Sr. Director: Tras leer la carta de De Francisco Velasco et al1 sobre la eficacia de la glucosamina en el tratamiento de la artrosis, queremos comentar ciertos aspectos de dicha carta.
Aunque se han publicado numerosos estudios que evalúan el efecto de la glucosamina en los síntomas y en la modificación de la progresión de la artrosis, sociedades como la European League Against Rheumatism (EULAR) y el American College of Rheumatology aún consideran el paracetamol tratamiento de primera elección en esta entidad y, en segundo lugar, otros analgésicos no antiinflamatorios y los antiinflamatorios no esteroideos (AINE). Estas sociedades no se posicionan sobre qué lugar debería ocupar la glucosamina por la escasa información sobre su eficacia y seguridad a largo plazo.
La glucosamina es un constituyente del cartílago articular y se pensó que su administración mejoraría los síntomas y modificaría la evolución de la artrosis. Los primeros estudios mostraron un efecto beneficioso a corto plazo en los síntomas. Sin embargo, no son concluyentes, ya que presentaban defectos de método que dificultan su interpretación y su comparación entre sí: a) incorporan a muy pocos pacientes; b) criterios de selección heterogéneos, en algunos de ellos basados sólo en síntomas articulares; c) seguimiento muy corto2; d) mayoritariamente comparativos con placebo y con diferentes pautas de administración de glucosamina; e) algunas comparaciones con AINE administraban dosis infraterapéuticas de éstos, y f) presencia de medicación de rescate no cuantificada, que actuaba como factor de confusión3.
En los últimos años se han publicado estudios comparativos con placebo de mayor rigor metodológico4,5. Los resultados son estadísticamente significativos a favor de la glucosamina, pero las diferencias en términos absolutos son de escasa o nula relevancia clínica. Además, se permitía la medicación de rescate con AINE o paracetamol, sin que se cuantificase su uso. Estos estudios evalúan la progresión de la enfermedad con la medida del espacio interarticular tibiofemoral a partir de radiografías y encuentran diferencias significativas a favor de la glucosamina, pero también con escasa relevancia clínica. Respecto a esto último, algunos autores cuestionan la validez de la radiología para valorar la progresión de la artrosis porque, para una evaluación precisa, las imágenes deben obtenerse con una completa extensión de la rodilla, que se vería afectada en los pacientes con artrosis a causa del dolor. Además, estudios de imagen con resonancia magnética han mostrado que la disminución del espacio interarticular obedece más a una extrusión del menisco que a una erosión del cartílago6.
Como bien apuntan De Francisco Velasco et al sobre la seguridad de la glucosamina, aunque en estos estudios no se han evidenciado diferencias respecto a placebo, y se ha tolerado mejor que los AINE, hay que recordar que tienen una duración máxima de 3 años, insuficiente para valorar la seguridad a largo plazo de un tratamiento crónico.
En definitiva, ante estas dudas surgidas en torno a la eficacia y seguridad de la glucosamina, no se puede establecer todavía cuál es su lugar en el tratamiento de la artrosis. Sociedades científicas como las anteriormente citadas no la equiparan al paracetamol y los AINE, por lo que hacen falta estudios comparativos con estos fármacos, metodológicamente rigurosos y de una mayor duración, para poder responder a todas estas cuestiones.