Sres. Directores: Hemos leído con interés el artículo de A. Regueiro «Atención primaria: ¿culpable o inocente?»1, en el que se realizan algunas consideraciones sobre nuestro manuscrito. En este sentido, desearíamos efectuar algunas puntualizaciones.
No ha sido la finalidad de nuestra «Carta al Director» discutir los elementos esenciales que definen la atención primaria de salud, reflejados en la declaración de Alma-Atá de 1978, y en las que se sustenta gran parte de la atención sanitaria de nuestro país. Estamos de acuerdo con A. Regueiro en el aumento de la utilización de los distintos servicios sanitarios, incluidos los de urgencia, tanto hospitalarios como extrahospitalarios. Sin embargo, múltiples estudios publicados en revistas de gran prestigio, tanto españolas como de países de nuestro entorno2-5, demuestran no sólo un aumento en la frecuentación, sino también una escasa justificación en la demanda de atención sanitaria a un servicio de urgencias del tercer nivel asistencial. Esto está provocando una pérdida progresiva de la eficacia y eficiencia de estas unidades asistenciales. ¿No representa esta situación una puerta de entrada al sistema sanitario?
Asumimos el elevado número de pruebas complementarias que se solicitan en un servicio de urgencias hospitalario, pero no estamos de acuerdo con A. Regueiro en que se deba exclusivamente a residentes poco experimentados o a una medicina defensiva. Lo que define una actuación urgente es la inmediatez en el diagnóstico y en el tratamiento. Esta situación provoca lógicamente un alto grado de incertidumbre, lo que en muchas ocasiones provoca la petición de pruebas tanto analíticas como radiológicas en paralelo, disminuyendo de esta forma la especificidad al necesitarse una elevada sensibilidad en el diagnóstico más o menos inmediato. Además el paciente que acude a un hospital solicita del profesional médico la realización de pruebas diagnósticas apoyándose en el supuesto alto grado de tecnificación de este nivel asistencial, sin conformarse con un diagnóstico semiológico. Por otro lado, en nuestro hospital no existe acceso al resto de las especialidades a través del servicio de urgencia, como apuntaba el autor, y tenemos constancia de un elevado número de centros hospitalarios en que también ocurre así.
En nuestra carta no planteamos culpabilidad alguna del nivel primario de atención sanitaria. De hecho pensamos que existen numerosos factores implicados, entre ellos una deficiente educación sanitaria, una supravaloración del nivel hospitalario, la fácil accesibilidad y las largas listas de espera de la atención especializada.
Un mayor apoyo a la atención primaria, una adecuada red de puntos de atención continuada, una mayor relación entre los profesionales de los distintos centros de salud y aquellos que trabajan en los hospitales de referencia y campañas de educación a la comunidad quizá conseguirían un uso más racional de los recursos sanitarios.