El tramadol es un analgésico opiáceo de acción central cuya principal indicación es el tratamiento del dolor moderado-intenso por vía oral, con dosis diarias máximas de 400mg. Ocupa el segundo escalón en la escala analgésica de la Organización Mundial de la Salud (OMS), siendo muy utilizado en el tratamiento del dolor crónico no oncológico1, siendo sus efectos adversos más frecuentes los propios de los opioides como náuseas, vómitos, estreñimiento, sudoración, sequedad de boca, cefalea, mareos y vértigo.
Este caso trata de una mujer de 65 años con antecedentes médicos de hipertensión arterial (HTA), dislipemia, varices en extremidades inferiores, depresión, fibromialgia, artritis reumatoide, hernias discales cervicales, dorsales y lumbares. En ese momento, en tratamiento con tramadol 200mg desde hacía 3 años, además de paracetamol 650mg, diclofenaco 50mg, metamizol 575mg, pregabalina 150mg, rosuvastatina 10mg, torasemida 5mg, lisinopril 20mg, ferroglicina sulfato 100mg, duloxetina 60mg, lorazepam 1mg y zolpidem 10mg.
La paciente había sido valorada en el servicio de urgencias del hospital de referencia en varias ocasiones por episodios de debilidad y malestar general, acompañados de hipotensión arterial que no llegó a ser constatada en los centros sanitarios. Debido este cuadro clínico, la paciente dejó de cumplir el tratamiento antihipertensivo y ante la duda sobre el diagnóstico de HTA se derivó a la unidad de HTA.
En el estudio analítico presentó los siguientes resultados: ACTH: 5pg/ml (normal: <46), cortisol 9 H: 2,67μg/dl (normal: 5-25). Con el diagnóstico de insuficiencia suprarrenal se retiró el tramadol del tratamiento. En un control realizado a los 3 meses, los niveles de ACTH y cortisol se habían normalizado (ACTH 11,6pg/ml, cortisol 11,5μg/dl), lo que confirmó el diagnóstico de insuficiencia suprarrenal inducida por tramadol.
Durante las últimas décadas se ha producido un cambio en la prescripción de analgesia opioide, con un incremento sustancial de su uso para el tratamiento del dolor, sobre todo del dolor crónico no oncológico. Los estudios realizados por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS)1 muestran un aumento del uso extrahospitalario de opioides, siendo el más utilizado el subgrupo que incluye el tramadol («otros opioides»). El consumo mayoritario de tramadol se debe a la combinación de tramadol con otros fármacos, que ha pasado de 1,79 dosis diaria definida por 1.000 habitantes y día (DHD) en el 2008 a 5,29DHD en el 2015, mientras que el consumo de tramadol como monocomponente se ha mantenido más o menos estable.
El incremento de consumo de opioides es todavía superior en EE. UU. y la Food and Drug Administration (FDA) ha emitido un comunicado advirtiendo acerca de varios problemas de seguridad con toda la clase de los analgésicos opiáceos2, entre los que se incluye insuficiencia suprarrenal, con aún escasos casos publicados, así como síndrome serotoninérgico por interacción con otros fármacos y deficiencia androgénica.
El aumento en el uso crónico de opioides ha generado preocupación por el riesgo de efectos perjudiciales graves3. Ya es conocido el riesgo de dependencia, síndrome de abstinencia, uso excesivo y sobredosis, pero debemos mantenernos alerta ante otros efectos menos conocidos de este grupo de fármacos, pero de una innegable importancia4,5.