Sr. Director: Querríamos felicitar a Simó Miñana et al1 por su trabajo sobre la evolución del gasto sanitario en España (1985-2001), además de darles las gracias por expresar con claridad lo que muchos profesionales de la atención primaria pensamos: que los recursos económicos se siguen destinando mayoritariamente al ámbito hospitalario y que la famosa reforma de la atención primaria (evidentemente con aspectos muy positivos) es una nimiedad comparada con la verdadera reforma sanitaria de nuestro país, que ha sido la aproximación del gasto hospitalario a la media europea.
Al excelente trabajo de Simó Miñana et al sólo nos cabe añadir que los datos aparecidos después de su publicación no auguran cambios a nivel estatal o autonómico (como señalan los autores del trabajo1, esta política es independiente de la adscripción política). Podemos citar algunos ejemplos, con la esperanza de no desmoralizar todavía más al lector. En Cataluña2 el aumento en términos absolutos del presupuesto del CatSalut el año 2002 respecto a 2001 es del 6,9%, mientras que en la atención especializada es del 9,1%. En Madrid3 el presupuesto de gastos consolidado del año 2003 respecto a 2002 supone, asimismo en números absolutos, un aumento del 9,7% en atención primaria y del 12,9% en la atención especializada. En La Rioja3 el presupuesto de la atención especializada del año 2002 es casi 7 veces superior al de la atención primaria.
Parece que nuestros políticos siguen hipertrofiando a los hospitales y se han olvidado de la atención primaria1, excepto para darnos una palmadita en la espalda y decirnos lo importantes que somos como eje del sistema sanitario. En relación con el comentario de que son los primeros y más llamativos ausentes de las salas de espera de la atención primaria1, un compañero nos comentaba el caso de un conocido político, habitual de manifestaciones ciudadanas en defensa de la atención primaria, pero que por un proceso infeccioso banal había acudido a un conocido hospital privado. Por otro lado, parece que sigue siendo más rentable políticamente (no desde el punto de vista sanitario) inaugurar hospitales o residencias para ancianos que invertir en atención primaria o en servicios sociales de apoyo a nuestros mayores.
Recientemente ha visitado nuestro centro un grupo de profesionales de atención primaria suecos. En su país (y en la mayoría de los países de la Europa desarrollada1 con la que queremos converger) hace años que se decidieron por invertir de verdad con dinero contante y sonante en vez de con palabras vacías como en España. El resultado es que la atención primaria gestiona una parte muy importante del presupuesto sanitario. Nos dieron 2 ejemplos que explicamos a continuación y que pueden sonar en España a película de ciencia-ficción: los médicos/as de familia atienden unas 20 visitas al día, que previamente filtra el enfermero/a, el quien realiza todas las actividades preventivas, extiende la receta de Gelocatil® que necesita el paciente, etc. Los pacientes no pueden acudir al hospital por su cuenta si no tienen un volante de su médico/a de familia. Obviamente, no hay demora en las visitas, se dispone de elementos diagnósticos y terapéuticos en las consultas, etc.
En resumen, agradecemos a los autores del trabajo1 su lucidez, aunque es inevitable que nos invada una cierta dosis de pesimismo, puesto que no parece que quienes deciden dónde se invierten los recursos vayan a cambiar su política de inversiones. ¿Tendremos por ello que considerar al hospital nuestro enemigo? Esperemos que no, pero cada vez más tenemos la impresión de que las decisiones presupuestarias siguen tomándolas personas vinculadas a los hospitales y que, por tanto, valga la expresión, barren para su casa. Por todo ello, mucho nos tememos que la atención primaria seguirá siendo, además de la Cenicienta, el Patito Feo de la sanidad española.