Anualmente se notifican cerca de 1,5 millones de nuevos casos de hepatitis A (HA) en el mundo (aunque se estima que esa cifra es 3-4 veces mayor). La mortalidad por HA es baja (1,4 por 1.000 casos sintomáticos) y se debe en su mayor parte a casos fulminantes (con un 60% de mortalidad), más frecuentes en adolescentes y adultos. En España, tal como refleja el trabajo de Sans et al, se ha producido un cambio en el patrón epidemiológico, cuya importancia éste estriba en que las formas sintomáticas y las más graves se observan con mucho mayor frecuencia en personas adultas1-4.
Por otro lado, se calcula que en el mundo hay alrededor de 300 millones de personas infectadas por el virus de la hepatitis C (VHC), de las cuales 5.000.000 se encuentran en Europa, y en España hay unas 800.000 (se estima una prevalencia poblacional en nuestro país del 2%). La infección por el VHC es la causa principal de enfermedad hepática crónica. Entre el 75 y el 80% de las personas infectadas por el VHC desarrollan una hepatopatía crónica, y más de un 25% desarrollarán una cirrosis hepática dentro de los 30-40 años siguientes; además, el 70% de los carcinomas hepatocelulares está vinculado al VHC1-3,5.
La sobreinfección con otros virus de hepatitis (no sólo con el virus de la hepatitis A [VHA]) en pacientes con hepatitis crónica por infección con el VHC puede tener una morbimortalidad significativa. En algunos pacientes con enfermedad hepática crónica, la sobreinfección con el VHA o el virus de la hepatitis B (VHB) puede conducir a fallo hepático agudo5.
Fuertes evidencias apoyan la vacunación contra los VHA y VHB en pacientes con enfermedad hepática crónica6. Todos los pacientes con enfermedad hepática crónica deberían ser estudiados para determinar los anticuerpos totales de HA y anticuerpos de superficie y core en la hepatitis B. Si no se detecta inmunidad, estos pacientes deberían ser vacunados contra las hepatitis A y B. Aunque hay que hacer notar que, en poblaciones con baja incidencia y con exposición pasada, puede ser más coste-efectivo no efectuar estudios previos de anticuerpos y proceder directamente a la vacunación. Tanto en presencia como en ausencia de enfermedad hepática crónica, las tasas de seroconversión posvacunación son del 94% para la HA y de cerca del 100% para la hepatitis B.
Algunos organismos que emiten recomendaciones sobre vacunaciones insisten en considerar la vacunación frente al HA sólo cuando hay enfermedad hepática crónica. Es más, destacan que no hay datos que indiquen la necesidad de vacunar de forma sistemática a los portadores crónicos de las hepatitis B o C sin evidencia de enfermedad hepática crónica con la vacuna de HA5. En nuestro medio hay algunos grupos de trabajo en vacunación que incluyen la infección por el VHC como indicación para vacunar frente a la HA1.
Sin embargo, si tenemos en cuenta los datos anteriormente expuestos (un 75-80% de los pacientes portadores del VHC desarrollan enfermedad hepática crónica), sería una buena estrategia preventiva vacunar frente a las hepatitis A y B antes de que desarrollen la enfermedad hepática crónica. Dado que está claro que la sobreinfección por los virus de la hepatitis A y B en pacientes con infección por el VHC incrementa la morbimortalidad, estará más indicado vacunar lo antes posible frente a las hepatitis A y B. Además, en nuestro medio no es necesario hacer un estudio de anticuerpos antes de la vacunación, ya que es más coste-efectivo vacunar directamente.