Hemos realizado un estudio para analizar el abordaje terapéutico de la enfermedad cardiovascular (ECV) según el sexo y valorar el control de los factores de riesgo cardiovascular (FRCV) y observar si hay diferencias en el grado de control entre varones y mujeres. Estudio descriptivo, transversal, realizado de septiembre a diciembre de 2006 en un centro de atención primaria urbano en el área metropolitana de Barcelona que tiene asignada una población de 12.000 habitantes.
Se revisó a un total de 410 pacientes, de los que 391 (95,4%) cumplieron criterios de inclusión; se excluyó a 19 (4,6%) pacientes: 10 por fallecimiento, 4 no residían en la zona, 2 mal codificados y 3 no visitados en el último año.
Las variables estudiadas fueron: edad; sexo; FRCV; ECV: accidente vascular cerebral (AVC), accidente isquémico transitorio (AIT), angina, infarto agudo de miocardio (IAM) y arteriopatía periférica; fármacos prescritos (fig. 1); intervención realizada: trombólisis, coronariografía, coronariografía+stent, bypass, stent carotídeo, endarderectomía, y si no se intervenía; grado de control de los FRCV, la realización de un electrocardiograma (ECG) anual y el número de visita al médico de familia y a enfermería en el último año.
Tratamiento actual por grupos farmacológicos: antiagregantes (AA), estatinas, inhibidores de la enzima de conversión de angiotensina (IECA), antagonistas de los receptores de angiotensina II (ARA-II), bloqueadores beta (BB), diuréticos (DIU), antagonistas del calcio (AG-CA), bloqueadores alfa (AB), anticoagulantes (ACO), nitratos, metformina (MET), sulfonilureas (SU), otros antidiabéticos orales (ADO), insulina (INS) y vasodilatadores periféricos (VDP).
La media±desviación estándar de edad de la muestra fue de 70±10,4 años, el 76% eran varones. Se observaron diferencias significativas entre sexos en la prevalencia de IAM (el 40,7% de los varones frente al 26,6% de las mujeres; p=0,006) y de arteriopatía periférica, en que el porcentaje de varones que la presentaba prácticamente duplicó al de las mujeres (el 28,2 frente al 14,7%; p=0,02). Fumaban el 19% de los varones y el 6% de las mujeres (p=0,001), presentaban obesidad el 38 y el 56% (p=0,004), respectivamente. Se prescriben más antiagregantes (86,3%), estatinas (68,1%) y vasodilatadores periféricos (19,8%) a los varones que a las mujeres (el 76,2, el 55,2 y el 11,2%, respectivamente) (p<0,05). Se prescriben más anticoagulantes y diuréticos a las mujeres (el 13,3 frente al 7,3%, y el 58 frente al 40,7%, respectivamente; p<0,05). Se realiza más intervencionismo en los varones (el 47,6 frente al 31,5%; p=0,002). Los varones presentan mejor control de la dislipemia (el 39,1 frente al 21%; p=0,0002).
La frecuencia media de visitas anuales al médico de familia fue de 11,93 y a la enfermera, de 6,7.
Los varones tienen mayor prevalencia de IAM y arteriopatía periférica. Por lo que refiere al IAM, podría explicarse porque hasta en un 60% de las ocasiones las mujeres inician el cuadro con síntomas atípicos, lo que causa errores en el diagnóstico o su retraso, esto implica una mayor mortalidad de las mujeres1, y podríamos estar cometiendo un sesgo de supervivencia. En relación con la arteriopatía periférica, los resultados de este estudio coinciden con los obtenidos en diferentes trabajos que objetivan un claro predominio en el sexo masculino, así como, en general, un infradiagnóstico2. En mujeres, la prevención secundaria de ECV es más deficitaria, se les prescribe menos antiagregantes y estatinas, y se les realiza menos intervencionismo. Uno de los puntos débiles en la prevención secundaria de ECV en la población de este estudio es el control de la dislipemia, que se podría explicar por el menor uso de hipolipemiantes. Los profesionales sanitarios deberían realizar un esfuerzo en el control de este factor de riesgo3, pues las estatinas no sólo disminuyen las concentraciones del colesterol de las lipoproteínas de baja densidad (cLDL), sino también la morbimortalidad por ECV, por lo que deben prescribirse para la prevención secundaria independientemente de los valores previos de cLDL4. Aunque ahora se es más agresivo en la prevención secundaria de las ECV, se debería ser todavía más incisivo en la prescripción de fármacos que han demostrado claramente su eficacia5, así como en la realización de tratamiento intervencionista cuando éste esté indicado6. Si bien este esfuerzo debe realizarse en todos los pacientes, con especial interés en la población femenina, para conseguir una equiparación en el abordaje de la ECV en ambos sexos. Fruto de la concienciación por parte del personal sanitario del papel de las ECV en la mujer, serán necesarios, en un futuro, estudios para el seguimiento a largo plazo de la prevención secundaria de las ECV en el sexo femenino.