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Inicio Atención Primaria Congresos de atención primaria: hacia los diez mil a partir del 2000
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Vol. 18. Núm. 9.
Páginas 473-474 (noviembre 1996)
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Congresos de atención primaria: hacia los diez mil a partir del 2000
Primary care conferences: towards ten thousand by the year 2000
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S. Calero Muñoza
a Grupo de Organización de Congresos semFYC.
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Siempre he compartido la idea de que las grandes dificultades obligan a las personas a ser más eficientes. El ingenio, el esfuerzo, el sentimiento de unidad, o simplemente el pragmatismo, afloran con mayor intensidad en situaciones adversas. Participar en el comité organizador de un gran congreso supone, por la incertidumbre que ello provoca, una de esas actividades que difícilmente se pasan sin crear dudas y ansiedades derivadas de una inevitable inexperiencia. En este sentido es un claro ejemplo de que las dificultades estimulan la eficiencia. Sólo así es posible entender cómo un grupo de médicos es capaz de organizar, sin excesivos desaguisados, un congreso donde concurren 4.000 personas. Conseguir eso no parece una tarea fácil.

Los congresos, por su repercusión social potencial, son eventos donde una sociedad científica ha de saber contrastar su prestigio y ganar su reconocimiento; y supone, por tanto, una actividad en la que debe mantenerse un «esmerado énfasis». Al buen nivel científico debe sumársele un adecuado éxito organizativo. Y aquél sin éste, o éste sin aquél son insuficientes. Con la experiencia investigadora acumulada en el ámbito de la atención primaria durante sus años de existencia parece, en buena parte, garantizada la tendencia a ir mejorando el nivel científico de nuestros congresos. Ya hace unos pocos años, la sección de investigación de la semFYC, preocupada por el tema, redactó unas recomendaciones para el funcionamiento de los comités científicos. Con ello se intentaba garantizar una homogeneidad de criterios dirigidos a conseguir una buena calidad científica. No ha sucedido lo mismo con la vertiente organizadora. Parece como si el hecho de delegar en una sociedad autonómica la organización hubiera eximido, durante años, a la propia semFYC de asumir la elaboración de unas normas o recomendaciones «organizativas». Ha sido recientemente cuando la actual junta de la semFYC ha constituido un grupo de trabajo sobre organización de congresos, con la idea de elaborar un documento-guía que recoja las principales recomendaciones en este aspecto. De esta manera, se contribuirá también a velar por la mejora progresiva en la faceta organizativa.

Este doble objetivo científico-organizativo ­en mi opinión, cumplido hasta ahora por el voluntarismo y sentido común de los respectivos comités organizadores y científicos­ debe tener una mayor dosis de garantía. La capacidad de prever lo imprevisible determinará, en buena manera, el éxito de cualquier actividad organizativa. No tenemos por qué dejar esa previsión a la inspiración o a la capacidad de estimación de un grupo de médicos que se constituyen, de forma temporal y altruista, en comité organizador, si podemos previamente facilitar las cosas.

Hace unos meses se celebró en Barcelona el XIX Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA). Para algunos, un incuestionable éxito que desbordó a la organización. Para otros, un evidente fracaso organizativo, con manifestaciones de protestas de los propios congresistas. Pero en cualquier caso, un evento con un gran impacto social: pocos congresos consiguen reunir en su ceremonia de inauguración a S.M. el Rey, al presidente de la comunidad autónoma donde se celebra y al alcalde de la ciudad anfitriona, convirtiéndose por una u otra razón en motivo de primeras planas y editoriales de rotativos estatales de información general, así como en noticia de cabecera en espacios informativos de televisión de gran audiencia. Indudablemente la UIA no tiene nada que ver con la semFYC y, a buen seguro, muchos otros factores, ajenos a la propia gestión organizativa del congreso en cuestión, contribuyeron a su repercusión social. Entre ellos, la asistencia de más de diez mil personas debió influir de forma determinante. Es de esperar, teniendo en cuenta el crecimiento exponencial del número de socios de la semFYC, el alto grado de participación de los profesionales de atención primaria en los congresos, y, por qué no, la importante apuesta de la industria farmacéutica en éstos o la cada vez más factible normalización de la atención primaria, que en breves años debamos plantearnos la organización de congresos para más de diez mil médicos. Entre otros, éste va a ser el gran reto de los comités organizadores en los congresos de principios del próximo milenio.

Pero... ¿cómo vamos a ubicar un número tan importante de congresistas si actualmente ya nos encontramos con importantes problemas? ¿Habrá a partir del 2000 infraestructura variada para dar cabida a diez mil congresistas? En el citado congreso de la UIA recurrieron a celebrar ponencias al aire libre. Nosotros, como mucho, nos hemos atrevido a construir carpas, aunque esto parezca más propio de arquitectos que de médicos.

En congresos de la semFYC celebrados en los últimos años, hemos vivido diferentes experiencias que intentaban paliar, de alguna manera, el gran problema organizativo que supone dar cabida a un número importante de asistentes. La primera de ellas, en 1993 en La Coruña, fue la limitación del número de inscritos. Es evidente que con ello conseguimos el objetivo buscado. Pero parece una medida impopular y discriminatoria si la tuviéramos que aplicar de forma rutinaria. Además, iría en detrimento de la imagen del propio congreso, por lo que debería ser una solución aplicable en casos extremos. Un año más tarde se llevó el congreso a Madrid, en un Palacio sobrado de espacio donde la masificación no fue un problema. Sin embargo, poquísimos lugares en España reúnen una capacidad hotelera y un Palacio de Congresos tan grande, por lo que nos veríamos obligados, caso de elegir esta opción, de repetir sede con una gran frecuencia, algo que, a buen seguro, terminaría por aburrir, teniendo en cuenta que la parte lúdico-cultural tiene un papel importante. En Platja d'Aro, un año después, no había un espacio lo suficientemente grande. La solución fue... ¡crearlo! No cabe duda que con ello se abrió una nueva puerta a tener en cuenta, sobre todo para permitir que sociedades autonómicas más pequeñas se animaran a organizar, en un futuro, un gran congreso. Hay que tener en cuenta, no obstante, que «construir» un palacio de congresos a nuestra medida supone añadir una gran dosis de dificultad a la, ya de por sí, complicada organización.

Pero aún existiría una cuarta posibilidad, todavía no explorada, que consistiría en celebrar el congreso, al unísono, en dos sedes conectadas vía satélite. Con ello surgirían muevos problemas: alta tecnología, duplicidad de comité organizador, necesidad de que las sedes sean similares en sus características... y sobre todo: pensar de qué manera convenceríamos a los potenciales asistentes que deben inscribirse a la sede b, por que la sede a ya no admite más inscritos. No hay que olvidar que una faceta importante de los congresos es la social: todos tenemos algún compañero al que vemos de congreso en congreso, y sería poco gratificante saludarle a través de una pantalla.

Es difícil, en definitiva, decantarse por alguna de las posibles soluciones. Probablemente cada uno de nosotros eligiría su propia opción y ésta no gozaría, seguramente, de una mayoría absoluta, en una hipotética elección democrática. Pero el problema está ahí y seguirá creciendo. Y posiblemente la solución más idónea debería pasar por una mezcla de todas ellas: elegir sedes con una sobrada oferta hotelera, con un palacio de congresos ampliable con carpas, con posibilidad de utilización de subsedes lo más cercanas posibles y, en caso extremo, con una limitación razonable del número de inscritos.

El espectacular desarrollo de los congresos de la semFYC que estamos viviendo puede llegar a producir, por otra parte, un retroceso de algunas de nuestras jornadas o congresos autonómicos, lo que ocasionaría, a su vez, un estancamiento de las sociedades federadas correspondientes. Es necesario, por tanto, empezar a pensar en medidas que, desde la propia semFYC, puedan potenciar nuestros congresos autonómicos. La contribución más activa de su difusión, la facilitación de la asistencia de ponentes importantes, la financiación directa o indirecta a través de la industria farmacéutica de algunos costes, etc. son algunas formas que deberían estudiarse. Todo ello requiere, probablemente, la creación de una estructura que sobrepase la del congreso, que ayude a gestionar todos los congresos y actividades que se realicen, dando el soporte técnico adecuado a los diferentes comités organizadores y asegurando el apoyo necesario para la potenciación estatal y autonómica.

 

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