Sr. Director: Como contempla la totalidad de estadísticas mundiales, la incidencia y prevalencia de cáncer colorrectal son muy importantes y van en aumento1,2 siendo el tercer cáncer en incidencia y mortalidad tras el de pulmón y mama (en las mujeres es el segundo en mortalidad)1,2. Todo ello hace que exista una necesidad de poder realizar una detección, que disminuya lo máximo posible la aparición de la enfermedad, y si lo hiciere, en el estadio menos avanzado.
Existen múltiples organizaciones sanitarias mundiales que dan unas recomendaciones claras al respecto (USPSTF [US Preventive Services Task Force], AGA [American Gastroenterology Association], CTF [Canadian Task Force], ACS [American Cancer Society], etc.) y en todas ellas, con mínimas variaciones, se seguiría la siguiente pauta: en pacientes asintomáticos y mayores de 50 años, se indicaría test de hemorragia oculta en heces cada año, y los que dieran positivo se les realizaría un enema de bario con doble contraste o bien rectosigmoidoscopia y/o colonoscopia. Los sintomáticos o con antecedentes familiares de primer grado pasan directamente a enema de bario con doble contraste o colonoscopia, que se repetiría cada cinco o diez años.
Nuestra posición como médicos de atención primaria es idónea para asumir el cribado inicial (test de hemorragia oculta en heces), accesible y fácil de realizar, y que consigue en diferentes estudios una disminución de la mortalidad entre el 15 y el 30%3-6.
¿Por qué no se hace de manera sistemática en nuestro país? La respuesta que se da es que la sensibilidad es del 75% y la especificidad del 97% referido a hemoccult II3-5 habiendo, por tanto, muchos falsos negativos y positivos, con lo cual se nos escaparían casos de enfermedad, y, por otro lado, los positivos deberán pasar por la segunda prueba mucho más molesta y más cara para el sistema.
Yo creo que las preguntas que deben responder la sociedad científica y la administración sanitaria son las siguientes: ¿Vale la pena reducir la mortalidad entre un 15 y un 30% por este tipo de cáncer? ¿Puede el sistema asumir el aumento de gasto que inicialmente se produciría? ¿Es necesario hacer pasar al paciente por una prueba molesta si es posible un falso positivo?
Mi respuesta a las tres preguntas sería afirmativa. La primera porque es una reducción de mortalidad significativa sin contar, por supuesto, la disminución de sufrimiento tanto físico como moral de pacientes y familiares. La segunda porque aunque el gasto inicial sería mayor, la disminución de hospitalizaciones, de gasto por tratamientos antineoplásicos, etc., lo compensaría. Asimismo, la tercera también sería afirmativa, ya que si al paciente se le explica adecuadamente la situación, se le indica cómo debe realizar la prueba inicial y se combina el hemoccult II sensa con el test inmunoquímico (hemeselect), se lograría por un lado aumentar la sensibilidad del test y por otro disminuir mucho los falsos positivos6 y, además, los pacientes que tuvieran que pasar la segunda prueba lo harían conscientes de lo que se podrían evitar en un futuro.
En conclusión, se debería realizar un cribado sistemático a toda la población mayor de 50 años, tenga o no sintomatología, y en atención primaria estamos en lugar privilegiado para ello, siempre y cuando los diferentes niveles asistenciales asuman la continuación del estudio y el tratamiento si se precisa.
FIGURA 1. Detección y vigilancia del cáncer colorrectal. Pacientes sin riesgo identificable y riesgo incrementado.