He podido leer en el número 42 (junio de 2010) de su revista Atención Primaria un interesante artículo en relación al volumen de fármacos y material de autoanálisis que se desperdicia diariamente en Galicia1, sólo contabilizando aquello que voluntariamente se deposita en los contenedores de un Centro de Salud.
Recientemente tuve que documentarme sobre el tema, y quisiera dar una visión más amplia de este problema complejo y global. Gran problema económico, más relevante desde el año 2009 por los condicionantes de la crisis económica mundial. También medioambiental (toneladas de productos químicos desechados, incinerados o vertidos al alcantarillado), social (malversación de recursos financiados públicamente) y sanitario (acúmulo domiciliario de substancias potencialmente peligrosas, riesgo de intoxicaciones accidentales, autolíticas…).
La inquietud por el asunto viene ya de lejos. En 1997 Thormodsen2 planteó el tema de los fármacos devueltos a las farmacias como un indicador de calidad del sistema sanitario noruego. Constató que los fármacos más devueltos eran substancias para tratar enfermedades cardiovasculares y respiratorias.
En nuestro entorno, Mariño3 et al estudiaron en 2007 las características de los fármacos retornados durante 7 días en 38 farmacias de Barcelona. El sobrecoste anual, extrapolado a todas las farmacias colaboradoras con el Sistema Integrado de Gestión y Recogida de Envases (SIGRE) español, se cifró en 130 millones €, siendo los fármacos más retornados aquellos para el control de enfermedades digestivas, sistema nervioso, cardiovascular y respiratorio. El 53% del coste del medicamento retornado fue financiado públicamente, y el motivo de retorno fue la curación (predominantemente), la defunción o el cambio de prescripción. El 28,2% de los fármacos había caducado (44% en el estudio de Modroño et al1), corroborando la tendencia del usuario a almacenar fármacos durante períodos prolongados.
En Nueva Zelanda, James4 comprobó en 2009 durante 6 semanas que la mayoría de los fármacos retornados en farmacias de 24 poblaciones correspondían a envases de tratamientos respiratorios, que en un 77% contenían más de las tres cuartas partes de su contenido original.
El SIGRE5, promovido en 2001 por la industria farmacéutica, se ideó para reciclar los envases (cartón, plástico…), incinerar los productos peligrosos y revalorizar los no peligrosos. Los medicamentos recogidos en las más de 20.000 farmacias adheridas se envían a la planta de clasificación de Cerceda (A Coruña), desde donde se distribuyen a empresas autorizadas para su reciclaje y destrucción. Los 277 laboratorios comprometidos en mantener y potenciar la iniciativa identifican sus fármacos con un anagrama (fig. 1) presente en las cajas de la mayoría de medicamentos comercializados en España. Entre los años 2001-2008 este sistema recicló 2.932 toneladas de medicamentos retornados.
Así, pues, muchos problemas y pocas soluciones. Pero: ¿de quién es la culpa? ¿Del médico, que prescribe mucho y mal? ¿Del paciente, que decide caprichosamente qué toma y durante cuánto tiempo? ¿De la industria farmacéutica, que comercializa los fármacos en envases con un número desmesurado de unidades? O una mezcla de todo, porque las situaciones ideales no existen. Errores de dosificación, sobreprescripción por complacencia, automedicación, cambios del curso de la enfermedad, intolerancias, efectos secundarios, miedo al desaprovisionamiento, etc. hacen que sea difícil ajustar dosis y pautas.
Ahora bien: trabajamos con lo que hay. Y lo que hay son envases con 28, 56, 120… comprimidos que quizás no funcionarán, se intolerarán, o requerirán reajustes. Existen, sin embargo, presentaciones más versátiles: neurolépticos con envase de 6 dosis, anticolinesterásicos con envase pluridosis para pautas de incremento progresivo, antibióticos en monodosis…
Probablemente habría que comenzar por aquí, e instar a la industria farmacéutica a envasar paralelamente en formatos de menos volumen para aquellos fármacos utilizados en enfermedades con curso clínico inestable o en que se requiera un ensayo terapéutico (antihipertensivos, antidiabéticos…), y el mayor control que implicará la prescripción electrónica, y una mayor concienciación transmitida por educación sanitaria harán el resto.