Tras leer el trabajo de Martínez Adell et al1, nos ha llamado la atención la escasa cobertura vacunal de los pacientes diagnosticados de infección por el virus de la hepatitis C (VHC) en las áreas básicas de Florida Norte y Sur frente a las hepatitis A y B. Según refieren los autores no se había realizado serología de la hepatitis B al 22% de estos pacientes ni al 87% de los mismos en el caso de la hepatitis A.
Entre quienes sí se habían realizado marcadores hepáticos, debían vacunarse frente a la hepatitis B y no lo habían hecho el 44% de los pacientes y el 8,2% frente a la hepatitis A.
Dado que la coinfección frente a otros virus hepatotropos es uno de los factores asociados a la aparición de complicaciones en la evolución de la hepatitis C2 y que resulta sencillo evitarla mediante la vacunación, sería deseable que esta actividad preventiva se realizara de forma sistemática en atención primaria3.
Otro aspecto que nos gustaría comentar es la escasa prevalencia que se observa en el estudio. Tal y como apuntan los autores, existe un sesgo importante pero no consideramos que el problema se produzca «... al no poder ser incluidos aquellos pacientes que no fueron visitados en el área básica de salud», sino que al haberse realizado el estudio sobre población demandante habrá un número de portadores asintomáticos no diagnosticados, así como de pacientes diagnosticados pero controlados fuera del área de estudio4 que quedan fuera del numerador. Para realizar un estudio de seroprevalencia de una patología como la hepatitis, lo adecuado es realizar estudios poblacionales5,6. De otra forma, si sólo buscamos el VHC entre los pacientes en los que se detecta una elevación de transaminasas, la infraestimación será muy importante.
¿Qué prevalencia encontraríamos en cualquier zona básica de salud si se determinara el número de pacientes seropositivos frente al VIH entre quienes se realizan la prueba en el centro de salud? Sin duda, muy por debajo de la que encontraríamos en un estudio poblacional, anónimo no relacionado.
Además, hay otro factor que, tal y como se puede observar en los centros en los que se realizan pruebas analíticas de forma anónima, contribuye a que en el centro de salud no se realice el seguimiento de algunos de estos pacientes. Hay pacientes con hepatitis C, en muchas ocasiones consumidores o ex consumidores de drogas por vía parenteral, que no acuden a su médico de familia a realizarse ningún tipo de control. Y si lo hacen no consultan ni comentan esta patología porque tienen otras prioridades que les preocupan más, habitualmente patologías agudas.
Por último, nos gustaría añadir que ante el cambio del perfil de riesgo que se está produciendo en la hepatitis C, de forma que cada vez hay menos pacientes con antecedentes de uso de material sanitario no desechable y más sin ningún factor de riesgo identificable o con factores relativamente nuevos como los piercing o los tatuajes entre adolescentes, debemos extremar la atención para poder diagnosticar esta enfermedad en su fase asintomática, detener su evolución y tratarla en los casos en que sea necesario para intentar evitar la cirrosis y el hepatocarcinoma.
Como se recordaba en un reciente editorial de esta misma revista3, la hepatitis C está ahí y es hora de actuar desde atención primaria.