Sr. Director: En referencia al artículo publicado por Alonso et al1 y comentado por Josep M. Argimón, consideramos de interés sumarnos a algunas de las conclusiones señaladas por estos autores y, en especial, a la que hace referencia a la importancia de los cuidadores informales para el sistema sanitario y social y, por tanto, a la necesidad, de proporcionar asistencia a estos cuidadores. Esto permitiría mantener un equilibrio razonable entre el cuidador como valioso recurso social, contenedor de la demanda de provisión de servicios, y el cuidador como usuario de servicios que atiende a sus necesidades. Asimismo, quisiéramos elogiar el interesante y riguroso trabajo que hacen los autores y destacar de manera especial el procedimiento desarrollado para tratar de ofrecer el programa de intervención al mayor número de cuidadores posible.
Por otra parte, quisiéramos realizar un comentario acerca de los criterios utilizados para determinar la eficacia del programa. Los autores señalan que mediante el programa ALOIS no se ha conseguido reducir el malestar de los cuidadores de pacientes con demencia, y se ha utilizado como medida de eficacia la carga del cuidador, resultado que no es sorprendente y que es a la vez similar al de otros estudios de intervención realizados con cuidadores2. Es importante destacar que tales estudios comparten la variable de resultado analizada, evaluada a través de la Escala de Carga de Zarit, quizá el instrumento más habitualmente utilizado en este tipo de intervenciones. Esta escala ha sido señalada como una herramienta no sensible al cambio3; se ha criticado la multidimensionalidad del constructo que evalúa y el hecho de que en su origen no se encuentre la investigación con cuidadores sino con familiares de personas con trastornos psicológicos4; asimismo, se han propuesto medidas alternativas, con una mayor capacidad de predicción del estado mental y físico de los cuidadores como, por ejemplo, el estrés percibido5. Utilizando precisamente esta última variable, nuestro grupo de investigación ha obtenido resultados significativos a través de una intervención psicoeducativa a la hora de reducir el estrés percibido de los cuidadores, si bien también hemos comprobado que no cualquier intervención es eficaz a la hora de reducir el malestar del cuidador6. Consideramos, además, relevante describir qué contenidos y procedimientos conforman un programa de intervención para cuidadores y cómo se implementan éstos, bajo la premisa de que no todo vale y de que es necesario considerar variables como la cantidad de tiempo dedicado al aprendizaje de cada una de las habilidades o estrategias utilizadas y evaluar hasta qué punto las intervenciones han sido adecuadamente implementadas a la hora de analizar la eficacia de las intervenciones para cuidadores de personas con demencia. En relación con la selección de las variables que se deben evaluar para medir la eficacia, ésta ha de hacerse teniendo en cuenta los contenidos y objetivos tratados en la intervención. De acuerdo con esto, y considerando los objetivos de la intervención implementada por Alonso et al, hay alguna posibilidad de que la carga del cuidador no sea especialmente sensible a los efectos de educar a los cuidadores en qué es la demencia, el intercambio de ideas con otros cuidadores y el aprendizaje de habilidades para el cuidado y el autocuidado. Tal y como sugieren los buenos resultados relativos a la satisfacción de los cuidadores con el programa, el elaborado por Alonso et al ha sido extremadamente útil para los cuidadores, aunque quizá las variables mediante las que esto podría haberse visto reflejado no han sido las más idóneas (p. ej., sentimiento de eficacia del cuidador, aprendizaje de habilidades para el cuidado, recepción de apoyo social instrumental, etc.). En definitiva, a través de esta Carta al Director pretendemos, sin más, destacar la importancia de continuar trabajando en el perfeccionamiento del diseño, la implementación y la evaluación de intervenciones para cuidadores, considerando que la utilidad y eficacia de éstas para los cuidadores es incuestionable, pero aún no bien demostrada. La razón por la que habitualmente no se ha informado de «efectos estadísticos significativos» de estas intervenciones puede tener que ver con factores como los ya comentados, que han de ser controlados, o con otros factores nada despreciables, como puede ser la falta de respaldo por parte de los sistemas formales a los cuidadores, que impide que éstos dispongan de tiempo para perfeccionar las habilidades aprendidas en los programas, o la necesidad de apoyo por parte de las instituciones a iniciativas tan valiosas como la de los autores del artículo, que permitan proporcionar recursos dirigidos a evitar la falta de colaboración de otros profesionales en iniciativas de este tipo (tal y como los autores señalan), tan necesarias en la actualidad. Reiteramos la felicitación a los autores del trabajo y la oportunidad de éste.