Presentamos 2 casos tratados en nuestro hospital. El caso 1, se trata de una mujer de 46 años, fumadora, hipertensa y con artritis psoriásica, con hallazgo casual en tomografía computarizada (TC) de múltiples aneurismas dependientes de la arteria renal derecha. Solicitamos arteriografía renal derecha, con hallazgo de aneurisma de arteria lobar superior, tipo II, de 42mm; y 3 en la arteria segmentaria inferior, tipo II, de 10, 13 y 15mm. Se realiza embolización proximal y distal del aneurisma en arteria lobar superior con hidrocoils de liberación controlada, y colocación de stent autoexpandible de acero, en arteria segmentaria inferior derecha (fig. 1). La arteriografía de control al mes, muestra trombosis de los aneurismas, permeabilidad de arteria segmentaria inferior y trombosis distal de arteria lobar superior derecha; con creatinina mantenida en 0,59mg/dl (previa al procedimiento de 0,50mg/dl). En el caso 2, describimos una mujer de 76 años, hipertensa y episodio de trombosis venosa profunda ilíaca derecha, con hallazgo en TC de aneurisma de 60mm, dependiente de arteria renal derecha distal, con riñón derecho hipotrófico. La arteriografía renal derecha, confirma aneurisma único previamente descrito, procediéndose al implante de stent autoexpandible en arteria renal derecha distal y embolización con hidrocoils y Onyx® (fig. 2). La angio-TC de control al mes, objetiva exclusión de aneurisma renal, con trombosis de arteria renal derecha. La paciente conserva función renal, con creatinina de 0,84mg/dl (preprocedimiento creatinina de 0,87mg/dl). En ambos casos, se realiza seguimiento con angio-TC anual y control de tensiones y analítico trimestral.
El aneurisma de arteria renal es una entidad infrecuente, con una incidencia del 0,09%1,2–4. La clasificación de Rundback nos permite distinguir 3 tipos según criterio anatómico, así: el tipo I incluye aneurismas en arteria renal principal, el tipo II aneurisma del hilio renal y, finalmente, el tipo III de localización intrarrenal3,5. La edad media de diagnóstico se encuentra entre los 40 y 60 años. Tras revisión de múltiples series publicadas1,4, la mayoría de los aneurismas renales se localizan en la bifurcación de la arteria renal derecha y son de morfología sacular. Pueden ser múltiples entre un 30 y 40% de los casos, y bilaterales hasta en un 40%4.
Respecto a la clínica, la mayoría son asintomáticos, aunque hasta el 30% pueden dar clínica, destacando la hipertensión (90%), dolor inespecífico en flanco, hematuria o hemorragia intraabdominal secundaria a la rotura del aneurisma (5-10%), que puede llegar a poner en riesgo la vida del paciente1,3. El diagnóstico suele ser incidental, al llevarse a cabo pruebas de imagen abdominales, como la ecografía-Doppler, la angio-TC, la resonancia magnética con gadolinio y la arteriografía3,4. La angio-TC es la técnica de elección para su diagnóstico, reservando la arteriografía como prueba diagnóstico-terapéutica.
Existe indicación de tratamiento de aquellos aneurismas renales sintomáticos o con alto riesgo de rotura, como en embarazadas, en los que su rotura se asocia con una mortalidad materno-fetal mayor del 50%3. No existe consenso acerca del tamaño, recomendándose tratarlos a partir de 2cm1–3.
El tratamiento quirúrgico clásico es aneurismorrafía y reparación primaria de la arteria renal afectada con parche de prótesis o vena autóloga. La nefrectomía es una opción en riñones no funcionantes o en los tipo III1,3,4. Otra alternativa es el tratamiento endovascular, que requieren un minucioso estudio anatómico de la arteria renal, cuello aneurismático y longitud a tratar, previo a su realización. Según estas consideraciones, podemos proceder a la colocación de una endoprótesis recubierta, en los tipo I con zona de sellado entorno a los 15mm; embolización selectica con coils, en tipo I con cuello estrecho; stent autoexpandible y embolización con coils, en los tipos I y II con cuello largo y, finalmente, embolización supraselectiva con Histoacryl® u Onyx®, en los tipo III6. Los procedimientos endovasculares suponen una menor agresión al paciente, alta hospitalaria precoz, baja tasa de complicaciones y alta tasa de éxito de procedimiento2,3.
El tratamiento de la rotura del aneurisma renal requiere un control precoz de la hemorragia, por lo que se suele preferir el tratamiento quirúrgico. En pacientes inestables hemodinámicamente es de elección la nefrectomía, y cuando el estado del paciente lo permite, la reparación de la arteria renal y del riñón3,4. El manejo endovascular mediante cateterización de la arteria renal y embolización del aneurisma roto, también es una posibilidad en centros experimentados.
Recientemente Klausener et al. han publicado una revisión de los aneurismas renal en su centro a lo largo de 10 años, sin observarse ninguna rotura de los mismos a lo largo de dicho seguimiento en el grupo del tratamiento conservador1. Esto certifica la atípica historia natural de los aneurismas renales.
Hay pocos datos que nos permitan establecer conclusiones firmes acerca de esta enfermedad, pero cabe destacar el auge hacia la alternativa del tratamiento endovascular como tratamiento de los aneurismas renales, cuando hay una anatomía arterial y accesos vasculares que así lo permitan; teniendo siempre en cuenta la posibilidad del tratamiento conservador con seguimiento radiológico, debido a su bajo riesgo de rotura.
Responsabilidades éticasProtección de personas y animalesLos autores declaran que para esta investigación no se han realizado experimentos en seres humanos ni en animales.
Confidencialidad de los datosLos autores declaran que en este artículo no aparecen datos de pacientes.
Derecho a la privacidad y consentimiento informadoLos autores declaran que en este artículo no aparecen datos de pacientes.