In memóriam Al Dr. Higinio Capote Gil, médico de Gillena y Torre de la Reina (Sevilla)
Se ha cumplido un año de la muerte de Higinio. Conocí a mi gran amigo Higinio Capote Gil en Madrid, junto a José María Fernández Guerrero, en la elección de plazas MIR de 1981. El destino nos situó, junto con Juan Suárez-Varela, en Badajoz y compartimos piso durante años y una buena amistad desde entonces.
La formación en Medicina Familiar y Comunitaria en estos primeros años de la década de 1980 estaba marcada por la improvisación y la elección de esta especialidad era vista como la única opción de quien no pudo elegir o cambiarse a otra. A quienes la especialidad les atraía, como sucedía con Higinio, rotar por algunas especialidades hospitalarias, en las que el residente de familia era como un estudiante más de medicina, le provocaba desazón, pues se permitía marcharse del hospital en cuanto se terminaba la visita en planta o las consultas externas. Higinio terminaba la mañana volviendo a medicina interna o a pediatría, donde por la mayor duración de las rotaciones y la mayor implicación que habíamos tenido en la asistencia y en las guardias, nos sentíamos más integrados y queridos. Pero fue durante el tercer año de formación, en el año extrahospitalario, cuando su compromiso como médico se pudo apreciar. Ese año, los residentes nos hicimos cargo de 2 cupos de medicina general en un «centro piloto» que luego se convertiría en el Centro de Salud La Paz y Unidad Docente de Medicina Familiar. En nuestra ciudad, como en muchos otros lugares en 1983, las consultas de medicina general a nivel ambulatorio, salvo honrosas excepciones, se utilizaban para obtener recetas, pases a especialistas o visitas domiciliarias. Atender y abrir historias clínicas, al modo como se aprendía en el hospital, implicaba pasar muchas horas en consulta, hasta las 3 de la tarde o más, y luego acudir a realizar los avisos domiciliarios. Estos avisos, muchos injustificados, respondían a lo que yo llamaba la «venganza del usuario», descontento con el sistema sanitario y que ante el mínimo malestar, sobre todo en niños, exigía la visita del médico en casa, porque «para eso pago la seguridad social». Costó tiempo educar a la población y demostrarle que su médico, como Higinio, estaba en consulta, desde las 9 de la mañana y que, si era posible, lo correcto y conveniente era llevar al paciente al centro, donde se le atendería rápidamente si así lo requería. A Higinio, fumador en aquellos tiempos, este ritmo de trabajo lo obligaba a tener que salir, «5 minutos a media mañana» para ir al servicio y allí mismo aprovechar para fumarse un cigarro. Y a tomarse muchas veces como almuerzo, pasadas las cuatro de la tarde, un bocadillo en el bar cercano al consultorio.
Tras unos años de trabajo, ya como médico de familia con plaza en propiedad, Higinio consiguió su traslado a Sevilla, junto con sus buenos amigos José María, Juan e Inés Díaz de Castro.
Higinio nunca se sintió atraído por publicaciones ni por presentaciones a los congresos. A diferencia de otros, como quien firma este recuerdo, era difícil animarlo a participar en algún trabajo de investigación. No sentía inquietud por desarrollar esta faceta profesional. De manera que nunca tuvo una publicación en congresos ni trabajos en revistas. Su nombre, por tanto, no saldrá en Medline ni en otras bases de datos. Pero antes de haberse cumplido el año de su muerte, Higinio, don Higinio Capote, ha conseguido un impacto que supera el factor impacto de las revistas biomédicas. Ha logrado, sin buscarlo (y de eso sus amigos damos fe), un reconocimiento por su entrega, que perdurará en la memoria de sus pacientes y en la pequeña historia de los 2 últimos pueblos donde estuvo como médico general. La calle donde se ubica el Centro de Salud de Guillena ya tiene como nombre «Dr. Higinio Capote Gil» y el consultorio de Torre de la Reina, último pueblo donde trabajó, tiene como nombre «Consultorio Dr. Higinio Capote Gil». ¡Qué mayor impacto que perdurar en la memoria colectiva de quienes atendió como médico durante años!