He leído el reciente artículo publicado en Atención Primaria por Castillo-Otí et al1. sobre un estudio transversal acerca de la prevalencia y factores de riesgo asociados a la retinopatía diabética en Cantabria y me gustaría compartir algunas reflexiones.
La diabetes mellitus (DM) se ha convertido en una de las epidemias del siglo XXI con mayor trascendencia sociosanitaria2. Resulta interesante que la prevención de la retinopatía diabética (RD) pasa por un buen seguimiento de la enfermedad sin que haya que darse mensajes a los médicos más que seguir haciendo adecuadamente controles y seguimiento.
De acuerdo con un metaanálisis publicado por Yau et al.3, la prevalencia mundial de la RD entre la población diabética es del 35,4% comparado con el 8,56% que exponen los autores en la actualidad en Cantabria. Este resultado tiene una validez externa limitada y aunque los autores refieren que últimamente ha habido un mejor control de los factores de riesgo (FR) modificables a nivel español, esto no debe ser motivo de complacencia, puesto que podría explicarse por un menor tiempo de evolución de la enfermedad en nuestra población diabética.
Los factores de riesgo más importantes asociados al desarrollo de RD son el índice de masa corporal (IMC), el tratamiento de la diabetes y los años de evolución. En el análisis de Castillo, se mostraba que el incremento en el IMC es un factor protector frente a la RD, lo cual resulta sorprendente, porque en pacientes normopesos con DM tipo 2, hay un exceso de extracción de insulina por el hígado, llevando a menores niveles periféricos y severos niveles de hiperglicemia a pesar de una buena función de célula beta4.
En referencia a la terapia con insulina, los pacientes insulinizados presentaban mayor susceptibilidad a una progresión de su RD comparado con aquellos que seguían tratamiento con antiglucemiantes orales5. La retinopatía en este caso expresaría una evolución clásica de años de mal control que habría obligado a utilizar finalmente insulina, pero no otra forma de abordaje con insulinización precoz. No obstante, en Europa, el United Kingdom Prospective Diabetes Study6, concluyó que un adecuado control glicémico con tratamiento optimizado con insulina disminuía el riesgo de la progresión de la RD.
Aunque muchos estudios plantean que fumar no modifica la evolución hacia RD2, algunos autores proponen su responsabilidad en esta evolución. Probablemente hubiera sido interesante estudiar la variable estatus de fumador, ya que es un importante factor de riesgo cardiovascular.
De momento como plantean los autores la mejor forma de prevención es un buen control de la diabetes. Si alguien persiguiera en este control introducir de forma precoz la insulina, seguramente no figuraría como FR, ya que la mala evolución se vería suplida por una anticipación de la insulina. Se abriría la polémica si la insulina, independientemente de años de evolución y mal control previo, intrínsecamente pudiera ser factor independiente de presentación de RD.