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Vol. 22. Núm. 4.
Páginas 262-264 (septiembre 1998)
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Automedicación en infección respiratoria aguda: ¿una estrategia a potenciar en educación para la salud?
Self-medication for acute respiratory infection: a strategy to promote in Health Education?
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J. Gil Álvareza
a Centro de Salud La Victoria. Valladolid.
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Sres. Directores: En los últimos tiempos la automedicación ha preocupado a los diferentes profesionales que componen la atención primaria y varios equipos y responsables de farmacia han publicado trabajos analizando el problema. La automedicación siempre ha levantado suspicacias entre los profesionales de la salud, que la hemos menospreciado, cuando no criticado abiertamente, asumiendo que automedicación es sinónimo de mal uso de fármacos, de abuso de antibióticos o de potenciales peligros para la salud de nuestros pacientes desconocedores del potencial peligro de efectos secundarios, interacciones o toxicidad de los productos farmacológicos.

En un marco conceptual amplio, en el que nos podría servir de guía el clásico esquema de K. Dean1 o sus adaptaciones (fig. 1), deberíamos reconocer que cualquier persona, tras la percepción de un síntoma y asumida la pérdida de su nivel de salud, adopta prácticamente al instante las medidas que considera oportunas para mejorar esta merma en salud, entrando en lo que en un sentido amplio podríamos llamar autocuidados, siguiendo el esquema propuesto por Dean. Nuestros pacientes inician una batería de autocuidados, que los profesionales admitimos de forma sistemática e incluso utilizamos rutinariamente para obtener información clínica o apoyo terapéutico. Así, la mayoría de nuestros pacientes nos indican su temperatura corporal en grados centígrados, sin que nosotros vivamos esta información como una intromisión en los cuidados profesionales que ellos precisan.

Puesto que nuestros pacientes inician el cuidado de sus síntomas, habitualmente con medidas no farmacológicas, el paso siguiente sería pensar que, a medida que la información general, la cultura sanitaria y la presión comercial aumenten, los enfermos irán desplazando estos cuidados no farmacológicos hacia medidas farmacológicas por decisión propia o inducida por el medio social. Basta recordar el continuo bombardeo de productos farmacológicos publicitados en televisión, de los que tan sólo se presentan sus aspectos positivos para la rápida y segura resolución de síntomas, cuando no de enfermedades, incitando a consultar a su farmacéutico en casos de duda, en parte por imperativo legal o simplemente porque la mayoría de los médicos no tenemos información sobre la composición de estos medicamentos.

Sabemos que el conocimiento de los remedios farmacológicos debe venir forzosamente de alguna fuente externa al sujeto que los recibe; por tanto, sería más positivo para el cuidado de nuestros pacientes intervenir en su formación, aportando criterios de correcta utilización, en lugar de empeñarnos en reprimir una tendencia posiblemente irrefrenable y dejar en manos de la industria una información que pudiera ser tendenciosa.

Los últimos trabajos publicados2, incluidos algunos editoriales3, ponen su énfasis en los peligros potenciales de la automedicación, en una población supuestamente no bastante informada del peligro del uso de fármacos. Nosotros no hemos sido una excepción a esta posición crítica, aceptando la de la mayoría de los compañeros y los resultados de sus trabajos. Sin embargo, con frecuencia hemos acudido a domicilios de enfermos por procesos catarrales y nos hemos encontrado con sujetos jóvenes, guardando reposo, ingiriendo abundantes líquidos y tomando un antitérmico. En este caso, hemos evaluado el proceso y en la mayoría de las ocasiones hemos indicado al enfermo que siga realizando las mismas pautas de cuidados, ya que nos parecen totalmente correctas.

Durante unos meses, nos hemos planteado evaluar en nuestras consultas la calidad de la automedicación de los enfermos que acudían a ellas en relación al origen de la medicación y los efectos secundarios de esta automedicación4.

Centrados en la automedicación de infecciones respiratorias agudas, y estudiando tan sólo a los pacientes que posteriormente solicitaron consulta con su médico, llegamos a la conclusión de que un 58% de nuestros enfermos había ingerido algún producto farmacológico cuando llegaba a nuestras consultas, y de ellos un 60% había tomado la medicación desde su propio «almacén hogareño» (lo que hemos denominado autofarmacia). Aplicando criterios de calidad previamente establecidos, resultó que consideramos correcta la automedicación en un 73,3% de los casos con origen en el entorno familiar, en el 63,2% de los que lo llevaban a cabo desde su autofarmacia y tan sólo en un 55,8% de los que lo hicieron por prescripción de las oficinas de farmacia. No deja de resultar paradójico que el asesoramiento profesional trajera como resultado una disminución en la calidad de la prescripción y que ningún paciente que acudió a una oficina de farmacia fuera tratado con antitérmicos-analgésicos, un 23% fuera tratado con antibióticos y un 19% con mucolíticos, mientras que cuando el origen de la automedicación es la autofarmacia, más de un 50% de los medicamentos autoprescritos son antitérmicos-analgésicos.

Si a esto añadimos que la incidencia de efectos secundarios fue del 1,02%, inferior a la de otros trabajos que estudian este parámetro tras la prescripción médica profesional, y que la sitúan en torno al 1,35%5, para nosotros queda claro que la automedicación es una herramienta de primer orden en las estrategias de autocuidado y que los enfermos tienden a repetir en sus domicilios las prescripciones previamente efectuadas por su médico de atención primaria. Si estos resultados se obtienen en un estudio donde no se evalúa la respuesta a un programa de educación para la salud, todo hace pensar que los resultados podrían mejorarse si hacemos un esfuerzo en la implantación de estrategias encaminadas a potenciar la calidad de la automedicación.

Hasta ahora los manuales de actividades preventivas han venido hablando tímidamente del reforzamiento de la capacidad de la población para cuidarse a sí misma sin potenciar la medicalización; esta recomendación debe recobrar toda su vigencia de forma urgente y tutelada desde la atención primaria, ya que corremos el riesgo de quedarnos en meros espectadores de todo un fenómeno social que nos afecta en primera persona.

Queda por evaluar el ahorro económico generado para el sistema de salud en costes directos, ya que la mayoría de los fármacos con los que los enfermos se automedican son de muy bajo precio y de libre dispensación en las oficinas de farmacia.

Para el paciente, además del ahorro en costes directos, podría suponer una disminución de costes indirectos, en cuanto a la posibilidad de solucionar pequeños problemas de salud sin desplazamientos a nuestras consultas y pérdida de horas de trabajo y una reducción de costes intangibles, como podrían ser el incremento en el grado de satisfacción que supone para los pacientes solucionar sus propios problemas de salud con la seguridad de que no están corriendo riesgos por el uso de medicación desconocida o potencialmente peligrosa.

Nos limitamos a aportar una experiencia local en una patología concreta, que supone alrededor del 20% de las consultas de atención primaria, pero nos declaramos firmes defensores de programas encaminados a aumentar los autocuidados, no sólo para disminuir los costes y la demanda de servicios sanitarios, sino para alcanzar una progresiva responsabilización de los pacientes sobre su estado de salud, proporcionándoles los conocimientos y las habilidades necesarias, pero también mostrando cómo utilizar los recursos disponibles, de la forma más económica, segura y efectiva posible6.

Bibliografía
[1]
Dean K, Holst E, Wagner M..
Self-care of common illness: a selected review..
Soc Sci Med, 15(A) (1981), pp. 673-687
[2]
Automedicación: ¿la información de los usuarios aumenta al mismo tiempo que el consumo? Med Clin (Barc) 1997; 109: 795-796.
[3]
Orero A, González J, Prieto J..
Antibióticos en los hogares españoles. Implicaciones médicas y socioeconómicas..
Med Clin (Barc), 109 (1997), pp. 782-785
[4]
Automedicación en atención primaria. Trabajo presentado al XVII Congreso de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria. Diciembre 1997.
[5]
Joyanes A, Higueras LM, De León JM, Sanz E..
Análisis de las reacciones adversas detectadas en un centro de atención primaria..
Aten Primaria, 17(4) (1996), pp. 262-267
[6]
Nebot M, Espínola A..
Autocuidado y educación sanitaria en atención primaria..
Aten Primaria, 6(4) (1989), pp. 254-260
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