Sr. Director: Acabamos de leer el excelente artículo del Dr. Mendive Arbeloa titulado «Tratamiento de las drogodependencias desde el centro de salud. Diez años después» que sirve de editorial de uno de sus últimos números1.
En este artículo se hace una defensa del papel activo que ha de desempeñar el médico de familia en la prevención, tratamiento y coordinación de los servicios sanitarios y no sanitarios en las drogodependencias.
El perfil del drogodependiente está cambiando en nuestro país. Se observa un claro descenso progresivo en el consumo de heroína, una estabilización del de cocaína y una aumento considerable en el consumo de nuevas drogas.
Las denominadas drogas de diseño pueden suponer un gran problema de salud si no actuamos a tiempo, y en esta actuación preventiva tiene un papel clave el médico de familia.
Se denominan drogas de diseño a sustancias químicas de acción psicotrópica sintetizadas para su consumo lúdico. Dentro de este concepto no se incluyen nuevas vías de administración de drogas conocidas («crack»), uso lúdico de sustancias comercializadas como medicamentos (benzodiacepinas) o uso lúdico de sustancias cuya síntesis fue concebida como medicación (anfetaminas, LSD)2.
Las drogas de diseño son derivados de las feniletilaminas. En la actualidad hay más de 250 compuestos diferentes incluidos dentro de este grupo3, aunque las más utilizadas son la MDMA (éxtasis o Adán) y la MDA (Eva). Se comercializan en forma de cápsulas o comprimidos de atractivos colores y dibujos. En los últimos meses se ha empezado a comercializar su forma líquida, que se ingiere mezclada con bebidas alcohólicas aumentando su toxicidad.
Sus efectos físicos son resultado de la activación simpática produciendo taquicardia (con riesgo de arritmias letales), hipertensión arterial, aumento del tono muscular, bruxismo, hiperhidrosis, anorexia y miosis. En la mayoría de las ocasiones estos efectos se ven potenciados por otras sustancias que se utilizan como contaminantes de la molécula original: cafeína, efedrina o anfetamina, surgidas por mala síntesis o para «cortar» la droga. Sus efectos psíquicos dependen del ambiente en que se consumen, la predisposición del sujeto y el tipo de molécula consumida. Pueden alcanzarse situaciones de equilibrio emocional y creatividad (descritas como experiencias místicas), desinhibición, alteración de la percepción o sensualidad extrema4.
En nuestro país las dosis decomisadas van en aumento, lo cual indica que su consumo es cada vez mayor.
Frente a la imagen de seguridad que circula entre los jóvenes y adolescentes consumidores, existen grandes riesgos derivados de su consumo5, algunos de ellos mortales. Entre éstos destacan: arritmias severas con riesgo de cardiopatía isquémica, deshidratación con riesgo de fracaso renal agudo, hepatitis tóxica fulminante o cuadros psicóticos similares a las psicosis anfetamínicas.
No se conocen sus efectos a largo plazo, aunque está demostrada su toxicidad sobre las vías serotoninérgicas y dopaminérgicas en modelos animales6.
El bajo coste, la huida de la vía intravenosa y la imagen de ausencia de efectos secundarios son las principales razones que han disparado su consumo en la última década.
Se ha abierto una nueva vía de consumo lúdico de sustancias potencialmente peligrosas a la que están accediendo numerosos jóvenes y adolescentes de nuestro país. Como profesionales sanitarios hemos de actuar con eficacia frente a este problema de salud a través de la detección precoz de casos y del consejo médico antes de que sus consecuencias sean irreversibles.