La búsqueda de una mejor atención a los pacientes y de la prestación de mejores servicios sanitarios no puede conseguirse incidiendo sólo sobre los aspectos técnicos, administrativos o de dotación de medios, puesto que el papel del médico sigue siendo hoy en día irremplazable y el factor humano afecta directamente al «arte médico».
También sabemos que el estrés y las enfermedades psicosomáticas son hoy en día más frecuentes, y afectan la salud de los individuos y su rendimiento profesional. Los médicos no son profesionales inmunizados contra esta influencia, y su salud laboral repercute directamente en el grado de calidad de los servicios prestados1,2, de modo que la satisfacción laboral del personal sanitario se iguala en importancia a la preparación científica del mismo o a la disposición de una determinada tecnología a la hora de obtener dicha calidad de servicio1.
El burnout es un síndrome padecido por personas que trabajan en íntimo contacto con otros seres humanos, relación que les exige una respuesta emocional continua. Es una patología laboral y psíquica, y sólo afecta a quien sufre una demanda emocional (médicos, enfermeras, psicólogos, maestros, policías, asistentes sociales...). Por tanto, hay que diferenciarlo del «estar quemado», que sólo supone un agotamiento físico y psicológico debido al trabajo excesivo y no un agotamiento emocional. Existen factores endógenos y de personalidad que predisponen al burnout pero no son su origen. Así, se define el «síndrome de burnout» como una enfermedad laboral y emocional de origen básicamente exógeno, que suele producirse en entornos de estrés laboral continuo, que afecta a los profesionales cuya labor les exige implicación emocional con la gente. Se caracteriza, sobre todo, por el agotamiento emocional, la despersonalización por la que los pacientes son vistos como meros «casos», lo cual se manifiesta en la respuesta fría e impersonal hacia ellos y puede ocasionar trastornos conductuales de aislamiento e insensibilidad en el profesional y el sentimiento de baja realización en el trabajo3.
De todo lo expuesto anteriormente se deduce que el médico es un sujeto que por su circunstancia laboral está altamente expuesto a padecer un síndrome de burnout. Dada la repercusión que puede tener en la capacidad y la calidad de su trabajo, consideramos importante conocer en qué situación se encuentran los profesionales sanitarios de nuestra área de salud, planteando los siguientes objetivos:
1. Conocer la prevalencia del síndrome de burnout en los médicos de nuestra área de salud.
2. Identificar los posibles factores que podrían estar asociados al síndrome de burnout.
3. Conocer las propuestas de los propios sanitarios para mitigarlo y mejorar su satisfacción laboral.
Material y métodos
Estudio descriptivo transversal, mediante encuestas autoadministrables realizadas por correo, dirigido a la totalidad de los profesionales médicos del Área Sanitaria de Talavera de la Reina, que suman 235, 106 de atención primaria (AP) y 129 de atención especializada (AE). Fueron excluidos los MIR por tener distinto perfil profesional y ser un número escaso.
Se distribuyeron 2 cuestionarios:
Cuestionario Maslach Burnout Inventory (MBI)4, diseñado para estudiar el síndrome de burnout, en la versión validada al español por Seisdedos5 en el cual se analizan los distintos aspectos que integran el síndrome de burnout en subescalas: cansancio emocional (CE), despersonalización (DP) y realización personal (RP). El cuestionario consta de 22 ítems con una escala de puntuación de Likert (0-6), de los cuales 9 valoran el CE, 5 la DP y 8 la RP. Con respecto al CE, las puntuaciones de 27 o más indicarían un nivel alto, entre 19 y 26 moderado, e inferiores a 19 bajo. En la subescala DP, las puntuaciones superiores a 10 indicarían un nivel alto, de 6 a 9 moderado, e inferior a 6 bajo. En la subescala RP, los valores superiores a 40 indican una RP alta, de 34 a 39 intermedia, y menor de 33 baja. En caso de obtener un cansancio emocional bajo, una despersonalización baja y una alta realización personal, no existe burnout. En el resto de los casos podría hablarse de burnout moderado o alto.
Cuestionario general, con datos personales de filiación y situación laboral: edad, sexo, estado civil, número de hijos, año de licenciatura, número de años trabajados, ámbito y lugar de trabajo (distinguiendo entre AP rural o urbano y AE), número de tarjetas sanitarias, realización de guardias, número de horas de trabajo a la semana (incluyendo guardias), dedicación exclusiva y tipo de contrato. Se incluía una pregunta abierta sobre las posibles medidas para mitigar el burnout.
Los cuestionarios se enviaron por correo interno a los centros de salud del área, así como a los distintos servicios de AE. Incluía una carta de presentación explicando el motivo del estudio y un sobre para la contestación anónima. Pasadas 4 semanas nos pusimos de nuevo en contacto con los centros de salud y de forma personalizada en AE para animar a la contestación.
El análisis de los datos obtenidos se realizó mediante el programa SPSS (V.10.0).
En primer lugar, se realizó un cálculo de tablas de frecuencia de todas las variables del cuestionario, repasando los posibles errores existentes en las mismas. Se realizó un estudio estadístico descriptivo que consistió en el cálculo de porcentajes, medias (con sus correspondientes intervalos de confianza [IC] del 95%), medianas, percentiles, y pruebas de normalidad (Kolmogorof-Smirnov). Para examinar las asociaciones de variables, se utilizaron pruebas no paramétricas2, Mann-Whitney y rho de Spearman. El nivel de significación elegido para todo el estudio fue el de p < 0,05.
Resultados
De los 235 médicos a los que se remitió la encuesta, contestaron 144, 63 de AP (59,4%) y 81 de AE (62,8%), y se obtuvo un porcentaje global de respuesta del 61,27%.
En la tabla 1 están reflejadas las características de la población estudiada, diferenciando entre AP y AE.
Globalmente, en el área destacamos la prevalencia de varones, un 72,2%, frente a un 27,8% de mujeres. El 96,5% están casados, con una media de edad ± desviación estándar (DE) de 45 ± 7,74 años. La media de número de años trabajados es de 18 ± 8,19, con una media de 49 ± 11,11 h trabajadas a la semana (incluidas guardias). Realiza guardias un 70,8%. Tiene contrato fijo el 59%, son interinos el 34% y está con otro tipo de contrato (normalmente eventual) un 6,9%.
En la tabla 2 se exponen los resultados obtenidos del cuestionario MBI. Tras el estudio de las subescalas, destacamos la existencia de burnout en un 76,4% de los profesionales, siendo moderado en el 38,9% y alto en el 37,5%.
Los valores medios obtenidos en las distintas escalas han sido, en atención primaria, de 28,41 ± 14,2 para CE, 11,66 ± 7,0 para DP y 32,14 ± 9,2 para RP, y en atención especializada, de 20,24 ± 12,44 para CE, 10,67 ± 6,52 para DP y 35,22 ± 8,06 para RP.
Las diferencias existentes entre AP y AE se exponen en la tabla 3, destacando un CE alto del 55,5% en AP frente al 30% en AE, y una baja RP en el 51% de los profesionales de AP, frente a un 36% en AE.
En la tabla 4 se expone el análisis bivariable entre las distintas variables estudiadas y el síndrome de burnout. Encontramos diferencias estadísticamente significativas (p < 0,05) al comparar el porcentaje de síndrome de burnout entre los médicos de AP (85,7%) y los de AE (69,1%). En el análisis del resto de las variables no hemos encontrado diferencias significativas.
Si analizamos las variables entre AP y AE (tabla 5), encontramos diferencias estadísticamente significativas en la mayor frecuencia de burnout en el subgrupo de varones, en los menores de 45 años curiosamente en los que no realizan guardias y en los que llevan menos de 20 años trabajados.
Por último, son 178 las propuestas aportadas por el 57,6% de los profesionales para mitigar el burnout:
El 51% hace referencia a las mejoras laborales (descargar presión asistencial, más tiempo de consulta por paciente, menor burocracia, contrato laboral estable, mejoras en las guardias, buscar la satisfacción del facultativo y no sólo la del usuario, disponibilidad de tiempo para trabajar con mayor calidad...).
El 15% hace referencia a un mayor reconocimiento personal y profesional (carrera profesional, reconocimiento del trabajo por parte de las direcciones médicas, incentivos profesionales, mayor consideración del médico...).
El 11% hace referencia a mayor implicación de la Administración y las Gerencias (educación de la población del uso adecuado de los servicios, devolver la autoridad científica al médico, mayor respaldo y apoyo, participación en la toma de decisiones...).
El 10% hace referencia a las mejoras económicas (aumento de la remuneración, incentivos económicos, sentirse bien pagado, mayor compensación económica...).
El 10% hace referencia a facilitar la formación y la investigación (facilidades para actualizarse y reciclarse profesionalmente, tiempo para formación e investigación, más actividad no asistencial: sesiones clínicas, bibliografías...).
El 3% hace referencia a varios.
En la tabla 6 se exponen las propuestas para mitigar el burnout distribuidas por lugar de trabajo de los profesionales y categorías.
Discusión
El interés de este estudio reside en conocer el grado de desgaste profesional que existe en nuestra área de salud, como punto de partida para observar de forma objetiva, en posteriores estudios, cómo evoluciona el burnout en el tiempo y hasta qué punto son eficaces las medidas preventivas y terapéuticas en el caso de instaurarse.
También nos ha permitido contrastar el grado de burnout entre los médicos de AP y AE de una misma área, comparación que hemos encontrado en pocos trabajos españoles publicados6,7.
Si bien no podemos conocer las características de las personas que no contestaron, debido al anonimato de las encuestas del estudio, consideramos suficiente la participación obtenida para tener una seguridad razonable respecto a la validez de los resultados. El hecho de que en AE haya sido mayor puede deberse al reparto de las encuestas, que en el caso del hospital se hizo de manera personalizada (entregada en mano), mientras que en AP fue por correo, muchas de ellas enviadas a centros de salud rurales en donde no podemos asegurar que le llegara a todo el mundo.
Cabe destacar la elevada tasa de burnout apreciada en nuestra área de salud, con unas subescalas que reflejan un mayor cansancio emocional, un mayor grado de despersonalización y un menor grado de realización personal que en otros estudios publicados6-14. En la figura 1 se compara la prevalencia de grados altos de burnout, según las diferentes subescalas, de los diversos estudios publicados en médicos de AP españoles.
Otro dato de interés es la diferencia significativa del grado de desgaste profesional entre AP y AE. Esto puede deberse a que la dinámica en la consulta de AP difiere en mucho de la de AE. El grado de implicación emocional con el paciente es mucho mayor en la consulta de AP dado que a éste se le sigue de manera más continuada y globalizada, lo cual está directamente relacionado con el factor de cansancio emocional estudiado (que es de los tres el que más diferencia aporta) y, por consiguiente, con el grado de burnout (tabla 3).
Los resultados de nuestro estudio están en la línea de los publicados, en el sentido de que las variables sociodemográficas se correlacionan escasamente con el grado de desgaste profesional1,8,11. No obstante, sí aparece un grado de burnout mayor en los varones que en las mujeres, tanto en AP como en AE.
La variable especialidad en el cuestionario de AE no fue contestada por muchos médicos, probablemente por miedo a perder el anonimato, por lo que no hemos analizado dicha variable.
En cuanto a las propuestas para mitigar el desgaste profesional, son muy similares a las encontradas en otros estudios9,11. Cabe destacar que lo que más demandan los profesionales, independientemente del lugar de trabajo, por encima de mejoras económicas, de un mayor reconocimiento personal y profesional, etc., son las mejoras laborales con el fin de disponer de tiempo para trabajar con mayor calidad.
Al analizar las propuestas diferenciando el lugar de trabajo de los profesionales, AP y hospital, únicamente observamos diferencias significativas en el número de profesionales de AP que demanda una mayor implicación de la Administración.
Para finalizar, somos conscientes de que las mayores limitaciones o sesgos de este estudio se encuentran en la mayor o menor sinceridad de los profesionales al responder el cuestionario MBI. Son muchas las circunstancias que pueden afectar a la sinceridad de las respuestas, ya sea porque se conteste exagerando los síntomas para utilizar los resultados contra la dirección, o porque se conteste dando una imagen de médico ideal, ocultando la realidad... No obstante, el MBI es considerado por diversos autores como uno de los mejores cuestionarios sobre el burnout2, es el más difundido y nos permite comparar los resultados con los de otros investigadores.
En conclusión, la prevalencia del síndrome de burnout en los profesionales médicos del Área de Talavera es muy alta (76,4%), siendo mayor en AP que en AE (el 86 frente al 69%). Como sugerencias para mitigar el burnout destaca la petición de mejoras laborales (menor presión asistencial, con el fin de disponer de tiempo para trabajar con mayor calidad) por encima de las mejoras económicas, formativas o de reconocimiento profesional.