Sr. Director: De nuevo quisiera resaltar diversos aspectos sobre nuestros macrocongresos, y algo debe suceder si aparece y reaparece una y otra vez tras casi cada nueva edición1-3. Unas simples reflexiones y comentarios.
¿Para qué queremos nuestros congresos, para foro de intercambio profesional y de enriquecimiento científico o como fuente de ingresos para nuestra sociedad?
En el aspecto científico: ¿lo que se nos ofrece en nuestros congresos, es lo que realmente esperamos?, ¿sirve realmente para formarnos, para debatir nuestros problemas diarios y para crecer en nuestra especialidad?
Todos somos profesionales, y algunos con más o con menos experiencia, pero todos podemos aportar temas para la reflexión y el debate. Me parece adecuado y pertinente que algunos, los que a priori saben más de un tema, o que se lo han preparado, sean los responsables de conducir las reflexiones de las mesas en forma de ponencias (los «popes» de las mesas), pero quisiera hacer la siguiente reflexión: ¿es que los comunicantes a una mesa, que se han estado preparando a fondo un tema, avalado con un trabajo científico sobre él, no pueden contrastar su opinión con «los expertos»? habitualmente, con honrosas excepciones, después de su exposición los ponentes desaparecen de la sala; me parece una falta de respeto y algo frustrante para estos compañeros. Y los asistentes a la mesa el público, interesados en el tema por el mero hecho de asistir: ¿no merecen más tiempo para la reflexión y discusión y poder, junto con los ponentes y los comunicantes, establecer un foro de discusión? ¿Por qué se da más importancia, en prestigio y tiempo, a las ponencias que a las comunicaciones y al tiempo de debate? Generalmente, el debate queda para el final, después de muchos minutos de «exposición teórica» y, cuando empieza a animarse, el escaso tiempo toca pronto a su fin, dejando muchas ideas y preguntas en la boca de los contertulios. El formato de ponencias en grandes salas con lejanía física entre ponentes y oyentes, donde se exponen grandes disertaciones teóricas de un tema, ¿no es un formato poco funcional y que facilita poco la participación? Las ponencias, para ser realmente una buena fuente de información científica, con fines educativos, deberían ser expuestas por buenos docentes y excelentes comunicadores, cualidad que sólo disfrutan unos pocos esta fórmula es la ideal para eventuales conferencias magistrales. Deberíamos encontrar un formato en el que se facilitara mucho más el intercambio entre profesionales, ya que al fin y al cabo todos deberíamos saber de todo lo que se trata en nuestros congresos, en más o menos profundidad, y todos deberíamos tener opinión de todos los temas. Se podrían plantear foros en los que más profesionales nos preparásemos un tema de discusión y donde, después de una breve y eventual exposición, el debate fuese realmente el objetivo y lo importante del acto el resumen del cual también debería quedar reflejado en un eventual «libro de ponencias.
Si atendemos a las asistencias, parece que es más aceptable para los congresistas el formato taller; éstos crecen año tras año, con más sesiones para poder acoger al máximo número de interesados. Su interés puede radicar en la cercanía con una materia que «puedes tocar con la mano» y que aumenta la interacción entre los participantes, en el que uno expone lo que domina a otros, interesados también en el tema y ambos aprenden, y vemos más plausible su aplicación práctica.
El comité científico debería poder emitir al final de cada congreso un informe o memoria con todas las nuevas ideas, nuevos temas y proyectos tratados, las conclusiones de las reuniones de trabajo de los distintos grupos y lo «surgido» en cada evento realizado en el seno del congreso, con mención de la participación en los distintos actos científicos, y ser capaz de ofrecer las referencias de los líderes de opinión sobre los temas tratados, no sólo el clásico libro de ponencias redactado a priori.
Otro tema a debatir, creo yo, son los famosos pósters. Un formato que considero inadecuado, representa la cenicienta de la comunicación científica y a él sólo van los trabajos que no tienen la «categoría» de ser expuestos de forma oral (?). Si un trabajo no tiene suficiente calidad, no debería ser expuesto ni en forma oral ni en formato póster en nuestro congreso nacional. Tal y como reflexiona Simó-Miñana1, ¿hay realmente hay tiempo suficiente para la realización de tantos trabajos de calidad en un año? ¿Hay suficientes trabajos para poder ser expuestos bien hechos y que sean relevantes y/o novedosos en los respectivos congresos-jornadas propios de las sociedades federadas en su feudo o en las jornadas de residentes y además en el congreso nacional? ¿Necesitamos realmente el formato póster? ¿Cómo se puede defender mejor un trabajo: en una mesa o en un panel? Si realmente hubiese tantos trabajos de calidad, deberíamos darles un formato adecuado, y sobre todo promover su publicación para que salga de nuestro ámbito.
¿Cómo podemos exponer líneas o proyectos de investigación que aún no han empezado o finalizado? ¿No podríamos aprovechar una reunión de esta envergadura para poder captar adeptos o encontrar un foro para poder debatir una línea de investigación?
El congreso nacional de nuestra especialidad, creo, debería ser el foro más importante para la discusión de nuestros grupos de trabajo y que sirviera para el acercamiento de éstos al resto de compañeros, con lo que de ellos se derive en docencia, investigación, intercambio de experiencias, avances... También un lugar donde se aporten nuevas experiencias para la practica clínica, para el desarrollo de nuestra especialidad y para la investigación. Lugar donde poder saber qué se realiza en España en atención primaria y cómo ésta se encuentra con relación al resto del mundo, un punto de referencia para nuestra especialidad. Debería ser el evento de referencia al que todos necesitásemos acudir.
Todo lo expuesto hasta ahora va en un soporte del que surgen otra retahíla de preguntas: ¿es realmente imprescindible un congreso por todo lo alto? ¿No nos podríamos sentir más cómodos en envoltorios menos ostentosos, donde primen la funcionalidad y el acercamiento entre los participantes a otros aspectos más superfluos? ¿Debemos decorar necesariamente nuestros congresos con una gran oferta paralela de actos sociales? Entiendo que edificios para poder contener estos eventos, que mueven a tan elevado número de personas, no son especialmente baratos, pero qué necesitamos: ¿espacios de discusión o palacios? Si ni un edificio con la magnitud del Kursaal ha podido albergar toda la actividad científica de un congreso, ¿es realmente esto lo que necesitamos? También entiendo que un congreso es una oportunidad de conocer entornos interesantes de España2, pero ¿a costa de quién?; semFYC no es una agencia de viajes. Si adecuamos el formato de congreso a nuestras verdaderas necesidades, a una infraestructura que acoja simples espacios de intercambio científico, posiblemente no será tan caro y no estaríamos tan sometidos al yugo de grandes presupuestos.
¿Están realmente agotadas todas las fuentes de financiación? ¿Es que a la sociedad civil no le interesa la sanidad? ¿Tan difícil es vender la necesidad social de estos foros? Por otra parte, si hemos de «claudicar» con la industria para la financiación del evento2, a ¿qué precio tenemos que hacerlo? Si permitimos que «vendan» sus productos en nuestro espacio, ¿no podemos seleccionar qué productos nos deben «vender»? ¿Cómo es posible que en un congreso semFYC pueda aparecer la promoción de productos farmacéuticos que nuestra sociedad no recomienda ni recomendaría en ninguno de sus foros científicos? esta última reflexión también la haría extensiva a nuestras revistas.
Una cuestión importante respecto al tema de los costes del congreso es el de los invitados. ¿Tenemos una política de invitados adecuada?
La conocida lucidez de Albert Planes puso de nuevo el dedo en la llaga en Donosti. No hemos de perder el norte, somos quienes somos y no debemos aparentar ser quienes no somos. El camino es largo y los congresos cada vez con mayor participación. Debe primar la ética y la sinceridad científica en nuestros actos. Deberíamos plantearnos este tema con premura. El crecimiento progresivo de nuestros congresos va a hacerlos inviables en breve; no va a haber infraestructuras, con el formato actual, capaces de absorber este tipo de eventos.
Recordando a los clásicos con el «divide y vencerás», podríamos mejorar evitando al máximo reuniones para muchos participantes en un mismo espacio, aumentando más el número de grupos de discusión, para diluir a los congresistas entre más espacios, a mucha más oferta científica en un mismo congreso. Así necesitaríamos más espacios, pero para menos participantes para la mayoría de actos, y sólo un auditorio para unos actos muy concretos. Estos espacios existen.
Una propuesta: ¿que problema habría en organizar congresos, por ejemplo, en universidades? Vislumbramos varias ventajas en esta posibilidad. Todas las comunidades autónomas tienen universidad, no hay problemas prácticamente de espacio físico para albergar las actividades científicas sólo habría que estudiar cómo resolver los otros temas: restauración y hospedería; sería una forma de acercarnos progresivamente a la universidad en el posgrado, que de momento es difícil de otra manera; podría ser una forma de potenciar nuestra especialidad entre los estudiantes de medicina... En casi todas ellas hay una aula magna para grandes eventos... Supongo que habrá más posibilidades... Debemos hacer un esfuerzo de imaginación entre todos.
Todas estas cuestiones expuestas necesitan, para encontrar respuestas, un cambio importante de mentalidad, no sólo de nosotros como congresistas y nuestra percepción el evento, sino también para nuestro proveedor de congresos.