Sres. Directores: Sin duda, la prescripción inducida genera gran preocupación entre los profesionales de atención primaria (AP), sobre todo en estos momentos en que el gasto farmacéutico está de gran actualidad. Es por ello, quizás, que en los últimos años se han realizado diversos estudios sobre este tema1-5, a los que hay que añadir el trabajo de A. Franzi et al recientemente publicado en su revista6, y sobre el que desearíamos aportar algunos comentarios.
Respecto al hecho que apuntan de que tanto la cantidad como el origen de las prescripciones inducidas difiere entre los centros participantes en el estudio, los datos que aportan no nos permiten saber si, efectivamente, la diferencia entre dichos centros es estadísticamente significativa, y consideramos interesante conocer el intervalo de confianza de cada uno de dichos centros. Por otro lado, también sería importante conocer, al menos, características de los centros participantes, como es si están ubicados en núcleos urbanos o rurales, accesibilidad al hospital de referencia, etc., pues son factores que pueden influir, como apuntan, en el grado de inducción. De hecho, nosotros hemos analizado algunos de estos aspectos, y sabemos que la accesibilidad del centro de atención especializada (AE) de referencia influye en las inducciones, de forma que cuanto menos accesible, menor porcentaje de prescripciones y de gasto inducido5.
Uno de los aspectos de mayor importancia al analizar las prescripciones inducidas es conocer el impacto que tienen en el gasto farmacéutico de AP, como los autores señalan en el trabajo. Consideramos interesante que se hubiera analizado este aspecto, dada la limitada información disponible al respecto1,3-5, además de que contribuiría a concienciar a los gestores cuando efectúan la asignación económica entre los distintos niveles asistenciales, sobre todo cuando se obtienen cifras de gasto líquido (lo que gasta el sistema sanitario público) del 41,8%5.
Al analizar el perfil de prescripción, en relación a envases, encuentran diferencias según el origen de la inducción. Sería de interés conocer si compararon alguno de dichos perfiles con el de AP y si encontraron diferencias. De hecho, en cuanto al gasto farmacéutico, nosotros5 detectamos importantes diferencias, pues la mayor parte del gasto inducido se centra en quimioterápicos antineoplásicos, hormonas del lóbulo anterior de la hipófisis, inmunosupresores, hormonoterapia antineoplásica, nitritos y calcitonina, mientras que el de AP se concentra mayoritariamente en IECA, AINE solos e hipolipemiantes.
En relación a los resultados relativos al valor intrínseco elevado (VIE), éstos nos parecen confusos. Nos sorprende que se compare de forma global la prescripción inducida frente a la de AP cuando la primera engloba procedencias tan diversas como AE y usuarios. Sí nos ha parecido de interés la comparación según el origen de la prescripción.
Por último, quisiéramos aprovechar la oportunidad para hacer hincapié en la gran importancia que tiene, en el tema de la prescripción inducida, el tratar de buscar soluciones compartidas que satisfagan a ambas partes, ya sea mediante la unificación de criterios como mediante la transferencia de gastos.
Agradecemos poder expresar estas opiniones a fin de enriquecer la discusión sobre un tema tan interesante como es el de la prescripción inducida.