Las fracturas de cadera constituyen un importante problema de salud pública en la población anciana, con repercusiones sanitarias (incremento de morbimortalidad y deterioro funcional), económicas y asistenciales (aumento del grado de dependencia e institucionalización)1,2. La mayor incidencia de fracturas en esta población se debe, tanto a factores ligados al envejecimiento (disminución de la coordinación neuromuscular, deterioro de la visión, de la audición, presencia de osteoporosis,…), como a factores relacionados con polimedicación y consumo crónico de psicofármacos.
Los psicofármacos (antidepresivos, ansiolíticos, hipnóticos y antipsicóticos) se asocian con múltiples problemas de salud (alteraciones del equilibrio, disminución de la capacidad de alerta, demencia, osteoporosis, problemas cardiovasculares,…) y, también, con un aumento del riesgo de caídas, que finalmente podrían ser la causa precipitante de las fracturas3–6.
Este estudio se diseñó con el objetivo de analizar la posible asociación entre toma crónica de psicofármacos y aparición de fracturas de cadera en la población del centro de salud La Paz, Badajoz. Se incluyeron los pacientes ≥18 años, con una historia clínica y con un diagnóstico de fractura de cadera realizado en el servicio de urgencias de traumatología del hospital de referencia, entre 2007-2013. Para el análisis de datos se utilizó el paquete SPSS® v.22.0.
El centro atiende a 26.980 habitantes (18,5%≥65 años; 53,6% mujeres), predominantemente de clase media. Se incluyeron 73 pacientes con fractura de cadera, correspondiendo un 75,3% a mujeres (55 pacientes). La edad media fue de 78,3±12,6 años (80,9±9,8 en mujeres y 70,2±16,6 en varones; p<0,05). El 79,5% de las fracturas acaecieron en pacientes ≥70 años y el 16,4% (12 fracturas) en pacientes ≥90 años, todos ellos mujeres. En los varones, el 61,1% de las fracturas se presentaron en los ≥70 años frente al 85,5% de ellas, que ocurrieron en mujeres de ese grupo etario (p<0,05).
La prevalencia de factores de riesgo cardiovascular, comorbilidades y déficits sensoriales (tabla 1) revela que el 67,1% de la población era hipertensa, el 43,8% tenía alguna enfermedad cardiovascular, el 30,1% enfermedades osteoarticulares y el 16,4% osteoporosis (18,2% de las mujeres y 11,1% de los varones; p=0,482).
Perfil general de la población con fracturas de cadera
Total (n=73) | Mujeres (n=55) | Varones (n=18) | Valor de p | |
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Edad; (años) | 78,3 (12,6) | 80,9 (9,8) | 70,2 (16,6) | <0,05 |
Fumadores; n (%) | 8 (11,0) | 4 (7,3) | 4 (22,2) | 0,078 |
Hipertensión arterial; n (%) | 49 (67,1) | 39 (70,9) | 10 (55,6) | 0,229 |
Dislipemia; n (%) | 28 (38,4) | 20 (36,4) | 8 (44,4) | 0,541 |
Diabetes mellitus; n (%) | 14 (19,2) | 11 (20,0) | 3 (16,7) | 0,755 |
Obesidad; n (%) | 10 (13,7) | 7 (12,7) | 3 (16,7) | 0,673 |
Enfermedad cardiovascular; n (%) | 32 (43,8) | 24 (43,6) | 8 (44,4) | 0,952 |
Enfermedad osteoarticular; n (%) | 22 (30,1) | 17 (30,9) | 5 (27,8) | 0,802 |
Enfermedad neurológica; n (%) | 21 (28,8) | 14 (25,5) | 7 (38,9) | 0,274 |
Déficit auditivo; n (%) | 5 (6,8) | 5 (9,1) | 0 (0) | 0,185 |
Déficit visual; n (%) | 16 (21,9) | 8 (14,5) | 8 (44,4) | <0,05 |
Osteoporosis; n (%) | 12 (16,4) | 10 (18,2) | 2 (11,1) | 0,482 |
Trastorno de ansiedad y/o depresión; n (%) | 14 (19,2) | 12 (21,8) | 2 (11,1) | 0,317 |
Consumo de psicofármacos; n (%) | 37 (50,7) | 32 (58,2) | 5 (27,8) | <0,05 |
Consumo de benzodiacepinas; n (%) | 30 (41,1) | 26 (47,3) | 4 (22,2) | 0,053 |
Consumo de ISRS; n (%) | 14 (19,2) | 11 (20,0) | 3 (16,7) | 0,755 |
Consumo de otros antidepresivos; n (%) | 8 (11,0) | 5 (9,1) | 3 (16,7) | 0,239 |
Consumo de neurolépticos; n (%) | 4 (5,5) | 4 (7,3) | 0 (0) | 0,236 |
Los valores se expresan como media (desviación estándar) o número de pacientes (porcentaje).
ISRS: inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina.
La toma de psicofármacos estaba registrada en el 50,7% de los pacientes, destacando una mayor prescripción en mujeres (58,2 vs. 27,8%; p<0,05), a expensas fundamentalmente de benzodiacepinas (47,3 vs. 22,2%; p=0,053). Sin embargo, solamente un 19,2% de los pacientes tenía recogido en su historia clínica un diagnóstico que justificase tal prescripción (tabla 1).
En resumen, los pacientes que sufrieron fractura de cadera fueron predominantemente mujeres, con edades medias de 80,9 años y elevado consumo previo de psicofármacos (58,2%), fundamentalmente de benzodiacepinas (47,3%). Estos datos apoyan el importante papel de los psicofármacos en el origen de las fracturas en ancianos, posiblemente al incrementar el riesgo de caídas3–6. Una causación en reverso, esto es que la toma de psicofármacos fuese posterior y no previa a la fractura, se descartó, al haber sido prescritos al menos un año antes de la fractura. Los resultados también sugieren, que la importancia de la osteoporosis quizás esté sobredimensionada, por diferentes razones, entre otras por la amplia disponibilidad de fármacos en un contexto social de polimedicación.
Este estudio tiene las limitaciones propias de los estudios observacionales y las relativas a la muestra analizada, aunque dado que la fractura de cadera es una enfermedad limitante, es poco probable que existan pacientes que no hayan sido trasladados al hospital para confirmación diagnóstica y tratamiento.
En conclusión, estos resultados sugieren una asociación entre psicofármacos y fracturas de cadera, sobre todo en mujeres, animando a una prescripción juiciosa de los psicofármacos en general, y de las benzodiacepinas en particular, con una duración limitada del tratamiento, como recomiendan las guías de práctica clínica.