Sres. Directores: Estamos asistiendo en los últimos años a un incremento importante de trabajos, declaraciones y propuestas sobre el gasto farmacéutico en el Sistema Nacional de Salud: lo que nos cuesta, cómo podría disminuirse este gasto, la calidad de la prescripción y cómo se podría aumentar ésta.
El hecho de que este capítulo suponga entre un 20 y un 25% del gasto sanitario1,2 no es ajeno a este hecho y nos está haciendo reflexionar a todos, Administración, usuarios y profesionales de atención primaria, sobre el coste de oportunidad que este gasto representa (los usos alternativos que podríamos dar al dinero que se gasta en farmacia).
Es evidente que la responsabilidad fundamental en la adopción de medidas para «racionalizar» el gasto es de la Administración2,3, que es quien debe conseguir que el gasto farmacéutico se mantenga en niveles aceptables mediante su intervención en la autorización de nuevos productos, la regulación de la financiación, la potenciación de los genéricos, la fijación de márgenes a la industria y a las farmacias e incluso incrementando la dispensación a través del Sistema Nacional de Salud de los medicamentos.
Pero también es cierto que somos los médicos de atención primaria quienes determinamos, en última instancia, cuál es el gasto de farmacia en nuestro centro. Y dejando muy claro la importancia de la calidad de la prescripción (valor intrínseco, grado de uso en atención primaria...), que consideramos fundamental y previo a cualquier otra consideración4, creemos que es necesario analizar el coste de nuestra prescripción y valorar si es posible reducirla.
Con este objetivo, valorar la disminución del gasto farmacéutico que supondría la sustitución de las especialidades farmacéuticas prescritas en nuestro centro por especialidades de idéntica composición y menor coste, realizamos un estudio de minimización de costes5.
Para ello analizamos las especialidades incluidas en los cuatro subgrupos terapéuticos que más gasto generan en el centro, de acuerdo con la información aportada por el Área de prestaciones del Servicio Valenciano de Salud. Estos cuatro subgrupos eran los vasodilatadores cerebrales y periféricos, los hipotensores de acción sobre el SIS, los antagonistas del calcio, y otros antiúlcera péptica.
Se comparó la diferencia entre el coste de la dosis diaria definida (DDD) de cada especialidad prescrita y el coste de la DDD de la especialidad más barata disponible en el mercado, siempre que fuera de idéntica composición.
A continuación se calculó, en función del número de envases prescritos mensualmente, el ahorro que se produciría si se recetara la especialidad más barata.
El ahorro obtenido en cada subgrupo fue el siguiente:
Otros antiúlcera péptica (A02B2): 267.816 ptas. (17%).
Antagonistas del calcio (C01D2): 99.792 (4%).
Hipotensores de acción sobre el SIS (C02E): 63.367 (2%).
Vasodilatadores cerebrales y periféricos (C04A): 253.820 ptas. (7%).
La disminución media del coste en los cuatro subgrupos fue de 684.795 ptas., el 5,8% (fig. 1), menor a la encontrada en otros trabajos6.
Como conclusión queremos insistir en que aunque es evidente que el coste no debe ser el único factor que tomar en consideración a la hora de prescribir un fármaco, es imprescindible que ante fármacos idénticos con costes diferentes deba valorarse muy estrictamente cuál debe prescribirse para, siempre que no haya otras razones, prescribir aquel que sea menos caro7.
De esta forma podrán liberarse recursos que actualmente están comprometidos en farmacia para destinarlos a otros capítulos que se traduzcan en un incremento de la salud de nuestros pacientes.
Una medida tan sencilla como ésta podría traducirse, en el conjunto del Estado, en una reducción de al menos el 5,8% del presupuesto de farmacia que este año asciende a unos 700.000 millones de pesetas, y que representaría nada menos que 40.600 millones, lo que permitiría, por ejemplo, la construcción de unos 200 centros de salud de tamaño medio.