La falta de médicos de familia es actualmente un problema importante1 que puede mermar la calidad de nuestra Atención Primaria. Esta situación es lo suficientemente grave como para que profesionales, administración sanitaria y universidad aunemos esfuerzos situando la enseñanza de la Medicina Familiar y Comunitaria (MFyC) como objetivo inaplazable.
No se puede elegir lo que no se conoce, y la MFyC sigue siendo la gran desconocida en lo que respecta a su verdadero campo competencial y a su traducción en términos de beneficio para la población y para el propio sistema sanitario. Es necesario, por tanto, mostrar a los estudiantes el verdadero potencial de la MFyC.
La semFYC lleva años trabajando en esta línea estratégica. De sus sociedades federadas partieron la mayoría de los profesores que introdujeron la Medicina de Familia/Atención Primaria en una institución en tantos casos inmovilista como es la universidad. Y todavía resulta imprescindible esta tarea.
Sin embargo, la responsabilidad docente no recae únicamente sobre aquellos que ya la están llevando a cabo por la vía institucional. La introducción de la asignatura de Medicina de Familia en la universidad no es el objetivo final, sino un primer paso en el acercamiento de nuestra especialidad al estudiante. Lograr una asignatura no asegura, obviamente, su posterior elección a la hora de decantarse por una especialidad. Un trabajo realizado por Escobar y López-Torres en la Facultad de Medicina de Albacete, donde la asignatura es obligatoria, demuestra que los estudiantes de segundo curso incrementan sus conocimientos y presentan una actitud más favorable hacia la Atención Primaria al finalizar el estudio de esta, pero solo un pequeño porcentaje manifiesta que elegiría la especialidad de MFyC como primera opción2. Por otro lado, los mismos autores revisaron los factores que influyen en la elección de una especialidad en Medicina recogiendo diferentes teorías y múltiples determinantes que dependen tanto de las facultades como de los propios universitarios3.
Una facultad que posee una elevada formación histórica de médicos de familia, departamento de Medicina de Familia y planes de estudios con rotaciones obligatorias por Atención Primaria en los cursos medios o superiores parece estimular a los estudiantes a decantarse por especialidades relacionadas con esta4,5.
Por otro lado, en la elección de una especialidad parecen influir numerosos factores dependientes del propio individuo, como el estado civil, el sexo, el origen socioeconómico y geográfico, las experiencias vividas durante sus rotaciones en Atención Primaria, las necesidades personales a satisfacer y la percepción del estilo de vida de la especialidad. Este vendría determinado, a su vez, por variables como el control de horas requeridas para actividades profesionales o trabajo nocturno, el tiempo libre para la familia y las oportunidades para disfrutar la vida, entre otras5,6. Además, interesa señalar que la percepción subjetiva de una especialidad es un proceso dinámico y que una impresión positiva inicial puede cambiar a medida que las experiencias se van sucediendo a lo largo de los diferentes años de formación7. En nuestro caso, estas experiencias vienen marcadas especialmente por las estancias formativas en Atención Primaria, pero también pueden influir otros condicionantes, como los comentarios negativos que reciben los estudiantes sobre la especialidad por parte de profesores o colaboradores de prácticas de otras especialidades o incluso, ¿por qué no?, de la nuestra4,8.
Una lectura reflexiva de todas las circunstancias anteriores permitirá discriminar los factores susceptibles de modificación de aquellos otros que no lo son y valorar las posibilidades de actuación de los diferentes agentes implicados.
La universidad y la administración sanitaria deben implicarse decididamente en la enseñanza de la MFyC. La universidad está al servicio de la sociedad y no debe volver la espalda a una necesidad social ampliamente demostrada como en la falta de médicos de familia. Sin embargo, si se cumplen las previsiones actuales con la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior, la asignatura seguirá ausente en casi un 30% de nuestras facultades.
En la misma situación de servicio a los ciudadanos se encuentra nuestra administración sanitaria. Si su interés, por encima de todo, es mantener un sistema de salud de alta calidad y eficiencia, su compromiso con la Atención Primaria debe ser ineludible y en sus manos está cooperar con la universidad en el desarrollo de un sistema de rotaciones prácticas en Atención Primaria atractivo para los estudiantes y, por supuesto, incentivar y facilitar las condiciones necesarias para que los médicos de familia que colaboran de forma altruista en estas, encuentren un terreno libre de obstáculos para mostrar su capacidad de resolver la mayoría de los problemas de salud de la población.
Por último, no debemos olvidarnos de que en esta tarea de todos, los profesionales somos los principales interesados. En la Sociedad Castellano-Manchega de Medicina de Familia y Comunitaria hace algún tiempo nos planteamos la conveniencia de reforzar el conocimiento que ofrece la asignatura de Atención Primaria sobre nuestra especialidad y creamos con este objetivo un grupo de pregrado formado en su mayor parte por residentes de MFyC y profesores asociados que imparten la asignatura. Inicialmente desarrollamos algunas estrategias de motivación de los médicos de familia colaboradores de prácticas y recientemente nos planteamos la necesidad de mejorar la aproximación a los estudiantes mediante la organización de unas jornadas de Medicina de Familia para ellos. Estas jornadas han sido acreditadas por la universidad y han estado integradas por talleres eminentemente prácticos que descubrían diferentes habilidades que forman parte del trabajo de cualquier médico de familia. La experiencia ha sido evaluada con alta satisfacción por los asistentes y, aunque resulta difícil medir objetivamente el impacto de este tipo de actividades en la futura especialización, sí parece al menos que su consolidación permitiría acercar la MFyC a los estudiantes que no la conocen y propiciar un contacto periódico de la especialidad con aquellos otros que ya la han descubierto a través de la asignatura.
Quedaría por cimentar un largo camino en el que no podemos olvidar el acercamiento a las asociaciones de estudiantes fomentando la comunicación y la colaboración mutuas y, sobre todo, la implicación de un buen número de compañeros que podrían participar decididamente en las rotaciones prácticas como profesores colaboradores transmitiendo entusiasmo por la MFyC y, sin embargo, actualmente se encuentran desmotivados para la docencia.
Si queremos que nuestra especialidad sea elegida por buena parte de los estudiantes y reconocida por el resto, es inexcusable que todos colaboremos para mostrar los valores de la MFyC y facilitar las condiciones necesarias para desarrollarlos.