el número de manos y metates asociado a la aparición de polen de maíz domesticado (Zea), así como chayóte (Sechium) y macrorrestos de calabaza (Cucúrbita), chile (Capsicum), chía (Salvia), tomate verde (Physalis); asimismo se detecta una figurilla cerámica (el único artefacto de este material) asociada a la fecha 2920 a.n.e. (figura 3).
San Gregorio Atlapulco, un sitio del periodo de agricultura tempranaOtro sitio del periodo Precerámico tardío es San Gregorio Atlapulco, en Xochimilco. Este sitio arqueológico fue reportado en el estudio regional de Parsons y colegas (Parsons el al. 1982, 1985), quienes realizaron el primer plano del sitio y sondeos en uno de los montículos de la plataforma. Posteriormente Martha Lechuga llevó a cabo una topografía más detallada y recolección de cerámica de superficie (1977). En 1988, Carlos González inicia un proyecto en el sitio con el fin de profundizar en el análisis de los procesos de trabajo relacionados con el cultivo de chinampas, así como en el modo de vida de los agricultores que los desarrollaban. Para lograrlo se propuso el rescate y estudio de los elementos materiales que constituyen sus indicadores potenciales (González, 1996:83).
Este último se centró en la zona occidental del sitio donde se excavaron diversas estructuras que corresponden a ocupaciones del Posclásico tardío e inicios de la Colonia; no obstante, también realizó un mapa detallado del sitio el cual cubrió 64 hectáreas y localizó 32 montículos y unas 30 parcelas de chinampas.
En 1990 el ejido de San Gregorio fue objeto de salvamento arqueológico a cargo de Raúl Ávila López (1995), efectuado a causa de las obras de construcción de un distrito de riego, y tras la destrucción de casi 90% de los montículos arqueo-lógicos. En este estudio se excavaron los restos de la plataforma principal del sitio que integra los grupos designados como Xo-Az-47, Xo-Az-46 y Xo-Az-44 por Parsons etal. (1982:228).
Ávila pudo identificar seis capas, de las cuales las últimas dos representaban la ocupación precerámica, y menciona que entre los restos de este periodo se localizaron fragmentos pequeños y grandes de huesos de animales, caparazones de tortuga y semillas junto con piedras de molienda de basalto asociados a restos de hogares, y abundantes artefactos de obsidiana gris. De acuerdo con este autor, la “cronología relativa, en base al instrumental lítico, se sitúa aproximadamente entre el 2500 aC y 2000 aC” (Ávila 1995: 270). Desgraciadamente, los resultados presentados en el informe final del sitio no incluyen dataciones de radiocarbono o estudios botánicos detallados, por lo que, como parte del proyecto “El desarrollo de las sociedades agrarias en la cuenca de México”, consideramos necesario investigar más a detalle este importante sitio.
Trabajos arqueológicos en San Gregorio AtlapulcoEntre junio y agosto de 2013 se llevó a cabo la topografía y estudio fotogramétrico del sitio El Japón, en San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, así como excavaciones sistemáticas en dos unidades asociadas a la ocupación precerámica del sitio (figuras 4 y 5).
El registro de los rasgos en superficie de San Gregorio se centró en los remanentes de una plataforma del periodo Azteca (González, 1996) actualmente destruida casi en su totalidad. Para evaluar las modificaciones de esta plataforma y sus chinampas arqueológicas desde su condición original hasta la situación actual, llevamos a cabo el registro a través de fotografía aérea a baja altitud mediante un dron con equipo automatizado de fotografía digital, y se procesaron estereopares para el estudio fotogramétrico, resultando en ortofotos digitales rectificadas y georreferenciadas así como un modelo digital de elevación del terreno (figura 6). Este estudio permitió observar que, a pesar de que la plataforma habitacional ha sido destruida casi en su totalidad, aún se preservan restos de las chinampas arqueológicas.
Entre julio y septiembre de 2013 se excavaron dos unidades extensivas. La Unidad A (49 m2), localizada en la zona más elevada de la plataforma (figura 7) había sido excavada parcialmente en 1994 (cuando se advirtió la presencia de una probable ocupación precerámica en el sitio) (Ávila 1995). La Unidad B se ubicó al extremo oriental de la plataforma, en un área donde la nivelación de la plataforma había dejado al descubierto un conjunto de hogares en los que se localizaban restos de manos y morteros del periodo Zohapilco; en esta área de 280 m2 se excavó únicamente la capa superficial y se hicieron dos pozos que profundizaron sobre los dos hogares principales, lo que ha permitido establecer la secuencia de formación de sitio.
La secuencia estratigráfica de la Unidad A indica que la ocupación precerámica inicia sobre la base de un andosol (capa IV) con alto contenido de ceniza volcánica y cuya topoforma corresponde a un tlatel (islote arenoso) que fue aprovechado en el periodo Precerámico de manera muy intensa, formando una concentración de restos de carbón y alimentos (Antroposol, capa III). Al final de este periodo se observa actividad volcánica (fragmentos de pómez) vinculada al abandono del sitio (límite capa II-capa III). La capa superior (I) corresponde a la ocupación Posclásica del sitio y está formada por un tecnosol resultado de la ampliación del tlatel mediante relleno de material lacustre (figura 8).
Subsistencia y tecnología del periodo Agrícola tempranoLos restos arqueozoológicos recuperados por nuestro proyecto de investigación indican una marcada dependencia del entorno lacustre, con gran cantidad de restos de peces, tortuga (Kinosternon sp.), aves, además de mamíferos terrestres, como venado {Odocoileus sp.) y mapache (Procyon lotor). La lítica tallada está manufacturada mayoritariamente sobre calcedonia y obsidiana gris-negra (procedente de Otumba). Los artefactos, como se había mencionado previamente, presentan gran similitud con la tecnología zohapilqueña de lítica tallada (Niederberger 1979:137) manufacturada sobre pequeñas lascas con retoque marginal. No obstante, desde campo pudimos advertir que las piedras de molienda eran de mayor tamaño y morfológicamente distintas a las reportadas por Niederberger para este periodo. Esta lítica pulida está manufacturada sobre basalto gris característico del área serrana de Xochimilco (sierra de Chichinautzin), las piedras de molienda son morteros de base plana, manos y metates poco formalizados (figura 9). La elevada cantidad de piedras de molienda sugiere la importancia en el procesamiento de plantas. En este momento se está llevando a cabo el procesamiento de los micro-rrestos (polen, fitolitos y granos de almidón) para establecer si las plantas utilizadas son silvestres o domesticadas. El estudio preliminar indica la presencia de frijol (Phaseolus sp.), chile (Capsicum sp.) y papada (Canna indica).
Dat aciones por radiocarbonoHasta el momento se han obtenido dos dataciones, efectuadas mediante el AMS sobre carbón vegetal, ambos del nivel 2 de la capa III (Unidad A), la de mayor abundancia en restos líticos y faunísticos. Estas dataciones son 5210±40 AP (Beta-357826) y 5360±40 AP (Beta-357825), que corresponden a fechas calibradas entre 4225 a 3975 a.n.e., y 4327 a 4054 a.n.e. respectivamente, y se asocian a un periodo intermedio entre las fases Playa II (5500-4500 a.n.e.) y Zohapilco (3500-2200 a.n.e.) tal como fueron definidas por Niederberger. No obstante, aún falta por datar los materiales sobre la capa IV y asignar una temporalidad a la ocupación inicial con base en fechamientos de radiocarbono.
Conclusiones preliminaresLas excavaciones realizadas en el sitio de San Gregorio Atlapulco, en Xochimilco, atestiguan la importancia que las comunidades del quinto milenio antes de nuestra era tuvieron en la colonización del espacio lacustre en el sur de la cuenca de México. La marcada dependencia de los recursos lacustres, en particular de la explotación de la fauna, queda atestiguada por la abundancia de restos de peces, tortugas y aves. La abundancia de piedras de molienda parece indicar una creciente importancia en el procesamiento de plantas, no obstante, los estudios preliminares sugieren una combinación en el aprovechamiento de plantas silvestres y cultivadas.
Niederberger había sugerido, para la cuenca de México, un modelo del desarrollo de la agricultura alternativo al propuesto para Tehuacán, Puebla,2 pues sugiere que las sociedades del sexto milenio aC muestran una ocupación territorial y sedentaria asociada al entorno lacustre, con evidencia de una incipiente experimentación agrícola con plantas como Zea (tesosinte), Amaranthus y Physalis (tomate) para la subfase Playa 1 (6000-5500 a.n.e.) y que parece intensificarse durante Playa 2 (5500-4500 a.n.e.), pero donde la subsistencia basada en la recolección de productos silvestres lacustres parece ser predominante. Es hasta la fase Zohapilco (3500-2200 a.n.e.), sin embargo, donde se observa un incremento notable en la aparición de plantas domesticadas y los artefactos líticos asociados a su procesamiento (metates y manos) (Niederberger 1979: 139-141).
Los datos preliminares de San Gregorio, no obstante, sugieren un panorama más antiguo para el modelo planteado por Niederberger, pues anteceden en al menos cinco siglos las fechas iniciales de la llamada “fase Zohapilco”, y si bien los restos de fauna indican todavía una importancia marcada en la explotación de los recursos lacustres, la amplia aparición de piedras de molienda sugiere una creciente importancia en el procesamiento de plantas. La abundancia de piedras de molienda en San Gregorio, aunada a la aparición temprana de la “tecnología zohapilquense” (artefactos sobre lascas pequeñas de obsidiana con retoque marginal) puede sugerir dos escenarios:
- •
Que San Gregorio representa un periodo transicional entre las fasesPlaya II y Zohapilco, o bien,
- •
Que la fase Zohapilco inicia al menos cinco siglos antes de lo que Nie-derberger había sugerido hace tres décadas.
Reconocemos que aún es prematuro poder resolver la cuestión antes planteada. Esperamos, no obstante, que esta y otras incógnitas sobre el desarrollo de las sociedades aldeanas en la cuenca de México puedan ser despejadas en las próximas temporadas de campo.
El "modelo de Tehuacán", aplicable a las regiones semiáridas de Puebla, Tamaulipas y Oaxaca, alude a marcados periodos de productividad asociados la estación de lluvias e implicaría la agregación de grandes comunidades (macrobandas) durante este periodo, dedicadas a la explotación extensiva de cereales y otras plantas durante la estación de mayor fertilidad. En cambio, durante el periodo de estiaje estos grupos se dispersarían en grupos menores (microbandas) encargados de cazar y recolectar en nichos ecológicos dispersos. Aunque estos grupos muestran algunas prácticas agrícolas tempranas desarrolladas desde al menos el sexto milenio a.n.e. con plantas como maíz, chile, aguacate y calabaza, no se observa en ellos un modo de vida sedentario sino hasta tres milenios después (Niederberger 1979).