Sres. Directores: El 70% de los fumadores visitan a su médico de familia al menos una vez al año. Esto supone que, cada año, se dan cientos de oportunidades para ayudar a estos pacientes a dejar de fumar. El 90% de los fumadores que consiguen abandonar el tabaco lo hacen por sí mismos, sin soporte profesional.
En nuestro país, existe una muy limitada y corta tradición de intervención en tabaquismo por parte del profesional sanitario, y todavía menor de búsqueda de ayuda en el médico de atención primaria por parte del fumador. Los motivos de esta situación están en la mente de todos, y pasan por la escasa implicación de los profesionales sanitarios en todo lo que signifique modificación del estilo de vida. Generalmente se alega falta de tiempo, de formación y limitación de recursos, incluidos los terapéuticos. En la intervención sobre fumadores, se dispone de tratamientos sustitutivos de nicotina que han demostrado su efectividad en ensayos controlados en el marco de la atención primaria1,2. En realidad, sólo una pequeña parte de los fumadores (en torno al 10%) son tributarios de terapia sustitutiva. Sin embargo, estos fármacos no están subvencionados por la Seguridad Social, lo que plantea problemas de aceptabilidad y de cumplimiento de la terapia.
Así, en el Centro de Salud Arrabal de Zaragoza se realizó una experiencia de consulta de ayuda en deshabituación tabáquica. Uno de los objetivos fue comprobar cuál era la aceptabilidad del tratamiento sustitutivo de la nicotina en fumadores con alta dependencia.
Los médicos del centro remitían fumadores a esta consulta. Los criterios de derivación eran: a) al menos un intento previo de cesación; b) no padecer otra toxicomanía; c) no presentar enfermedad psiquiátrica, y d) encontrarse en situación psicoemocional estable. A los pacientes se les investigó el grado de motivación antes de su inclusión en el programa. A 46 pacientes se les ofertó terapia con sustitutivos de nicotina (chicle o parche). De éstos, un 63% eran varones, de una media de 42,3 años y con un promedio de 26,2 años fumando. Estos pacientes iniciaron su experimentación con el tabaco a los 13,8 años, haciéndose dependientes a los 16,5. El consumo medio fue de 24,8 cigarrillos/día y presentaron un promedio de 3,6 intentos previos de cesar en el hábito tabáquico.
En lo que atañe a la aceptabilidad, los datos se resumen de la siguiente manera: se prescribe a 46; lo adquieren 16 (35%); 3 (6,5%) cumplen el tratamiento de al menos 8 semanas. El motivo más importante para su no adquisición fue el factor coste (26,6%), pero en 2 casos (4,3%) fue desaconsejado por el farmacéutico. El motivo más importante para su abandono precoz fue la presentación de efectos adversos (18,7%). En general la respuesta fue muy heterogénea, pero se puede concluir que la aceptabilidad de estos fármacos es bajísima, incluso seleccionando a fumadores motivados para dejarlo, tal como se ha observado en otros estudios3.
La cuestión que se plantea es la siguiente: ¿es lógico que la principal causa de mortalidad en nuestro país no tenga un tratamiento subvencionado por el sistema de salud? En cualquier caso los sustitutivos de la nicotina deberían contemplarse a efectos de financiación, del mismo modo que los interdictores para el alcohol o la metadona. Y debe recordarse que la capacidad adictiva de la nicotina es menor que la del alcohol y semejante a la de la heroína.