He leído con interés el comentario de Parrilla Ruiz et al. publicado recientemente en su Revista1. Los autores aciertan en señalar los 2 problemas fundamentales que hacen que los programas de reanimación cardiopulmonar (RCP) básica no hayan encontrado una penetración suficiente entre la población lega: el mantenimiento de lo aprendido por parte del educando y la pervivencia de los programas por parte de los educadores. La solución de la primera barrera está en el reciclaje de lo aprendido; la solución de la segunda, en la implicación directa de administraciones y empresas privadas, convencidas que se puede hacer mucho bien a la sociedad a un coste muy razonable. Efectivamente, y como publicaba también recientemente Atención Primaria, a pesar de que la evidencia demuestra que las posibilidades de éxito en la RCP son mayores cuando estas maniobras son realizadas de forma precoz, son pocos los casos en los que los testigos las realizan previamente a la llegada de los equipos de emergencias2.
Un posible abordaje simultáneo a estos 2 problemas, que también es comentado por Parrilla Ruiz et al. en su artículo1, es realizar este tipo de programas formativos en el seno de la enseñanza obligatoria, por la cual transitan todos los ciudadanos durante muchos años de su vida3. Además, esta es una etapa de la vida en la que el aprendizaje es más fácil y efectivo. Adicionalmente, la receptividad por parte de toda la comunidad educativa es altísima4. Existen múltiples experiencias en este sentido en España, algunas de las cuales han aportado elementos innovadores o han puesto al servicio del colectivo educativo herramientas que pueden facilitar este aprendizaje, y que merecerían ser repasadas por quienes tienen la capacidad de darles soporte de forma mantenida5–8. Obtienen buenos resultados y los costes son bajos. A pesar de ello, seguimos identificando este último aspecto, el coste, como uno de los mayores hándicaps a superar9.
En este sentido, la incorporación de los médicos de familia y la implicación de los centros de salud en el desarrollo de estos cursos podría contribuir a superarlos, dadas su arraigada implantación en la comunidad y su capacidad de ejercer liderazgo e influencia sobre ella. Esta idea tampoco es nueva, pues el Dr. Caballero Oliver10 ya lo defendía hace casi una década desde estas mismas páginas: «[…] se debe recordar que la práctica de la RCP entra dentro del contenido de la especialidad en Medicina de Familia y Comunitaria y en el perfil profesional del médico de familia. Y que la enseñanza de la RCP básica se contempla ya como una tarea que el médico de atención primaria podría ofertar a la población que atiende». Creo que debemos seguir aunando y empeñando esfuerzos, desde todas las perspectivas y por parte de todos los actores implicados, hasta conseguir que la enseñanza de la RCP entre a formar parte del currículo de la educación obligatoria en España. Y los médicos de familia pueden contribuir de forma decisiva.