Sres. Directores: Agradezco la carta de los Dres. Ávila, Salas y García, en la que hacen referencia a un editorial publicado recientemente en la revista Atención Primaria1.
En este artículo, intentábamos hacer una reflexión sobre la necesidad de que los médicos de familia se implicaran en el seguimiento de los pacientes drogodependientes, a la vez que comentábamos el modelo asistencial que desde hace 10 años llevamos a la práctica en el Centro de Salud La Mina, en un barrio marginal de las afueras de Barcelona.
En el comentado artículo se hacía mención sobre todo a los aspectos relacionados con la coordinación asistencial de pacientes afectados de dependencia a opiáceos (principalmente heroína intravenosa), y los diversos recursos terapéuticos (programas de desintoxicación, de mantenimiento con metadona...).
Es bien cierto, no obstante, que encontramos muy acertada la carta de los nombrados doctores, por cuanto hace referencia a otro tipo de drogodependencia de la que, en general, se tiene poca experiencia.
Muchos compañeros pueden pensar que los problemas de drogodependencias no son relevantes en la población que están atendiendo (clase social nivel medio, medio-alto, de áreas urbanas), menos todavía los que atienden a poblaciones rurales. Es posible, ciertamente, que muchos médicos de familia consideren que este problema «no va con nosotros». Pero en cualquier caso, lo que no deja de ser cierto es que, entre nuestra juventud, la prevalencia de consumo de las llamadas «drogas de diseño» no es nada despreciable.
Cada vez más, se está extendiendo el consumo de estas sustancias entre nuestros jóvenes, sobre todo en relación a diversos perfiles conductuales (noches «de marcha», discotecas, «ruta del bacalao»...). Todos nosotros conocemos jóvenes que frecuentan estas conductas, y es posible que no hayamos reparado en realizar un interrogatorio exhaustivo en la consulta sobre el consumo de estas sustancias.
Si bien es cierto que, en general, el médico de familia está habituado a realizar un interrogatorio pormenorizado que incluya algunas conductas de riesgo (tabaco, alcohol), parece que todavía falta una conciencia clara sobre la búsqueda de consumo de sustancias potencialmente tóxicas, como lo son las llamadas «drogas de diseño».
Son varios los aspectos que pueden influir en esta falta de sensibilidad hacia esta búsqueda activa, pero seguramente la falta de formación de los profesionales en este campo desempeñe un papel importante. Además, hemos de considerar que la detección precoz de casos requiere el establecimiento de recursos asistenciales y terapéuticos que, para este tema concreto, en muchas ocasiones no están del todo bien establecidos.
Lo que sí que parece bien claro es la cantidad de efectos secundarios peligrosos atribuibles a estas sustancias, ya conocidos desde hace años, sobre todo del éxtasis, que fue una de las primeras en ser consumida. Desde casos de hepatitis2, insuficiencia renal3 y rabdomiólisis4, hasta establecimiento de verdaderas conductas psicóticas5 e incluso casos de muerte6 atribuible al consumo de éxtasis (o MDMA), irrumpieron al principio de la década de los noventa sin que los profesionales hubieran podido predecir dichos problemas con antelación.
En algunos países, como Holanda, el consumo de éxtasis ha ido en aumento en los últimos años de una forma tan alarmante que las autoridades sanitarias han decidido establecer campañas educacionales poblacionales destinadas a la reducción de los daños derivados de su consumo7.
Hace unos años se publicó en nuestro país una buena revisión sobre los aspectos relacionados con estas sustancias8. Más recientemente ha visto la luz una puesta al día sobre los aspectos farmacológicos, toxicológicos y clínicos del éxtasis9, aspectos que todos los médicos de familia deberíamos conocer. Cada vez más nuestros residentes comentan los problemas que vienen sucediéndose en las guardias hospitalarias ante la falta de experiencia en el manejo de las intoxicaciones por éxtasis, y cada vez más deberemos actualizarnos también, por qué no, en el conocimiento y manejo de los problemas derivados del consumo de estas sustancias.
Esperamos que la carta de los Dres. Ávila, Salas y García nos ayude a todos un poco en esta reflexión común.