Hemos leído con agrado el editorial de Diògene Fadini et al1, y al hilo de sus afirmaciones quisiéramos establecer una aportación sencilla para documentar el empleo clínico de los antivirales en el contexto pandémico al que aluden los autores.
Estos señalan con acierto que la aparición de resistencia a oseltamivir parece ser independiente de la prevalencia del uso del fármaco, y refieren la contribución de Dharan et al2 relativa a su empleo en los Estados Unidos de América, si bien cabe matizar que esta serie hace referencia a aislados anteriores a la aparición de la cepa pandémica.
En nuestra comunidad autónoma, el número de tratamientos dispensados ha sido de 2.914 con los criterios emanados de la Comisión de Salud Pública, coordinada por el Ministerio de Sanidad y Política Social y, aunque no hemos podido analizar en nuestro ámbito el perfil de administración terapéutica de oseltamivir en el global de los casos, en lo que hace referencia a su empleo en pacientes graves el 72,2% ha recibido tratamiento. No obstante, en el contexto de 303 casos graves hospitalizados en el conjunto de nuestro país3 se ha documentado que solo el 7% de estos ha recibido tratamiento en las primeras 48h.
Estos hechos apuntan a una doble reflexión. De una parte, la necesidad de optimizar patrones homogéneos de su utilización y adelantar su administración en pacientes graves. En la medida en que se reduzca la variabilidad en su empleo en el contexto de nuestro país mejoraremos su eficiencia. Y, de otra parte, parece obligado exigirse en la tarea de monitorizar la sensibilidad de las cepas aisladas para tratar de establecer su verdadero perfil frente a los aislamientos de virus gripales. Las series comparativas4,5 que correlacionan estudios de sensibilidad a los antivirales y eficacia clínica son escasas y sería deseable poder valorar este aspecto en nuestro medio.