Introducción
En todos los países de nuestro entorno, el gasto sanitario ha crecido durante los últimos años de forma progresiva, con una tasa de aumento que en ocasiones supera al crecimiento del producto interior bruto del país. Esto se ha debido fundamentalmente al envejecimiento de la población (que consume más recursos sanitarios), a la universalización y a las mejoras en la accesibilidad de la población, y en gran medida a la aparición de nuevos fármacos que pretenden ser más seguros y eficaces, pero también son más costosos1. El mercado español de medicamentos es el octavo del mundo, consumiendo nuestro país el 3% del gasto farmacéutico mundial2. La contención de dicho gasto, que supone más del 20% del gasto público en sanidad, es una prioridad de la Administración. En nuestro país, el gasto farmacéutico de 1995 ascendió a 729.798 millones, del cual cerca de un 90% se concentra en médicos generales, médicos de familia y odontólogos que trabajan en atención primaria3,4. Por otra parte, el gasto farmacéutico supone aproximadamente un 50% del presupuesto total de atención primaria, siendo al médico de familia a quien corresponde la función de gestionar y racionalizar la prescripción5.
Pero a la hora de racionalizar la prescripción también es muy importante la concienciación de nuestros pacientes sobre la necesidad de ahorro en el gasto farmacéutico, así como el conocimiento aproximado del coste económico de sus tratamientos. Debemos tener en cuenta que, sin su colaboración, muchas de las medidas que nosotros pongamos en marcha pueden deteriorar la relación médico-paciente o incluso resultar infructuosas. Para valorar la opinión y nivel de conocimiento de nuestros pacientes sobre los aspectos económicos de nuestras prescripciones se ha diseñado el estudio con los dos objetivos siguientes: a) conocer el grado de importancia que conceden nuestros pacientes al coste económico de la medicación que prescribimos en nuestras consultas, y b) identificar el grado de conocimiento que tienen nuestros pacientes sobre el coste de la medicación que toman de forma crónica (más de 3 meses).
Material y método
Nuestro estudio es de tipo descriptivo, mediante encuesta oral que se administra a los pacientes en el momento de recoger las recetas de los carnets de largo tratamiento (CLT) en nuestro centro de salud. Nuestro estudio fue realizado entre mayo y julio de 1998. Fueron seleccionados aleatoriamente 100 pacientes activos y 100 pensionistas de los que toman medicación de forma crónica y acuden a recoger personalmente las recetas de sus tratamientos crónicos (más de 3 meses). A los pacientes seleccionados se les administraba en primer lugar una encuesta de opinión, con 5 preguntas sobre aspectos económicos de la medicación. Las preguntas eran las siguientes:
1. ¿Le interesa a usted el precio de los medicamentos que le receta su médico?
2. ¿Cree usted que su médico tiene en cuenta el precio de los medicamentos?
3. ¿Está usted de acuerdo con esta frase: un medicamento cuanto más caro es mejor?
4. ¿Cree usted que los médicos deben intentar siempre recetar los medicamentos más baratos? (Siempre que sean igual de eficaces.)
5. Si su médico le dice: del medicamento que usted necesita hay 2 marcas con la misma composición y eficacia pero distinto precio. ¿Usted cuál elige?
Las opciones de respuesta para las cuatro primeras preguntas han sido: mucho-regular-poco-nada. Para la quinta pregunta las opciones han sido: el caro-me da igual-el barato.
Tras responder a esa encuesta, se les realizaba una segunda, también oral, donde se les preguntaba cuál estiman que es el precio de cada uno de los fármacos que recogen en las recetas de sus tratamientos crónicos y se compara con su precio real. El tanto por cien de error en cada receta se calcula mediante la siguiente fórmula:
Precio estimado por el paciente Precio real en vademécum/ Precio real * 100
Las encuestas fueron realizadas siempre por la misma persona (objetor de conciencia adscrito temporalmente a nuestro centro), para evitar así los sesgos que se producirían si se realizasen por personal que trabaja habitualmente en el centro de salud. No se han aplicado pruebas estadísticas especiales debido al carácter descriptivo de nuestro estudio.
Resultados
Se obtuvo respuesta en el 100% de los pacientes encuestados. Los resultados de la encuesta de opinión sobre aspectos económicos de la medicación se reflejan en la tabla 1. Resulta de interés destacar que entre 2 fármacos con la misma composición y eficacia un 79,2% de los activos escogería el barato, mientras que sólo el 43,5% de los pensionistas haría esta elección. También se aprecia un mayor interés de los pacientes activos por el precio de los medicamentos (50%) respecto a los pensionistas (30,4%).
Los resultados obtenidos en la segunda parte de la encuesta donde se les pregunta cuál estiman que es el precio de cada uno de los fármacos que recogen en las recetas de sus tratamientos crónicos quedan expresados globalmente en la tabla 2. Podemos destacar que los pacientes activos conocen el precio del 64% de las recetas con menos de un 25% de error; en cambio, los pensionistas sólo saben el precio de un 27% de las recetas con menos de un 25% de error.
La estimación del precio de los fármacos también se ha individualizado por grupos terapéuticos (aparato respiratorio, cardiovascular, musculosquelético, digestivo y otros), no encontrándose diferencias en la estimación del precio entre los diferentes grupos.
Discusión
Como se aprecia en los resultados obtenidos, globalmente nuestros pacientes muestran un moderado interés por el precio de los medicamentos y desconocen en un alto porcentaje su precio. La comparación entre pacientes activos y pensionistas muestra que los pacientes activos tienen un mayor interés y conocimiento por el precio de lo que se les prescribe, creen que los médicos tenemos menos en cuenta el precio, no creen que lo más caro sea lo mejor y entre 2 fármacos con igual composición y eficacia prefieren en un mayor porcentaje el barato.
Si analizamos los resultados de la encuesta de opinión apreciamos que los pacientes activos tienen bastante interés por el precio de los fármacos, mucho más que los pensionistas (primera pregunta); en cambio, los pacientes activos creen que los médicos tenemos menos en cuenta el precio de los fármacos respecto a los pensionistas (segunda pregunta). Esto lo podemos explicar por la aportación económica de los pacientes activos al retirar los medicamentos en las oficinas de farmacia. En la tercera pregunta, los pensionistas creen, en mayor porcentaje que los activos, que un fármaco cuanto más caro es mejor, tal vez por la menor cultura de los pensionistas (globalmente tienen más edad y menor formación) y también por el carácter gratuito de la medicación para ellos. Esto también justifica que entre 2 medicamentos de igual composición y eficacia, pero distinto precio, los activos tiendan más a inclinarse por el barato respecto a los pensionistas (quinta pregunta). Globalmente se observa la necesidad de aumentar la sensibilidad de nuestros pacientes hacia el coste económico de lo que se les prescribe6.
Si analizamos los resultados de la encuesta de estimación del precio de tratamientos crónicos, se aprecian resultados concordantes con la encuesta de opinión. Se aprecia en los pacientes activos un buen conocimiento del precio de los fármacos que toman de modo crónico; en cambio, los pensionistas apenas conocen el precio de esta medicación, es más, prácticamente la mitad afirman no saber nada acerca del precio de sus fármacos7. Esto se puede justificar por dos motivos, en primer lugar, como ya se afirmó anteriormente, por no aportar nada al precio de sus tratamientos y en segundo lugar por su mayor edad y en ocasiones déficit visuales y cognitivos que les impiden interesarse o recordar el coste de sus tratamientos, que para ellos es nulo.
Entre las limitaciones o sesgos que presenta nuestro trabajo podemos citar, en primer lugar, el diseño de la encuesta de opinión, que como toda encuesta debería ser sometida a un proceso de validación, y en segundo lugar la población a la que se ha aplicado la encuesta, por realizarse solamente a pacientes que acuden al centro de salud, sin tener en cuenta la opinión de los que no nos visitan. Respecto a la estimación del precio de los fármacos, sólo se han tenido en cuenta los que pertenecían a tratamientos crónicos de más de 3 meses, para que así tuviese el paciente suficiente tiempo para asimilar su precio.
No se han encontrado trabajos similares que investiguen el grado de conocimiento o importancia que nuestros pacientes dan a la medicación que prescribimos, aunque autores como Dowell et al8 también realizan una encuesta de opinión a sus pacientes sobre aspectos económicos de la prescripción; estos autores preguntan a sus pacientes sobre el cambio de sus prescripciones habituales por medicamentos genéricos, obteniendo una baja satisfacción de los pacientes con el uso de genéricos, lo que es atribuido a una inapropiada información hacia ellos. Esto pone de relieve la importancia de la educación sanitaria a los pacientes. Otros autores también investigan sobre aspectos económicos de la prescripción; Juncosa9 considera que los médicos de atención primaria debemos tener muy en cuenta el coste de nuestras prescripciones, pero para lograr un verdadero ahorro se debe asociar a formación, feedback de los resultados obtenidos, cambios administrativos e incentivos.
A modo de conclusiones, podemos afirmar que los pacientes activos conocen con bastante exactitud cuál es el precio de los fármacos que se les prescriben de forma crónica; en cambio, los pensionistas muestran un grado de conocimiento significativamente menor, probablemente por no tener que abonar nada al retirar el medicamento de la farmacia. Entre las nuevas directrices10 en este campo, sería interesante diseñar nuevas medidas de educación sanitaria para concienciar sobre todo a los pensionistas del gasto farmacéutico. La aportación económica al coste de los medicamentos por parte de los pensionistas podría ser una medida, aunque su pertinencia o no pertenece más al ámbito político11.