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Inicio Atención Primaria Comentario: Reflexiones sobre la realidad de la atención domiciliaria
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Vol. 31. Núm. 8.
Páginas 478-479 (mayo 2003)
Vol. 31. Núm. 8.
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Comentario: Reflexiones sobre la realidad de la atención domiciliaria
Commentary: Reflections on the Reality of Home Care
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MA. Benítez del Rosarioa
a Miembro del Grupo de Trabajo de Atención al Mayor de la semFYC. Unidad de Cuidados Paliativos. Hospital Universitario La Candelaria. Tenerife. España.
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Grupo ATDOM de la Societat Catalana de Medicina Familiar i Comunitària
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La atención domiciliaria es el desarrollo longitudinal de los cuidados integrales e integrados de salud en el domicilio a aquellas personas que, por su situación de enfermedad, no pueden desplazarse al centro de salud. Su importancia está aumentando por el incremento de la población dependiente en la comunidad susceptible de este tipo de atención. Por ello, los resultados encontrados en el estudio del grupo ATDOM de la Societat Catalana de Medicina Familiar i Comunitària merecen una reflexión y algunos comentarios.

Los resultados encontrados de una implantación en el 90% de los centros de salud del protocolo de atención domiciliaria deben ser considerados muy buenos, aunque no puede descartarse que fuesen peores con un mayor número de respuestas a la encuesta o una mayor participación de centros no docentes. Inicialmente, el hallazgo comentado debería interpretarse como una muestra de la adecuada actitud de los profesionales de atención primaria para el ejercicio de la atención domiciliaria, y contrario a las posibles opiniones detractoras de dicha implicación.

El análisis detallado del uso de protocolos específicos no es concordante, sin embargo, con la extensa disponibilidad del programa de atención domiciliaria. Sorprende la baja implantación de protocolos de actuación ante las úlceras de presión, el paciente encamado, el dolor y el paciente terminal, circunstancias que justifican un elevado porcentaje de los pacientes incluidos en los programas de atención domiciliaria. Este porcentaje no debería ser atribuido a las diferencias de la población atendida, pues los aspectos comentados deberían ser considerados como «elementos índice» de los programas de atención domiciliaria. Son problemas cuya intervención debería estar protocolizada en la mayor parte de los centros de atención primaria, bien por su elevada frecuencia o por su alto impacto en la calidad de vida de los pacientes y familiares. Un estudio más extenso, dirigido a la descripción del perfil de los pacientes atendidos, podrá aportar nuevos aspectos sobre la presencia de estos datos aparentemente contradictorios.

El estudio también constata la importancia del papel de la enfermería comunitaria en la atención domiciliaria, tanto como responsables del programa como por el mayor tiempo de dedicación al mismo. Debe considerarse, no obstante, que sin perjuicio de la actividad de las enfermeras, la participación de los otros profesionales de la unidad de atención básica no es elevado (sólo el 8% de su jornada laboral). Ello puede dificultar la adecuada organización de las actividades y favorecer situaciones de dejación de responsabilidades1. Datos sobre las coberturas de los programas y de sus resultados intermedios (pacientes con enfermedades controladas o recursos sociales de apoyo)2 permitirían analizar si los tiempos de actuación dedicados son producto de una baja implicación de los profesionales o del adecuado funcionamiento del programa, que con el transcurrir del tiempo puede requerir una menor intervención de los otros profesionales no enfermeros de la unidad de atención familiar.

Las dificultades para el ejercicio de la atención domiciliaria percibidas por los profesionales se corresponden con las habitualmente señaladas como los handicaps para el adecuado desarrollo de los programas de atención domiciliaria1. La escasez de tiempo de los profesionales siempre conlleva la priorización de las respuestas; es lógico que éstas siempre se dirijan a resolver la presión asistencial presente en el centro de salud, en detrimento de la atención domiciliaria. No obstante, no existen datos que demuestren una «situación real de abandono sanitario» de los pacientes en programas de atención domiciliaria. Debe considerarse si los déficit de dichos programas son producto de la escasez de recursos sociales y no de los sanitarios; y ello favorece, además, la desmotivación de los profesionales sanitarios ante el enfrentamiento continuo a situaciones cuya solución no está en su mano. Es conocido que no es posible seguir avanzando en la línea de intentar dar una respuesta exclusivamente sanitaria desde la atención primaria a todas las necesidades de la población dependiente. Es obvio que para asegurar una atención domiciliara de calidad debe existir una estrecha colaboración interna entre los servicios sanitarios, y externa con los servicios sociales1,3.

El trabajo también demuestra las dificultades, presentes en un tercio de los casos, de la interconexión entre los niveles asistenciales. Éstas no han sido relacionadas con la presencia o no de equipos de soporte. El elevado porcentaje de estos equipos puede justificar que la desconexión entre niveles asistenciales, aunque presente en porcentajes no desdeñables, no sea mayoritaria. Es así que, a pesar de los múltiples intentos, no se ha logrado aún establecer una organización del sistema sanitario que actúe como un conjunto, sin abismos en la interconexión-colaboración entre los distintos niveles asistenciales. Sería interesante explorar si la presencia de los equipos de soporte modifica favorablemente esa desconexión. En caso contrario, habría que reflexionar sobre qué mejora real ofrece la creación de una red asistencial paralela a la atención primaria sin capacidad para resolver los déficit que afectan a la colaboración sanitaria y sociosanitaria.

La eterna cuestión es si la publicación de los datos de este trabajo va a afectar a los gestores sanitarios, y si los estimulará para que realmente apoyen los programas de atención domiciliaria como modelos de atención compartida entre niveles asistenciales sanitarios y sociosanitarios. Ello supondría, sin duda, la necesidad de una mejor estandarización de los programas de atención y un adecuado incremento de los recursos de los equipos de atención primaria sanitaria y social. La cuestión es si, por el contrario, no les va a afectar o van a desvirtuar la interpretación de los resultados tergiversando las actitudes de la mayoría de los profesionales de atención primaria para justificar la inversión de recursos en otros modelos de atención.

 

Bibliograf¿a
[1]
Atención de la salud en el domicilio. Aten Primaria 1999;24(Supl 2):163-71.
[2]
Evaluación de la atención domiciliaria. En: Contel JC, Gené J, Peya M, editores. Atención domiciliaria. Organización y práctica. Barcelona: Springer Verlag, 1998; p. 83-91.
[3]
La coordinación sociosanitaria como eje de la actuación en la comunidad. En: Contel JC, Gené J, Peya M, editores. Atención domiciliaria. Organización y práctica. Barcelona: Springer Verlag, 1998; p. 73-81.
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