Sr. Director: Después de leer la carta de Alastrué Loscos y Giner Valero1 «Hepatitis C, infección por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) y retraso en el diagnóstico», en respuesta al artículo de Sans M et al2, «Portadores de hepatitis C: ¿tenemos que vacunarlos a todos frente a la hepatitis A?», quisiera indicar que la presencia de co infección del VHC en pacientes infectados por el VIH del Establecimiento Penitenciario de Albolote (Granada) era de 186 casos (94,90%) en diciembre de 2001. La población en ese momento en el centro era de 1.453 pacientes, seropositivos al VIH, 196 pacientes (13,19%). La vía de transmisión de la infección por VIH más frecuente es la parenteral, en usuarios de drogas intravenosas (UDI)3.
Por tanto, reflejar que en la población de UDI las cifras de coinfección se disparan y es un problema importante de futuro, por el conocido curso de la infección por el virus de la hepatitis C, que se agrava si coexiste infección por VIH y en el ámbito de gestión, por el coste del tratamiento a emplear en la actualidad para evitar la posterior enfermedad.
Referir que la población estudiada es una población marginal, que no acude a los servicios sanitarios normalizados y, aparte de su ocasional asistencia, por los múltiples servicios de urgencia; donde realmente tienen acceso a programas de prevención y detección de enfermedades es en el medio penitenciario. Señalar que la salida de prisión por múltiples motivos es más frecuente de lo que la población no relacionada con el ámbito penitenciario puede pensar, y debe de ser así. Por tanto no puedo estar de acuerdo con el término de «difícil acceso» señalado por Sans M, Comín E, Ezpeleta A y Batalla C, autores del artículo que inicia el debate y que ocasiona la respuesta de Alastrué et al en el sentido señalado, ya que es en prisión donde sí se realizan a esta población las primeras actividades diagnósticas, preventivas y de seguimiento de su enfermedad. Lo que sí es manifiesto es la poca comunicación entre profesionales de atención primaria extra e intrapenitenciarios, mientras que hay una fluida comunicación entre la población que ambos profesionales atienden. Ésta es, a nuestro entender, suficiente razón para superar la separación de los sistemas sanitarios extra e intrapenitenciarios.