He leído el reciente artículo publicado por Esquerda et al.1 sobre la evaluación de la enseñanza de la bioética en las facultades de medicina, y me gustaría compartir algunas reflexiones.
El hecho de que la bioética se haya incorporado de modo definitivo en los currículums de las facultades de medicina ya representa, por sí solo, un avance importante. Sin embargo, este y otros estudios ponen en evidencia que no se están alcanzando los objetivos esperados; se están formando médicos con más habilidades para resolver problemas éticos, pero no médicos más «virtuosos». Ante tal situación, indagar sobre el origen del problema es primordial para encontrar soluciones.
Para obtener médicos virtuosos es preciso «educar», no solo «enseñar». Es importante tener claro que educar es muchísimo más difícil que enseñar; para lo primero se precisa «ser», mientras que para lo segundo basta con tener conocimientos y transmitirlos. Partiendo de tal evidencia, creo que es importante reflexionar sobre 2 aspectos.
En primer lugar, la enseñanza de la bioética debería ser un área transversal en la que participaran todos los docentes de la facultad, no solo los encargados de la asignatura en cuestión, pues los valores no se pueden transmitir solo dentro de las aulas. Y, sin embargo, lo que pasa la mayoría de las veces es lo contrario; dentro del aula se predican unos valores que no se observan en la realidad; los estudiantes de medicina observan constantemente comportamientos incoherentes por parte de los profesionales que tienen delante. En un estudio realizado por Hicks et al.2 se evidenció que un 47% de los estudiantes se había visto presionado más de una vez a actuar de forma no ética, y hasta un 61% había visto actuar a sus instructores incorrectamente de forma frecuente. Hay una necesidad urgente de adecuar el discurso explícito a los comportamientos que se tienen ante los problemas éticos y morales reales.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que en la educación se requiere una actitud activa del alumno; una predisposición constante a la reflexión. Es evidente que si uno no está dispuesto a aprender nadie le puede ayudar. En la «Guía de recomendaciones éticas para las prácticas de clínicas del CEEM»3 se exponen aquellas actitudes y comportamientos que se esperan de los estudiantes de medicina en sus prácticas. Entre otros, se incluye la participación activa en todas las actividades relacionadas con el proceso de formación, la identificación de situaciones que implican algún conflicto ético durante las prácticas clínicas, el cultivar una sensibilidad ética sin dejarse influir por un entorno desfavorable y la colaboración con los compañeros estudiantes de medicina en lo relativo al conocimiento y en la ética personal.
Ramírez et al.4 reflexionan sobre la importancia de la ética médica y sobre cómo esta es una vía para alcanzar una mayor calidad de vida para los pacientes. Y es que si una cosa debemos tener clara es que los valores son inherentes a una buena práctica médica. Y es responsabilidad tanto de los propios alumnos como de las facultades de medicina que se pueda mejorar la deficiente formación en valores que existe actualmente.