Me dirijo a usted para expresar mi opinión en referencia a un aspecto lingüístico relacionado con la profesión y el sexo, que he observado se produce de forma reiterada en su revista.
La formación del femenino en profesiones viene determinada por condicionamientos de tipo histórico y sociocultural, en especial en el hecho de que se trate de profesiones desempeñadas tradicionalmente por mujeres. De ahí que el uso del femenino inclusivo «enfermera» para definir al conjunto de los profesionales que ejercen dicha profesión sea habitualmente aceptado1. Lo mismo ocurre con el uso del masculino inclusivo «médico» para designar a los profesionales que ejercen la medicina, sean varones o mujeres. Ahora bien, mientras el número de mujeres que ejercen la profesión enfermera sigue siendo ampliamente superior al de varones, no ocurre lo mismo en el caso de la medicina, donde el número de mujeres que la ejercen ha aumentado considerablemente, y llega a ser superior en muchas especialidades médicas.
Entiendo que su editorial desarrolle políticas que preserven el uso del lenguaje inclusivo no sexista y por ello considero adecuado hablar de personal de enfermería o profesional de enfermería en lugar de enfermera. A pesar de que creo que la utilización del término «enfermera» refleja de manera adecuada el contexto actual de esta profesión en nuestro país. Pero, si pretende desarrollar políticas consistentes, los artículos publicados en su revista tampoco deberían mencionar las palabras «médico» o «médicos», y se debería utilizar en su lugar las siguientes expresiones: personal médico o profesional de medicina. De otra manera estarían tolerando el masculino inclusivo pero no aceptando el femenino inclusivo, por lo que sus políticas lingüísticas resultarían poco equitativas dando un resultado contrario al deseado.
Una revisión de un editorial y un artículo publicados en Aten Primaria. 2008;40(7):319–378 me ha permitido comprobar este hecho. En el editorial «Sobre la prescripción del ejercicio físico», de Ortega Sánchez-Pinilla, aparece 5 veces las palabras «médico» o «médicos» y 1 la frase «personal de enfermería». En el artículo original «Medición de la capacidad evaluadora del cuestionario CVP-35 para la percepción de la calidad de vida profesional», de Martin-Fernández et al, aparecen 4 veces las palabras médico o médicos y 4 veces también la frase personal de enfermería. En ambas publicaciones no aparece la palabra «enfermera».
Creo adecuado revisar las políticas lingüísticas de la editorial de manera que sean consistentes para todas las profesiones. Además, considero que la utilización del femenino y del masculino inclusivos se tendría que valorar de acuerdo con el contexto social al que representan en el momento actual, sin tener en cuenta los antecedentes históricos.