Sr. Director: En un reciente artículo sobre la encuesta como técnica de investigación1, se realizan algunas afirmaciones referidas a las técnicas de muestreo que nos sugieren algunos comentarios.
En primer lugar, consideramos aventurado afirmar que las técnicas de muestreo «aseguran que los individuos que componen la muestra son representativos de la población de la que proceden». Es necesario señalar que la representatividad es un atributo deseable de las muestras (no de los individuos) que poseerán cuando presenten la misma variabilidad que la población de la que fueron extraídas: el azar es el mecanismo más fiable para obtener muestras representativas, pero no «asegura» la representatividad de ninguna muestra concreta.
Otra afirmación llamativa es la referida al tamaño de muestra necesario en el caso de muestreo aleatorio estratificado (MAE), ya que no es cierto que éste demande tamaños muestrales mayores que el muestreo simple aleatorio (MSA); salvo situaciones completamente excepcionales, ocurre lo contrario2.
Destaca también la consideración exclusiva del MSA como proceder equiprobabilístico, obviando que esta característica es propia del muestreo sistemático, del muestreo estratificado con asignación proporcional y de otros procedimientos de selección comentados en el artículo.
Por último, se sugiere el empleo del llamado «supuesto de máxima indeterminación», dando así implícitamente por sentado que constituye un procedimiento libre de toda objeción. Se trata de la regla que establece que cuando se quiera predeterminar el tamaño mínimo de muestra para estimar adecuadamente cualquier proporción (p), en el caso del MSA, basta suponer un valor de p = 50%, regla que se conceptúa como ideal cuando se desconozca absolutamente el valor de tal proporción. Es cierto que tal proceder se explica en numerosos manuales de estadística (no en tratados de muestreo), pero no lo es menos que dista mucho de ser una regla ajena a toda discusión. Sin extendernos aquí en detalles técnicos disponibles en la bibliografía, queremos señalar que nosotros hemos argumentado contra su uso y señalado su carácter falaz3. Marrugat et al4 respondieron a dicha carta defendiendo su uso y, al calor de este debate, Silva5 discute extensamente el asunto y fundamenta la legitimidad de las objeciones mencionadas. Dicha polémica se encuentra recogida en el último libro de Silva6 sobre técnicas de muestreo. Llama la atención que este debate haya sido obviado en el artículo que nos ocupa y que se limite a reproducir acríticamente «recetas» de dudosa validez científica, hecho que cobra mayor trascendencia dada la función docente y de referencia para el personal de atención primaria de la publicación en que se enmarca.