Bevacizumab es capaz de atravesar las barreras oculares en la administración intravítrea y generar concentraciones plasmáticas que producen un efecto inhibidor del factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF) en el plasma, con lo que no pueden descartarse efectos sistémicos. El hecho de que se trate de una inmunoglobulina G (IgG) completa explica este fenómeno a través de la participación de receptores FcRn, cuya fijación, al igual que la de cualquier otra IgG, implica su internalización, el traslado a la membrana celular, y la externalización al espacio extracelular y a la sangre. Este proceso ocurre en cualquier tejido que disponga de células que expresen este tipo de receptor, entre los que se encuentra el ojo. Además, la ausencia de una formulación específica para la administración intravítrea supone la manipulación de la formulación i.v., que conlleva la generación de agregados de tamaño elevado, riesgo potencial de problemas con la esterilidad de la solución y de reducción del efecto farmacológico.
Ranibizumab no es una IgG completa, sino sólo una fracción variable de ésta dotada de actividad anti-VEGF. La ausencia en su estructura de fracción constante implica la imposibilidad de fijación al receptor FcRn y, con ello, la ausencia de proceso de transporte hasta la sangre. Por consiguiente, su biodisponibilidad sistémica tras la administración intravítrea es nula, lo que evita efectos en otros territorios del cuerpo humano distintos al ojo. Además, la formulación está preparada de forma específica para la administración intraocular, lo que evita problemas derivados de la manipulación.
La experiencia acumulada con estos fármacos permite trasladar las diferencias existentes en la farmacología a la práctica cotidiana, en referencia a la eficacia y tolerabilidad de estos fármacos.
Bevacizumab is able to cross ocular barriers when administered through the intravitreal route and to generate plasma concentrations with an inhibitory effect on plasma vascular endothelial growth factor (VEGF). Consequently, systemic effects cannot be ruled out. The fact that bevacizumab is a full-length IgG explains this phenomenon through the participation of FcRn receptors, whose binding–like that of all IgGs–implies their internalization, transfer to the cell membrane, and externalization to the intracellular space and blood. This process occurs in all tissues with cells expressing this type of receptor, such as the eye. Moreover, because of the absence of a specific formulation for intravitreal administration, an intravenous formulation must be manipulated, generating large-sized aggregates, leading to potential problems of the solution's sterility and reducing the pharmacological effect. Ranibizumab is not a full-length IgG but is rather a variable IgG fraction with anti-VEGF activity. Because of the absence of a constant fraction in its structure, this drug cannot bind to the FcRn receptor and, as a result, cannot be transported to the blood. Consequently, its systemic bioavailability after intravitreal administration is nil, thus avoiding effects in parts of the body other than the eye. Moreover, the formulation is specifically prepared for intraocular administration, avoiding problems due to manipulation. The experience gained with these drugs allows the differences in their efficacy and tolerability to be transferred to daily practice
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