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Vol. 79. Núm. 1.
Páginas 76-77 (enero 2009)
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Mensaje de la directora de Enfermería del INCICh*
Message from the Head of Nursing of the Ignacio Chávez National Institute of Cardiology of Mexico
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María Guadalupe Suárez Vázqueza
a Jefatura de Enfermería, Instituto Nacional de Cardiología Ignacio Chávez, Tlalpan, México D.F., México
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Buenos días:

Dr. José Ángel Córdova Villalobos, Secretario de Salud, Dr. Julio Sotelo Morales, titular de la Comisión Coordinadora de los Institutos Nacionales de Salud, honorables miembros de la Mesa de Honor, mi muy querida familia Attie, distinguidas personalidades, personal del Instituto Nacional de Cardiología Ignacio Chávez, señoras y señores.

Apenas hace unos días, y viendo la inminencia del hecho, pudimos expresarle nuestra gratitud y decir las últimas plegarias con ojos llenos de lágrimas, sintiendo que las palabras se ahogaban. Nos despedimos de él.

En ese momento cargado de misterio simplemente dijimos "Hágase, Señor, tu voluntad", pidiendo se reavivara nuestra fe en el misterio Pascual de Cristo, quien es incapaz de defraudar la esperanza de quienes lo invocamos como el que vence la muerte y resucita todo lo que puede morir.

Llantos silenciosos...

Llantos solidarios centrados en el Amor, en el abrazo, envueltos en la red de cariño, esa red que lo acompañó en su vida personal, en consultas, resultados, diagnósticos, cirugías, en su gravedad... Y en su paso trascendental a la eternidad. "Presencia vigorosa hasta la fecha".

En las pruebas y las tribulaciones de su vida, Dios se hizo más presente en él y se mostró como el Dios de toda consolación, el Dios de toda esperanza, de toda paz, de toda misericordia, el Dios amor.

Aún hiere el recuerdo de esa hora. Y estamos aquí para volver a despedirlo, esta vez en nombre de su personal, que tanto lo quisimos, personal de enfermería, administrativo, sindical, Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado y de todos los servicios. A quienes nos dio su testimonio de congruencia, fidelidad y entrega de su vida personal y profesional.

Evoco su memoria con emoción y profunda tristeza, venero su recuerdo, lo guardo en silencio como un tesoro y me enorgullece haber sido cercana a él como una de las suyas.

El Dr. Attie fue formado desde muy joven en el Instituto; desde entonces se distinguió por su trabajo, empeño, dedicación, amor a los pacientes y al Instituto. Desde su inicio comulgó con la filosofía y la mística de esta casa, y su convivencia con los primeros grandes maestros crearon en él un sentido profundo de compromiso, responsabilidad y respeto a favor de la salud de los mexicanos. Hizo vida la filosofía y la mística del maestro Ignacio Chávez. Filosofía humanística, mística de avanzar para servir mejor, compartiendo todo el saber que la vida nos depara, mediante dos virtudes fundamentales "saber y servir"; el saber reflejado en su currículum, que ustedes bien conocen, y el servir cumpliendo con máxima lealtad los objetivos, normas y políticas que el maestro Chávez planteó desde sus inicios; así honró al Instituto y al lema que corona nuestro escudo: "El amor y la ciencia al servicio del corazón".

Hoy, no sólo la medicina mexicana lamenta y siente un profundo vacío porque nuestro querido Dr. Attie ya no está con nosotros; la sociedad lo resiente, porque un hombre como él estuvo entre nosotros, en nuestro mundo. Hombre ejemplar, sencillo y culto, profesional visionario sin ninguna presunción, de inteligencia lúcida y segura, de sensibilidad, de honestidad sin mancha, de interés genuino por el ser humano, por enseñar y formar discípulos. Dejó sembrado en el campo nacional muchos médicos que recibieron y vivieron sus sabias enseñanzas, una escuela de vida, escuela en donde dominó el profesionalismo y el amor.

Fue el ejemplo más vivo de una vocación hecha llamado irresistible. Se consagró totalmente a su tarea: la pediatría cardiovascular. Tratar de resumir su vida académica en breves líneas sería labor imposible, ya que su vida profesional, humanística y científica fue fecunda por su destacada trayectoria.

Su "vida" y "obra" no terminan, sino que se continúan y quedarán marcadas en la medicina del ayer, del hoy y del mañana. Hombre como él, con esa enorme sensibilidad para saber cómo conquistar la voluntad de las personas y lograr cambios trascendentes, son quienes merecen ser no sólo recordados en una ocasión como la de hoy, sino pasar a la historia por lo mucho que aportaron e hicieron a favor de la salud de una nación.

Él supo del amor. Su familia aquí presente disfrutó de las bondades de haber vivido con un hombre amante, virtuoso, especial y maravilloso que como esposo, padre, suegro y abuelo ejemplar jamás se rindió ante los problemas de la vida.

Su caminar por ella era el claro reflejo del hombre que por amor se llena de fuerza para luchar por sus seres queridos, y no sólo eso, sino que también extendió sus manos de amor a todo aquel que se acercó a él. Con su ejemplo infundió a su familia un gran amor por México, ya que amó intensamente esta tierra. Enseñó a sus hijos Carmen Leticia y Eduardo, así como a Iliana y Aldo, a sus nietos, que sólo con trabajo y dedicación se podría honrar a los ancestros y recordar el pasado glorioso. Pero sobre todas las cosas, les legó la herencia más bendita que existe en todo el mundo, la fe en Dios. La misma que le dio la fuerza necesaria para luchar y vivir con la enfermedad en paz y serenidad.

No puedo seguir hablando del Doctor sin mencionar a su esposa, la enfermera Rosa Martha Aceves; ellos conocieron el Amor. Amor que se gestó en ese encuentro fascinante en el Instituto Nacional de Cardiología, siendo él un joven médico residente y ella estudiante de la carrera de enfermería.

Ahí empieza la entrañable historia de amor... si él logró su plenitud de vida, también fue gracias a Rosa Martha, quien supo ser esposa, compañera leal y fiel, mujer comprensiva, con interés científico, gran enfermera, literata, inteligente y con gran amor en su corazón para él. Y ahora, sin su presencia física, sigue cumpliendo su tarea y misión. Gracias, Rosa Martha, por cuidar a nuestro querido Doctor tanto tiempo con paciencia, esperanza y amor, testimoniándonos que el amor sí existe. Y cuando lo despedimos y lo acompañamos a su resurrección, tus últimas palabras no se me olvidan y resuenan todavía en mi corazón, "misión cumplida", y él con, esa paz reflejada en su rostro, seguramente te dijo: por ti viví, luché por ti, sufrí por ti y solamente te amé a ti.

Es bueno mirar un momento atrás, conservando lo mejor del pasado, aprender del presente y de las experiencias, adaptarnos a los nuevos cambios que nos lleven al futuro, pero lo que importa es la huella que dejemos a nuestro paso en nuestro Instituto, comunidad, sociedad, país y planeta.

El personal del Instituto seguiremos laborando con fe, lealtad y nobleza de espíritu y de servicio, que es la regla de esta casa, la razón misma de su ser, y de su mística. Dr. Attie: su talento, ejemplo, entusiasmo y pasión nos comprometen a seguir colaborando por la salud de los mexicanos y alcanzar un sistema de salud universal, democrático y moderno.

Vivió plenamente, por eso llegó al final accediendo al Señor, entrando al descanso eterno sintiendo las bellas muestras de amor y cariño, con la serenidad del justo, con la paz interior del ser humano que ha sabido cumplir con su misión en la tierra dejándonos su amor, sus sabios consejos, su fuerza para enfrentar los embates de la vida y la muerte. Su obra y ejemplo serán siempre una inspiración en nuestras vidas, porque se ganó el respeto y el cariño de muchas personas de las que hoy aquí nos encontramos y por eso le rendimos este sentido y genuino homenaje.

Le pido a Dios que podamos seguir uniendo fuerzas, comprender situaciones, buscar la verdad, comprender la enfermedad, gozar la amistad, defender la vida, entender la muerte y que siempre podamos creer en el valor del corazón humano.

Para terminar, sólo quiero decirles que Dios es la verdad, la felicidad y la realidad, y Él es la fuente dispuesta siempre para llenarnos de amor en la medida que libremente nos abrazamos a Él.

Él y María Santísima nos darán la paz, la fuerza y el amor que necesitamos para vivir hoy con un compromiso profundo de justicia y caridad que brota del corazón mismo del Dios misericordia para hacerlo patente a todos los que nos necesitan en el campo de la salud.

Esta es nuestra misión, que realizaremos en la medida que pongamos el amor y la ciencia al servicio del corazón.

Dr. Attie, siempre estará en la Secretaría de Salud, siempre será parte de esta casa, siempre nos hará falta. Con su partida, perdimos un hermano, un amigo, una historia, un espacio compartido.

La vida es un instante, pero el amor perdura más allá de los tiempos, por eso la convicción de su vida fue: saber que valió la pena vivir por México, servir a México y amar a México.

Dr. Fause Attie: no es su muerte, es su vida la que hace tan dolorosa su ausencia. Su memoria privilegiada, sus conocimientos, su don de gente, su gran corazón, su lealtad y el amor con que nos arropó, son algunos de los muchos adornos de su alma.

Le queremos y le recordaremos siempre. Su fuerza está presente entre nosotros.

*Discurso pronunciado el día 17 de febrero de 2009 en el Auditorio del Instituto Nacional de Cardiología, con motivo de su homenaje póstumo.

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