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Vol. 20. Núm. 8.
Páginas 425-434 (noviembre 1997)
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Páginas 425-434 (noviembre 1997)
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Estado de salud de la población mayor de 60 años y su relación con factores sociodemográficos (proyecto ANCO)
State of health of the over-60s and its relationship to social and demographic factors (ANCO project)
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LA. Pérula de Torresa, J. Martínez de la Iglesiaa, J. Espejo Espejoa, MV. Rubio Cuadradoa, I. Enciso Bergea, FJ. Fonseca del Pozoa, JM. Aranda Laraa
a Unidad Docente de Medicina Familiar y Comunitaria. Centro de Salud Occidente y Distrito Sanitario. Córdoba.
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Objetivo. Describir el estado de salud de la población mayor de 60 años y examinar su relación con diversas variables sociodemográficas.

Diseño. Estudio observacional transversal, de base poblacional.

Emplazamiento. Nivel comunitario.

Participantes. Se seleccionó una muestra aleatoria compuesta por 1.103 personas no institucionalizadas de 60 años o más, residentes de la ciudad de Córdoba.

Mediciones y resultados principales. Se utilizó el Cuestionario de Evaluación Funcional Multidimensional OARS-MFAQ-VE, mediante entrevista personal domiciliaria. La mala autopercepción de salud está asociada con la edad, sexo femenino, menor nivel de estudios y escasos ingresos económicos. Un 5,2% afirmó no presentar ninguna enfermedad, y al 56% sus problemas de salud les impide realizar las cosas que quiere hacer en su vida. Un 4,9% afirma tener algún grado de incapacidad física. El déficit cognitivo importante afecta al 3,7% de la población anciana.

Conclusiones. La mayoría de las personas mayores se encuentran con buena salud. La edad está asociada a una mayor probabilidad de presentar problemas de salud. Las mujeres tienen más problemas de salud que los varones.

Palabras clave:
Estado de salud autopercibido
Ancianos
Desigualdades de salud

Objective. To describe the health status of a population over 60 years and to study their relationship with several socio-demographic variables.

Design. A cross-sectional study, population based.

Settings. A community.

Participants. A randomized sample of 1,103 non institutionalized people over 60 years living in the city of Cordoba (Spain).

Measurements and main results. By mean of a personal interview at home we used the OARS-MFAQ-VE questionnaire. Low self-rated health was associated with the age, to be female sex, a low cultural background, and a low income. Only 5.2% of the study people do not suffered any illness and 56% state that their health problems are major problems for doing their current activities. 4.9% declared to have some degree of physical incapacity. 3.7% of ederly population has an important cognitive deficit.

Conclusions. The majority of elderly people has good health. Age is related with a poor health. Women have more health problems than men.  

Keywords:
Self-rated health
Elderly people
Health inequalities
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Introducción

Analizar la situación actual y la evolución sanitaria y demográfica de nuestros mayores es un punto de referencia obligado para poder planificar programas de actuación dirigidos a los mismos. La valoración geriátrica ha sido definida como «un proceso diagnóstico multidimensional e interdisciplinario destinado a detectar y cuantificar las incapacidades y problemas médicos, psicológicos, funcionales y sociales del anciano, con el objeto de elaborar un plan para el tratamiento y seguimiento a largo plazo»1. Actualmente existe acuerdo en que los estudios para medir el estado de salud de los ancianos, más que dirigirse a la detección de enfermedades orgánicas (cuyos resultados son poco rentables), deben ir encaminados a evaluar 5 áreas fundamentales: salud física percibida, situación o capacidad funcional, salud mental, soporte social y situación económica2,3.

La morbilidad percibida y la autopercepción del estado de salud (AES) se consideran parámetros válidos en la valoración y medición del estado de salud. Estudios longitudinales han demostrado que la longevidad, en términos de supervivencia, está mucho más ligada a la salud subjetiva que a la objetiva, que es uno de los pocos factores asociados con un envejecimiento satisfactorio y que tiene una relación con la mortalidad independiente del nivel objetivo de salud4-6. Por ello, se recomienda su investigación rutinaria combinada con otros parámetros en el marco de una valoración multidimensional del anciano, más aún si tenemos en cuenta que es una información fácil de obtener y no requiere análisis complicados7.

Algunos autores coinciden en señalar la existencia de importantes diferencias y una gran variabilidad en el nivel de salud de los ancianos en función de los factores socioeconómicos y culturales8, por lo que es necesario su estudio en diversas comunidades. Por otra parte, en la actualidad nos encontramos con una gran escasez de estudios publicados en nuestro país que determinen el estado de salud de nuestros mayores y su relación con factores sociodemográficos.

Hoy día disponemos de diversas escalas de valoración del anciano que permiten detectar déficit y problemas de salud mediante entrevista personal al sujeto y/o a sus allegados. Los cuestionarios estructurados representan una buena opción, ya que sistematizan la exploración de las capacidades del paciente y permiten obtener resultados objetivos homologables entre diferentes profesionales, en distintos lugares y para el mismo examinador con el paso del tiempo9.

El objetivo de nuestro trabajo ha sido conocer, a través de una encuesta, el estado de salud de nuestros mayores mediante el estudio de la morbilidad y la salud autopercibida, y analizar su relación con distintas variables socioculturales y demográficas.

Sujetos y método

Este trabajo forma parte de un estudio multidimensional sociosanitario realizado mediante encuesta de salud a una muestra representativa de la población no institucionalizada de 60 años y más, residentes en la ciudad de Córdoba (n=49.481 personas según el censo del año 1991, 16,4% del total de la población). Se trata de un estudio descriptivo transversal, cuyos aspectos metodológicos van a ser publicados con detalle recientemente10. Mediante muestreo sistemático (constante de muestreo=44), se obtuvo un listado nominal de 1.103 sujetos (fracción de muestreo: 2,2%; p=0,5; e=0,03; *=0,05), que fue proporcionado por la Unidad de Estadística del Ayuntamiento de Córdoba. El tamaño de muestra predeterminado fue aumentado previendo una tasa de pérdidas del 35% (errores censales, ausencias, fallecimientos...).

Como instrumento de medida se ha utilizado el cuestionario OARS-MFAQ (Older Americans Resources and Services Multidimensional Functional Assessment Questionnaire)11, adaptado al castellano y validado por Grau et al12. Este cuestionario contempla las áreas fundamentales en la valoración geriátrica2,3, además del uso y necesidad de servicios sociosanitarios. La información es proporcionada por el sujeto entrevistado o por el familiar más cercano o cuidador habitual (en caso de que el sujeto presente una importante alteración cognitiva o alguna anomalía física que le impida una adecuada comunicación).

En el presente trabajo hemos analizado las variables que describen el perfil sociodemográfico y económico del anciano (edad, sexo, nivel de instrucción, estado civil, ingresos mensuales que percibía y grado de cobertura de sus necesidades con los mismos). Por otro lado, las variables escogidas que se relacionan con el nivel de salud fueron:

 

­Autopercepción del estado de salud (AES): se interrogó a la persona acerca de cómo consideraba que era su salud globalmente en el momento de la entrevista (excelente, buena, regular o mala).

­Alteración cognitiva: al inicio de la encuesta se cumplimentó el test de Pfeiffer13, catalogando la situación cognitiva de la persona en función del número de errores obtenidos en el mencionado test en: sin alteraciones (0-2), alteración leve (3-4), alteración moderada (5-7) y alteración severa (8-10).

­Presencia de enfermedad: se estableció cuando el sujeto refería presentar alguna enfermedad sobre un listado de las 29 más comunes (hipertensión arterial, diabetes, bronquitis, artrosis, cardiopatía, etc.). Igualmente, se consideró que presentaba patología cuando, sin referirla el entrevistado, decía tomar medicación específica para: hipertensión arterial, diabetes, enfermedades reumáticas, enfermedades cardíacas y/o úlcera gastroduodenal.

­Limitación por problemas de salud: se preguntó sobre el grado de limitación subjetiva (nada, un poco o mucho) que producían en la persona sus problemas de salud.

­Deficiencias visuales: valoración de su estado de visión actual (excelente, buena, regular o mala) con corrección, si la tuviera.

­Deficiencias auditivas: valoración de su estado de audición actual (excelente, buena, regular o mala) sin corrección.

­Invalideces: se interrogó sobre la presencia de parálisis total o parcial, falta de un miembro o fractura de huesos en la actualidad.

 

Los datos han sido obtenidos mediante entrevista personal domiciliaria llevada a cabo por 6 encuestadores previamente adiestrados. El trabajo de campo se ha efectuado durante los meses de octubre y noviembre de 1994. Con el fin de aumentar la tasa de respuesta, se envió una carta personal a todos los sujetos seleccionados en la que se explicaban los objetivos del estudio y se les anunciaba la visita de un encuestador para realizarle la entrevista. Si tras intentar contactar con el individuo, éste no era localizado en su domicilio (por ausencia prolongada, errores censales, fallecimiento) era reemplazado por otro que reuniera las condiciones de ser residente en la misma zona (distrito censal) y del mismo sexo.

Los cuestionarios se procesaron con el programa de gestión de datos DBASEIV Plus, y el análisis estadístico se ha realizado con el programa SPSS/PC+ versión 6.0.1 para Windows. Se presentan las distribuciones de frecuencias de cada una de las variables cualitativas y las medidas de tendencia central y dispersión para las cuantitativas. Se han estimado los intervalos de confianza para el 95% de seguridad (IC del 95%) para los principales parámetros descriptivos. Se ha llevado a cabo un análisis bivariado con aplicación del test de ji-cuadrado (*2) para la comparación de variables cualitativas; en el caso de variables ordinales, se aplicó el test de tendencia lineal de Mantel-Haenszel (*2M-H) con objeto de demostrar una asociación lineal significativa. Se utilizó la prueba t de Student-Fisher para la comparación de variables cuantitativas. Con el fin de analizar la fuerza de la asociación entre la AES y la presencia de procesos crónicos, grado de impedimento que ocasionan éstos y de invalidez, se han estimado las odds ratio brutas (ORB) con sus correspondientes IC del 95%. Todos los contrastes de hipótesis se hicieron para 2 colas y a un nivel de significación del 5%. Posteriormente se ha utilizado el análisis de regresión logística múltiple no condicional para estimar los efectos de las variables demográficas y socioeconómicas sobre la salud autopercibida, la presencia de enfermedades crónicas, el déficit cognitivo y la invalidez. Para ello se crearon los correspondientes modelos matemáticos, incluyéndose en los mismos aquellas variables independientes que mostraron ser estadísticamente significativas en el análisis bivariante, para una p<0,05. Mientras que el estado civil fue analizado como variable indicadora (variable dummy), las variables edad, nivel de estudios y nivel de ingresos fueron recodificadas en dicotómicas. Para la modelización se ha manejado la estrategia hacia atrás (Backward stepwise), utilizando la razón de máxima verosimilitud. El estadístico empleado para contrastar los coeficientes beta ha sido la prueba de Wald. El error máximo admitido para ser considerada cada variable en los modelos fue de p<0,10. Se presentan los coeficientes beta, y como estimadores de la asociación se muestran las odds ratio ajustadas (ORA) con sus respectivos intervalos de confianza para el 95% de seguridad (IC del 95%).

Resultados

De un total de 1.666 personas con las que se intentó contactar, 265 (15,9%) no fueron localizadas, fundamentalmente por ausencia prolongada de su domicilio (11,2%) o por errores en el censo (4,7%). De los 1.401 sujetos restantes, 131 casos (9,3%) fueron excluidos por cambio de domicilio, fallecimiento o haber pasado a vivir en residencias para la tercera edad. De las 1.270 personas elegibles, 126 (9,9%) rehusaron contestar al cuestionario y 13 estaban hospitalizados. Finalmente, fueron encuestados 1.103 sujetos (tasa de respuesta=86,8%), con una media de edad de 70,36 años (DE, 7,48; límites, 60-94; IC del 95%, 69,9-70,8). La descripción de las variables sociodemográficas se muestra en la tabla 1. Un 18,9% refiere ser analfabetos y el 34,6% saben leer y escribir. En cuanto al nivel de ingresos económicos declarado, el 5,4% afirma percibir menos de 40.000 pts. al mes. Un 33,3% opina que la cantidad de ingresos que percibe escasamente cubre sus necesidades. Hemos hallado una asociación lineal positiva entre el nivel de ingresos declarado por el sujeto y la percepción sobre si éstos son o no suficientes (*2M-H= 151,77; p<0,0001).

En la tabla 2 se presenta la distribución de las variables que miden el estado de salud percibido por nuestra población. El 10,8% (IC del 95%, 9,0-12,8) de la muestra manifiesta mal estado de salud. El 5,2% de los que responden no tiene ninguna enfermedad (IC del 95%, 3,97-6,69). El promedio de enfermedades por sujeto fue de 4,3±3,1 (IC del 95%, 4,1-4,5; moda, 2; límites, 0-17). Por sexo, el número medio de enfermedades fue de 3,5±2,5 para los varones y de 4,9±3,3 para las mujeres (t=­7,93, p<0,0001). Destacan por su frecuencia los procesos reumatológicos (59,3%; IC del 95%, 56,3-62,2 ­reumatismos, artrosis, lumbago, ciática, gota­, seguido de la hipertensión arterial 34,6%; IC del 95%, 31,8-37,5). Un 80,2% (IC del 95%, 77,7-82,5) presenta algún problema crónico de salud. En cuanto al estado sensorial, el 42,5% (IC del 95%, 39,6-45,5) declaró estar mal o regular de la vista (necesita algún sistema de corrección), y un 29,2% (IC del 95%, 26,5-32,0) está regular o mal del oído. La AES se encuentra estadísticamente asociada con la presencia de enfermedad (*2= 98,42; ORB= 6,00; IC del 95%, 4,08-8,83), limitación que le ocasionan sus problemas de salud (*2= 318,28; ORB, 12,32; IC del 95%, 9,14-16,61) e invalidez (*2= 21,95; ORB, 0,27; IC del 95%, 0,15-0,48).

Los resultados de los análisis bivariantes de los indicadores del nivel de salud autopercibido según las variables sociodemográficas se muestran en la tabla 3. En la tabla 4 se presentan los resultados del análisis multivariante para las dimensiones del estado de salud evaluadas. El modelo final de regresión logística para la AES incluye las variables edad, sexo, nivel de estudios e ingresos económicos (p<0,0001). Todas las asociaciones entre las variables sociodemográficas y la presencia o ausencia de enfermedad que eran estadísticamente significativas en el análisis bivariado mantienen su significancia en el modelo multivariante (p<0,0001). Lo mismo ocurre con la variable que mide el grado de impedimento que le ocasionan los problemas de salud para llevar a cabo las cosas que desearían hacer (p<0,0001). Por otra parte, la única variable independiente que se vio asociada en el análisis multivariado al grado de invalidez continuó siendo el nivel de ingresos (ORA, 0,5313; IC del 95%, 0,31-0,90; valor de p para el modelo final=0,0196). En cuanto al déficit cognitivo, éste se ha asociado de manera independiente a edad, sexo y nivel de estudios (p<0,0001); la asociación entre el déficit cognitivo y el estado civil desaparece en el análisis multivariado.

Discusión

Para medir la salud física global del anciano no disponemos de una escala apropiada que obtenga datos a través de una encuesta, como sucede en otras áreas (funcional, psicológica...)2, no siendo suficiente la cuantificación de signos y síntomas. La descripción del nivel de salud de nuestra población la hemos realizado en función de conocer su AES, la morbilidad percibida, las invalideces y los defectos sensoriales auditivos y visuales, lo cual dibuja un panorama más o menos general de cómo se encuentran nuestras personas mayores, ya que todos estos aspectos forman parte integrante del bienestar físico y mental del sujeto. Excluimos de nuestro análisis otras dimensiones que forman parte del concepto global de salud, algunas de las cuales han sido medidas en el estudio multidimensional que hemos llevado a cabo, como la salud mental, la integración y el apoyo social, la capacidad funcional, la satisfacción con la vida, la felicidad, la sexualidad y la calidad de vida, no porque consideremos que tienen menos peso que las seleccionadas, sino por las lógicas limitaciones a las que nos vemos obligados en la extensión del artículo.

Un dato a tener muy en cuenta al comparar nuestros resultados con los de otros estudios es el de la edad de la población. Aunque clásicamente se denomina población anciana a la que tiene 65 y más años, en la actualidad está cobrando interés tomar en consideración como medida del grado de envejecimiento de una población el porcentaje de personas mayores de 60 años14. En nuestro estudio hemos apostado por esta segunda opción dada la importancia que tiene analizar la transición entre el período de actividad y jubilación, lo que hace que el grupo de personas comprendidas entre 60-65 años deba ser explícitamente considerado como objeto de determinadas actuaciones preventivas dentro del marco de políticas sociosanitarias para la tercera edad14,15.

La mayor parte de los estudios que tratan de medir el nivel de salud mediante encuesta incluyen la AES al mostrarse como un parámetro válido por su capacidad predictiva de la mortalidad y de la supervivencia del sujeto5,6. La AES está considerada como una valoración subjetiva y global del estado del funcionamiento físico, mental y social que la persona hace sobre sí misma8. Incluye la percepción de pequeños cambios fisiológicos, una orientación hacia la vida positiva o negativa y una disposición hacia los comportamientos saludables4.

Según los diversos trabajos revisados, una proporción elevada de personas mayores de 65 años percibe su salud como buena o muy buena (40-60%), y el 15,9-26% valoran su AES como mala o muy mala4,5,7,8,16-19,21,22. En Córdoba este porcentaje sólo supone el 10,8%, aumentando ligeramente (11,1%) si consideramos a los sujetos de 65 años o más. Aunque los datos de los diferentes estudios no son concluyentes, parecen detectarse variaciones en la AES según la localización geográfica. Así, algunos autores han señalado que en las regiones del norte de nuestro país hay un mayor porcentaje de ancianos que refieren mala situación de salud19,20. Sin embargo, al analizar los datos de la Encuesta Nacional de Salud16 , realizada sobre población general, se aprecia que las comunidades autónomas donde existe una peor AES son Canarias, Extremadura y Galicia. Frente a esto, Navarra y Cataluña eran las zonas que en menor porcentaje consideraban su salud en términos negativos. Por otro lado, Boxó et al23 constatan una mejor AES en los núcleos rurales que en los urbanos. Puede ocurrir que más que la influencia geográfica, existan otros factores determinantes difíciles de identificar y relacionar, como sería un mejor nivel de vida, más servicios sociosanitarios para ancianos, etc.

Aunque en nuestro estudio no hemos podido demostrar asociación significativa mediante el análisis multivariante (p=0,09) entre la edad y la AES, el perfil de la relación entre ambas apunta hacia lo ya observado por otros autores8,17,18,21, esto es, un ligero empeoramiento de la salud de la población anciana con el incremento de la edad. Coincidimos con Zunzunegui et al8 que las variaciones de la percepción con el aumento de la edad son muy pequeñas. Cabe señalar que la medida de la asociación (odds ratio) disminuye cuando se consideran los efectos de otras covariables sociodemográficas ligadas a la edad. Incluso en algunos estudios no se hallan diferencias por grupos de edad7, o se recoge una valoración más negativa del estado de salud alrededor de los 65 años16, probablemente por incluirse en este grupo prejubilados por problemas de salud o incapacidad, así como en edades comprendidas en 80-85 años, por una mayor incidencia de pluripatología en este quinquenio. En otros sondeos realizados, los mayores de 85 años perciben su salud de forma similar al total de entrevistados, lo que puede indicar una mayor selección natural de los sujetos de más edad, y por considerar como no valorables dolencias asociadas a la edad23.

Existe acuerdo en que la AES que tienen las mujeres es peor que la de los varones8,17-19,21,25, y que este efecto es independiente de las condiciones sociodemográficas y económicas. Esto puede ser debido a que en ellas existe una mayor prevalencia de enfermedades crónicas. Estas diferencias, sin embargo, disminuyen a medida que se envejece17. También la clase social está fuertemente asociada a la AES. Así, bajo nivel sociocultural e ingresos insuficientes determinan peor valoración de la salud global7,8,17,19,24. Como cabía esperar, existe una peor AES en aquellos ancianos que declaran presentar alguna enfermedad crónica7,26 o algún grado de invalidez.

Los datos referentes a las enfermedades padecidas son difíciles de comparar, debido no solamente a diferencias en el estado de salud, sino también a que las preguntas pueden ser realizadas de modo distinto, los períodos de referencia y la población de estudio varían, así como el número de condiciones mórbidas incluidas en las listas de las encuestas. Para valorar la morbilidad percibida por el anciano, se le muestra una lista de patologías con las que se le pide que se identifique. El anciano sólo puede identificar como suyas aquellas enfermedades que le ha mencionado el entrevistador o que cree tener. Por tanto, la información que el encuestador le ha proporcionado al sujeto va a determinar en gran medida sus respuestas.

Encontramos un elevado porcentaje de ancianos (8 de cada 10) que refieren presentar alguna enfermedad crónica. Los trastornos crónicos se presentan en el 72-96% de los ancianos8,19,21,22,28. Según los datos de diferentes estudios, el número medio de enfermedades declaradas por anciano oscila en 1,2- 4,27,8,17,19,25,26,34, lo que nos situaría algo por encima de la media más alta observada hasta el momento (4,3 de promedio por anciano, si tenemos en cuenta al conjunto de la población estudiada y 4,5 si consideramos a los mayores de 65 años). Sin embargo, hemos de tener en cuenta que en nuestra encuesta se contemplaba un listado muy exhaustivo de enfermedades (29 y 2 preguntas abiertas, por si su proceso no venía recogido), en su mayoría de evolución crónica, pero también se incluyeron algunos procesos de carácter agudo. Se cree que la presencia de pluripatología objetiva es superior a lo que indican los datos obtenidos en las encuestas de salud. Así, de 150 autopsias realizadas a ancianos en el Hospital Central de la Cruz Roja, el promedio de diagnósticos por paciente fue de 11,5, con un mínimo de 4 y un máximo de 2221. No obstante, hay investigaciones que demuestran que la morbilidad percibida por los ancianos coincide en dos tercios con la objetivada por los profesionales28.

Por otra parte, la media de patologías por anciano es mayor en las mujeres que en los varones, tanto en nuestros mayores como en otras poblaciones7,8,19,24,25,27. Si bien es cierto que las mujeres viven más, también lo hacen más enfermas que aquéllos8, o bien sus problemas físicos provocan mayor tendencia a la consulta en los servicios sanitarios y con ello un superior porcentaje de patología diagnosticada. La asociación entre la presencia de enfermedad y la edad ha sido señalado también en otros trabajos8,19. Como hemos podido comprobar, los ancianos con peor nivel educativo y de ingresos también muestran una mayor ocurrencia de enfermedades.

En lo referente a las patologías más frecuentes (sin incluir problemas de visión y/o audición), casi todos los autores coinciden en situar en primer lugar los procesos reumatológicos, con porcentajes que oscilan entre el 31-70%7,8,16,17,19,21,29. Dentro de éstos se incluyen trastornos degenerativos, inflamatorios, metabólicos y otros. Su trascendencia no radica tanto en la mortalidad que generan, sino en la incapacitación que provocan (conducen frecuentemente a invalideces progresivas) y en el aumento del consumo de fármacos (analgésicos y antiinflamatorios no esteroides) y de utilización de los servicios de salud. La prevalencia es significativamente superior en mujeres, así como en personas que viven solas, probablemente por la mayor actividad física a que se ven sometidas y, por tanto, a la mayor tendencia a hacerse sintomáticas16.

Las enfermedades cardiovasculares (cardiopatías y trastornos circulatorios cerebrales y periféricos) ocupan igualmente un papel destacado entre las patologías más frecuentes entre las personas mayores. Según la literatura consultada, la prevalencia de enfermedades del aparato circulatorio oscila en un 25- 54%8,16,19,26,30-32. En cuanto a la hipertensión arterial (HTA), debemos destacar que su prevalencia varía considerablemente en función de los niveles de corte elegidos y de los métodos de medida empleados. En España, las prevalencias de HTA en personas mayores oscilan en el 9,5-45%19,26,33,35 cuando se utiliza el criterio clásico de 160/95 mmHg de tensión arterial, llegando a alcanzar al 65% de la población mayor de 60 años cuando se consideran como límites una tensión de 140/9035. En nuestro estudio hemos obtenido una cifra del 34,6% en función de la información proporcionada por el propio sujeto encuestado.

Las deficiencias sensoriales, en particular las auditivas y visuales, constituyen un problema habitual entre las personas mayores, como se comprueba en nuestro estudio y en otros realizados en diferentes lugares. La integridad de facultades como la visión y la audición es necesaria para que el individuo se considere independiente. Cuando estas facultades se ven mermadas, nos encontramos ante una minusvalía o dependencia de otra persona, con la problemática que ello conlleva. Estas circunstancias confluyen frecuentemente en las personas de edad. La prevalencia sentida de problemas de visión varía enormemente entre distintos estudios7,8,19,33-34, desde el 90% encontrado en la Encuesta de Salud de Barcelona 199334 hasta el 25,6% con problemas de visión de lejos hallado por Zunzunegui et sal8 en una encuesta realizada en Leganés, porcentaje muy similar al observado por nosotros (29,2%). No obstante, la comparación de resultados es difícil, dado que se emplean distintas definiciones y diferentes métodos de recogida de información. Aparte de estos datos de morbilidad sentida, disponemos de los procedentes de un estudio en el que se llevó a cabo un análisis oftalmológico, y en el que se concluye, entre otras cosas, que sólo un 31% de los ojos explorados y el 25% de los sujetos están libres de alteraciones, el 50% de los diagnósticos son desconocidos, siendo la opacidad del cristalino la patología más frecuente36. La prevalencia de problemas de audición en la tercera edad es, asimismo, bastante variable según la población de estudio y la metodología empleada. Ésta oscila entre el 1527 y el 44%19, si bien en la mayoría de los estudios se sitúa en torno al 30%7,8,17,21,33,34, lo que coincide con lo detectado en el presente trabajo.

Respecto a la prevalencia de alteración cognitiva, la nuestra no difiere de la encontrada en la población de Leganés8, es algo inferior a la hallada en Vigo29 y similar a la detectada en Zaragoza, aunque con diferente metodología37. Donde se encuentran diferencias muy llamativas es al comparar nuestros resultados con trabajos que utilizaron el Mini Mental State Examination (MMSE)38-42 (todos usaron la versión adaptada castellana, y sólo tres la versión validada)43, ya que éstos hallan alteraciones cognitivas en el 8,3-42%, hecho que puede ser atribuido a un exceso de detección de falsos positivos cuando se emplea el mencionado test en nuestro medio. Un análisis más extenso de estos aspectos ha sido desarrollado con anterioridad44 .

Coincidiendo con lo publicado8,29,38-42, encontramos un considerable incremento de la frecuencia de deterioro cognitivo moderado/severo con la edad, pasando del 1% en el grupo de 60-65 años, al 21,1% en los mayores de 85 años. En términos probabilísticos (razón de ventajas), podemos decir que el riesgo de déficit cognitivo es un 88% mayor (OR, 0,12) en ancianos de más de 75 años que en aquellos con edad inferior. Controlando por otras covariables sociodemográficas, además de la edad, las variables más fuertemente asociadas al déficit cognitivo son bajo nivel de instrucción y sexo femenino, fenómeno que también se confirma en otros trabajos8,42,46. Sin embargo, cuando incluimos otras variables (incapacidad funcional y síntomas psiquiátricos), el sexo se muestra como una variable de confusión44, lo que coincide con otras investigaciones40.

Los datos sobre la invalidez no son comparables entre los estudios revisados, ya que los ítems medidos son diferentes. Aunque no hemos hallado diferencias estadísticamente significativas, se aprecia una tendencia en el sentido de que la invalidez parece ser más frecuente en el grupo de 85 y más años cuando se compara con los grupos de menor edad, de forma similar a lo que ocurre en otros lugares8,47. Tanto el sexo, como el nivel de instrucción y el estado civil no están asociados a problemas de invalidez; sin embargo, hallamos relación con una valoración negativa de sus ingresos. Hemos de tener en cuenta que los problemas de invalidez generan gastos económicos (aparatos ortopédicos, pago a cuidadores, etc.) que a veces resultan insostenibles para un considerable número de ancianos, ya que al mismo tiempo las ayudas que se pueden obtener a nivel institucional suelen ser escasas y muy limitadas.

Estos resultados deben valorarse teniendo en cuenta ciertas limitaciones. En primer lugar, el hecho de que el estudio se haya realizado en población no institucionalizada hace que probablemente el estado de salud sea mejor que el de toda la población mayor de nuestra ciudad, ya que las personas ingresadas en residencias suelen presentar una salud física más deteriorada. En segundo lugar, el haber precisado la sustitución del 34% de la muestra inicial, porcentaje de sustitución similar al de otros estudios48,49, podría suponer un cierto sesgo. De cualquier forma, el factor que en mayor medida puede constituir un elemento distorsionador, la negativa del seleccionado a acceder a la entrevista, no parece marcar diferencias importantes entre participantes y no participantes en población mayor de 65 años50,51.

En resumen, a pesar de la alta prevalencia de enfermedad e invalidez, las personas mayores de Córdoba, al igual que ocurriera en otros lugares de nuestro entorno, tienden a encontrarse en general bien de salud. Las variables sociodemográficas que nos ponen de manifiesto las desigualdades sociales acumuladas a lo largo de la vida condicionan el estado de salud de las personas mayores, por lo que habrá que tenerlas en consideración a la hora de elaborar planes de actuación dirigidos a este cada vez más importante colectivo.

Agradecimiento

A la Unidad de Estadística del Ayuntamiento de Córdoba, sin cuya colaboración no hubiera sido posible seleccionar a los sujetos de nuestro estudio.

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