Sr. Director: Desde hace unos años observo con preocupación la aparición creciente de errores ortográficos en las presentaciones de ponencias y comunicaciones orales de diversos congresos1. En el pasado Congreso de MFyC de Sevilla, mi alarma ha aumentado hasta el punto de moverme a llamar a la reflexión a mis colegas.
Siempre es difícil encontrar el tono adecuado para señalar defectos sin ser llamado alarmista, tendencioso, inquisidor o extremista. Nadie está libre de los errores que comento2, pero corregir para mejorar, o retroalimentar, es una de nuestras tareas diarias en la docencia de residentes y estudiantes. Entiéndase así mi comentario.
A título de ejemplo, en una presentación, por lo demás brillante y científicamente enriquecedora de compañeros cuya trayectoria y competencia profesional conozco y a los que tengo en la mayor estima, se podía leer en la pantalla de proyección errores como: «sí no cuando» en lugar de «sino cuando», «porque» en vez de «por qué», «són» por «son», «impliquan» por «implican». En otra comunicación aparecía «llegé» por «llegué» y «hubieron» por «hubo».
Por otra parte, la recuperación del uso cotidiano de las distintas lenguas del Estado ocasiona la profusión de errores al transcribir términos que, siendo parecidos en la lengua autonómica y en castellano, no son ortográficamente correctos ni en uno ni en la otra. Así, podía leerse en la primera de las presentaciones a la que aludí antes: «objectius» por «objetivos», «atenció primària» por «atención primaria», «respiratòrias» por «respiratorias», «incomplimiento» e «incumplimento» por «incumplimiento», entre otras.
Podríamos tratar de restar importancia al asunto y atribuirlo a simples errores de transcripción o mecanografiado, a la reutilización de presentaciones previamente expuestas en otra lengua o a meras anécdotas no representativas. Mi comentario pretende ir más allá de estos ejemplos para señalar una realidad y una tendencia en aumento que ya ha sido señalada por otros3,4. Como ejemplo para situar la importancia del tema, creo que ninguno de nosotros aceptaría de buen grado y a priori cometer errores «tipográficos» similares si nos viésemos obligados a realizar una presentación en lengua inglesa. Por ello, además de que todos aumentemos nuestra competencia en el uso del castellano y extrememos el cuidado en la corrección de nuestros escritos5,6, propongo una posible solución sencilla y accesible: una vez realizada la presentación, entréguese a algún compañero o conocido cercano del que nos conste su competencia ortográfica y lingüística para que efectúe las correcciones oportunas. Seguramente es lo mismo que hacemos cuando redactamos algún manuscrito en inglés. Todos saldremos ganando.
Dedicatoria:
Al Dr. Fernando A. Navarro, maestro de lenguaje.