Publica el Dr. González Fajardo, en el quinto volumen del número 67 de Angiología, una reflexión sobre la necesidad de hacer atractiva nuestra especialidad a los médicos que deciden su futuro en el sistema MIR. Este editorial, acertado en la identificación del problema, elucubra sobre sus causas con una serie de afirmaciones difícilmente aceptables para muchos miembros de la Sociedad Española de Angiología y Cirugía Vascular (SEACV), que han manifestado su indignación en diversos foros. Compartimos el diagnóstico, pero no la etiología: pareciese que la Angiología y Cirugía Vascular es cada vez menos atractiva (tomando como referencia los números MIR), por culpa de los que la eligen, y pensamos que no es cierto. Buscar los tres pies al gato es un ejercicio intelectual divertido, pero puede resultar ofensivo e injusto si de los tres pies que se encuentran dos resultan ser factores de riesgo no modificables como el sexo y la edad.
No es aceptable jugar con la idea de que la creciente desafección por las especialidades quirúrgicas se debe a un problema de género, menos aún si se argumenta que nuestras compañeras tienen un «sentido más práctico de la vida» y «otro orden de prioridades que da preferencia a la familia». En primer lugar, que la practicidad se presuponga diferente en función de los cromosomas resulta discriminatorio. En segundo lugar, las prioridades en la vida entran dentro de la libertad del individuo, un bien moral de entidad superior a la excelencia profesional que cada cual aspire a alcanzar o a lo atractiva que queramos hacer nuestra especialidad. No se trata por tanto de una cuestión de género, y sugerirlo es de una incorrección política superlativa, contraria también a un escenario nacional y mundial en el que cada vez hay más mujeres líderes de opinión y ocupando puestos de responsabilidad1. Al igual que sus congéneres varones, compatibilizando la excelencia con la vida familiar, de forma admirable en muchos casos.
La cruda verdad de los datos tampoco soporta una relación en nuestro medio entre género y desafección por las especialidades quirúrgicas. Según el censo de la SEACV actualizado a agosto de 2015, el 30,6% de los socios son de sexo femenino. Este porcentaje se incrementa al 41,9% entre los socios agregados (no numerarios), que mayoritariamente son MIR, y a un 57,7% (n=26) de los nuevos admitidos en 2015. Las referencias en que se sustenta el editorial que nos ocupa son todas anteriores a 20042–4, y alguna de ellas es un discurso que recoge una opinión individual3. Por el contrario, los análisis demográficos más exhaustivos de los residentes de Cirugía en Estados Unidos muestran una proporción de mujeres de entre un 16 y un 20%5–7, con tendencia estable entre 1999 y 20055. Es importante resaltar que el mundo anglosajón es difícilmente extrapolable al nuestro tanto en el sistema de elección como en el programa formativo y las perspectivas laborales posteriores.
Tampoco es aceptable el retrato que se hace de los nacidos a partir de 1975. Independientes, confiados, tendentes a no aceptar la jerarquía y deseosos de vivir una vida cómoda, en detrimento de lo profesional… por citar algunos calificativos. Esas cualidades no son exclusivas de ningún grupo de edad, y ejemplos de ello (en sentido positivo y negativo) adornan nuestra especialidad con treinta, cuarenta, cincuenta, sesenta y hasta más años. Conviene tener en cuenta, eso sí, qué le esperaba antes y qué le espera ahora a un médico al final de su camino formativo como Angiólogo y Cirujano Vascular. Quizá (solo quizá) no contribuya al atractivo encontrar que, tras muchos años de esfuerzo, entrega y sacrificio, uno se ve abocado a la precariedad laboral, a un mercado cada vez más competitivo y saturado, a unas posibilidades de desarrollo científico no siempre generosas en España y a un marco económico que nada tiene que ver con el que, a igualdad de título, permitió a nuestros mayores acceder a unas condiciones de vida bastante más holgadas que las actuales.
El éxito de las especialidades quirúrgicas entre los electores de plaza es dispar. Algunas como la Cirugía Plástica y Reparadora son cada vez más demandadas por los mejores números del MIR, muchos de ellos mujeres. Otras como la Cirugía Cardiovascular o la Cirugía Torácica, pese a ser de alta complejidad técnica, innovadoras y con un futuro aparentemente prometedor, descienden a los últimos puestos debido a la dificultad de encontrar trabajo una vez se es médico especialista8. Cabría otorgar por tanto al mercado laboral, un papel clave en todo este asunto, y a regular la oferta de plazas un rol fundamental para generar atractivo. Con el concurso de la Comisión Nacional de la Especialidad y de la SEACV, todos los esfuerzos que hagamos por incrementar la calidad formativa de los centros, el desarrollo científico y las condiciones laborales y económicas harán de verdad que la Cirugía Vascular se perciba como un objetivo suculento.
Deberíamos reflexionar además sobre qué podemos hacer individualmente para que nuestra Angiología y Cirugía Vascular sea vista como lo que es: una especialidad tan atractiva como variada, tan quirúrgica como científica, tan demandante como generosa en oportunidades de desarrollo y satisfacción, personal y profesional. Generaciones pasadas y presentes tenemos esa responsabilidad, fomentando la docencia en las Universidades (por desgracia tan infrarrepresentada en España), facilitando programas de calidad a los estudiantes de medicina que acuden a rotar a los servicios, comprometiéndonos con la ciencia y con la medicina basada en la evidencia en el quehacer diario y, con especial importancia, con ofrecer a los médicos residentes no solo la mejor docencia y oportunidades, sino el mayor ejemplo de humanidad, entereza, grandeza profesional, generosidad, entrega y dedicación. Decía Albert Einstein, que dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás: es la única manera.
Por el contrario, caer en el simplismo de que cualquier tiempo pasado fue mejor, y ver los cambios sociales y laborales como un lastre en vez de como una oportunidad le hacen un flaco favor al brillo a nuestra especialidad. Nos surge la duda de si los cirujanos del programa Mentor verterán opiniones de este tipo a los jóvenes que acuden a ellos queriendo ilusionarse con la práctica vascular: el efecto sería fácil de imaginar. Si lo que queremos es gente brillante que haga generosa ofrenda de sus vidas en el altar de la Angiología y la Cirugía Vascular, construyamos primero una especialidad mejor en la que cualquiera con las tres T (trabajo, tesón y tiempo) nunca se encuentre sin estímulos para desarrollarse personal y profesionalmente. Ese es el único camino y ya ha comenzado. Para hombres, mujeres, jóvenes y no tan jóvenes.