La hidatidosis es una zoonosis causada por el parásito Echinococcus granulosus, que parasita el intestino delgado de los cánidos en su forma adulta, y del ganado ovino en su fase larvaria. Los huevos salen al exterior con las heces del animal y contaminan el área donde son expulsados; pueden sobrevivir durante varios meses en los pastizales y jardines. Si el hombre o algún animal ingieren estos huevos en los vegetales contaminados, se forman quistes en diversos tejidos1–3. Afecta sobre todo a las personas que tienen relación con ganado. Los quistes normalmente se desarrollan en el hígado (55–70 %), seguido del pulmón (18–35 %); es muy raro que la enfermedad afecte a otros órganos o sistemas, aunque puede afectar a cualquiera, y muy rara vez a nivel aórtico3,4.
Presentamos el caso de un varón de 62 años de edad, pastor de profesión, que acude a otro centro por presentar dolor dorso-lumbar de más de tres meses de evolución. Se realiza tomografía axial computarizada (TAC), en la que se aprecia masa que engloba aorta abdominal, trombosis aórtica yuxtarrenal y erosión de cuerpos vertebrales L3-L4 (fig. 1).
Como antecedentes personales presenta: tabaquismo, hipertensión arterial (HTA), fiebres maltas en la infancia y brucelosis.
En nuestro centro, presentaba abdomen blando, depresible, no masa pulsátil palpable; pulsos femorales débiles. Se realizó angio-resonancia, que informó de masa prevertebral L2-L4 que infiltra cuerpos vertebrales y obstrucción de la aorta infrarrenal. Se realizó punción-biopsia: material hialino eosinófilo. No había leucocitosis, ni eosinofilia. Los marcadores tumorales y la serología para Brucella, lúes y Salmonella, así como los coprocultivos y hemocultivos, fueron negativos. Por exclusión se estableció el diagnóstico de aneurisma de aorta abdominal trombosado. Dada la ausencia de sintomatología isquémica y que no existía riesgo de ruptura, no pareció necesaria la realización de cirugía.
Cuatro meses después acude de nuevo con aumento del dolor dorso-lumbar y dolor en miembros inferiores (MMII) desde el inicio de la deambulación. Había ausencia de pulsos a todos los niveles, con pies bien perfundidos, motilidad y sensibilidad conservadas. En los días siguientes presentó empeoramiento progresivo del dolor y aparición de parálisis de MMII con incontinencia urinaria. Valorado por Traumatología y Neurología, diagnosticaron el cuadro de paraplejia flácida aguda por posible compresión medular. Dado el resultado poco específico de la biopsia en el ingreso anterior, se realiza nuevamente, informándose como trombosis inveterada.
Ante la probable compresión por el aneurisma se plantea por parte de nuestro equipo realizar cirugía; previamente a dicha intervención, se realizó nueva resonancia magnética nuclear (RMN), que mostró hidatidosis vertebral lumbar con diseminación aórtica al espacio prevertebral y canal espinal (posiblemente hasta canal cervical y cisternas basales encefálicas) (fig. 2). Ante los nuevos hallazgos de la RMN, se consulta con el Servicio de Neurocirugía, que desestima intervención por hidatidosis diseminada sin solución quirúrgica. Se inicia tratamiento antiparasitario.
Cuatro días después, el paciente presenta tetraplejia de nivel cervical alto que finalmente abocó a fallo respiratorio y exitus.
La afectación de la pared aórtica por hidatidosis es poco frecuente, incluso en países donde ésta es endémica, siendo, por tanto, difícil su diagnóstico4. Aunque a nivel de aorta torácica la presentación primaria es frecuente, a nivel abdominal la afectación suele ser por embolización cardiaca o bien por invasión directa a partir de hidatidosis retroperitoneal. Otros autores creen que las hidátides logran traspasar el filtro hepático-pulmonar, llegando al torrente circulatorio; siendo los vasa-vasorum metarteriolas de unos 10–15 μ de diámetro, y las hidátides de 30–40 μ, la discrepancia de diámetros explicaría que esta localización sea tan infrecuente5.
En nuestro caso parece probable que inicialmente se tratara de una hidatidosis vertebral que por contigüidad infiltró los tejidos adyacentes, alcanzando así la aorta6,7.
La hidatidosis ósea es muy poco frecuente (0,5-4 %), afectando a columna vertebral en un 50 %, y representando una de las formas más graves de presentación.
No existen signos ni síntomas patognomónicos de hidatidosis vertebral, lo que, sumado a lo infrecuente de ésta, hace que muchas veces no se diagnostique. El quiste suele afectar a un solo cuerpo vertebral, afectándose el disco en fases avanzadas. La localización más frecuente es la columna dorso-lumbar.
La clínica más habitual es la aparición de paresia progresiva subaguda o crónica que puede aparecer a los 10–20 años. Además pueden existir síntomas por compresión de raíces nerviosas.
La eosinofilia no es un parámetro constante. No se debe realizar punción-aspiración con aguja fina ante la sospecha de hidatidosis, ya que puede provocar diseminación; nosotros la realizamos ignorando que se trataba de esta patología.
La RMN es la prueba de elección.
Una vez establecido el diagnóstico de hidatidosis es importante descartar su presencia en otros órganos.
Existen pocos casos registrados que versen acerca de hidatidosis con afectación aórtica. La mayoría suelen ser quistes hidatídicos de origen cardiaco que se rompen y producen embolización aórtica. Estos casos se resuelven mediante trombectomía aórtica8.
La hidatidosis localizada a nivel aórtico puede simular clínica y radiológicamente un aneurisma de aorta trombosado (nuestro diagnóstico de presunción inicial)1.
Ya diagnosticada, hay que evitar la ruptura del quiste y su diseminación 1. En la afectación primaria de aorta, el tratamiento de elección será resección del segmento arterial afecto y revascularización del flujo mediante injerto9,10. El tratamiento médico se realizará tanto preoperatoria como postoperatoriamente para prevenir la recidiva y la diseminación.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.