Objective.
Objetivo. Evaluar una experiencia de interacción social, ejercicio físico y ocupación del tiempo de ocio en mujeres de 50-75 años.
Diseño. Observacional, descriptivo de carácter cualitativo.
Emplazamiento. Una ZBS de Jaén capital.
Participantes. 40 mujeres de 50-75 años seleccionadas por su médico de cabecera por presentar problemas mejorables con ejercicio físico, condicionantes sociales adversos y/o sintomatología inespecífica de probable origen psicosomático.
Intervención. El programa desarrollado entre octubre de 1994 y junio de 1995 incluía tres actividades. Se formaron 2 grupos de 20 mujeres. Finalizaron el programa el 100% de las participantes.
Mediciones y resultados principales. El 94% de las participantes opinó que había mejorado su salud (bastante el 68%), el 89% su vida familiar y el 97% su vida social y personal; al finalizar el programa el 71% consideraron su salud buena o muy buena. El 83% faltó menos de 3 días al ejercicio físico y todas han continuado en el curso 1995-1996, alegando los beneficios percibidos.
Conclusiones. De acuerdo con la opinión de las participantes en un programa de actuación intersectorial (servicios sociales comunitarios y de salud), el ejercicio físico grupal, con componentes de socialización y diversión, presenta efectos beneficiosos en su salud y bienestar sociofamiliar.
Introducción
Las sociedades desarrolladas han alcanzado importantes cotas de éxito en «dar años a la vida»; en la actualidad, la cuestión prioritaria es ofrecer «salud y bienestar a dichos años». La salud y el bienestar de acuerdo con Engels son dimensiones que imbrican de forma interdependiente las áreas física, psíquica y social de la persona; de modo que cualquier problema en un área repercute en las restantes hasta el punto de que, en ocasiones, es difícil hacer una distinción de la causa1-3.
En esta perspectiva, parece indiscutible que trabajar en el bienestar y la salud de los ancianos requiere la coordinación de aquellos sectores de la comunidad que movilizan recursos en las áreas anteriormente mencionadas4,5. De hecho, las intervenciones en salud no siempre ha de generarlas el sistema sanitario, e incluso ante determinados problemas, éstas pueden ocasionar más perjuicios (polimedicación, iatrogenia, dependencia, etc.) que beneficios (calidad de vida)6.
Cualquier intervención sea desde el ámbito sanitario como desde fuera de él debe ser evaluada en relación con la satisfacción de las participantes y la mejora en su salud, no sólo objetiva sino también subjetiva; no obstante, la medición de parámetros como salud y bienestar resulta compleja, dándose la circunstancia de que personas afectadas de un gran número de síntomas y de afecciones crónicas consideran su salud como buena y, en sentido contrario, hay ancianos que se declaran con mala salud sin circunstancias objetivas que lo justifiquen4,7. Entre los parámetros para valorar el estado de salud, la autopercepción es un indicador válido y utilizado con frecuencia8 que se relaciona con la mortalidad independientemente del nivel de salud objetivo9-13.
Por otra parte, entre las modalidades de intervención para promocionar la salud y el bienestar de la población anciana, la actividad física y el ejercicio regular y moderado han demostrado un efecto beneficioso tanto en la esfera física, como en la psíquica y social contribuyendo a aumentar su salud y bienestar14-29. Finalmente, y en otro sentido, la práctica grupal de ejercicio contribuye a aumentar los contactos sociales, alejando de posibles preocupaciones y posibilitanto el aumento de apoyo afectivo y confidencial parámetros relacionados con la morbimortalidad general30-35.
En este contexto, los objetivos de nuestro estudio han sido dobles: por una parte conocer la satisfacción de las participantes con un programa de intervención comunitaria de ejercicio físico programado e interacción social, utilizando para ello indicadores indirectos como adhesión, continuidad y grado de adecuación36; y por otra, describir de forma preliminar el impacto subjetivo del programa, valorando la opinión de las participantes sobre sus repercusiones en la salud y bienestar sociofamiliar y personal. Como objetivo secundario pretendimos conocer el nivel de salud percibida por las participantes al finalizar la intervención.
Población y métodos
El estudio se realizó en la Zona Básica de Salud Federico del Castillo, incluida en el Área Municipal de Trabajo Social del barrio de Peñamefécit de Jaén capital. Esta zona tiene adscrita una población de 35.000 habitantes de nivel socioeconómico medio-bajo y es atendida por 16 unidades de atención familiar.
En el período de septiembre a octubre de 1994 se solicitó a los médicos de dichas unidades que seleccionaran aquellas usuarias de la consulta de 50 años o más de edad que cumplieran uno o más de los siguientes criterios: presentar problemas crónicos susceptibles de mejorar con ejercicio físico, sintomatología inespecífica de probable origen psicosomático y determinantes sociales adversos; se definieron 2 criterios de exclusión: tener incapacidad cognitiva o funcional moderada o grave y/o presentar problemas cardíacos o respiratorios que contraindicaran la realización de ejercicio físico moderado.
Las mujeres seleccionadas eran aconsejadas por su médico acerca de la realización de ejercicio e informadas de la posibilidad de adscribirse al programa de intervención; si no aceptaban, el médico anotaba los motivos y si lo hacían eran derivadas a la trabajadora social de la zona básica de salud, quien les informaba de los objetivos y actividades del programa.
El 23,07% de las mujeres no aceptaron participar aduciendo, mayoritariamente, motivos laborales o responsabilidades familiares que les impedían acudir a los grupos (ambos en horario de mañana). El número de participantes se prefijó en 40, considerando la disponibilidad de recursos (2 grupos de 20 mujeres cada uno) finalizando la captación cuando se alcanzó dicho número.
La intervención pretendía mejorar la salud y bienestar de la mujer y los objetivos específicos fueron fomentar una actitud más activa en el tiempo de ocio, proporcionar un clima de mayor movilidad, alegría y diversión, así como favorecer sus relaciones interpersonales.
Para lograr dichos objetivos se desarrollaron, entre octubre de 1994 y junio de 1995, tres bloques de actividades: ejercicios físicos de relajación, salidas culturales y charlas sobre estilos de vida saludables. Las primeras se realizaron 3 días por semana con una hora de duración y las restantes tuvieron una periodicidad mensual. Se constituyeron 2 grupos de 20 participantes cada uno de ellos.
Los recursos movilizados fueron de tres tipos: humanos (trabajadora social del Centro Municipal de Servicios Sociales, monitora de gimnasia y trabajadora social del centro de salud), materiales (deportivo e instalaciones del Centro Municipal de Servicios Sociales) y económicos (financiado por el Servicio de Bienestar Social del Ayuntamiento).
Para valorar la satisfacción de las participantes con el programa y la percepción subjetiva del impacto de éste en su bienestar se diseñó un estudio descriptivo al finalizar el programa de intervención utilizando para la recogida de información una encuesta que fue previamente pilotada y cuyos ítems se estructuraron en tres apartados.
El primer apartado recogía información sobre las características sociales y de salud de las participantes:
Situación social: frecuencia de contacto con red familiar y de amigos, participación en grupos comunitarios, apoyo confidencial, afectivo e instrumental, nivel socioeconómico y situación civil.
Situación de salud objetiva: número y tipo de afecciones crónicas.
El segundo apartado recopilaba información sobre las tres dimensiones que consideramos indicadores de la satisfacción de las participantes con la intervención36: adhesión (grado de seguimiento del programa por parte de las participantes), continuidad del programa (participación en próximos cursos) y adecuación (nivel de correspondencia entre las expectativas previas de las participantes y los beneficios percibidos al finalizar el programa). También valoramos las preferencias por las actividades desarrolladas.
Y el tercer apartado pretendía valorar el impacto subjetivo de la intervención en el bienestar y la salud. Recogía también información sobre algunos indicadores objetivos de salud tras la intervención; las dimensiones que se incluyeron fueron:
Impacto subjetivo del programa: en el área de salud, vida familiar, ámbito social y nivel personal.
Indicadores de salud: subjetiva (autopercepción de salud) y objetiva (número y tipo de fármacos consumidos en las 2 últimas semanas, malestar psíquico de tipo somático y relacionado con disfunción social).
Los instrumentos de medición utilizados fueron, en el caso de malestar psíquico, el Cuestionario de Salud General de Goldberg, y para el resto de las dimensiones en salud los ítems fueron extraídos de la Encuesta Nacional de Salud37,38. Para el nivel socioeconómico se utilizó la clasificación del registro civil de Inglaterra y Gales39, y el apoyo social se estudió con 6 ítems cerrados y ordinales de 5 opciones exhaustivas y excluyentes elaborados a partir de los utilizados en otros estudios40,41.
Finalmente, utilizamos preguntas abiertas para valorar el impacto subjetivo del programa que posteriormente codificamos según las respuestas.
La recogida de datos se realizó mediante entrevista a las participantes al finalizar el programa; todas las entrevistas fueron efectuadas por la misma persona (trabajadora social del centro de salud). No pudo encuestarse a 5 mujeres por encontrarse fuera de la ciudad.
La información recogida se procesó informáticamente utilizando una base de datos (dBASE III) y el paquete estadístico SPSS-PC; realizándose análisis descriptivo de los datos con tablas de distribución de frecuencias y medidas de tendencia central y dispersión. No se realizaron pruebas de hipótesis dado el tipo de estudio y su carácter exploratorio.
Resultados
Entre las características demográficas de las participantes destaca una edad media de 64 años (coincidente con la mediana) y un intervalo de 50 a 78 años. Casi la mitad de las mujeres son viudas y el nivel económico y cultural es bajo (no saben leer y/o escribir el 37,1%, no tienen estudios primarios el 40%; y el 51,4% de las mujeres pertenecen a la clase social V).
Respecto a su situación de salud, el promedio de afecciones crónicas es de 2,5 (EE: 0,3) y el intervalo de 1-10; en la tabla 1 podemos observar su distribución de frecuencias.
En la tabla 2 reflejamos el nivel de interacción social antes de la intervención; observamos que era frecuente la disponibilidad de apoyo confidencial y afectivo obtenido mayoritariamente de la red familiar; por el contrario, la interacción social extrafamiliar era nula o muy ocasional en el 44,8% de las mujeres y no participaban en ninguna asociación el 80%.
La adhesión de las participantes al programa fue alta el 83% (EE: 6,4) faltó menos de 3 días al curso en la actividad de ejercicio físico y todas declararon su intención de continuar el siguiente año (el 54,3% por encontrarse mejor y el resto por relacionarse o por hacer ejercicio).
Como podemos observar en la tabla 3, existió una alta adecuación o correspondencia entre los motivos o razones que adujeron las mujeres para inscribirse en el programa y los beneficios percibidos al finalizarlo.
En la tabla 4 reflejamos los resultados obtenidos al valorar el impacto subjetivo de la intervención. El 94,3% (EE: 3,9) de las participantes consideraron que el programa había mejorado su salud (para un 68,6%, bastante). Al especificar los aspectos en que habían mejorado, el 63% afirmaron que lo había hecho su salud física, el 9% su salud psíquica y el 26% que se encontraban con mayor agilidad.
En otro sentido, las participantes consideraron mayoritariamente que el programa había mejorado su vida familiar (88,6%, EE: 5,3), social (97,1%, EE: 2,8) y que había repercutido positivamente en ellas mismas (97%, EE: 2,8). Al valorar la percepción de salud, como indicador global de la salud al finalizar la intervención, observamos que el 71,4% (EE: 7,6) de las mujeres la consideraron como muy buena o buena y regular el 22,9%.
De acuerdo con el Cuestionario de Salud General de Goldberg, un 25,7% (EE: 7,4) de las participantes presentaban, al finalizar el programa, malestar somático y un 17% (EE: 6,4) disfunción social.
Discusión
La realización de ejercicio físico programado, la ocupación del tiempo de ocio y la promoción de interacción social fueron las tres actividades en que se fundamentaba nuestra intervención con el propósito de mejorar la salud y bienestar de las mujeres de edad madura y avanzada; pretendimos igualmente realizar una intervención para la salud desmedicalizadora y en la que el papel del sistema sanitario fuese el de apoyo a otros sectores de la comunidad, en este caso el de servicios sociales.
Las mujeres que participaron en el estudio fueron seleccionadas por su médico de cabecera por presentar necesidades de salud y, de hecho, la frecuencia de proceso crónicos fue alta (la mediana es de 2, cuando según la Encuesta Nacional de Salud la mediana de procesos crónicos en las mujeres de esa edad es de 0)38; siendo, como era de esperar, los procesos osteoarticulares, la sintomatología neurológica inespecífica (cefaleas, mareos, vértigos) y la hipertensión arterial las afecciones más prevalentes. Por otra parte, entre los determinantes sociales de riesgo eran frecuentes el bajo nivel socioeconómico, la escasa interacción social y la viudedad.
No creemos que estas usuarias de las consultas de un centro de salud de Jáen capital difieran sustancialmente de las de otras áreas geográficas, por lo que entendemos que nuestros resultados pueden extrapolarse a mujeres de otras zonas que demandan atención por parecida enfermedad en las consultas de atención primaria.
No obstante, antes de realizar cualquier inferencia es fundamental valorar la posibilidad de que algún sesgo en el diseño y/o ejecución del estudio haya comprometido la validez interna de las observaciones. En este sentido, consideraremos la ausencia de un grupo control y la posibilidad de un sesgo por parte del entrevistador42,43.
Nuestra opinión es que la falta de un grupo control no compromete la validez de los resultados en cuanto a los objetivos principales de nuestro estudio (valorar la satisfacción con la intervención y la percepción de sus beneficios). Por el contrario, sí que consideramos que el sesgo del entrevistador era un aspecto fundamental, y al no ser posible una técnica a ciegas para los entrevistadores, articulamos para su control otros mecanismos (entrenamiento previo, el seguimiento de algunas entrevistas y la utilización de preguntas abiertas de modo que el papel del encuestador se limitara a la transcripción literal de las respuestas)44, por lo que creemos que los resultados observados no son atribuibles a dicho sesgo.
Respecto al impacto subjetivo de la intervención, casi todas las mujeres afirmaron que había mejorado su salud, sobre todo su salud y estado físico (89%) y que había repercutido muy positivamente en sí mismas y en su vida social y familiar. El menor porcentaje de mejora declarado en la salud psíquica pudiera ser atribuido a que sólo el 11% declaró y por tanto, percibía padecer este tipo de problemas.
En este sentido, nuestros resultados coinciden con los publicados por Durante Molina et al (1994) en un ensayo clínico sobre ejercicio físico en mayores de 75 años moderadamente incapacitados, en el que observan que el 70% de los participantes declaran que, tras la intervención, su salud ha mejorado (un 20% en calidad de mucho)17. Esta mejora del bienestar físico y emocional ha sido igualmente constatada en diversos estudios internacionales45-49.
Estos resultados los consideramos plausibles con el modelo teórico de Engels de bienestar y salud en que basamos nuestra intervención1, y que consistió en actuar sobre la dimensión personal y social para con su mejora obtener beneficios en las dimensiones física y psíquicas. Y desde esta perspectiva, la mejora subjetiva de la salud es coherente con las opiniones mayoritarias de las participantes acerca de una mejora de su vida social (97,1%) y familiar (88,6%) o que, prácticamente todas, se encuentren más a gusto consigo mismas y más distraídas.
La mejora en la salud es igualmente explicable si consideramos que la intervención además de actuar sobre la esfera social de las participantes también se fundamentó en la realización de ejercicio físico continuado, el cual además de tener un efecto beneficioso para el bienestar físico y psíquico de las personas ha demostrado ser eficaz en el control y mejora de enfermedades como la hipertensión arterial, la diabetes, la osteoporosis, los problemas psíquicos y las afecciones osteoarticulares, que de hecho eran los procesos crónicos más predominantes en las participantes14-29.
Otro resultado importante derivado de nuestro estudio se refiere al nivel de satisfacción con el programa (el 83% faltaron menos de 3 días a la actividad física durante el curso y todas han iniciado uno nuevo).
Pensamos que la excelente adherencia de las participantes a la intervención ha de considerarse como resultado de su adecuación a las necesidades y expectativas de aquéllas y, por tanto, consecuencia de su satisfacción con el programa. De hecho, existió una clara correspondencia entre las razones aducidas por las mujeres para iniciar el programa, principalmente referentes a la salud, y los beneficios que declararon haber obtenido al finalizarlo.
Respecto al nivel de participación, nuestros resultados coinciden con los publicados por Rodríguez (1993), que constató junto a una alta participación de las mujeres de edad madura, los efectos beneficiosos de la realización de actividades comunitarias y de ejercicio físico en su vida y salud50.
Por otra parte, la satisfacción con la intervención es coherente con la opinión de las participantes acerca de los beneficios del programa en su salud y bienestar.
El objetivo secundario de nuestro estudio pretendía valorar tras la intervención algunos indicadores de salud (como salud percibida); en este caso, opinamos que la falta de un grupo control aleatorizado o de una medición antes del programa nos obliga a interpretar con cautela los resultados obtenidos. No obstante, es llamativo el hecho de que al finalizar la intervención el 71% de las participantes definieran su salud como muy buena o buena, un porcentaje que como podemos observar en la tabla 5 es superior al publicado en la literatura sobre mujeres de edad similar pero seleccionadas en la comunidad, por lo que era esperable que su percepción de salud fuera mejor que la de nuestro grupo, seleccionado de los servicios sanitarios, precisamente por sus necesidades de salud37,38,51-56.
Por tanto, nos atrevemos a considerar plausible la hipótesis de que este tipo de intervención puede mejorar la autopercepción de salud; hipótesis que habrá de ser contrastada mediante estudios experimentales, dada su trascendencia, ya que existen evidencias de que en los ancianos una buena percepción de salud se asocia a una menor mortalidad y a una reducción del uso de servicios sanitarios9-13.
Como resumen de nuestra experiencia con este programa de intervención podemos concluir que la salud y el bienestar de la mujer de edad avanzada pueden ser abordadas por modalidades de intervención desmedicalizadoras e intersectoriales, donde el papel del sistema sanitario sea el de apoyar la actuación de otros sectores comunitarios y el de potenciar la participación y autorresponsabilidad de las personas en su propio bienestar.
Por otra parte, los resultados preliminares de nuestro estudio indican que el ejercicio físico regular con componentes de socialización y diversión es efectivo para la mejora subjetiva de la salud y el bienestar; y parece igualmente efectivo para mejorar algunos indicadores de salud, como la autopercepción, aunque se requieren diseños experimentales controlados que corroboren este último aspecto.