Navarro-Bravo et al han publicado recientemente en Atención Primaria un trabajo en el que demuestran que tanto los médicos de atención primaria como las personas mayores, no disponen de información suficiente sobre el documento de voluntades anticipadas (DVA) y recomiendan que, para mejorar esta situación, debieran realizarse campañas informativas y/o actividades de formación específicas que constituyeran una alternativa a las consultas de atención primaria1.
Coincidimos con los autores en que la población española en general y la de los pacientes mayores en particular se encuentran poco informadas respecto a los DVA. Nuestra experiencia nos permite aportar algún dato cuantitativo que refuerza las apreciaciones de Navarro-Bravo et al. Hemos comprobado repetidamente cómo más del 40% de los pacientes con enfermedades crónicas que consultan a un servicio de urgencias hospitalario (SUH) no están bien informados sobre la cronicidad y el carácter evolutivo de su enfermedad. Además, el conocimiento del DVA está presente en menos del 25% de ellos2–4, pese a ser este un subgrupo de población en el que cabría esperar un mayor conocimiento y utilización de los mismos. Y algo parecido hemos observado en las personas que acompañan al paciente durante su consulta al SUH. Esta situación, además, no parece haber mejorado, ni en estos pacientes ni en sus acompañantes, durante los últimos 8 años5. Coincidimos también con Navarro-Bravo et al en que es preciso poner en marcha campañas y programas transversales de gran alcance para que la información llegue a segmentos más amplios de la población. Sin embargo, no creemos que los médicos que habitualmente controlan a pacientes con enfermedades crónicas evolutivas, ya sea en atención primaria o especializada, ya sea en el centro de salud o de consultas externas hospitalarias, puedan ignorar el abordaje de forma abierta con el paciente y sus familiares del pronóstico de la enfermedad, sus posibilidades evolutivas y los DVA. No parece justo tener que hacerlo en el SUH, un lugar con espacios limitados, problemas de saturación frecuentes, riesgo de eventos adversos elevado, tiempo para la toma de decisiones médicas vitales, en ocasiones, escaso y, frecuentemente, sin un conocimiento profundo del paciente y de su enfermedad6–8. Esta mejora del diálogo médico-paciente ya se está produciendo en ciertos niveles pues, aunque con unos valores testimoniales, hemos observado un incremento significativo de pacientes en los que sus médicos habituales les habían hablado del DVA, de un 2% en 2003 a un 7% en 20105. Esperamos que todos los médicos, especialmente los de atención primaria, en la medida de sus posibilidades, contribuyan a que este incremento se siga manteniendo y algún día la relación médico-paciente alcance niveles de normalidad también respecto al abordaje de sus deseos al final de la vida y los DVA. Solo así podremos mejorar muchos aspectos de la asistencia médica urgente y adecuar los actos médicos a sus deseos reales9.