El consumo de alcohol está ampliamente permitido, extendido y tolerado en nuestro entorno. En el mundo industrializado los trastornos derivados del mismo se han convertido en un problema de salud de gran relevancia, que genera múltiples y muy diversas líneas de investigación y que conlleva un interés creciente por hallar políticas eficaces de actuación.
Asimismo, existe un interés social por conocer los aspectos de salud relacionados con el consumo de alcohol, tanto beneficiosos como nocivos. A pesar de la idea, ampliamente extendida entre la población, de que el consumo moderado de alcohol puede producir efectos beneficiosos sobre la salud, sobre todo cardiovasculares1,2, existe también un mayor conocimiento y sensibilización sobre los riesgos que supone para la salud un consumo abusivo. Esto es compatible con el hallazgo de un descenso del consumo de alcohol en nuestro país, tanto del excesivo como del diario, y de las intoxicaciones etílicas, mientras que, por otro lado, parece existir un discreto aumento de la prevalencia del bebedor moderado y ligero3.
La percepción del riesgo que supone el consumo de alcohol es menor en los varones, las personas jóvenes y los bebedores de riesgo3. Este hecho también coincide con los resultados encontrados entre los usuarios de un centro de atención primaria en el estudio de Teruel et al4, que se publica en este mismo número de Atención Primaria. En general, se percibe un mayor peligro y hay más rechazo hacia las conductas de consumo diario que hacia los hábitos de consumo de fin de semana, frecuentemente banalizados por la población3.
Para determinar el tipo de medidas preventivas que serán realmente eficaces en atención primaria, resultan interesantes los estudios sobre los conocimientos que tienen los usuarios de qué niveles de consumo de alcohol son nocivos y de cuáles son los daños que produce el exceso de alcohol sobre la salud.
Asimismo, frecuentemente se ha encontrado que existe una infravaloración o un incorrecto registro en la historia clínica de los hábitos de consumo de alcohol (tipo, frecuencia, cantidad), hechos que podrían estar relacionados con la aún excesiva aceptación, incluso entre los propios profesionales sanitarios, del alcohol como parte de nuestra cultura y modo de vida. En este sentido, los datos obtenidos por Teruel et al muestran un registro superior al encontrado en otras zonas geográficas, aunque igualmente incompleto y poco actualizado5. Es necesario insistir en la importancia de una buena recogida de datos sobre el consumo de alcohol entre los profesionales de atención primaria, tanto para la correcta valoración del peso del problema en nuestro país como para detectar los grupos de riesgo sobre los que se puede incidir específicamente.
Por otro lado, la población parece conocer los límites del consumo diario, pero banaliza el riesgo del abuso puntual; sabe que el exceso de alcohol es nocivo, pero de manera parcial y superficial. Tal vez las líneas de actuación deberían ir encaminadas a marcar más claramente todos los límites y a transmitir cuáles son los peligros reales.
El problema podría ser que, a diferencia del tabaco y otros tóxicos, el mensaje que transmitimos en el caso del consumo de alcohol no es lo suficientemente claro, ya que, por un lado, continuamente hay noticias contradictorias que hablan de los beneficios del consumo moderado de alcohol y, por otro lado, los profesionales no promovemos abiertamente la abstinencia sino la reducción del consumo, dejando así la puerta abierta a interpretaciones subjetivas, a autoengaños o justificaciones.
Pero esto quizá se deba a que tampoco los profesionales tenemos claras las líneas de actuación. Por una parte, numerosos estudios han encontrado mayor número de bebedores excesivos en poblaciones donde se consume habitualmente más alcohol6. Por otro parte, hay estudios que hablan del beneficio del consumo moderado respecto a la abstinencia en cuanto a patología cardiovascular1,2. ¿Hacia dónde debemos enfocar nuestra actuación profesional? ¿Es correcto recomendar la abstinencia cuando un bebedor moderado puede beneficiarse de su consumo de alcohol? Pero, por otro lado, al recomendar sólo una reducción del consumo, ¿no estamos dejando poco clara la importancia del problema y abriendo paso a justificaciones subjetivas, más cuando sabemos que, en este tipo de problemas, la autopercepción del umbral de riesgo es tan baja?
En este contexto es donde cada vez adquieren más relevancia los estudios sobre los conocimientos y las actitudes que tienen los usuarios respecto a los niveles nocivos de consumo de alcohol y a los daños que genera en la salud un consumo excesivo. En el estudio de Teruel et al se pone de manifiesto que hasta un 24% de los usuarios del centro donde se realiza el estudio (frecuentemente los más jóvenes) desconoce los límites nocivos de consumo y que un porcentaje importante de la población aún no tiene claras las consecuencias que puede generar este hábito.
La eficacia del consejo breve como medida de prevención desde la atención primaria está claramente establecida7. Conocer en profundidad nuestras carencias y las de la población es el camino para mejorarlo y aumentar su eficacia.
Puntos clave
* Los estudios sobre los conocimientos que tiene la población acerca de los límites no nocivos del consumo de alcohol y los daños que dicho consumo genera ayudan a aumentar la eficacia del consejo breve.
* Es importante incrementar, mejorar la calidad y actualizar el registro del consumo de alcohol en las consultas de atención primaria.